Casa NO en venta (completa✔)

By BiancaMond

6.9M 546K 135K

Ella vive y trabaja en la casa que le heredaron sus padres. Él quiere hacer ahí un centro comercial. ¿Quién d... More

Sinopsis
La propuesta
El "Sr." Welles
Nuestro almuerzo de negocios
Esa clase de chico
¡No voy a vender!
Mucho más de lo que yo creía
Al menos seamos amigos
La invitación
La quinta del Tío Jack
El brindis de la cena
La cita de Ethan
¿Quién será el perdedor este año?
Pequeña dulce victoria
Touché
No todo está bien
Conociendo a Norman Welles
El fiasco de la cena
Visitas inesperadas
El cumpleaños de Jacob
Si lo que quieres es dinero...
La casa de Ethan
Eso que no nos dijimos
La noche de pizzas
Pizzas y problemas
Bajo la máscara de Norman
Un viejo... ¿amigo?
Su número de celular
Un beso y una declaración frustrada
Una invitación con mi nombre
Sin el pan y sin la torta
"Pierde la pelea y pierdes a la chica..."
Él sólo quiere tu casa
Confía en mí
Lo único que quiero son bebés
¿Qué sientes por mí?
Lo más importante
Cindy Preston
Es ella
Un juego que no quiero jugar
El que no arriesga, no gana
¿Qué has hecho, Oliver?
Algo que me llene el alma
Mi acompañante en el casamiento
La razón por la que se fue
Ganar o perder
El secreto de Amelia
Crecer
El regalo perfecto (Capítulo Especial-E. Welles)
Epílogo

El alfil del rey

107K 9.3K 2.4K
By BiancaMond


—No has vuelto a hablar con él, ¿verdad? —me preguntó Curi el domingo a la noche. Estábamos los dos solos en su departamento, cenando nachos con queso y viendo una temporada de su serie favorita. No entendía bien de qué se trataba, y tampoco me concentraba demasiado, no podía despegarme de lo acontecido la noche anterior. Así que estaba con mi celular en la mano, atenta al chat de Ethan. Mirando una y otra vez el mensaje que le envié esa siesta para saber si estaba bien y que nunca me había contestado.

—No... —contesté con pesadumbre.

—Sigo pensando que deberías ir a verlo y explicarle todo —sugirió.

—¿Qué sentido tendría eso? —le pregunté por tercera vez en el día.

Las veces anteriores él se había callado con esa pregunta, sin embargo, ya no lo hizo.

—Me pongo en su lugar —explicó. —No me gustaría ver a la chica que quiero besándose con otro.

—¿Y qué se supone que voy a decirle? "No quiero a Benjamín, te quiero a ti. ¡Alégrate! Ah no, espera, no te alegres porque en realidad no puedo estar contigo" —relaté con ironía.

—Bueno, —propuso él —si fuera yo, preferiría escuchar que no puede estar conmigo, antes que pensar que no quiere hacerlo. Imagina lo que debe estar sintiendo al creer que no lo quieres.

—No lo sé, Curi. Tal vez sea mejor que piense eso. Tal vez así sea más fácil que se olvide de mí —contesté. Aunque me dolió pensarlo.

Él se movió hacia mí y pasó su brazo sobre mi hombro.

—En el fondo no quieres que se olvide de ti —me dijo.

Me recosté por él.

—No... pero, ¿qué más puedo hacer?

—Empieza por decirle la verdad —refirió. —Que lo quieres, pero que no pueden estar juntos hasta que se resuelva el conflicto por tu casa.

—No voy a hacer eso —expuse. —Si lo hago él dejará el directorio. No voy a permitir que abandone, por mí, todo por lo que ha trabajado. Y aunque las cosas sigan como siempre, no voy a estar con él porque no voy a arriesgarme a entregarle mi casa en bandeja de plata.

—¿Sabes cuál es tu principal problema, Jackie? —me dijo, para mi sorpresa. Pensé que Curi creía que yo no tenía ningún defecto. —Tu terquedad.

Reí.

—Mi terquedad es lo único que me ha salvado de darle a Ethan todo —me defendí.

