Conveniencia (ArgChi)

Von ZomBelGress

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Martín Hernández desea convertirse en el presidente de la compañía de su padre, para ello necesita mostrar s... Mehr

Nota de autor
1. ¡Que comiencen los preparativos de la boda!
2. Verde Oscuro.
3. Otoño y calabazas.
4. Fiesta de bodas.
5. El nuevo secretario.
6. ¿Qué es la libertad?
7. Recuerdos.
8. Una mente revuelta.
9. Sin arrepentimientos.
10. Baño.
11. ¿Me elegirías?
12. Perfume de manzanas.
13. Vuelo hacia Inglaterra.
14. Aferrándose al presente.
15. Como la marea.
16. Sentimientos.
17. En casa.
18. Fotografía.
19. Heridas.
20. Celebración.
21.5: ¡Sos hemoso! (extra)
22. Todo saldrá bien.
23. Dolor y felicidad.
24. Conveniencia.

21. Una familia para proteger.

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Von ZomBelGress

Martín entró a su empresa junto a sus doce secretarios, todos los empleados se pararon derechos mostrando respeto al nuevo presidente de la compañía, con una sonrisa el rubio agradecía los saludos. Su paso era rápido, y no se dejaba detener por nadie, entró a su oficina presidencial y rápidamente todos sus secretarios se pararon en frente de su escritorio. Se acomodó en la lujosa silla presidencial y prendió el computador con una media sonrisa victoriosa.

—Ahora son los secretarios del presidente, ¿saben lo que significa? —Cuestionó a sus hombres que asintieron con una sonrisa igual de curiosa que la del presidente.

—Tenemos acceso a cualquier información de la empresa, inclusive la de los gerentes e inversionistas. —Respondió el más joven de los doce secretarios.

—Estoy seguro de que ahora si daremos con el autor de la plata sucia de la empresa. —Dijo el más alto de todos.

Compartieron un par de ideas más, y los que tenían otros cargos volvieron a sus respectivos lugares, aunque Bruno antes de volver a Inglaterra pasaría por el taller de cine para despedirse de Manuel, en poco tiempo le había agarrado un gran aprecio. Por otro lado, Martín ahora tenía que nombrar un vicepresidente para la compañía, si fuera por él, su prima Martina tendría ese puesto, pero tal vez tendría que darles una oportunidad a sus empleados.


—¡Manu! —Exclamó Gastón, su amigo, apenas lo vio entrar a la escuela de cine. Lo abrazó con fuerza y dejó un ruidoso beso en su mejilla, luego buscó algo en su mochila y lo dejó en manos del chileno al encontrarlo. — Feliz cumple, che. No es mucho para alguien rico, pero espero te guste.

Manuel no sabía cómo reaccionar a la repentina atención de su mejor, y casi único, amigo. Sonrió algo nervioso y abrió la cajita que tenía entre sus manos, al ver el contenido de la misma una gran sonrisa se adueñó de sus labios, sentía hasta ganas de llorar, jamás le habían dado un collar hecho a mano de la amistad, las piedritas de colores eran hermosas y el colgante era un encantador sifón de soda. Gastón tenía el mismo, pero su colgante era una divertida cajita de vino "termidor".

—Me gusta el vino tinto con soda, así que decidí que ese sea nuestro símbolo de mejoros. —Dijo bastante orgulloso el castaño de ojos azules, el chileno lo abrazó con fuerza, y las mejillas del argentino se colearon repentinamente. — Boludo, sos un pibe casado, no me ilusiones. —Agregó apartándole un poco.

—Gracias, weón. —Agradeció colocándose aquel bonito collar hecho a mano. — Por cierto, podrías dejarle de contarle a todos que soy casado, especialmente no digas con un "rubio re fuerte", eri un aweonao, no me dejan de molestar en Facebook ahora.

—Sorry, pero tenían que saberlo, no queremos que tu marido se ponga celoso, ¿o sí? Es mejor que todos sepan que estás casado con un pibe re fuerte. —El castaño soltó una corta carcajada y le dio un golpecito en el brazo, sin más entraron a la clase donde varios se acercaron a saludarlo por su cumpleaños y a preguntar sobre su marido.


