Capítulo I: Vacaciones.
Narra Melissa:
– Por fin he terminado el tercer año de carrera - Piensa.
Yo estoy estudiando la carrera de criminología y solo me falta un año para terminarla. Agraciadamente, soy una alumna excelente y con buenas calificaciones; lo que no supone ningún riesgo a la hora de sacar adelante el año.
Era el último día del curso, por lo que el director había reunido en el gran salón de actos a todos los estudiantes para indicar y aclarar ciertas dudas.
Él, por cuestiones familiares, dejaría la universidad, y quería despedirse. Tras su largo y emotivo discurso, dio paso a la iniciación de la graduación. Cuando esta finalizó, presentó al nuevo equipo directivo, el cual, empezaría a funcionar a la vuelta de las vacaciones.
Cuando el director creyó conveniente, nos dio permiso para poder retirarnos a nuestras habitaciones para recoger nuestras pertenencias.
Como la residencia de las chicas estaba en el costado derecho del inmenso recinto, tuve que hacer un recorrido desde el amplio campus. Sí, todavía se rigen por la separación de convivencia de los sexos.
Mi camino fue tranquilo, aunque de vez en cuando, recibía algún que otro empujón por los tan deseosos jóvenes para dar inicio lo antes posible a sus vacaciones.
Llegando al portal de su residencia, me choqué con algo, o mejor dicho, con alguien. Era un chico.
Este era alto, de tez clara, cabello carbonizado y de ojos azules.
Pero... ¿Qué hacía un chico en aquella residencia? ¿Estudiaba aquí? ¿Cómo es que nunca le había visto junto a los "populares" o con los jugadores de rugby?
No me malinterpretéis, digo, por lo visto aún existe una grandísima diferencia social, por lo que según cómo seas, ya te atribuyen en alguna clase inferior, refiriéndome a los populares. Por si no estáis a sabiendas de estas personas, os las defino en tres palabras:
Egocéntricos.
Imbéciles.
Creídos.
Aunque es verdad que existen excepciones.
Chico: Perdóname, no te había visto.
Melissa: No, perdóname tú a mí, voy con prisa y no presto atención a mi entorno.
Chico: No pasa nada, todos tenemos días así, por cierto, no me he presentado, me llamo Daniel, ¿y tú?
Melissa: Melissa, encantada.
Daniel: Igualmente, discúlpame tengo que ir a buscar a mi prima pero no sé en qué habitación está.
Melissa: ¿Cómo se llama?
Daniel: Michelle Dallas.
Melissa: Déjame que piense... ¡Ah, sí! Si no recuerdo mal, ella está en la 523, tercera planta.
Daniel: ¿Me podrías acompañar? Es que no sé por dónde se va. Si no es molestia, claro.
Melissa: Yo estoy en la 530, por lo que me coge de camino, así que no hay ningún problema.
– Durante la caminata, fuimos intercambiando pequeñas miradas y alguna que otra palabra –
Melissa: Bueno, aquí es. Ha sido un placer conocerte, Daniel. Hasta pronto.
Daniel: Digo lo mismo, Melissa. Eres bastante agradable.
Melissa: Gracias... Supongo.
Daniel: Por cierto, muchas gracias por ayudarme. Si no hubieses aparecido, no sé qué habría sido de mí, y conociendo a mí prima...
Melissa: No ha sido molestia alguna.
– Al acabar nuestra conversación, me dirigí a mi habitación. Cuando me paré frente a la puerta, me percaté de que no tenía mi llave. Rebusqué por mis bolsillos pero no hallaba resultado.
De repente, siento cómo alguien me da toquecitos en el hombro, así que me giro sobresaltada, pero me relajo al ver que era Evan, un compañero de clase –
Evan: ¿Buscabas esto? – Dijo mostrándome la llave con una sonrisa burlona –
– Sí, he olvidado mencionar que es un poco malévolo... Pero no es mala persona –
Melissa: Venga, Evan, dámela.
Evan: ¿O si no qué?
Melissa: ¿A caso no recuerdas lo que te pasó la vez anterior por molestarme?
Evan: Está bien – bufó – pero sólo te la doy porque si no, a este paso, me quedaría sin descendientes.
Melissa: Gracias, Evan.
– En cuanto me entregó la llave, la introduje en la cerradura y pasé a mi habitación. He de decir que me siento privilegiada porque no tengo que compartirla con nadie, más que nada porque la que sería mi compañera, tuvo que cambiarse de universidad por el traslado de su padre en el trabajo. Si no recuerdo mal, la chica se llamaba Anabelle –
– Minutos más tarde –
– Estaba terminando de organizar la maleta pero me detuve al escuchar cómo golpeaban en mi puerta.
