El color desconocido

By helovestellingtales

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"De aquella falsa primavera del 2016, sólo tengo atisbos de colores, caleidoscopios que me mantuvieron prendi... More

Prólogo
Faux Printemps
04 de abril de 2016, París, Francia
Unas semanas antes...
España
Italia
04 de abril de 2016, París, Francia
05 de abril de 2016, París, Francia
06 de abril de 2016, París, Francia
¿Quieren saber en qué acaba?

Francia

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By helovestellingtales


Mientras surcábamos el cielo por encima de los Alpes Suizos, recuerdo haber seleccionado una pista en el reproductor de mi teléfono. Quería estar preparado para el destino, y qué mejor si todo salía a la perfección. J'y suis jamais allé (Nunca he estado allí) de la banda sonora de la cinta francesa Amelié, fue la pieza que retumbó en mis oídos. Cerré los ojos y dejé que mi mente hiciera el trabajo. Luego, una serie de breves premoniciones inundaron mi ser inconsciente: vi la Torre Eiffel iluminada bajo un cielo cerrado, mientras docenas de estrellas tiritaban a lo largo de ella; vi los Campos Elíseos iluminados bajo la noche y la gente caminando a través de ellos; vi el telón de terciopelo rojo en el majestuoso escenario de la Ópera Garnier; me vi a mí mismo andando por la calle a orillas del Sena, acompañado de dos personas a las que jamás había visto; me vi ascendiendo por una colina repleta de condominios de fachadas impecables y negocios diversos; y también vi a una rubia que bailaba en medio de la noche y las estrellas... Sus labios eran rojos y, su mirada... Cuando visualicé sus ojos, el caleidoscopio de imágenes se oscureció. Abrí los ojos y afuera del avión sólo se alcanzaban a ver densas nubes, mientras tanto, el piloto nos indicaba que ya estábamos aterrizando en el aeropuerto Charles de Gaulle. Una vez que recogí mi equipaje y dejé atrás el aeropuerto, pensé en todo lo que ya me habían advertido sobre el mal genio de los locales y su desdén ante los turistas. No obstante, yo estaba preparado para que esa fuera la mejor parte del viaje. Al final, era lo que más esperaba desde que me encontraba haciendo los preparativos en México. El taxi que tomé en el aeropuerto me dejó en la entrada de mi hostal, que se localizaba en la calle Rue Rodier, en el barrio de los artistas y los bohemios: Montmarte. En todo el viaje, esa sería la primera vez que compartiría habitación con extraños. Por suerte, la primera persona con la que me encontré era paisano mío. Su nombre era Luis, y, no sin antes habernos comunicado en inglés al no tener certeza de nuestras nacionalidades, quedamos de abandonar el lugar para ir a pie hasta la Torre Eiffel. De ese modo, anduvimos desde las alturas de Montmarte hasta la Eglise de la Trinité, del Boulevard Haussman hasta la Ópera Garnier, de la Place de la Concorde hasta el Río Sena, y al final, nos encontramos con la que hasta ese momento fue la piedra filosofal de mi destino. La torre se veía tal como en mi pensamiento premonitorio. Luis y yo mirábamos embelesados, cómo la intensa luz que proyectaba la torre alcanzaba a iluminar el cielo nublado. Esa noche regresamos a la habitación y nos encontramos con un tercer huésped: James, un músico de Australia que decidió abandonar su continente para seguir a sus bandas favoritas, mismas que jamás hacían giras en ese recóndito lugar. La