- Y... Listo.
Bonnie terminó de escribir la columna semanal, hizo un gesto exagerado con las manos al colocar el punto final y se levantó de su silla. No había ninguna reunión grupal aquel día, cosa que agradecía pues honestamente ya no sabía de que rayos hablar en esas reuniones. En la revista solo trabajaban veinte personas en total, sin contar los empleados que raras vez aparecían por el piso de edición, así que cada vez que se veían los rostros no sabían que nuevas noticias dar, pues la mayoría ya habían sido habladas entre ellos. Wanda alzó la mirada sobre la edición pasada de la revista al tiempo que levantó la mano en forma de despedida.
- ¡Nos vemos mañana cariño, ten un buen día! -Se despidió la mujer con tono amable.
- Tu igual Wanda, nos vemos mañana. -La peliazul le sonrió, despidiéndose con la mano.
El camino de regreso a casa fue bastante corto, ya estaba acostumbrada a caminar todos los días de ida y regreso. Se dijo a si misma que debía conseguirse un auto lo antes posible, pues un día conseguiría un empleo al otro lado de la ciudad y no tendría como irse, pues pagar un taxi diariamente tampoco era lo ideal.
Abrió la puerta de entrada al edificio con cansancio y deseó estar sumergida en el mar, sintiendo la arena bajo sus pies, las olas chocando suavemente contra su piel. Era increíble como extrañaba la playa, ahora que no vivía al frente de la misma no la visitaba tan seguido, y ya llevaba una semana entera sin siquiera haberse acercado a la playa. Subió las escaleras con paso cansado; vivía en el tercer piso, así que no le veía sentido usar el ascensor para subir tan poco. Hurgó en su bolso hasta que logró alcanzar la llave y abrió la puerta del apartamento.
- ¡Llegué!
Tiró las llaves en el llavero circular que había comprado color rosa y se quitó la coleta del cabello mientras caminaba hacia la sala. Marcus asomó la cabeza por el hueco de la puerta de la cocina y saludó con la mano libre que tenía.
- Aquí estoy. ¿Qué tal te fue hoy?
- Estoy exhausta, Marc. -La peliazul lo saludó con un beso en la mejilla y se sentó sobre la barra- Se me perdieron casi todas las fotos que había tomado para el articulo y tuve que tomar unas de último momento. ¿Qué tal tu día?
El castaño siguió de largo, era bastante obvio por los guantes que llevaba que estaba cocinando algo desde hacia al menos una hora. Se encogió de hombros antes de apagar el pequeño pero funcional horno de la cocina para luego girarse.
- Bastante bien, de hecho. Hoy fui a ver la nueva oficina de mi trabajo, es parecida a la anterior. Y conocí a éste chico, Greg. -Marcus sonrió y se quitó los guantes- Preparé la cena, me dio tiempo. ¿Quieres cenar conmigo o más tarde?
- Más tarde pero contigo. Me voy a bañar y vengo a comer, me muero del hambre. ¡No cenes sin mi! -Se bajó de la barra de la cocina de un saltito antes de salir corriendo directamente hacia el baño.
Dejó el agua caliente la invadiera por completo, dejando correr sus preocupaciones junto el curso del agua. Se recostó de la pared y cerró los ojos para quedarse así por unos cinco minutos. Marcus se había mudado temporalmente con ella debido a que su trabajo lo trasladó hasta California. Él ya había comprado un apartamento en el centro de la ciudad, pero por problemas en la remodelación del mismo no estaría listo sino dos semanas después de lo previsto. Marc ya estaba cansado de quedarse en casa de Carly así que a Bonnie no le importó ofrecerle lugar en su apartamento mientras tanto. Después de todo, el castaño era un gran amigo. Se terminó de bañar con calma y cerró ambos grifos. Se colocó la primera pijama que encontró lo más rápido que pudo, su estomago rugía por comer algo. Salió de la habitación y encontró a Marcus sentando en el sofá, viendo las noticias.
- Lista, me muero del hambre. -Se sentó a su lado, cruzando las piernas sobre el sofá.
- Vale, ya voy a servir. -Marcus se levantó y ella estaba a punto de hacer lo mismo cuando él se volteó y le negó con el dedo- Quédate aquí, quiero que lo que preparé sea una sorpresa.
- Bien, bien, no me moveré -Le sacó la lengua, jugando con él y se acomodó en el sofá.
Bonnie muy rara vez veía o escuchaba las noticias, solo se enteraba de los grandes sucesos cuando sus padres se los comentaban, o algún amigo decía algo al respecto. Pero a ella no le gustaba ver las noticias. La mayor parte de lo que pasaban en las mismas eran solo cosas negativas. Se escuchó al conductor del programa anunciar que dirían las noticias internacionales del día y ella se estiró para coger el control de la televisión y poder cambiar el canal cuando una noticia hizo que se le cayera el alma al suelo.
- Hace dos días el hijo del gran magnate empresarial de Londres; Harry Styles, renunció a la empresa de su padre. Ésto a sido un choque en todas las industrias dirigidas por la familia Styles, pues ésto los deja sin aparente sucesor ni presidente. El señor Harry no ha tenido comentarios, así como se desconoce su paradero actual...
Bonnie se quedó mirando a la televisión mucho después de que cambiaran la noticia por otras que no tenían ningún significado para sus oídos. ¿Harry renunció y se fue a quien sabe donde el mismo día? Eso no sonaba para nada como él. Su corazón sintió una mala corazonada, quizás Liam había encontrado alguna manera de perjudicarlo. Pero no podía ser, ellos se habían encargado de destruir toda la información.
- Bien, ésto que hice se llama pasticho. Es italiano y se supone debe saber delicioso... -La sonrisa de Marcus se borró del rostro y dejó los platos sobre la mesita decorativa- ¿Qué sucede linda?
