-La Ogro-(Barbica G!p)-

yasssbarbica tarafından

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Los ogros al igual que las cebollas tienen muchas capas y que se necesita de alguien que, con paciencia las v... Daha Fazla

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo
NUEVA HISTORIA!1!!

Capítulo 16

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yasssbarbica tarafından


El lunes por la mañana Micaela entró en su lugar de trabajo sintiendo cómo los nervios se apoderaban de ella. Su cuerpo temblaba de saber que se encontraría con su jefa. Llegó hasta su escritorio y comenzó a acomodar sus cosas para empezar con su trabajo. Quince minutos después, aparecían las Martínez. Florencia sonriente como siempre y Bárbara seria y con el ceño fruncido como de costumbre. 

Ella las saludó con entusiasmo, pero solo Florencia le contestó, ¿qué había pasado con la Bárbara del día anterior? Ella ya se estaba cuestionando si lo vivido el día domingo había sido real o quizá su mente se lo había imaginado. Pero miró su falda comprada en el centro comercial y se dio cuenta que no, que todo había sido real. Bárbara quería volver a ser la ogro gruñona de siempre. 

Le había dicho que lo sucedido en club no se volvería a repetir y al parecer esa era su forma de dar por terminado todo lo iniciado por ella. 

Micaela fue a buscar el café de su jefa, se lo llevó y comenzó a revisar la agenda del día. Bárbara miraba a su secretaria, pero no decía nada. Le miraba la boca y recordaba el sabor de sus labios y una corriente eléctrica la recorría por completo. Se enojó por no ser capaz de sacar a esta chica de su mente. Esto no podía seguir así. 

—¿Necesita algo más señora?— preguntó Micaela sacando de sus pensamientos a su jefa que no había escuchado ni media palabra de lo que ella le había hablado. 

—No. Retírese.

—Bien —dijo Micaela, sintiendo que la ogro había vuelto en gloria y majestad.

A las doce y media el teléfono de la central sonó, Micaela levantó el auricular y lo contestó. 

—Naviera Martínez buenas tardes.  

—Hola Mica, ¿a qué hora sales a almorzar? —era su amiga Karen quien estaba al otro lado del teléfono. 

Bárbara salía en ese momento de su oficina para dirigirse a la de su hermana a buscar unas carpetas y se tensó al escuchar la conversación de su secretaria . 

—Hola Koko, ¿por qué no me llamaste al móvil? 

—Porque te he llamado como diez veces y no contestas. 

—Déjame revisar. 

Micaela buscó en su bolso y tras dar unas cuantas vueltas dentro de este, logró encontrar su teléfono móvil, el cual estaba descargado. 

Bárbara entraba en la oficina de Florencia, ella no estaba en ese momento.  

Tomó la carpeta que buscaba, pero en vez de salir, se quedó parada en la puerta, escondida para escuchar la conversación de Micaela y el tal Koko. 

—Lo encontré, está descargado por eso no lo escuché. 

—Pero qué distraída amiga. Bueno vamos a almorzar o no. 

—No sé.  

—Vamos Micaela, aprovecha que te voy a invitar, tú elijes ¿Dónde quieres almorzar?

—¿Dónde yo quiera? ¿Estamos celebrando algo Koko? 

—No. Solo es que estoy feliz y quiero compartir mi felicidad y contigo que eres mi mejor amiga. 

—Bueno si es así sí. A la una, ¿te parece bien? 

—Perfecto, nos juntamos en la cafetería del centro, ah y carga tu teléfono. 

—Si Koko, ya lo cargo.  

Bárbara sintió que la rabia se apoderaba de ella. No se había fijado que apretaba tan fuerte la carpeta que sostenía entre sus manos que esta ya estaba toda arrugada. Salió desde su escondite y pasó por el escritorio de Micaela y en su paso le dijo:

—Señorita Suarez, a mi oficina. 

Micaela se levantó de golpe. Era como cuando estaba en el colegio y el director la llamaba por algo malo que ella había hecho.

Bárbara tiró la carpeta sobre la mesa y se sentó en su sillón, mientras que Micaela se quedó parada frente a ella tomándose las manos, en clara señal de nerviosismo. 

—No sé si le dije esto el primer día en que entró a trabajar aquí, pero el teléfono de la central es para ser usado solo en asuntos de trabajo, no para que su novio la llame, ¿entendió? 

—¿Perdón? No entiendo a qué se refiere.

