Casa NO en venta (completa✔)

By BiancaMond

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Ella vive y trabaja en la casa que le heredaron sus padres. Él quiere hacer ahí un centro comercial. ¿Quién d... More

Sinopsis
La propuesta
El "Sr." Welles
Nuestro almuerzo de negocios
Esa clase de chico
¡No voy a vender!
Mucho más de lo que yo creía
Al menos seamos amigos
La invitación
La quinta del Tío Jack
El brindis de la cena
La cita de Ethan
¿Quién será el perdedor este año?
Pequeña dulce victoria
Touché
No todo está bien
Conociendo a Norman Welles
El fiasco de la cena
Visitas inesperadas
El cumpleaños de Jacob
Si lo que quieres es dinero...
La casa de Ethan
Eso que no nos dijimos
La noche de pizzas
Pizzas y problemas
Bajo la máscara de Norman
Un viejo... ¿amigo?
Su número de celular
Un beso y una declaración frustrada
El alfil del rey
Una invitación con mi nombre
Sin el pan y sin la torta
"Pierde la pelea y pierdes a la chica..."
Él sólo quiere tu casa
Confía en mí
Lo único que quiero son bebés
¿Qué sientes por mí?
Lo más importante
Es ella
Un juego que no quiero jugar
El que no arriesga, no gana
¿Qué has hecho, Oliver?
Algo que me llene el alma
Mi acompañante en el casamiento
La razón por la que se fue
Ganar o perder
El secreto de Amelia
Crecer
El regalo perfecto (Capítulo Especial-E. Welles)
Epílogo

Cindy Preston

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By BiancaMond


Ya era lunes y yo estaba barnizando algunos materiales que Trisha utilizaría después. Me sentía algo culpable, porque había tenido con ella antes la conversación sobre el nuevo trabajo que haría en el refugio y que me impediría seguir ocupándome de la tienda.

Si bien ella se había puesto muy feliz de que yo pudiera hacer lo que me gusta, las dos sabíamos que eso implicaría dejar de pasar tanto tiempo juntas.

Pero al menos aún tendríamos varios días para adaptarnos, o eso fue lo que yo pensé.

Lo primero que había hecho al levantarme fue enviarle un mensaje a Ethan, diciendo que necesitaba verlo urgente. Al cual, por cierto, nunca contestó. Pero no me importó, había decidido verlo ese día para decirle lo que siento por él. Ya no podía esperar, y si no me contestaba, de todos modos iría a su oficina para la hora del almuerzo, cuando sabía que él tendría tiempo libre.

Entonces recibí una llamada de Lydia, su secretaria, avisando que me enviaría el coche a las once.

Fui a arreglarme porque quería verme tan bien como me sentía. Porque me sentía genial. Sólo pensar en estar con él hacía que todo estuviera de maravilla.

Ya no había rastros en mí, de ese muro tan horrible que mantuve en alza durante tanto tiempo, ni siquiera sentía ya el sofocante miedo de perder mi casa, porque ahora sabía que, si no actuaba rápido, podía ser superado por un miedo peor: el miedo de perderlo a él.

Me miré al espejo una última vez. Me había puesto un vestidito casual, tenía el cabello recogido en una alta cola que caía en ondulaciones hasta tocar mi nuca, y me puse algo de maquillaje. Me veía bien, lo suficiente como para que me diga que sí.

El coche llegó a la hora estipulada, pero el tiempo para trasladarse a la oficina de Ethan me pareció eterno, porque estaba demasiado ansiosa.

Al llegar subí, casi corriendo, al piso once.

Increíblemente, Lydia me saludó muy bien. No supe si mi buen humor se le contagió, o en realidad ya le había pasado el desprecio que sentía hacia mí. En mi ingenuidad me incliné a pensar lo segundo, ya no parecía detestarme como antes. Pero la realidad era que su desprecio se había volcado hacia alguien más.

—Buen día, señorita Rose. El sr. Welles la espera en su despacho —anunció con gentileza.