Quince días seguidos hacía que Manuel iba al mismo lugar donde se encontró la primera vez que con el hijo de Martín, ya se le habían acabado las excusas para que Martín no sospechara de su repentino interés en aquel espacio verde de Palermo. Suspiró con tristeza, revisó la hora en su teléfono celular donde había mensajes sin leer del trío Hernández, su marido le preguntaba cuando regresaría, y los primos de este preguntaban si había vuelto a ver al pequeño con la mujer.

No respondió a ningún mensaje, se levantó del asiento que ya había vuelto parte de él luego de medio mes, se preguntó si era tiempo de resignarse y aceptar que en unos días sería el tercer juicio que afrontaría Martín intentando obtener la tenencia de su hijo. Jeremías le advirtió que un día antes debía decir toda la verdad, seguramente su pareja se molestaría por ocultarle algo tan importante para él.

Dio un paso hacia adelante y cuando quiso dar un segundo paso, su pierna izquierda estaba extrañamente inmovilizada, trató de moverla, más nuevamente un peso se lo impedía, giró su rostro para ver qué le ocurría a su pierna y allí se encontró dos hermosas esmeraldas verdes mirándole desde abajo con pequeñas perlas de agua salada adornándolas. El corazón se le hizo pequeño, y tuvo que llevar una mano a su boca para no derramar sus propias perlas de agua salada.

— ¿Vos sabes dónde está mi papi? ¿Me podés llevar con él? Por favor...—El pidió el niño aferrado a su pierna comenzó a llorar, Manuel estaba estático sin saber qué responder, no entendía cómo sabía lo de su padre, salió de su trance cuando un hombre se le acercó dándole una pequeña valija con carrito que le explicó que el pequeño la había tirado en el camino.

Agradeció la amabilidad del hombre, y tomó la valija notando que había una carta pegada en ella, con manos temblorosas la tomó, la abrió con cuidado y desdobló el papel mal doblado en cuatro, lo primero que notó en el papel además del trazo fuerte y nervioso de las oraciones, fue las manchas de lágrimas secas teñidas de negro por un rímel barato.


"Hola... no sé cómo comenzar esta cosa. Debo decirte que sé del principio quien sos, pero quería conocerte, no dejarme llevar por lo que decía la amargada de mi vieja... y bueno, no sos mala persona, en mi trabajo aprendí a reconocer fácilmente quienes son bueno y quienes unos hijos de puta.

¿De qué trabajo?

Soy prostituta de lujo, comencé a los quince años para poder ayudar en mi casa. A veces no teníamos qué comer, después la plata abundó gracias a mí, pero ya no me siento una persona, me siento un hoyo donde viejos gordos asquerosos pueden depositar su semen y satisfacer sus más oscuros deseos.

Y es por eso que no puedo criar a ese pequeño, él es tan puro y hermoso, yo estoy tan sucia, no merezco un ángel como él en mi vida. Por favor, ustedes pueden darle todo eso que yo no puedo.

No trates de buscarme, ya estoy muy lejos ahora mismo.

El juicio ya ha sido cancelado, ahora mismo el padre de Lucas está siendo notificado de que tiene la completa custodia del niño, aunque vos también la tenes, no podía confiar completamente en él, no pude darme el lujo de conocerlo, se habría dado cuenta que soy la hermana de Lourdes, somos muy parecidas...

Bueno... gracias.

¿Te puedo pedir que de vez en cuando le hables de mí? Sino queres, no importa, mientras sea feliz, yo seré feliz.

Ah, y ya le comenté la situación a Lucas, él es muy inteligente, así que aceptó fácilmente... "


Manuel rompió en llanto en ese mismo momento, se abrazó al pequeño y ambos lloraron como nunca antes, se escuchó un auto frenar con brusquedad, y varias voces gritando el nombre de ambos, pero el chileno solo podía abrazar aquel pequeño como si su vida dependiera de ello, como si todo aquello fuera un precioso sueño que se acabaría al abrir los ojos.