—Señorita Suarez, la acabo de oír hablando con su novio, ¿o me lo va a negar? Solo le digo que ese teléfono es para asuntos de trabajo. Si su novio la quiere llevar a almorzar que la llame a su móvil. 

Micaela sintió unas enormes ganas de lanzarse sobre esta mujer que la estaba desquiciando y ahorcarla con sus propias manos.  

Llegaba enojada, distante, y para colmo, le espiaba la conversación telefónica. Ella respiró hondo, no quería discutir con ella, pero la rabia era más fuerte e iba a hacerlo. 

—¿Me estaba espiando señora Martínez?—dijo ella ladeando la cabeza y con las manos en las caderas. 

—No, qué se cree usted para pensar que yo la estoy espiando. 

—¿Cómo sabe que mi novio era quien llamaba?  

—La escuché. Escuché que usted decía Koko y que le indicaba a qué hora saldría a almorzar. 

—Es decir que si me estaba espiando. 

—No...yo... eh... no... 

—Créame señora Martínez, tengo más que claro el uso del teléfono de la central. Pero mi teléfono móvil se descargó y Koko se vio en la obligación de llamarme a la central. No se preocupe, no se volverá a repetir. Le diré a mi novio que a mi jefa le molesta y él lo entenderá.

Bárbara no sabía qué hacer, ni qué decir. Así que era verdad, Micaela tenía novio. Maldito fuera pensó Bárbara. Mientras que ella no se molestó en sacar del error a su jefa. Si seguía con esa actitud, que pensara lo que quisiera. 

—¿Necesita algo más señora? Es mi hora de almuerzo y me esperan. 

Ella sintió que un puño se hundía en su estómago al escuchar esas palabras. 

—No, nada más. 

—Bien, con su permiso. — Micaela salió de la oficina enojada como hace tiempo no lo estaba. Ya comenzaba a cuestionarse su permanencia en ese trabajo. Tomó su bolso y salió al encuentro de su amiga.

En su oficina Bárbara seguía sentada tal cual como cuando Micaela se marchó. Se agarró la cabeza entre las manos y soltó una pesada respiración ,¿Qué le estaba pasando? Se reprendía mentalmente, se trataba de imbécil, estúpida y mal nacida. También le dedicaba unas cuantas palabrotas al novio de Micaela. Ese hombre podía tenerla como ella deseaba. Se removía en su silla, tratando de no pensar en ella, en lo mucho que la deseaba.  

Sabía que debía hacer algo. Si solo pudiera tener una noche con ella, todo ese deseo desaparecería. O al menos eso creía Bárbara. 

-----

—¿Que tu jefa hizo qué?—Fue el grito que pegó Karen al escuchar lo que su amiga le estaba confesando. 

—Gracias Koko, ahora todo el restaurante se ha enterado. 

—Mica, dime que no es cierto lo que me acabas de contar ¿Tu jefa te besó en el club?  

—Sí Karen, cuando fui al baño. Yo volvía a la pista y ella me agarró y me llevó a un oscuro pasillo. 

—Vaya, la ogro se las trae. Pero, ¿y qué pasa con ustedes? 

—Nada amiga, qué va a pasar. 

—Tú sí que eres ciega Mica. No ves que a la tipa le gustas. 

—No Karen, estás equivocada, nada más lejos que eso. 

—Pero Mica, te besa en las escaleras, te besa en el club, ¿qué es eso?  

—Me besó en las escaleras porque estaba furiosa porque la desafié, y en el club me besó porque estaba ebria. Es decir, ninguna de las dos veces cuenta. 

—No sé, yo creo que algo siente esa mujer. 

—Nada Karen, no siente nada. Me lo dejó claro ayer. No sabe por qué me besó. 

—¿Ayer? ¿Te viste con ella ayer? Por qué yo no me entero de nada.  

—Ayer me lo encontré a ella y a Mateo en el centro comercial. Me invitaron a almorzar. Ella me dijo que me pedía disculpas por su comportamiento, que no sabía por qué había actuado así. 

—Que diga lo que quiera, para mí que tú le gustas y mucho. 

—Que no Karen, no le gustó nada de nada. Además hoy llegó con un humor de perros. Todo lo que había avanzado en estos últimos días se fue por el caño. Me regañó por estar hablando con mi novio por teléfono y...  