—Porque te estás enamorando de él, y eso te aterra. Porque también amas la casa de tus padres. Pero, ¿sabes algo? Una casa es sólo una estructura. Los recuerdos que guardas de ellos siempre van a estar aquí —dijo, apuntando mi pecho.

Mis ojos se aguaron instantáneamente.

—Se supone que eres mi mejor amigo. Deberías apoyarme —le reclamé, aún con suavidad.

Él me miró a los ojos.

—He apoyado tu terquedad por demasiado tiempo, Jackie. Es hora de que empiece a apoyar a tu corazón —afirmó con delicadeza. —Sabes que nunca quiero contradecirte, pero ya no puedo sentarme a mirar cómo apartas a la persona que quieres. Tus padres ya no están aquí, por mucho que eso te duela. Pero Ethan sí.

Me puse de pie, sulfurada.

—¡No tienes derecho a hacerme cambiar de opinión! —me quejé. —Te quiero, y también a Ethan, pero no voy a dejar que ninguno de los dos me convenza de vender mi casa.

—No estoy intentando convencerte de nada, ¡sólo quiero evitar que te arrepientas después! —insistió—. Estás haciendo las cosas mal. ¿Por qué demonios aceptaste besar a Benjamín?

—¡Lo hice por ti! —le recordé exasperada.

—No, Jackie. Lo hiciste porque has estado poniendo una barrera entre Ethan y tú desde hace tiempo. Estás defendiéndote de él como si fuera tu enemigo —finalizó.

—¿Y cómo esperas que no lo haga? Para él es fácil pretender estar conmigo. Él no pierde nada. ¡Yo perderé mi hogar!

—Eso no es verdad, él perdería su proyecto por ti —no podía creer que mi amigo se hubiera puesto en mi contra. —Tú permitiste que vuelva a tu vida un tipo por el que ya no sientes nada, sólo para alejar a la persona por la que sí sientes. ¡Y todo porque estás aterrada! ¿Cuándo vas a dejar tus miedos y darle la oportunidad que se merece?

—¿Y qué demonios sabes tú del amor? —acusé. —¡Lo único que has amado en tu vida son tus estúpidos videojuegos! — Mis palabras fueron tan crueles que me arrepentí apenas salieron de mi boca.

Él también se levantó, en un arrebato de ira.

—¡Yo también estoy enamorado! —confesó, dejándome perpleja. —Y desde mucho antes que tú.

Lo miré con los ojos bien abiertos. ¿Acaso Curi me estaba gastando una broma en un momento como ese?

—¿De qué estás hablando? —pregunté. Él se asustó de inmediato por su revelación.

Lo vi perder el valor por un segundo, pero enseguida lo recobró para contestarme.

—Te estoy diciendo que sé lo que se siente que la persona que amas esté con otro —aseguró, con un dolor en su mirada que nunca antes había presenciado. —Sé lo que Ethan está sintiendo ahora, ¡y me molesta exageradamente que tú correspondas sus sentimientos y aun así le permitas pasar por esto!

—Quién es —más que una pregunta, fue una demanda.

—No te lo diré —garantizó.

—¡¿Por qué no?! —yo estaba exaltada. Mi mejor amigo, mi hermano, me estaba diciendo que llevaba tiempo enamorado y que no me diría de quién. ¿Podía haber algo más injusto que eso?

—Porque te conozco... No vas a aceptarla. Y ella no estará conmigo después de todo, así que no tiene sentido que lo sepas.

Intenté calmar mis ánimos para dialogar. Los retratos de varias chicas relacionadas a él aparecieron de repente en mi cabeza.

—¿Es Penélope? —pregunté. —No me parece la mejor persona para ti, pero si la quieres por supuesto que voy a aceptarla —le dije confiada.

—No voy a decirte quién es, porque no va al caso ahora —objetó. —No estamos hablando de mí, ni de la persona que no me haría caso en un millón de años. Estamos hablando de ti y de que no debes perder a quien siente lo mismo que tú.

Su actitud me hizo enojar de nuevo.

—Si no vas a decirme quién es, entonces no tenemos nada más que hablar —le dije con rabia. A continuación, me dirigí a su pieza y cerré la puerta con llave.

