La locura de Julieta

By Lisa-Polanco

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"-No te preocupes Julieta, todo después de un tiempo deja de doler o simplemente deja de importar. -O termin... More

Sinopsis
Prólogo
Nota de la tía Lisa
Un corazón roto
1. Sálvame
2. Muriendo.
3. Rencor
4. Trato hecho
5. Jugando con fuego
6. Visitas inesperadas
7. El león y la oveja
8. Mente atormentada
9. Pequeña esperanza
10. Uniendo el rompecabezas
11. El héroe de Lucy
12. Sueña, Julieta
13. Devuelta a su amor
14. Fiel al corazón
15. Reuniones y amenazas
16. Del odio al amor, hay una botella de ron
17. Vuelve a ser mía Julieta
18. El Duque
19. Demasiados secretos
20. ¿Dónde está Alex?
21. Desgracia en la casa Henderson
22. Pedazos de un Corazón
23. Quien traiciona a quien.
24. Verdades sabor a vino
25. La verdad sale a la luz
27. Dulce Refugio
28. Cuenta regresiva
29. Declaración de guerra
30. Fotografía
31. Olas, vino, besos
32. Cayendo por Ryan
33. El próximo
34. Perla Negra

26. La trampa de Julieta

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By Lisa-Polanco

SORPRESA!!!

No estaba muerta, andaba de parranda xd Después de la larga espera (sí, fueron unos crueles 7 meses) aquí estoy para actualizar de nuevo, solo quiero decirles que estoy a ley de cinco capítulos para culminar esta historia. Estaré actualizando dos veces a la semana.

Espero que disfruten y me digan qué les pareció. Los amo por esperar. 


~Julieta~

Mi boca estaba abierta sin poder creer lo que estaba viendo. Sobre la mesa, Ryan tenía extendido lo que parecía un equipo de espionaje. Intentaba hacer una broma sobre eso, pero no parecía el momento indicado.

Me senté en la silla con incomodidad, el ajustado vestido turquesa que llevaba aprovechaba cualquier movimiento para dejar al descubierto mis piernas, y llevaba medias de maya hasta la mitad de mis muslos, otra razón para mi incomodidad. Halé un poco la tela para cubrirme y al levantar la vista, encontré los ojos de Ryan mirándome detenidamente. Escuché un carraspeo recordando que había alguien más. Mercedes se puso de pie junto a la mesa y se apoyó sobre ella.

La chica era una mezcla de fuerza y prepotencia, su personalidad se hacía sentir. No era de extrañar que no pudiéramos llevarnos bien. En cierto sentido, éramos de personalidad parecida.

―Vas a llevar un micrófono―dijo Ryan―debemos mantenernos comunicados.

―Hoy hay muchas cosas en juego Julieta―Mercedes me habló―, ¿Has repasado el plan?

Asentí. Estaba tan nerviosa que las palabras no salían de mi boca.

―¿Y tú Ryan? ―Mercedes hablaba con seriedad, no usaba su picardía con Ryan, ni su rivalidad conmigo.

Ryan asintió. ―Podemos empezar con esto.

―Estamos más cerca de atrapar al juez―dijo Mercedes.

―¿Debo usar vestido para esto? ―me puse de pie.

―Las chicas suelen usar atuendos coquetos cuando salen con el chico que le gusta―dijo Mercedes.

―Usaba Jeans, tenis y camiseta cuando conocí a Samuel, nunca necesité ser una damisela para estar con él.

―No tenemos tiempo para cambiar de look―sentenció.

―Al menos puedo sujetarme el cabello... ―insistí.

―Necesitas tenerlo suelto―Ryan empezó a empacar en un maletín todo el equipo que estaba sobre la mesa―, voy a llevarte en mi auto.

Mercedes y él cruzaron la mirada pero no dijeron nada. Los tres salimos de la casa de Ryan, yo entré a su auto mientras Mercedes iba en un jeep. Ella fue la que planeó todo, Ryan y Margaret estuvieron de acuerdo. Mi tía seguía desconfiando de mí y yo aún estaba resentida por el asesinato cruel de Lucy. Zack estaba fuera de juego esta noche y los demás estaban cumpliendo con un papel del cual yo no tenía idea.