—¿Con tu novio? ¿Cuál novio? Suarez tienes novio y no me lo has contado a mí que soy tu mejor amiga, pero qué mala eres. 

Karen abrió mucho los ojos ante la confesión de Micaela y ésta sonrió ante la cara desencajada de su amiga 

—No, ella me escuchó hablando con Koko, es decir contigo, y asumió que Koko es mi novio.  

A Karen se le iluminó la cara y una gran sonrisa le recorrió esta. 

—Y después me dices que no le gustas a esa mujer. No ves que está celosa. 

—Ah ya, deja de decir esas cosas. Ella no siente nada por mí, solo soy su secretaria. Eso es todo y es mejor que sea así. 

—Y tú, ¿qué sientes Mica? ¿Qué sientes por tu jefa?  

Micaela miró a su amiga, no podía mentirle, además necesitaba confesarse con alguien y qué mejor que su fiel compañera. 

—No sé Karen, es complicado, estoy hecha un ocho.

—¿Te gusta o no? Micaela dime, ¿te gusta tu jefa? 

Micaela pensó un momento la respuesta. Qué podía decir, claro que le gustaba su jefa y ese era el problema, era su jefa.  

—A ti no te puedo mentir amiga, me gusta Bárbara, pero eso no cambia nada. 

—¿Cómo qué no? 

—No Karen, no cambia nada. Yo soy su secretaria y ella mi jefa. Es como cuando en el colegio te enamoras de tu profesor, lo miras a diario, pero sabes que nunca podrás estar con él. 

—Yo creo que sí Mica.  

—Yo creo que no Karen. Y ya, dejemos este tema, ya te conté todo y no quiero hablar más de mi jefa. Ahora tengo que empezar a dejar de pensar en ella como mujer y asumir que es y siempre será mi jefa. 

Las chicas terminaron de almorzar y cada una volvió a lo suyo. Micaela entró en su oficina y continuó con su día. Daba gracias al cielo que Bárbara no la había solicitado en todo el resto de la tarde. Ella terminó con su trabajo y la hora de irse a casa llegó. 

----

Bárbara ya estaba en su casa, parapetada en la biblioteca bebiendo licor como se le estaba volviendo costumbre. 

Necesita adormecer sus pensamientos y pensaba que bebiendo whisky lograría su objetivo. 

Pero con cada vaso de licor Micaela se colaba más en su mente. 

De pronto, la puerta de la biblioteca se abrió. Ella sentado en un sofá se sorprendió al ver a Daiana que hacía su aparición en la habitación. 

—¿Qué haces aquí Daiana? Te dije que si quería verte yo te llamaba. 

—¿Por qué estás bebiendo Bárbara? ¿Qué pasó? 

—Nada que te importe. Por qué no te vas ¡¡¡Vete!!! —gritó ella, Daiana sesorprendió por aquella reacción, pero continuó con su interrogatorio. 

—Bárbara, cariño, dime qué pasa, ¿por qué estás así? —dijo Daiana acercándose más a ella. 

—Estoy así porque la vida es una mierda. Porque uno no puede tener lo que quiere, ¿entiendes?. Ahora déjame sola, no quiero que estés aquí. 

—¿Quién es Bárbara?

—Quién es quién. 

—La mujer que te tiene así. 

—Te equivocas Daiana, no hay ninguna mujer. Ahora ándate, ¿quieres?. Quiero estar sola. 

Daiana se quedó mirando a Bárbara y como ésta bebía un trago tras otro. Sabía que algo le pasaba. Ella iba a averiguarlo. Bárbara la estaba apartando de golpe de su vida y ella no podía permitir eso. Había trabajadomuy duro para llegar donde estaba. Su próximo paso era ser la nueva señora Martínez y lo iba a lograr así tuviera que hacer pacto con el diablo. 

Por eso debía averiguar que era, o mejor dicho, quién era la mujer que perturbaba de tal modo a Bárbara. Se imaginaba quien podía ser, pero no iba a actuar antes de estar bien segura. 

—Bárbara, deberías subir a tu cuarto. Vamos cariño yo te llevo.

—No, déjame sola. No quiero que estés aquí ¿Acaso no entiendes? 

—Bárbara no puedo dejarte así como estás. Vamos levántate. 

—Ya te dije que no. No me hagas ser más grosera contigo Daiana, ¡¡¡vete de una maldita vez!!! 