madrugada nos sorprendió mientras conversábamos, pero al final, decidimos que al día siguiente saldríamos juntos a recorrer algunos sitios de interés. El día quinceavo estuvo lleno de sorpresas; quizás, fue uno de los mejores días de mi vida. Primero nos dirigimos al Palais Garnier, donde descubrimos uno de los edificios más elegantes e imponentes de la capital. El teatro de la Ópera evocó en mí la música de la puesta de Broadway de Andrew Lloyd Webber: El Fantasma de la Ópera. Una premonición más se cumplió al quedar boquiabierto con los detalles de oropel que abundaban por todo el interior del edificio. Por otro lado, las butacas y el telón parecían estar hechos del mismo terciopelo rojo. Después de eso, los tres amigos nos dirigimos a Notre Dame, en medio de un lluvioso y nublado día, de esos que son muy comunes en París. Fue entonces que me percaté de que todas las premoniciones se estaban cumpliendo al pie de la letra: me descubrí andando con Luis y con James a orillas del Sena, hablando de una infinidad de interesantes temas que, a pesar de las distancias y las diferencias culturales, nos hicieron muy cercanos. Por la tarde fuimos al Museé d'Orsay, donde dividimos nuestros caminos para poder experimentar las obras a plenitud, quedando de vernos a las 7 para decidir si proseguíamos o nos retirábamos al hostal. La noche anterior, James me había informado que se encontraba en París para poder acudir al concierto de una banda inglesa de música gótica, misma de la que ya había oído hablar. Al saber James que, en algún momento de mi juventud, yo había sido un fanático de esa clase de música, me invitó a que lo acompañara al recital. Y ese mismo día se llevaría a cabo dicho evento, por lo que, al final del recorrido por el museo, Luis decidió darle otra vuelta y James y yo nos pusimos en marcha para alistarnos. No mentiré: no estaba muy convencido de acudir, pues pensaba que habría un sinfín de cosas que se podían hacer en París, y un concierto de música gótica era lo último en esa lista. No obstante, sería una experiencia especial: no me podía negar a acudir a un recital en un lugar que no fuera México. De esa forma, nos aventuramos al lugar, un club nocturno llamado Bus Palladium, que, por suerte, se ubicaba en el barrio donde nos hospedábamos. Al llegar, nos percatamos de que se habían dado cita un gran número de personas con atavíos propios de esa subcultura: corsés de cuero negro, botas estilo militar con numerosas hebillas, playeras repletas de agujeros y mallas de red. La música sonaba atronadora y la gente aguardaba impaciente por la agrupación. Noté que había un globo estroboscópico colgado del techo, el cual reflejaba estrellas de colores en las paredes. James y yo nos sentamos a esperar a que el espectáculo diera inicio, y en tanto, miraba a toda esa peculiar gente que se iba dando cita en el inmueble, que no era muy grande. No sé cómo podría sonar lógico lo siguiente, pero así sucedió: la música que retumbaba en las bocinas se fue desvaneciendo de mis oídos, dando paso a un susurro onírico que parecía detener el tiempo; los frenéticos movimientos de baile se volvieron parsimoniosos; las estrellas artificiales parpadeaban con lentitud y un sonido lejano se fue acrecentando... No tardé en reconocerlo, pues se trataba del mismo tema que escuché en el avión y que causó esa serie de premoniciones: J'y suis jamais allé.

