Como El Atardecer

By AdamKenner

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Hay un viejo dicho que dice que, lo que está destino a pasar, tarde o temprano, pasa. En un accidente que pud... More

Nota de autor
Prólogo
Capítulo 1: Emma
Capítulo 2: Caleb
Capítulo 3: Emma
Capítulo 4: Caleb
Capítulo 5: Emma
Capítulo 6: Caleb
Capítulo 7: Caleb
Capítulo 8: Emma
Capítulo 9: Caleb
Capítulo 10: Emma
Capítulo 11: Emma
Capítulo 12: Caleb
Capítulo 13: Emma
Capítulo 14: Caleb
Capítulo 15: Emma
Capítulo 16: Caleb
Capítulo 17: Caleb
Capítulo 18: Emma
Capítulo 19: Caleb
Capítulo 20: Emma
Capítulo 21: Caleb
Capítulo 22: Emma
Capítulo 23: Emma
Capítulo 25: Caleb
Capítulo 26: Emma
Capítulo 27: Emma
Capítulo 28: Caleb
Capítulo 29: Caleb
Capítulo 30: Emma
Capítulo 31: Caleb
Capítulo 32: Caleb
Capítulo 33: Emma
Capítulo 34: Caleb
Capítulo 35: Caleb
Capítulo 36: Emma
Capítulo 37: Caleb
Capítulo 38: Caleb
Capítulo 39: Emma
NOTA DE AUTOR
Capítulo 40: Caleb
Capítulo 41: Emma
Capítulo 42: Caleb
Capítulo 43: Emma
Capítulo 44: Emma
Capítulo 45: Emma [Parte 1]
Capítulo 45: Emma [Parte 2]
Capítulo 46: Caleb
Capítulo 47: Emma
Capítulo 48: Caleb
Capítulo 49: Emma

Capítulo 24: Emma

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By AdamKenner

Recibió la nueva semana con una lluvia torrencial, como las que no había habido en un buen tiempo. La humedad a primeras horas de la noche, hizo que se levantara del suelo el calor que se apegó a su cuerpo impidiéndole dormir a gusto, obligándola a darse dos duchas en la madrugada.

―¿Será que no dejará de llover? ―preguntó Stella, más para sí misma, desde de atrás de la ventana doble de la sala. La cortina dividida estaba corrida hacia ambos lados y en el vidrio ahumado se divisaban gotas de lluvia; algo que hizo a Emma pensar en Penny.

―Lo bueno es que ya no hace calor ―comentó Emma.

El día era friolento y, a pesar de ya habían desayunado, Emma sentía mucha hambre, aumentando cada vez que el olor de, lo que sea que su madre estuviera preparando, le llegaba a las fosas nasales.

―¿Y si llueve el domingo?

Emma se volteó hacia Jamie, que sostenía un cojín entre las piernas. Él suspiró.

―No va a llover ―respondió, sorprendida por su propia seguridad―. Además, es aquí adentro.

―Cielo ―Stella se sentó―, no va a venir mucha gente. Solo amigos.

Jamie volvió a suspirar.

―Es solo que... ―él se miró las manos, jugando con sus dedos.

―¿Qué? ―preguntó Emma.

Jamie levantó la mirada, y se relamió los labios antes de bajarla de nuevo hacia sus manos.

―¿Y si no vienen?

Stella se rió por lo bajo.

―No te preocupes ―le dijo ella―, que a esta gente de hoy en día le gusta ir donde dice "Fiesta" y "Comida gratis".

Emma sonrió, notando la expresión de Jamie, como si acabara de recordar algo.

―¿Y las bebidas? ―preguntó él―, porque... habrá bebidas, ¿verdad?

―Claro ―contestó Stella casi de inmediato, acompañando con una sonrisa dulce.

―¿En serio? ―preguntaron al unísono los dos hermanos, igual de sorprendidos.

―Sí ―la madre se puso de pie―. Solo deben mostrarme sus identificaciones.