Me ofendía demasiado que no me confiese un secreto como ése. Especialmente ahora que sabía que me lo había escondido durante mucho tiempo.

No recordaba haber tenido una pelea de verdad con Curi antes. Éste era un suceso nuevo para mí.

Me recosté por la puerta pensando qué hacer. ¿Debía ceder, arreglarme con él y tratar de que confíe en mí por las buenas? ¿O, tal vez, seguir enojada hasta que no le quede otra que decirme la verdad para que lo perdone?

Darme por vencida no era lo mío.

Al día siguiente, Curi me dejó temprano en la tienda, como todos los días y se retiró.

Seguíamos sin dirigirnos la palabra desde la noche anterior. Trisha notó mi mal humor enseguida.

—Escúpelo —me pidió.

—Ethan no me contesta y, para completar, Curi y yo peleamos —solté, arrugando un pedazo de papel y arrojándolo al cesto con ira.

—¿Curi y tú, peleando? Eso sí es algo nuevo...

En ese instante me entró a la cabeza la interrogante de si Trisha sabía algo al respecto.

—También es nuevo el hecho de que me guarde secretos —afirmé.

—¿Qué secretos? —preguntó ella.

—Aparentemente, tiene sentimientos por una chica desde hace tiempo. Y se negó a decirme quién es ella. ¿Tienes alguna idea de eso? —pregunté, pero su inquietud me hizo pensar que sí lo sabía.

—Probablemente algún personaje de videojuego —rio nerviosa. Yo no reí, la miré concentrada.

—Dime quién es —impuse.

—No tengo idea, Jackie —sostuvo. —¿En realidad crees que Curi me confiaría a mí un secreto antes que a ti?

—Entonces, ¿no te molesta? ¿No te enoja que te lo haya ocultado? —pregunté.

—Pues, seguramente por algo lo hizo... —contestó mientras se retiraba al taller. A mí me parecía una noticia impactante, pero Trisha, en vez de sentarse a debatir conmigo las teorías al respecto, me evadió por completo. No me quedó la duda de que ella sabía algo.

Entró a mi celular un mensaje de Ethan, en ese momento.

"Me gustaría tener una reunión contigo a las 10:30. Enviaré el coche por ti".

¿Reunión? ¿A qué se debía eso?

Le pedí a Trisha que cubra mi puesto y fui a arreglarme. Me puse un pantalón de vestir negro y una blusa celeste, un zapato con tacos bajos y me solté el cabello. La ropa formal no era lo mío.

Lydia me esperaba en la recepción cuando llegué. Me condujo por el ascensor y unos pasillos que no llevaban al despacho de Ethan. Me abrió paso a un salón en el que había una mesa de vidrio y dos personas. Una de ellas era Ethan, quien estaba mirando por un amplio ventanal ubicado al costado derecho de la habitación. La otra persona era alguien a quien no había visto nunca. Un muchacho de unos treinta y cinco años, probablemente. Bien vestido y peinado. Se encontraba sentado en una de las sillas que acompañaban a la mesa y frente a él estaban expuestas varias carpetas y papeles.

Ethan llevó su mirada hacia donde yo estaba, pero se mantuvo en su sitio. El hombre se puso de pie en el momento mismo en que Lydia cerró la puerta a mis espaldas.

—Buen día, señorita Rose —me dijo mientras se acercaba a estrechar mi mano. —Mi nombre es Marco Herra, soy abogado y el Sr. Ethan ha contratado mis servicios para ser su consejero de ahora en más y dialogar con usted acerca de la posible venta de su propiedad.

Fruncí el ceño y miré a Ethan.

—¿Para esto me hiciste venir? —le reproché. —No voy a vender mi casa, y lo sabes.

A pesar de que el sábado se había retirado angustiado, ahora se encontraba desagradable conmigo. Pude comprobarlo por su expresión seria y distante.

—¿Podrías al menos escucharlo? —recriminó. —Te guste o no, ahora trabaja para mí.