Bárbara le gritó con toda la rabia que había venido acumulando, ella parpadeó rápido un par de veces. Hace mucho que no veía a Bárbara tan enojada.  

Decidió que sería mejor marcharse en ese momento, ya volvería cuando ella estuviera más calmada y la convencería de que se fueran a la cama juntas. 

Daiana salió echando fuego por la nariz como un dragón. Tenía que hacer su investigación y pronto. 

Bárbara llegó a su cuarto y no fue capaz de desvestirse, se tiró sobre la cama y así se quedó dormida.  

Toda la noche soñó con Micaela y Martina. En su sueño Martina la miraba con cariño y Micaela estaba a su lado tomándole la mano a ella. 

—Titi, no te vayas, quédate conmigo. —Rogaba ella en el sueño. 

—Abre los ojos Bárbara. Abre los ojos— le decía ella en un susurro. 

—No Titi, quédate aquí con Mateo y conmigo. No sé qué hacer con él. Cuando tú estabas todo era más fácil.  

—Déjame ir, déjame ir. Abre los ojos.

—No puedo dejarte ir, te amo Martina, te amo. 

—Ya no Bárbara, déjame ir.  

Bárbara vio cómo Martina giraba para caminar sin mirar atrás. Luego unos grandes ojos azules y una roja boca rellena se colaron en su sueño para tortúrarla. 

La semana pasó muy rápido en la naviera Martínez. Lo días fueron un infierno para Bárbara y Micaela. 

Para ella era una pesadilla ver a su jefa enojada todos los días. Apenas si le dirigía la palabra para algo que no fuera trabajo y ya se había olvidado de su sonrisa, ya que esa semana no se había asomado ninguna a los labios de su jefa. 

Para Bárbara la semana fue de lo peor. Micaela llegaba a la oficina cada día más bella, enfundada en ajustados vestidos o pantalones que marcaban cada curva de su cuerpo. Tenía una constante erección la cual ocultaba bajo su escritorio. Cuando llegaba a su casa se metía bajo la ducha y se masturbaba pensando en ella. Todo se estaba saliendo de control para ella.  

Podría llamar a Daiana, pero ella no le interesaba en lo más mínimo. Solo deseaba a una mujer, y esa era su secretaria. Cada vez que recordaba eso la ira la tomaba por los pies y volvía al punto de partida. Si solo pudiera tenerla una vez, estaba segura que todo desaparecería. 

El sábado como siempre Micaela corría por el parque, iba distraída escuchando la música que la acompañaba en su recorrido. De prontovio de reojo que la silueta de Bárbara estaba junto a ella. 

Pero solo fue por un segundo, ya que la mujer apuró su trote y se perdió en el parque. 

Micaela llegó a su casa, y como ya se estaba haciendo costumbre, se encontraba sola en el departamento. Su amiga se iba los viernes en la noche al departamento de Javier y no aparecía hasta el domingo al mediodía.

Ese sábado pasó sola todo el día. Arreglando su cuarto y dedicándolo a su cuidado personal. El domingo por la mañana y Micaela tomaba un tazón de café, sola nuevamente. Ya comenzaba a echar de menos a su amiga, pero así era el enamoramiento, abandonabas a todos tus amigos para dedicarte solo a la persona amada. Micaela estaba contenta por ella, hace mucho que Karen no salía con un chico por tanto tiempo, y deseaba que esa relación durara mucho. 

Estaba viendo televisión cuando su teléfono móvil sonó. Miró la pantalla, y vio que era Mateo quien la llamaba. 

—Hola Mateo, ¿cómo estás? 

—Bien Mica, ¿y tú? ¿Estás ocupada? 

—No, ¿qué pasa? 

—¿Puedo ir a verte? Quiero invitarte a salir.

—Me parece genial, pero, ¿le pediste permiso a tu madre? 

—Claro, por eso te llamo. Ella me dijo que, si tú no estabas ocupada, me da permiso ¿No estás ocupada verdad? 

—No cielo, no estoy ocupada. Dame unos minutos y te voy a buscar. 

—No, mi mamá me dice que el chofer me lleva. 

—Bueno acá te espero. 

—Bien. Nos vemos al rato.

Micaela cortó y se fue a su cuarto a cambiarse el pijama. Ese día no estaría sola como ella pensaba. Pasaría el domingo con su pequeño amigo. 

Lo llevaría al parque de diversiones o tal vez al cine. Estaba segura de que no les faltaría diversión.  



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