—Manuel... —Murmuró una voz llorosa que reconocía muy bien, el castaño elevó su mirada y aun sollozando esbozó una gran sonrisa, y alzó al pequeño entre sus brazos, le susurró al oído que saludara a su papá y se estiró a sus brazos llorando más fuertes que antes, Martín sintió que en ese momento todo desaparecía a su alrededor, era él y su pequeño, ese ángel que habían arrebatado de sus brazos.

—Lucas, lucas, te amo, te amo... te amo tanto hijo... —Repetía una y otra vez sin importarle como sus mejillas estaban siendo lastimadas por las gruesas lágrimas que se estaban haciendo camino por ellas. Por primera vez estaba sosteniendo a su pequeño. Por primera vez, con labios temblorosos, pudo dejar un beso en la frente de su niño.

Y por primera vez... escuchó de sus labios la palabra "papá".

El mundo se terminó y empezó en ese mismo instante para Martín, en ese segundo iniciaba una nueva vida como un hombre de familia, desde ese minuto era la persona más feliz del mundo y no tenía nada más para reclamarle a la vida, desde esa hora sonreía tanto que los músculos de su boca se entumecieron.

El niño buscó despegarse un poco de su padre para estirar su mano llamando al castaño que se había quedado observando aquella hermosa escena desde afuera, temeroso se acercó y el pequeño así cerró sus ojos tranquilos de tenerlo a ambos. Manuel dejó un beso en su preciosa mejilla rosada y sonrió acurrucándose más en el pecho de su padre.


Ese día pasó lento, no había manera de quitar al niño de brazos de Martín, tampoco el pequeño parecía querer soltarlo, tampoco quería soltar la mano de Manuel. Finalmente terminaron durmiendo los tres juntos en una misma cama, el infante se abrazó al torso del chileno, y su padre le abrazó por detrás, así encontraron a Morfeo y durmieron tan profundo y calmado como nunca antes en sus vidas.

Y de la mañana que llegó no alcanzan las palabras o adjetivos, para entender como aquella mañana fue la más radiante de sus existencias. Malcriados, tomaron los tres el desayuno en la cama, y cuando el trabajo llamó al celular del presidente Hernández, respondió con un fácil: por una semana ni me busquen. Sabía que sus secretarios podrían hacerse cargo de todo, por algo los había contratado.

—¿Hay algún lugar donde siempre hayas querido ir? —Le preguntó Martín a su hijo sentándolo sobre sus piernas, el niño lo pensó un rato y luego se abrazó a su progenitor.

—Siempre quise ir al parque de diversiones con papá. —Martín sonrió conteniendo unas nuevas ganas de llorar, Manuel tomó su mano y se estiró para dejar un beso en sus labios y otro beso en la cabellera rubia y suave del infante.

Salieron de la cama, y se alistaron para salir, de paso Martín notó que tendría que comprar ropa para su hijo. Cuando estuvieron listo salieron en el auto, y como padre primerizo mandó a Manuel y al pequeño atrás bien agarrados con el cinturón de seguridad, el niño reclamo no ser un bebé, pero el chileno lo convenció haciéndole entender que era su padre el bebé en lo de criar a un pequeño, y Manuel mismo lo era, jamás había tratado con niños, pero le parecían lindos, especialmente el hijo de la persona que amaba.


Los ruidos de los juegos mecánicos del parque de la Costa hicieron sonreír al pequeño con ojos brillantes, Manuel acarició sus cabellos, y el niño de golpe le dio un abrazo y un beso en su mejilla, Cuales se volvieron rojas, se notaba que era hijo de Martín, haciéndose amar de una forma u otra. Le devolvió el beso, y lo protegió en sus brazos hasta que el auto se detuvo en un lugar seguro.

— Che, no me quieras robar a mi Manu. —Le dijo a su hijo ayudándole de bajar del auto, el pequeño rápidamente se abrazó al chileno y pidió que lo alzara estirando sus brazos, cosa que le dio mucha ternura al castaño y no pudo negarse a su pedido.