—Oh, bien —proclamé, dirigiéndome al abogado. —Pero déjeme decirle que, si sus intenciones son espiarme y atacarme, ya se ha visto que eso no funciona conmigo —me crucé de brazos.

—Estoy al tanto de los acontecimientos anteriores —apuntó el hombre—. Sin embargo, mis métodos son más bien de negociación. No tiene nada de qué preocuparse.

Me hizo un gesto para que tome asiento.

—De todas maneras, no estoy interesada —sostuve, mientras me sentaba en la silla frente a él para no ser tan grosera.

El hombre hizo lo mismo.

—Tal vez podría dejarnos a solas, Sr. Welles —pidió.

—No — contradije. —Quiero que se quede.

Ethan llevó las manos a los bolsillos y, luego de voltear hacia nosotros, recostó su cuerpo contra el ventanal.

Me fijé mejor en él. Llevaba un traje oscuro que contrastaba divinamente con su tono de piel. Su atuendo le daba un aire de sensual elegancia que hizo que mi pecho se contrajera. Lucía tan apuesto que me provocó sentir su piel. Involuntariamente remojé mi labio inferior, sólo para percatarme de que el abogado estaba fijándose atentamente en mí. Rogué que mi lenguaje corporal no me hubiera delatado y llevé de nuevo mi vista hacia Marco.

Él mostró una ligera sonrisa y, a continuación, tomó uno de los papeles que tenía en frente.

—Haciendo mis averiguaciones me enteré de que todos los meses hace una donación, a nombre de su padre, al Hogar de niños enfermos —afirmó, pasándome un legajo en el que se veían unos recibos de dinero.

—¿Y qué hay con eso? —pregunté.

Papá lo había hecho desde siempre, aun cuando no tenía el dinero suficiente como para que llevemos una buena vida, él se aseguraba de apartar cada mes una colaboración para el albergue. Decía que, aunque uno no tuviera mucho, siempre debía ayudar al que tenía incluso menos. Con el tiempo le había tenido un cariño especial a ese lugar y, cada semestre iba a pasar una tarde entera con esos niños.

Para mí, una manera de honrar su memoria, era continuar con ese legado que él había empezado.

—¿Alguna vez ha oído hablar de la fundación Amelia? —indagó él.

Asentí. Sabía que se trataba de una organización sin fines de lucro que se dedicaba a apoyar económicamente a los sectores más carenciados.

—Lo que, tal vez, no sabe —indicó él— es que el Sr. Ethan es el fundador de la misma.

Miré a Ethan impresionada. Tenía sentido, puesto que Amelia era el nombre de su madre.

El hombre me pasó unos documentos que acreditaban lo afirmado.

—Además, me gustaría poner a su conocimiento —continuó, pasándome otros pliegos más— que dicha fundación cubre mensualmente el sesenta por ciento de los costos totales del albergue de niños.

Me fijé en los números. Lo que yo donaba era un penique comparado con lo que la fundación encabezada por Ethan aportaba todos los meses.

—Estaba pensando que es usted una persona compasiva, y se me ocurrió proponerle lo siguiente. Éste es el valor de tasación de su propiedad —me acercó otro papel. —Le propongo darle a usted cinco veces más de lo que corresponde, por ella. Además, si acepta la venta, la fundación Amelia donará al albergue el mismo monto.

Fruncí el ceño. ¿En verdad este hombre estaba tratando de convencerme usando a niños enfermos?

—Sin embargo, —se apuró, antes de que yo tomara la palabra— si aun así se rehusara a aceptar el trato, lamento informar que la fundación se verá obligada a retirar definitivamente el aporte mensual con el que sostiene al Hogar.

Levanté mi mirada hacia él, sin poder evitar mi sorpresa. Su expresión me dio a entender que hablaba en serio.

—¡No puede hacer eso! —recriminé.

—En realidad, sólo me costará una llamada —se jactó.

Llevé mi vista a Ethan, quien estaba casi tan sorprendido como yo.

—¿Vas a dejar que lo haga? —le reproché.

—No hay nada que el Sr. Welles pueda hacer —me interrumpió Marco. —Él firmó un contrato en el que me permite hacer lo que sea necesario para conseguir adquirir su propiedad, siempre y cuando usted no salga lastimada.