Pasé la mano por mi cabello, estaba todo suelto y totalmente lacio, me sentía incómoda. Ryan conducía en silencio hacia Topacio y yo no tenía interés de una conversación. Llegamos al lugar por la parte trasera y entramos, Ryan caminaba con naturalidad, como si no se notara el extraño maletín que llevaba, tanto él como Mercedes iban completamente vestidos de negro.

―Que bueno verte por aquí.

Era Eliot, el hermano de Ryan, ahora dueño del club. Me miró inquisitivamente, la última vez que lo había visto lo mandé al demonio.

―Olvida la cortesía―le gruñó Ryan.

Cruzamos por su lado y entramos a un ascensor, en el segundo piso Ryan nos guió hacia una habitación, entramos y cerró con llaves tras nosotros. La habitación estaba llena de cables y pantallas, y había un cristal que daba vista al salón principal del club.

―Aquí puedes monitorear las cámaras Mercedes―Ryan encendió las diferentes pantallas―, pero el audio de Braden solo podemos tomarlo por el micrófono.

―Este equipo es asombroso―dijo Mercedes emocionada.

Ya veía por qué era la mano derecha de Margaret, Mercedes no solo era hábil con las armas sino que era inteligente, al igual que Ryan. Ellos dos hacían buena pareja. Ryan abrió el maletín sobre un escritorio y me hizo señas con la cabeza para que me acercara a él.

―Estás muy callada―dijo―me empiezo a preocupar.

De repente, me sujetó por la cintura y me depositó sobre el escritorio. Fue tan deprisa que mi corazón se agitó, y me invadió una sensación la cual quise ignorar de inmediato. Me apresuré a estirar la tela de mi vestido para cubrirme las piernas.

―¿Qué crees que haces?―le reclamé.

―Prepararte―tomó lo que parecía una pequeña correa del maletín, con suavidad tomó mi pierna derecha―. Esto es un rastreador.

Deslizó dos dedos por debajo de mi vestido hasta encontrar el borde de mi media, lo hizo con extrema lentitud, al punto de erizarme la piel. Coloqué la punta de mi zapato en su abdomen.

―¿No pudiste ponerlo en mi bolso?

―Se te puede extraviar, aquí está más seguro―susurró.

Sujetó mi muslo y al mirar su mano sobre mi piel, la imagen parecía sensual. Colocó el rastreador, entonces clavó sus ojos en los míos y sin apartarlos, volvió a colocar la media en su lugar. Regresó su atención al maletín y tomó algo tan pequeño que no supe qué era.

―Estos dispositivos son micrófonos―me mostró dos aparatitos que lucían como botones―, podremos comunicarnos.

Colocó su mano en la base de mi cuello y con la otra mano apartó mi cabello. Introdujo uno de los dispositivos en mi oído y luego el otro.

―¿Cómo lo sientes?

―Es como tener auriculares. No molesta.

Sin soltar mi cuello, Ryan acomodó mi cabello con delicadeza.―Por eso necesitaba tu cabello suelto, para ocultar tus oídos. No dejes que Samuel se acerque demasiado.

―Tú tampoco deberías estar tan malditamente cerca―gruñí.

―Cierto―dijo pero no se apartó.

Él seguía con la mano en la base de mi cuello, sus ojos miel estaban clavados en los míos, queriendo decir algo que sus labios no se atrevían. Sentí su pulgar deslizarse arriba y abajo con tanta ligereza que casi no era consciente de que lo estaba haciendo.

―Deja de mirarme así―le ordené en voz baja.

―¿Cómo Braden?―preguntó con supuesta inocencia.

―Lo sabes―contesté sin seguir su juego mental.

―Sé cómo te miro―confesó―pero quiero escucharlo de tu boca.

―Como si...―empecé a decir. Tragué.

Mercedes carraspeó haciendo que Ryan se apartara de golpe. Ella nos miró con una sonrisa burlona, y a mí como si fuera una idiota.

―Todo está listo. Casi es hora de que llegue Samuel―dijo.

Me bajé del escritorio y acomodé mi vestido por milésima vez en lo que iba de noche.

―¿Lista? ―preguntó Ryan.

―Terminemos con esto.