Ella caminó en dirección a la cocina, pero se detuvo cuando llegaba a la mesa del comedor. Sus hijos la miraban con una mirada que denotaba confusión, curiosidad y ―en el caso de Emma― diversión.

―No embriagamos niños ―les dijo―. ¿O sí?

Jamie y Emma negaron a la vez, uno seguido por el gesto del otro. Stella asintió y se perdió de su rango de visión.

―¿Qué pasa? ―le preguntó Emma. Jamie estaba viendo la tv, pero era obvio que no prestaba atención.

Jamie negó, tratando de evadir la motivación de Emma a que le contara lo que fuera que pensara. Al final terminó suspirando.

―Anoche le dije a Jasmine ―confesó.

Emma se acomodó en el asiento.

―¿Y?

―Pues... me preguntó si podría traer a alguien más.

Emma sonrió.

―¿Y se puede saber a quién?

Jamie negó.

―Bueno, y ¿qué le dijiste?

―Que sí.

―Entonces no veo cuál es el problema ―le dijo Emma, extrañada un poco.

―Es que... bueno ―Jamie suspiró―. Me dijo que ella se pondría contenta.

―¿Ella?

―Sí ―contestó él―. La otra persona, es alguien que viene con ellos.

―¿Ellos? ―Emma hizo un gesto con las manos, como si limpiara el aire frente a ellos, barriendo toda la conversación para iniciar de nuevo―. A ver, a ver, explícame. ¿Quién viene?

―Le dije a Jasmine y ella me dijo que estaba bien, y luego me pidió que la dejara invitar a alguien. Ese alguien viene con Santiago.

Emma pareció entender, expresándolo en un leve asentimiento.

―Y ¿qué relación tiene ella con ellos?

―Bueno ―Jamie se removió algo incómodo―. No me malentiendas, es solo que aún se me hace raro hablar de esto contigo.

―Está bien ―le dijo Emma, sonriéndole―. No te preocupes. Cuéntame, si quieres...

Él suspiró.

―Es que... bueno, tal vez estoy imaginando cosas, pero es que la manera en que ella me preguntó si podía invitar a alguien fue muy cuidadosa.

―Ah... ―Emma ladeó un poco la cabeza para encontrar la mirada de su hermano―. ¿Crees que tenga algo con Santiago?

―O sea, no ―Jamie se rió―. No... ¿O sí? ―preguntó, dubitativo.

Emma se encogió de hombros.

―Creo que el domingo lo sabremos, ¿no te parece?

Jamie asintió, a la vez que la voz de Stella los interrumpía, llamándolos a comer.

―¿Quieres ir a dar una vuelta? ―le preguntó él, mientras se levantaban de los sofás―. Más tarde, claro, si es que pasa la lluvia.

Emma se detuvo.

―¿Y por qué esperar a que pase la lluvia?

Jamie sonrió.

―Bueno, no es como que sea una llovizna ligera.

―Y ¿dónde vamos? ―preguntó Emma, rumbo al baño que tenían para visitas en la planta baja.

Jamie la siguió al lugar donde se lavarían las manos antes de volver a la mesa.

―Pensaba en ir a la cafetería ―respondió él, haciendo que Emma se detenga en seco―. ¿Qué?

―Nada ―contestó, pasando ella primero y lavándose las manos.

―El clima está como para un chocolate caliente ―le dijo él desde afuera―. Y hoy mamá sale temprano del trabajo, podríamos encontrarnos allá, ya sabes ―él entró cuando ella salió―, para no quedarnos aquí sin hacer nada.

―Vamos ―respondió.

Jamie sonrió.