Me puse de pie frenética. Esto parecía una broma de muy mal gusto.

—Yo no saldré lastimada, ¿pero sí unos chicos inocentes? —me dirigí hacia donde estaba Ethan. —Ya veo que Norman te enseñó bien —le dije viéndolo directamente y sin ocultar mi furia.

Él me miraba serio. Sus ojos me demostraban que no aprobaba lo dicho por ese hombre, pero no se doblegaría ante mí. Si bien siempre se había mostrado blando conmigo, ahora en verdad íbamos a competir por mi casa.

—Ya oíste a Marco, Jackie. Es tu decisión —indicó.

—Los niños morirán si no tienen asistencia constante y los medios suficientes para tratar sus males —reclamé. —¿Vas a dejarlos morir por tu estúpido orgullo?

—No puedes culparme por la decisión que tomes tú —contestó con frialdad.

Por inercia, mi mano se fue a estampar enérgicamente contra su rostro, dejando su mejilla enrojecida.

Nos miramos, sin decir nada, por un segundo que pareció inagotable. Me invadieron diferentes sentimientos en un solo instante. Quise besarlo, volver a golpearlo, y a la vez tenerlo lo más lejos posible de mí.

Fui a la mesa, tomé mi cartera y dejé el despacho en un arrebato de furia.

—Espero su respuesta mañana a esta misma hora, señorita —escuché decir a Marco antes de salir.

Las lágrimas rogaban por surgir mientras me dirigía a la salida, pero las detuve. Tomé el primer bus que pude visualizar. Me sentí abrumada y con necesidad de un hombro sobre el cual descargarme. Normalmente hubiera recurrido a Curi, pero seguía enfadada con él. Trisha también me estaba ocultando algo, así que rechacé la idea de volver a la tienda. Me quedé sentada en el bus durante media hora, sin rumbo fijo.

De repente no me parecieron tan escalofriantes los métodos de Norman. Después de todo, ¿qué era un hombre siguiéndome comparado al hecho de dejar morir a niños enfermos? Este Marco demostró ser un sádico.

Me bajé a unas cuadras del cementerio y caminé hasta allí. Las veces que sentía que iba a rendirme terminaba yendo a ese lugar.

Me senté frente a las tumbas de mis padres llorando el vacío inmenso que estaba sintiendo. Si tan sólo estuvieran aquí...

Si de papá hubiera dependido, probablemente le habríamos vendido nuestra casa a Ethan hace tiempo. Él hubiera puesto en primer lugar nuestro futuro. Hubiera comprado otro terreno y montado la tienda allí. Seguramente guardaría el dinero restante o lo reinvertiría para que pudiéramos vivir mejor.

Apreté mis ojos con fuerza y, por unos segundos, me imaginé una vida en la que todo estuviera bien. ¿Se habría fijado Ethan en mí si no hubiera tenido que lidiar conmigo? ¿Me habría fijado yo en él? De ser así, ¿le habría agradado a mis padres?

No podía saberlo. La realidad no se ajustaba para nada a ese pensamiento.

Una cosa era segura, papá nunca, jamás, habría permitido que esos niños se quedaran sin asistencia.

Y me quedaba menos de un día para tomar una decisión.

Continue Reading

You'll Also Like

155K 26.4K 68
❝Jacobo está listo para bajar a la Tierra y ser el cupido perfecto para su humana... hasta que la conoce en persona y nota que encontrarle el amor se...
183K 4.7K 12
La primera parte de la trilogía "Mano izquierda". Gabrielle, la mano izquierda de Dios y la cazadora de demonios. Lleva años viviendo en el mundo hum...
16.4M 815K 54
Alice es una chica, ¿cómo decirlo? muy insegura. Es la típica chica buena, con un trabajo (casi mediocre), amigos y una vida sencilla. Todo iba bien...
5.8M 231K 75
~ 1° parte ~ ~ "Has cruzado al Infierno... Y cuando pones un pie en él, sabrás lo que es sentir que el fuego derrita tu repugnante piel" ~ Whxsme. ...