Caminé hacia el ascensor y entré, Ryan me miró y con grandes zancadas entró junto a mí, presionó el botón y las puertas se cerraron.

―Estaremos vigilando―dijo―, yo estaré siempre cerca.

―Lo sé.

Ryan me sujetó por los hombros y me haló hacia sí. ―Si te pone una mano encima, no tardaré en ir y estropear todo.

―Más te vale que controles tus impulsos―le quité las manos―, deberías prestarle más atención a Mercedes.

Ryan sonrió. ―Podrás decirme que no te intereso, pero tus celos dicen lo contrario.

Abrió las puertas y se alejó. Presioné el botón de bajar y respiré hondo, él se empeñaba en que yo lo detestara. Supuestamente. Salí del ascensor y me interné en la música. Caminé por el club ya abarrotado de personas cuando en mi oído escuché un ruido estrepitoso que me hizo daño por unos segundos.

¿Me escuchas?―escuché la voz de Ryan como si fuera dentro de mi cabeza―, siento eso, ajustábamos la frecuencia. Samuel ya llegó, está en el parqueo. Siéntate en la barra.

Obedecí a Ryan y fui a sentarme, le pedí al barman un martini y que cargara la cuenta a Ryan Wesley. La música era buena, el ambiente era perfecto para bailar toda la noche, pero era lo menos que quería hacer en ese momento.

Estaba nerviosa, y no por el hecho de ver a Sam, sino por lo que sucedería esta noche. Esperaba que todo saliera bien aunque eso significaba traicionar totalmente a Sam sin vuelta atrás. Recordé la última vez que había estado en ese lugar, para el cumpleaños de Ryan, y me preguntaba si él también estaría recordándolo en ese momento. Sacudí mi cabeza para borrar esos pensamientos y concentrarme en mi objetivo pero era difícil ignorar que mi piel revivía una y otra vez los roces de Ryan, o el cosquilleo que me provocaban sus susurros.

Era demasiado. No iba a estar con Sam mientras mi mente divagaba en el imbécil de Ryan. Me puse de pie con el martini, iba a subir donde él estaba. Necesitaba calmarme antes de ver a Sam.

―¿Qué te sucede? ―escuché a Ryan.

―Lo hiciste a propósito―dije con rabia―, eres un hijo de puta.

―Braden―me llamó Sam. Sus ojos se encontraron conmigo y de inmediato apareció una sonrisa en su rostro.

―Al fin llegaste ñoño―traté de sonreír.

―Empezaste a divertirte sin mí― dijo señalando el Martini.

―Lo pedí porque hace ver más refinado mi atuendo.

Sam me recorrió con la mirada sin disimular, levantó las cejas y volvió a sonreír.

―¿Por qué me haces esto?

―Vamos―lo conduje hacia la barra. Él no estaba nada mal. Llevaba unos jeans oscuros y una camisa gris remangada.

Pedí otro Martini para él y lo aceptó con gusto. Casi se lo tomó con prontitud.

―Por eso quise traerte aquí―le grité sobre la música―estás muy tenso, eres la preocupación andante. Pareces un abuelo con tanta seriedad.

―No es para menos Braden, mi vida es un completo desastre en este momento.

―Lo sé, por eso necesitas relajarte un poco. Tratemos de disfrutar esta noche como si fuera la última que nos quedara.

―En ese caso―Sam se terminó el Martini―aprovechemos.

―Tú, cuida eso por mí―le tiré mi bolso al barman, no tuvo tiempo de responderme pues tomé la mano que me extendía Sam y fuimos al centro del salón.

―Recuerdas que no soy tan bueno bailando...―Sam se colocó frente a mí.―pero por estar cerca de ti hago lo que sea.

―Sí eres terrible bailando―me burlé.

El rió. ―Auch. Debiste decirlo con sutileza.

Las luces de colores me impedían ver con claridad sus gestos, saber si su risa era sincera porque ya yo había olvidado como era su risa genuina.

―Sabes por qué lo nuestro no ha ido bien―empecé a decir―, porque nunca me dedicaste una canción de Bruno Mars.

―¿Te he dicho que extraño tu sentido del humor?

Movía mis caderas al ritmo de la música y Sam, aunque con poca gracia, me acompañaba. Bailamos, y reímos hasta que nuestros cuerpos pidieron descanso. Regresamos al bar y allí nos sentamos. Pedí otro martini.