Le agradecí y pasé en cuanto me abrió la puerta.

Ya no podía esperar más. Mi corazón se contraía de regocijo y las manos comenzaron a temblarme.

Ethan estaba sentado en la pequeña mesa de reuniones que tenía a un lado de su oficina, y Agnes estaba ubicada frente a él.

Me sorprendió verla, así que me acerqué con cuidado.

—Buen día, Jacqueline —Agnes volteó a verme. Se acercó y me dio un beso—. Te ves muy bonita.

—Gracias —le contesté. No me quedaba muy claro qué hacía ella allí.

Ethan se acercó en ese momento a saludarme.

—Hola Jackie, te ves bien, pero... ¿Lydia no te dijo que teníamos reunión?

¿Reunión? Lydia no había mencionado nada de eso. Sólo dijo que Ethan me esperaba a las once y creí que se debió al mensaje que yo le envié.

Y mi atuendo no encajaba para nada con una reunión. Que vergonzoso.

Estaba pensando qué contestar, hasta que Agnes habló de nuevo.

—No la avergüence, señor Presidente —le dijo—. Tal vez se arregló para usted.

Claro, ella aún creía que Ethan y yo éramos novios, luego de la confusión que hubo en la gala benéfica.

—Lo dudo —contestó él con algo de frialdad—. Ya no estamos juntos.

Ella pareció desilusionada.

—Lo siento mucho —contestó.

—Gracias —le dijo él—, pero no estamos aquí para discutir nuestra relación sentimental, sino el refugio. Jackie, siéntate por favor.

Movió la silla que se encontraba al lado de la de Agnes y me invitó, con un gesto de la mano, a sentarme en ella.

Así lo hice. Aparentemente tendría que esperar a que la reunión terminara para hablar con él a solas. Por lo que tuve que dejar mi ansiedad de lado.

—Bueno, estaba poniendo a Agnes al tanto de todo —se dirigió a mí, y no pude evitar sonrojarme un poco. Tendría que concentrarme en sus palabras para dejar de pensar en estar con él—. Le comenté que el hogar se montará en mi casa y que quieres que se dediquen a los bebés.

Asentí.

—Ella está de acuerdo con los bebés, pero no con usar mi casa —continuó explicando—. Cree que es mejor venderla.

Miré a Agnes en ese momento.

—Me parece que por mucho menos de ese valor podríamos comprar algo que no esté ubicado en una zona residencial tan importante —me dijo ella— Y usar el dinero restante en hacer crecer ese refugio. Sólo necesitamos un lugar donde establecernos, no una mansión.

—Pero yo no estoy de acuerdo, —sostuvo él—. Porque el sentido de que el refugio esté en ese barrio es justamente porque allí vive gente importante. Imagínense, tendrán de vecinos a estrellas de rock, artistas y políticos. Todos ellos estarán encantados de apoyar un hogar de niños que tengan en su cuadra —parecía bastante seguro de lo que estaba afirmando—. Será un impulso clave para sacar el refugio adelante, y eso vale más que el valor monetario de la propiedad ahora.

—Entonces, ¿qué piensas tú? —me preguntó Agnes.

Pasé mis ojos desde ella hasta él, y luego a ella de vuelta.

—Yo creo que Ethan tiene razón —aseveré.

No dudaba de la experiencia de Agnes con respecto a estos temas. Sin embargo, Ethan estaba muy emocionado con usar esa casa. Creo que para él era más bien como una manera de congraciarse consigo mismo por haber comprado una casa tan elegante. Además, él tenía buen ojo para los negocios, y hacer progresar una institución también podía tomarse como algo parecido. Así que decidí seguir su intuición.

Él me mostró una sonrisa complacida.

—Está bien, nos quedamos con esa opción entonces. Tengo que decir que hacen buen equipo —reconoció ella, y los dos sonreímos. Amé verlo sonreír después del día tan malo que tuvimos ayer.