El 1 de abril del 2016, a las cero horas, tres minutos y treinta y tres segundos, el corazón de Gabriel se detiene durante una milésima de segundo, su respiración se corta y, un cúmulo de neuronas le hace creer que se trata de un momento mágico. Al mismo tiempo, en el vestíbulo del club nocturno Bus Palladium, ubicado en la esquina de la Rue Pierre Fontaine y la Rue Jean-Baptiste Pigalle, Dahlia comienza a mirar en todas las direcciones posibles, tratando de encontrar a su habitual grupo de amigos. Gabriel cree que sus miradas se han cruzado, pues ella mira fijamente en dirección de donde él y James se encuentran sentados. Dahlia nota que hay alguien raro en ese lugar, pues no tiene pinta de francés. Luego, ella ubica a sus amigos, quienes ya le tienen un lugar reservado cerca del escenario. Gabriel pierde el piso y cree que todo acontecimiento previo lo ha llevado hasta ese momento. El color desconocido que con tanto ahínco ha estado buscando, acaba de materializarse en la mirada de Dahlia.

James me miró y me dijo que la banda ya se encontraba en el escenario, por lo que nos pusimos de pie para mirar el concierto. No obstante, fueron pocos los minutos que yo pasé contemplando la presentación: la miraba a ella... Poco a poco me fui aproximando a donde se encontraba, hasta que su cabello dorado rozó la piel de mi brazo. No sé qué sucedió dentro de mí, pero no pude mantenerme estoico. Una vez que finalizó el show, el disc jockey tocó una selección de temas góticos, entre ellos: Military Fashion Show, de los teutones And One. James me miró con alegría, como invitándome a que me pusiera en pie y lo acompañara a la pista. Acepté, pues ella bailaba en medio de estrellas y un cielo nocturno.

"Cutest girl behind my door

Everybody's hiding in love from war

The beauty broke down their chains somehow

Who's gonna living on my body now?"

Me descubrí bailando enfrente de ella, quien agitaba su larga cabellera rubia y movía sus pies al compás del intermitente ritmo. Recordé los pasos de baile que mi amiga Elizabeth me enseñó antes de partir a Europa, pues yo era el típico invitado en las bodas que se quedaba sentado durante toda la celebración. Sin embargo, el baile gótico no requería la ejecución de pasos rítmicos; tener dos pies izquierdos me sirvió para adaptarme a esa danza sin sentido.

"A growing pain within my pop divine

Will I ever regret the line?

Switching on the light

I will not reassign

Girlfriend's girlfriends never could be mine"

James asemejaba ser un Kurt Cobain redivivo que bailaba con locura, mientras que todos los demás danzaban como si estuviesen poseídos. Aquello no me extrañó, pues durante una época pertenecí al movimiento oscuro, por lo que estaba muy familiarizado con ese tipo de ceremonias. Aunque me sentí en mi mundo, me ponía muy nervioso que la rubia me viera con extrañeza, pensando que bailaba raro o algo por el estilo. Pero ella bailaba a su ritmo y la manera en que usaba sus manos para remover su cabello, me hizo sentir que me encontraba a escasos metros de un paraíso siniestro.

"Drop her white pants wide open warm

Now she's slipping on her uniform

And every second would become so mis-defined

Girlfriend's girlfriends never could be mine"

Sin darme cuenta, había cruzado el umbral del día 15 y ahora estaba en el 16, el cual había comenzado de la manera más inusual: mi aventura había alcanzado su punto más álgido, pues el color desconocido estaba frente a mí, y yo era incapaz de decir palabra. Ella seguía en lo suyo y noté que de vez en cuando me miraba. Pensé en hablarle, pero, ¿qué podría decirle? Mi francés era escaso y los franceses tenían fama de repudiar que se dirigieran a ellos en inglés. Ante toda duda, me encargué de que nuestras miradas se encontraran y, hecho eso, le sonreí...

"What can I do?

What can I say?

Choose your weapon, time to pay

Forget about the second day

We could be friends

With a kiss in flow

Choose your weapon, time to go

A military fashion show..."

Me pareció que dudó, pues tardó unos momentos en devolverme el gesto: sus labios color carmín se transformaron en una sonrisa discreta. Y justo en ese momento debí hablarle, decirle lo que fuera, pero continué bailando de forma torpe y sin ritmo. Me alejé de ella para evitar que se sintiera acosada o algo similar, por lo que regresé a donde James bailaba. Le conté acerca de mi momento mágico, pero él sólo sonrió y siguió en lo suyo. Al poco rato noté que ella y una amiga se marcharon a fumar, pues había una habitación destinada a los adictos al tabaco, los cuales no escaseaban en la capital francesa. Pude haber ido tras ella y aprovechar la situación, pero opté por esperar a que regresara. La rubia y su amiga estaban de vuelta y yo aproveché para ir a fumar. No tardé más de cinco minutos, pero, al momento de regresar a la pista de baile, no había rastros de ella...