―Ando vestida de princesa pero tomo como hombre.

―Yo no seré el sobrio, no volveré a cuidarte otra vez. ―Sam pidió otra copa para él.

―Si los dos estamos ebrios, las cosas pueden alocarse por aquí―posé mis labios en el borde de la copa de manera seductora.

―Ahora mismo no tengo pensamientos buenos contigo Braden, y tú no me estás ayudando.

―Por curiosidad, esos pensamientos son sobre lo mismo que pasó en mi casa aquella vez después del museo―Sam asintió―, ¿Has estado con alguien más...?

―No Braden―lo vi suspirar―, tú has sido la única para mí. Y quiero que siga así.

Su confesión me llenó de ternura y al mismo tiempo de culpa.

―¿Me estás proponiendo que volvamos a tener sexo?

Sam abrió y cerró la boca. ―¿Por qué no pensaste en que quise decir que te quedes conmigo el resto de nuestros días?

―Mi mente no es tan malditamente cursi Sam―le di un sorbo a la copa―soy más práctica, ¿Recuerdas?

Sam asintió.

―¿Quieres decirme algo? ―entré a mi boca la aceituna del martini.

―Le temo a tu respuesta.

―Vamos Sam, ¿Qué podrá ser tan malo?

Sam humedeció sus labios. ―¿Has estado con alguien más?

Mi corazón dio un vuelco y el nerviosismo incrementó. ―Sé que quieres hacer esa pregunta más específica.

Suspiró. ―¿Has tenido algo con Ryan?

Rodé los ojos intentado poner cara de asco. ―¿De tantos hombres atractivos piensas en Ryan?

―Esa no es una respuesta.

―No Sam. Has arruinado mi vida, perdí la capacidad de fijarme en alguien más.

Un chico de baja estatura pero de complexión proporcionada, se acercó a nosotros. Miró a Sam y luego a mí y sonrió.

―Si no te molesta, ¿Puedo sacarla a bailar?

―Ella...―empezó a decir Sam.

―Tengo una enfermedad venérea amigo, muy contagiosa.

El chico me miró como si estuviese loca y dio media vuelta para irse. Sam se rió y me tomó por la muñeca.

―¿Y si salimos de aquí?

Mi corazón se agitó ante la intensidad de su mirada.

Dile que no―escuché a Ryan ordenarme con autoridad.

―Sam, debes seducirme al menos―le hice un guiño.

Me acercó hacia él y colocó sus manos en mi cintura, presionándome contra él. Podía percibir su aroma por encima de cualquier olor del lugar. Dejó caer su cabeza sobre mi hombro, y empezó un camino de pequeños y suaves besos desde mi hombro viajando por mi cuello.

Yo estaba tensa, mi mirada se dirigió hacia el cristal de la habitación donde estaban Ryan y Mercedes. El cristal estaba tintado pero mis ojos se mantuvieron clavados allí.

Braden...―dijo Ryan.

Abracé a Sam cuando estuvo a punto de besarme y acaricie su espalda. Entonces levanté el rostro y lo miré con una pequeña sonrisa.

―Me convenciste pero primero iré al baño―señalé al barman―dile que te de mi bolso.

Me moví entre las personas sin alejarme demasiado de Sam, quien me seguía con la mirada. Este era el momento perfecto. Miré a mí alrededor sin ver rastros de alguna cara familiar. Entonces el juego empezó, un hombre me sujetó con fuerza, llevó una mano a mi boca para evitar que gritara. Forcé para que me soltaran pero era inútil.

Me removí entre el agarre de quien me sujetaba pero no me liberaba, la adrenalina hacía que mi corazón bombeara con frenesí. Busqué a Sam con la mirada, él estaba en el bar y sujetaba mi bolso. Giró la cabeza y sabía que me buscaba, entonces sus ojos se encontraron con lo mío y su rostro se convirtió en algo sombrío. Samuel se abrió paso entre las personas, empujando y tratando de alcanzarme.

El hombre me arrastró hacia la salida, yo corría tanto como mis tacones me lo permitían.

―El vehículo nos espera―era Rosset.