—Muy bien —continuó Ethan—. Ahora lo siguiente. El sábado dentro de dos semanas será la inauguración. Tienen que tener todo listo para ese día.

Agnes y yo lo miramos con asombro.

—¿En trece días? —preguntó ella.

Él asintió.

Las dos nos mostramos confundidas.

—Señor presidente, es demasiado poco tiempo. No creo que lleguemos.

¿No creo? Es casi imposible que terminemos de armar un refugio entero y además organizar un festejo de inauguración en sólo dos semanas. Eso fue lo que pensé, pero me mantuve en silencio porque no quería hacerlo enojar. No quería que nada arruine la conversación que tendría con él después.

—Tendrán que hacerlo —le dijo él, severo—. Los chicos de la fundación las ayudarán. Y, si aun así no pueden, contraten más gente.

Agnes me lanzó una mirada de ruego, como si pensara que yo podía convencerlo de lo contrario. Pero no volteé mis ojos hacia ella, sino que los llevé hacia Ethan y asentí.

—Lo haremos —le dije.

Él me miró con orgullo y a la vez ternura.

—Bien —dijo satisfecho.

Agnes soltó un suspiro de cansancio.

—No tienes idea de lo que acabas de aceptar, Jackie —me dijo ella.

Sonreí. Cualquier reto me parecía poco ahora que lo tendría a mi lado. Además, estaba decidida a hacer que las cosas funcionen entre nosotros dos y demostrarle lo importante que es para mí.

—Jackie, hay una cosa más —Ethan se dirigió otra vez a mí—. Ahora vas a ser la directora de un Hogar de bebés, lo cual es mucha responsabilidad. Agnes se encargará de formarte empíricamente, pero dependerá de ti culminar tu formación académica —me acercó un folleto que tenía impreso el estandarte de la universidad a la que yo había asistido—. En pocas palabras, Lydia habló con la gente de la universidad y aceptaron incluirte en el semestre que se está desarrollando —su declaración me sorprendió—. Tendrás que estudiar mucho para ponerte al nivel de tus compañeros y culminar la carrera este año.

—¿Éste año? —exclamé. Es verdad que sólo me faltaba este año para terminar la carrera, pero mis compañeros me llevaban meses de diferencia. Me costaría muchísimo tiempo ponerme al día. Especialmente porque el hecho de ser el último año implicaría contenidos mucho más difíciles que los semestres anteriores.

Él asintió.

—Tendrás que hacerlo, no puedes presidir una institución si no tienes concluida al menos una carrera universitaria. A partir del año que viene harás cursos de capacitación extra, además de tu tesis. Y si es posible una maestría.

No podía creerlo. No me molestaba estudiar, para nada. Pero pensar en todo el tiempo que tendría que invertir en el refugio, y además en la universidad, hizo que me sintiera sofocada incluso antes de empezar.

—Yo pagaré por todo eso —concluyó.

Me había quedado con la boca abierta, pero no me quedó de otra que asentir.

Él me había advertido que era un jefe exigente y yo acepté el trabajo, después de todo.

Nos despedimos de Agnes y quedé en que me vería con ella después del almuerzo. Había mucho que hacer, y quería hacerlo lo mejor posible.

Ella dejó la oficina y permanecí, al fin, a solas con Ethan. Mi corazón aceleró su ritmo al mismo momento en que Agnes cerró la puerta tras de sí.

—Necesito hablar contigo —le dije, mientras él acomodaba las cosas sobre su escritorio.

—Todo lo que hablamos en la reunión ya está decidido, Jackie —me contestó, centrando la mirada en los folios que apilaba.

—Lo sé, pero no es sobre la reunión —dejé de lado los nervios antes de continuar—. Quiero hablar sobre nosotros.

Ahí sí capté su atención, dejó los papeles que estaba ordenando y llevó su mirada hacia mí. Pude notar algo de desánimo en esta.