"Cutest girl asked for more

Unfortunately, someone's creeping on my floor

An empty glass, a topless babe, a knock on the door

Girlfriend's girlfriends never could be more"

Esa noche sentí que había cometido el peor error. Desaproveché la mejor oportunidad para conocer a alguien y así enamorarme, pero la perdí de vista y ni siquiera pude conocer su nombre. Me despedí de James y me puse en marcha al hostal, donde encontré a Luis, que no estaba dormido aún. Tras contarle mi experiencia, me sugirió que buscara el evento de esa noche en las redes sociales. Y fue en Facebook que encontré el evento, el lugar y la lista de invitados: allí estaba ella y por fin conocí su nombre, el mismo que el de una flor mexicana. Por la mañana, antes de llevar a cabo mis recorridos turísticos en el Museé de Louvre y en el Sacre Coeur, me atreví a contactarla a través de la red social. Dahlia aceptó la solicitud de amistad, pero no respondió el mensaje que le había enviado:

"Hope you speak english. Hi, je m'apelle Gabriel. Je parle un petit pou français. Hablo español. Je suis mexican. Well, I'm probably the lamest guy on earth for not speaking to you last night. I found you on the Sex Gang Children Facebook event, so I decided to add you. Sorry, hope you don't believe I'm a kind of creep or something like that. You seem very nice and thank you for accept me on Facebook. I will be on Paris until next week and then flew to Mexico. If you don't mind, I will be very pleased to take a coffee or a beer with you some day. If you feel insecure or afraid or something, I will understand. Merci"

Luego de llevar a cabo el itinerario planeado, me despedí de Luis, pues tenía que marcharse a Bélgica para dar una conferencia. Esa tarde, aún sin respuesta de Dahlia, James y yo nos dedicamos a explorar el Barrio Latino y sus inmediaciones, pero no pudimos culminar la visita debido a que mi amigo se sintió mal. Regresamos al hostal y, aunque ya se sentía mejor, me preocupé por él. Antes de dormir, quise revisar una última vez mis mensajes: tenía uno sin leer.

"Hi, I'm sorry I forger to answer, I remember you Thursday night, and you look very nice. Sorry my english is so bad. I'm glad that you proposed a coffee, but I have a lot of work this week, I have to finish a big project at school and Sex Gang was my only breath!! So we can take this coffee next Monday or Tuesday. I wish you a beautiful and perfect trip in France. Take care!"

El día diecisiete acudí a lavar ropa y a conocer algunos otros puntos turísticos. Como era sábado, no vería a Dahlia hasta el lunes, así que pasé el día entero con mi nuevo amigo de Australia, quien debía partir a Alemania al día siguiente. Mientras avanzábamos a pie, luego de haber dejado atrás el cementerio de Pere-Lachaise, sostuvimos un debate sobre el destino al que tanto achacaba mis experiencias. Según James, no existía un destino mágico y predispuesto para nosotros, sino que cada quién era responsable del camino que se forjaba. No podría estar en desacuerdo con él, pues, en retrospectiva, yo me había encargado de diseñar el método para lograr llegar hasta ese punto del planeta. Sin embargo, la vida había encontrado su derrotero cual rompecabezas: las piezas se habían ido acomodando de una forma tan afortunada y tan perfecta, que me parecía imposible que no hubiese algo de magia en el proceso. Pese a que en nuestras numerosas pláticas, James y yo estábamos de acuerdo en casi todo, fue en esa donde no encontramos un punto de encuentro. Y eso me pareció bueno, pues no sería natural que las opiniones siempre sean exactamente las mismas. Para el día dieciocho, James ya no estaba y yo partí a Versalles, pues tenía ánimos de conocer el palacio y sus hermosos jardines. De vuelta en París también conocí el Panteón y los Campos Elíseos. El tiempo corría a cuenta gotas y cada momento, aunque lo disfrutaba, me parecía eterno. Esa noche recorrí Montmarte y su zona roja. Llegué hasta el Moulin Rouge y los ánimos que ahí se vivían me orillaron a adquirir una botella de vino tinto, la cual me bebí a los pies de la Torre Eiffel. Justo cuando pensé que era muy probable que jamás nos viéramos, ella fue quien me contactó:

"Goodnight! Tomorrow I will present my project. I am a Fashion student and my homework is not always the easiest to carry out. I've been much stressed all week and today I'm done. You know? I would like it very much that tomorrow, leaving classes, someone would invite me to drink something ..."

No pude conciliar el sueño durante el resto de la noche. Al décimo octavo día, la historia a la que me atrevo darle el pronombre de "nuestra", comenzó... 

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