— Yo me voy a casar con él. —Dijo el pequeño abrazándose al cuello de Manuel, quien se estaba aguantando de no comerse a besos a esa ternura que tenía en brazos.

—No va a poder ser, ya me casé yo con él. —Martín tomó a su pequeño que estaba con los cachetes inflados en sino de berrinche, dejó varios besos en ellos y finalmente entraron al parque donde pasaron todo el día entre risas, y ya no era el rubio con un niño, sino que andaba corriendo tras dos niños que querían subirse a cuánta atracción mecánica se les cruzara en frente.

El día terminó en un tenedor libre donde por primera vez veía a Manuel comer hasta no dar más, tal vez lo hacía para que el pequeño comiera o porque de tanto divertirse un hambre voraz lo había asaltado, de cualquier forma, el mayor de todos estaba muy feliz de ver a los dos ángeles de su vida reír y disfrutar de la comida.


Dormido el pequeño en brazos de su padre entraron al que antes era el cuarto de Manuel, este mismo abrió la cama, y con cuidado lo pusieron allí. Ambos los taparon, dejaron un beso cada uno en su frente y en silencio abandonaron la habitación dejando solo la luz del velador encendida. El chileno dejó la puerta entre abierta para escucharlo cualquier cosa, y rápidamente fue arrastrado por el rubio hasta el cuarto que compartían.

Estaba por reclamar la forma en que había sido llevado, pero los besos de su marido no le permitieron decir o hacer algo, solo podía darle más espacio para que marcara su cuello mientras sus manos apretaban con fuerza los costados del saco de su traje, cual no tardo en quitar para poder deslizar sus manos por su amplia espalda.

Martín lo tiró en la cama, y allí se encargó de quitarle las prendas superiores al chileno para así recorrer su pecho desnudo con besos húmedos y dejando unas cuantas marcas rojas a su paso, Manuel tapaba su boca para no soltar los gemidos que se acumulaban en su garganta, no quería despertar al niño y encima que escuchara algo tan vergonzoso.

— ¿Por qué estas... así? —Logró preguntar el castaño controlando todo eso que quería escapar de él para hacerle saber a su esposo lo bien que se sentía cuando lamía sus botones rosados, cuales se ponían duros con solo sentir la respiración ajena cerca de ellos.

— Porque te amo... cuando estas con Lucas son más hermoso de lo normal, es como si ambos fueran abrazados por una luz, me siento ajeno a ella y a la vez afortunado por ser el único que este presenciando algo tan hermoso... —Se explicó con voz suave y ronca a la vez mirándole directamente a los ojos, el chileno se coloreo más de lo que estaba, seguía sin creer que Martín dijera cosas tan cursis cuando se lo proponía.

— Te amo, rucio. —Murmuró antes de subirse encima de él, no iba a quedar atrás, ya que, aunque no lo dijo, a él también le volvía loco verlo en su modo padre, se veía tan maduro, tan feliz.

La noche pasó entre besos y gemidos ahogados, sus cuerpos se cubrieron de sudor que asemejaba a perlas rodando por sus pieles, ambos terminaron exhaustos, pero con una sonrisa en sus rostros; y nuevamente la mañana los recibió con una sonrisa, con el pequeño dando vueltas por casa jugando con el cachorro del chileno.


— ¿Qué es lo que más deseas en este mundo, mamá? —Preguntó el pequeño Martín recostado junto a su madre en una hamaca paraguaya de una playa donde estaban de vacaciones.

—Que tengas una familia para proteger, que sean tus fuerzas cuando no sientas ganas de seguir. —Respondió acariciando los cabellos dorados de su hijo, dejó un beso sobre su sien y ambos cerraron los ojos dejando que la brisa playera cuidara de sus sueños de siesta.



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Nota: ¿Me tarde mucho? Perdón, la week argchi me tuvo muy ocupada. Pronto estaré subiendo a mi obra "recopilación de drabbles argchi" todo lo que escribí para la week. Muchas gracias a todos los que participaron. <3

Y si, ya estamos pisando el final de esta historia, espero que hasta acá les haya gustado, muchas gracias por todos los votos y comentarios. <3


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