Cuando salimos del club, mis piernas tambalearon y caí sobre mis rodillas haciendo que mis medias se rompieran y mi piel escociera. Rosset rápidamente me levantó, al tiempo que Sam salía y gritaba mi nombre.

―¡Sam! ―grité con desesperación.

Rosset me tiró a la parte trasera del jeep en el que había venido Mercedes y arrancó. No quise mirar hacia atrás y ver como Sam intentaba rescatarme. Respiré hondo.

―Fase uno completa―dijo Rosset.

―¿Por qué Ryan no me ha vuelto a hablar?

―Los micrófonos no funcionan a largas distancias―me explicó―, Ryan vendrá tras nosotros.

Samuel acababa de presenciar mi secuestro, solo esperaba que no estuviera tan mal. Rosset se aseguro de que nadie nos siguiera entonces tomó el camino a casa de Ryan. Bajamos deprisa del jeep y entramos a la casa.

En ese momento ni siquiera tenía mente para pensar en mi hermano, o en que Zack me necesitaba. Solo estaba muy nerviosa y ansiosa de que todo terminara bien para nosotros. Al cabo de unos minutos que parecieron eternos, Ryan llegó.

―¿Todo está bien aquí? ―preguntó. Rosset le contestó que todo salió de acuerdo a lo planeado.

La sala se quedó en completo silencio, Rosset nos miró a ambos y dijo que iba a estar en la cocina.

―Buen trabajo Braden.

―Parecía una actriz―dije tratando de ser graciosa.

―Casi me creí tu escenitas con Samuel si no fuera porque me buscabas con la mirada.

Le di la espalda a Ryan. ―Obviamente imbécil, tú estás dirigiendo este juego.

Colocó sus manos sobre mis hombros y permaneció muy cerca de mí.

―Lo veo en tus ojos, tu corazón volvió a estar libre.

Me crucé de brazos para atacar verbalmente a Ryan pero mi argumento pobre solo confirmaría lo que él ya pensaba. Quién dijo que había dejado de amar a Sam, no, nunca superaría un amor como el suyo, pero si era consciente de que ya me había rendido, el destino no escogió ese amor para que se quedara en mi vida.

Ryan hizo que me girara para quedar frente a él. Tomó mi rostro entre sus manos y lo miró detenidamente, en sus ojos no había enojo, ni lujuria, solo algo que me hacía sentir cómoda, segura, como en casa.

―Mereces la felicidad, mereces tener paz. Viajar por el mundo, hacer amigos, ir a la playa o simplemente quedarte en casa tranquilamente. Haré lo que sea para que tengas eso,

―Gracias por todo Ryan―dije con sinceridad.

Retiró sus manos de mi rostro, y buscó su móvil en el bolsillo.

―¿Qué sucede?―contestó. Tardó un tiempo escuchando a quien estuviera del otro lado de la línea. ―Solo falta que llame.

Ryan colgó y volvió a guardar el móvil.

―¿Qué pasa? ―pregunté.

―Era Mercedes―Ryan pasó la mano por su cabeza. La sola mención de ella me hacía incomodar―, dijo que Samuel tardó antes de irse del club. Según Mercedes, en el estacionamiento hizo varias llamadas. ¿Marcó a tu móvil?

Negué con la cabeza. ―Ni una sola llamada.

―Solo roguemos que me llame para completar la fase dos.

―¿Y qué pasará entonces?

―Haremos que Samuel confiese que su padre está involucrado con la mafia.

Llevé las manos a mis oídos y retiré los micrófonos, se los entregué a Ryan y continué quitándome el rastreador.

―Ese rastreador no era necesario―Ryan lo miraba entre sus manos.

―¿Y por qué me pusiste esa mierda? ―le reclamé―molesta bastante.

―Era una buena excusa para tocarte.

―¡Eres un infeliz!

―Pero te encanta, ¿O crees que no noto cómo se acelera tu respiración cuando me tienes cerca?

Me senté en el sofá, subí las piernas y abracé mis rodillas. Debía estar preocupada por lo que estaba pasando, debía estar preocupada por Zack y la muerte de Lucy, debía estar preocupada por mí hermano, sin embargo lo único que hacía hueco en mi cabeza eran las palabras de Ryan. 

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