Sin embargo, cuando iba a hablar de nuevo, alguien irrumpió en su despacho. Pero no cualquier alguien, sino ella: Cindy Preston.

—¿A qué hora nos vamos, bebé? Tengo hambre —expresó, haciendo que la mire llena de confusión. —Ah, hola Jacqueline —se dirigió a mí de mala gana, al notar mi presencia.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté con molestia.

Lo único que me faltaba era que viniera ella a interrumpir mi conversación con Ethan.

Me miró con una expresión de burla, mostrándose extremadamente complacida al decir lo siguiente.

—Debería ser yo quien te pregunte qué estás haciendo en la oficina de mi novio.

Fruncí el ceño y crucé los brazos.

—Él no es tu novio —contesté segura.

Ella rodeó el escritorio hasta llegar a Ethan, le dio un abrazo sin sacarme de encima la mirada. Pero al segundo se dirigió a él.

—¿Aún no le has dicho a tu amiga —hizo énfasis en esta palabra— que estamos juntos desde anoche?

Acto seguido le plantó un beso en la boca, uno que me dolió más que cualquier otro que le haya dado antes. Ni siquiera pude pestañear durante el momento en que ella movió sus labios sobre los de él.

—No he tenido tiempo de hacerlo —le contestó, separándose un poco—. Pero íbamos a hablar ahora, Jackie tiene algo que decirme.

Me miró y rogué que no se percatara del dolor que me había invadido por dentro. Cindy también fijó su mirada en mí, como invitándome a hablar delante de ella, rodeó la cintura de Ethan por debajo de su saco con una mano.

El pecho se me empequeñeció en un segundo y mis manos volvieron a temblar levemente. Si me quedaba más tiempo allí caía en la posibilidad de convertirme en un mar de lágrimas.

Él levantó las cejas, como intentando leer mi expresión o entender por qué me había quedado en silencio luego de haber dicho que necesitaba hablar con él.

—¿Me esperas en la recepción un momento? —le consultó a Cindy, al ver que yo no empezaba a hablar.

—¿Por qué? —le preguntó ella, un tanto molesta, pero disimulando con una sonrisa—. Tus amigos son mis amigos ahora —aseguró, llevando la mirada a mí de nuevo.

Bajé la cabeza instintivamente.

—Sólo quería saber cómo estabas... —contesté, procurando mantener la compostura. No hubiera sido justo para él que dijera nada más en esa situación.

—Bien —respondió con seguridad—. Estoy bien, gracias.

—Está más que bien ahora —agregó Cindy con superioridad—. Y, si nos disculpas, vamos a salir a almorzar... solos —me mostró una sonrisa enmarcada en labial rosa.

Se acomodó mejor la cartera sobre el hombro y arrastró a Ethan, de la mano, hacia la salida.

—Nos vemos otro día —se despidió él, antes de partir, despeinando mi cabello con la mano al paso.

Su breve tacto sobre mi cuero cabelludo sólo logró que algo fuerte sacudiera mi interior.

—Dijiste que sólo era tu amiga —solté casi sin pensar, y sin voltear a verlos, antes de que cruzaran la puerta.

Los escuché detenerse.

—Linda, espérame afuera por favor —le pidió él de nuevo. La puerta se abrió y se cerró, dejándonos solos, intuí.

—No mentí cuando te dije que sólo era mi amiga —explicó él—. Pero las cosas cambiaron ahora. Le pedí que sea mi novia y que me ayude con esto.

"Esto" supuse que era olvidarme. Apreté los ojos con fuerza.

—¿Te ama? —le pregunté. Asumí saber esa respuesta, pero necesitaba escuchar su opinión al respecto.

—Tiene sus razones para estar conmigo —dijo él.

Me mantuve en silencio por un instante, en el que él volvió a tomar la palabra.

—Sé que no te agradó nunca, pero tomé la decisión de estar con ella —sentenció—. Y te pido que la respetes.

Me empezaron a arder los ojos, por lo que me contuve de voltear hacia él.