Mientras comían el almuerzo, Emma no dejaba de pensar en el chico de la cafetería. Estaba volviéndose pensamiento ridículo que la hacía sentirse tonta. Es decir, ¿por qué rayos iba a pensar en un chico del que no sabe ni siquiera el nombre? Pero... no podía negar que el sujeto en cuestión tenía un aspecto que podría atraer las miradas de cualquier chica. ¿Cuál sería su historia? Él se veía muy misterioso, como si no hablara con nadie. ¿Qué lo habría llevado a trabajar en esa cafetería? ¿Tendría problemas económicos, o fue lo primero que encontró? Y por cierto, ¿de dónde sería?

―¿Em?

Emma volteó hacia Jamie, quien la miraba como si esperara una respuesta, la misma expresión que Sara había tenido en el auto de Becca cuando salieron de la cafetería el sábado. Se regañó a sí misma, otra vez.

―¿Sí? ―preguntó, penosa.

―¿En qué piensas?

Emma lo vio cambiar de tema, pero la respuesta a esa pregunta no haría más que hacerla sentir más estúpida si decía las palabras en voz alta.

―Nada ―contestó, ocurriéndosele la evasiva perfecta―. Solo que tengo que ir con Penny a la peluquería de Jasmine, ¿te acuerdas que te conté? Por cierto, ¿me das su número? Me gustaría averiguarle unas cosas...

―Yo le pregunto ―respondió Jamie con rapidez―. ¿Sobre qué es?

Emma sonrió, tanto por la ingenuidad de Jamie como por su pequeña victoria al desviar el rumbo de la conversación.

―Son muchas cosas ―le dijo, dando un sorbo de su bebida―. Mejor dámelo, así hago la cita también.

―¿Cita?

―Sí ―respondió Emma con una ceja alzada―, cita. Penny quiere un tratamiento completo; por lo que entendí. Supongo que debemos planearlo bien.

Emma lo vio sonreír mientras negaba lentamente. Stella parecía no notarlo, pero Emma podría apostar que Jamie pensaba que "la cita" tendría algo que ver con Santiago. Sonrió también al no sentirse la única con pensamientos muy fuera de lugar.

Aunque afuera aún llovía, luego de una buena siesta, Emma ya estaba lista para salir. El hecho de estar abrigada de la cintura para arriba, no impedía que sintiera el frío abrasador de la tarde a través de la suave piel de sus piernas desnudas. Jamie le había recomendado usar un pantalón, pero ella dijo sentirse mejor llevando sus shorts. Lo que ella no mencionó, era que se había acostumbrado tanto a vestirse así, que la idea de cubrir su pierna con ropa le provocaba la sensación de estar atrapada en algún lugar. ¿Y si le dolía? ¿Y si quería rascarse o si el pantalón apretaba en la herida? Las puntadas serían retiradas esa misma semana, así que qué importaba tener algo de precaución.

―Realmente tengo hambre ―le dijo Jamie en el taxi. Esta vez, ambos iban en el asiento trasero.

―Comiste dos veces ―respondió Emma.

―Eso fue hace rato.

―No han pasado más de cuatro horas.

―¿Llevas la cuenta? ―cuestionó él burlón.

Emma negó con una sonrisa mientras el taxi se detenía frente a la cafetería.

―Vamos ―Jamie le tendió la mano luego de bajarse el primero.

Dieron las gracias al taxista y se adentraron en el local.

Emma sabía que algo estaba mal en sus pensamientos, quizás era el hecho de no haber salido de su casa en semanas y gracias a esto su mente divagaba generado escenas sin sentido, como ésta, por ejemplo, donde el chico de ojos café venía a traerle su orden a la mesa.

Volvió a reprocharse mentalmente mientras Jamie se levantaba para ir a ordenar, justo donde el chico gruñón del sábado anterior le esperaba con una sonrisa falsa, y detrás de este, aquel chico castaño con aquellos ojos café que, esta vez, estaban directamente enfocados en ella, haciendo que misteriosamente se le cortara la respiración.


Hola amigos. El próximo capítulo es de Caleb y ya casi lo termino. :D Espero les esté yendo bien esta semana. Un saludo. <3 Y por cierto, gracias por votar en los capítulos anteriores. Lo aprecio mucho. :)

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