- Él... Él, le pasa algo lo sé. Acaba de salir en las noticias, dicen que renunció y que huyó a quien sabe donde. Yo... Estoy preocupada, Marcus.
El castaño asintió, tratando de comprenderla lo mejor que pudo y le extendió el plato de comida que ella aceptó. Aún seguía hambrienta. Se sentaron uno al lado del otro y apagaron la televisión. Bonnie probó el primer bocado del pasticho y pese a la noticia, sonrió.
- Te quedó delicioso, sí tu carrera actual falla, quizás seas buen Chef.
Ambos sonrieron y pronto empezaron a hablar de todo lo que podían. Se estaban ayudando mutuamente a seguir adelante.
- ¿Desea tomar algo, señor?
La azafata detuvo el pequeño carro cargado de diferentes tipos de bebidas que se podían encontrar en primera clase y le sonrió con su mejor sonrisa.
Alzó la mirada del libro que estaba leyendo; era la tercera mujer que intentaba seducirlo desde que despegó el avión. Se tomó el tiempo suficiente de mirar las opciones que ofrecían hasta que se decidió por un jugo de naranja.
- Un jugo, por favor.
- Claro. -La mujer sirvió el líquido dentro del pequeño vaso de vidrio, sin dejar de sonreír todo el tiempo.- Aquí tiene. ¿Algo más que necesite? -Preguntó con tono más amable de lo normal.
- Una cosa, sí. -El castaño se volteó para ver de frente a la azafata que se sonrojó de inmediato y le indicó con un dedo que se acercara- Dígale al resto de sus compañeras que son hermosas al igual que tú, pero no estoy interesado.
La mujer se puso de mil colores, asintió con la cabeza y se fue apresuradamente por el pasillo del avión. Harry reprimió una sonrisa entre sus labios antes de regresar a la lectura de su libro. No quiso hacerlo para humillar a la pobre mujer, sino para evitarse tener que negarse una y otra vez además de tener que aguantar las malas miradas por el resto del viaje. Tomó un sorbo del jugo de naranja para despertar sus sentidos. Era la primera vez que subía a un avión y ya había descubierto que no era un fan de estar en el aire. Mientras todos los demás lograban dormir durante el viaje el permació despierto todo el tiempo. Quizás era por el hecho de que en el momento en que aterrizara todo sería incierto, aunque el esperaba que todo saliera bien. Terminó de beber su jugo y sacó su celular, necesitaba revisar la reservación de su hotel, así como también asegurarse de que las demás cosas estuvieran listas. Se grabó el nombre del hotel a donde iba, respondió el mensaje de su madre, asegurando que estaba perfectamente bien y guardó nuevamente su celular en el bolsillo.
El libro había perdido interés para él así que optó por bajarlo un rato y dedicarse a mirar la película que pasaban en ese momento para distraerse un poco más. Intentó con todas sus fuerzas seguir la trama, pero su celular no dejaba de vibrar una y otra vez. Soltó una maldición interna y sacó el bendito aparato una vez más. Revisó nuevamente su celular. Era increíble la cantidad de mensajes que le llegaban diariamente. ¿Qué la gente no tenía algo mejor que hacer? Negó con la cabeza antes de presionar "Borrar" y eliminar todos los mensajes que no le interesaban. Revisó la hora antes de apagar el celular para luego guardarlo en su bolsillo. Escuchó la voz del capitán anunciando que en unos segundos aterrizarían.
La gente en el aeropuerto iba de un lado a otro, corriendo en diferentes direcciones. Él, aunque no había vijado internacioalmente nunca antes, conocía la forma de moverse en esos lugares. Arrastró la maleta por medio del túnel que desembocaba en la puerta de embarque y salió directamente hacia el exterior del aeropuerto, donde el resto de los taxis esperaban. La mayoría de la gente aún estaba adentro, siendo recibidos por sus familiares, amigos o parejas. Él, por otro lado, no tenía a nadie quien lo recibiera con los brazos abiertos; para el resto del mundo, él podría estar muerto o escondido debajo de una roca. No fue su intención causar ese tipo de atención sobre él, simplemente se fue sin decir nada, y como siempre, los medios de comunicación lo hicieron parecer mucho más grande de lo que era.
- ¿Está buscando un taxi o ya tiene quien lo lleve?
Harry bajó la mirada. El conductor del taxi alzó ambas cejas, mirándolo desde adentro del auto. El castaño asintió con la cabeza, regresando sus pensamientos al mundo real.
- El maletero está abierto. -Le indicó el taxista.
Harry guardó su única maleta dentro del auto, lo rodeó y se subió en el asiento trasero. Nunca en su vida había tomado un taxi, cuando no podía manejar le pedía a Charles que lo llevara, pero desde que obtuvo su licencia de conducir no se apartó del volante ni una sola vez. Se acomodó en el asiento trasero al mismo tiempo que el auto avanzó, dejando el aeropuerto internacional de California a sus espaldas.
- ¿A donde lo llevo, señor? -Preguntó el hombre, mirándolo por el retrovisor
- A la calle número cuarenta y dos, paralela a la avenida principal, por favor. -Su acento londinense casi no se notaba.
El conductor asintió y desvió el auto hacía la vía que llegaba hasta allá. Harry se limitó a mirar por la ventanilla del auto. Toda su vida había sido dueño de una inmensa seguridad interior. Sabía que las decisiones que tomaba saldrían bien; siempre era así. Pero esa vez, por primera vez en su vida, no se sentía para nada seguro. Era como sí lo hubieran arrastrado fuera de su mundo hacia otro que él no conocía. Pero estaba dispuesto a aceptar lo que pasara, pues nada era peor que no saber que hubiera pasado.