—Si es lo que quieres, lo haré.

—Es lo que quiero —aseguró y a continuación salió de la habitación.

El que dijo que los errores se pagan tenía razón. Solo que yo no había sabido hasta ese momento cuánto puede doler un error.

Lo peor de todo es que sabía que lo tenía merecido. Lo sabía bien, aunque me atormentara aceptarlo.

Intenté fijar en mi mente la imagen de los dos juntos, antes de salir de ahí. Sólo para asegurarme de no volver a equivocarme tan grande con él nunca más.

Después de todo, Ethan no se había equivocado con nosotros, lo había hecho yo. No era justo que por mis errores lo pusiera en la situación de tener que elegir entre Cindy y yo, ahora que él había decidido estar con ella. Por lo pronto tendría que respetar su decisión, por mucho que me costara.

Salí de ahí segura de algunas cosas. Tendría que esforzarme el doble por recuperarlo, ahora me tocaba a mí luchar por él. Y por nada del mundo me permitiría perderlo.

—¿Me estás diciendo que le tomó tan sólo una noche conseguir una novia? —me preguntó Trisha cuando estuve de vuelta en la tienda, para almorzar y le puse al tanto de todo.

—Cindy siempre estuvo ahí, pescando por él —le expliqué—. El problema es que fui lo suficientemente estúpida como para arrojarlo a sus brazos —suspiré, intentando que el aire se llevara todas mis inseguridades—. Además, Ethan es así. Para él, sólo se trata de avanzar, sin importar cómo, o en este caso, con quien.

—¿Y ahora qué vas a hacer? —me preguntó ella.

—Quiero demostrarle lo importante que es para mí. Si tengo que hacerlo sólo como amiga, lo haré. Hasta que pueda estar con él.

—¿Hasta que puedas...?

Asentí. —Si hay algo que me han dicho siempre de Ethan es que las novias no le duran más de dos meses. Además, él me ha estado esperando todo este tiempo, lo justo es que yo lo espere a él, que respete su decisión de estar con ella ahora.

Ella hizo una mueca, como analizando la viabilidad de mi respuesta.

—¿Y podrás aguantar verlos juntos?

—Tendré que hacerlo —reconocí—. Además, me ha dado tanto trabajo que te aseguro que no tendré tiempo de verlo demasiado. Al menos hasta que se inaugure el refugio.

—Me alegra tanto que al fin te hayas decidido —confesó.

Asentí con una sonrisa.

—Ya me he equivocado durante demasiado tiempo.

—Estoy segura de que aún no es muy tarde.

—No lo es —aseveré. Necesitaba creer que no lo era. Si pensaba que lo había perdido me desmoronaría de verdad. Y ahora necesitaba las fuerzas para recuperarlo.

Luego me reuní con el grupo de la fundación en la casa de Ethan. Pasamos la tarde definiendo los espacios, acomodando las cosas mientras hacían la mudanza y definiendo las tareas que tendría que cumplir cada uno para poder llegar a la fecha límite. Había mucho por hacer, pero ellos parecían ser un grupo muy organizado. Lo mejor es que todos me habían caído muy bien hasta ahora, lo cual probablemente haría mi trabajo más llevadero.

Agnes parecía estar muy preparada para sacar adelante ese proyecto, así que me quedé más tranquila con respecto a los tiempos.

Cuando fui a acostarme, esa noche, me percaté de que mi vida estaba dando un gran giro. Ahora tenía nuevos propósitos que cumplir, viejas metas por retomar y, por supuesto, recuperarlo a él. Lo mejor era que me sentía muy capaz de hacer todo eso. Tenía que recomponer la vida que había dejado atrás desde el momento en que perdí a mis padres y con ello las ganas de seguir adelante. Es verdad que me tomó un tiempo, pero ahora me había convertido en una persona decidida a superar los obstáculos y ser feliz.

"No es tarde" me repetí antes de conciliar el sueño. "Aún no es tarde".

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