Me encaminé a abrirla, y para mi grata sorpresa, era Daniel –
Melissa: Hola, Daniel. ¿Cómo que has venido aquí?
Daniel: Verás... - Dijo rascándose la nuca - Me gustaría que nos mantuviésemos en contacto, ya sabes... por si necesitas alguna vez ayuda, ahora que tú me has ayudado hoy, y pues he pensado en darte mi número. ¿Aceptas?
– No es por sonar egoísta, hipócrita o similar, pero no soy de las personas que cogen rápido confianza, y es por eso que me sorprende, porque yo no doy mi número a una persona que, prácticamente, acabo de conocer.
Y parece ser que lo ha notado... –
Daniel: Vamos, ¿acaso tengo pinta de violador?
– Le observé en todas las perspectivas posibles, y es verdad que no lo parece, pero al recordar sus palabras, me causó gracia y estallé a carcajadas –
Daniel: ¡Oh, vamos! ¿En serio crees que lo soy?
Melissa: Vale, está bien, lo acepto.
Daniel: Bien... Hasta la próxima, Melissa.
– Me quedé allí, pensativa un buen rato procesando lo que acababa de pasar... ¿Había hecho bien? Me preguntaba continuamente a mí misma, pero unos golpes en la puerta me sacaron de mis lujosos pensamientos–
Melissa: Adelante... ¿Paula? ¿Tus amiguitas van a estar siempre de guardaespaldas?
Paula: ¿Qué hacías con mi novio?
Melissa: ¿Así que Daniel es tu novio?
Paula: Obviamente, ¿acaso creías que él estaría con alguien tan penosa como tú? Por favor, no me hagas reír. Tú, comparada conmigo, no eres nadie. – Rio, y como era de esperar, sus amigas hicieron lo mismo.
Melissa: Puede que yo sea penosa, pero por lo menos no me reconocen como la zorra que se ha acostado con medio personal solo por querer fama.
– Sentía rabia, y sólo hacía falta mirarla a los ojos para saber que estaba llena de odio, y las arrastradas de sus amigas se quedaron atónitas. Parecían un cuadro, y la verdad, es que nadie sabe lo que tuve que resistirme a no reírme delante suya.
Tal vez me pasé, pero se lo tenía muy merecido.
Ella tenía la intención de reprocharme algo, pero dando gracias, el director, que pasaba por aquí, intervino de inmediato –
Director: Paula, sabes perfectamente que estás a prueba, tú sabrás si quieres terminar la carrera o marchar para tu casa con un buen expediente y ya sabes las consecuencias que un expediente conlleva.
– Paula, dando una mirada a sus amigas, se fue de la habitación –
Melissa: Director, muchas gracias. Créeme que si usted no llega a pasar, no sé lo que hubiera sido de ella.
Director: No hay de qué. Ella sabe perfectamente que como no cambie su actitud, va muy mal. Y otra cosa la digo, señorita, mantenga su educación y sus recursos, y también controle sus impulsos, porque si esta discusión hubiese llegado a más, terminarían las dos expulsadas.
Melissa: Sí, Sr. Director. Lo lamento.
Director: Está bien, Melissa. Ahora termine de recoger su habitación. En dos horas debemos cerrar las residencias.
– Dicho esto, le vi alejarse por el pasillo y me volví para terminar de recoger mis cosas.
Una vez que tenía todo listo, salí del edificio, fui a los aparcamientos en busca de mi coche y pongo rumbo a la casa de mis padres para dar una sorpresa a mis hermanos.
Después de dos horas y media de camino, por fin llego. Lo primero que hago es avisar a mis amigas de que ya estaba en casa, a continuación me dirigí hacia la casa de mis padres y les llamo por teléfono –
– Llamada –
Melissa: Mamá, siento decirte que no voy a poder estar en el cumpleaños de los mellizos...
Madre: ¿Otro año que tampoco vas a estar?
Melissa: Mamá, sabes que no puedo hacer nada...
Madre: Sí, como sea, hija. ¿Cómo estás?
Melissa: Ahora puedo decir que soy libre. Necesitaba ya unas vacaciones urgentemente.
Madre: Piensa que ya solo te queda un curso y hacer las prácticas.
Melissa: Sí... Qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad?
Madre: No lo sabes tú bien, hija... Y parecía ayer cuando dabas tus primeros pasos... - Dijo con nostalgia -
Melissa: ¡Oh vamos, mamá! No te pongas tan sentimental ahora.
Madre: Bueno, bueno, habló aquí la que llora como una magdalena al ver Bajo La Misma Estrella.
Melissa: ¡Mamá, no me puedes comparar eso con una película! Además, sabes cómo es la trama de dicha película. Es de las mejores, y no te atrevas a decir lo contrario.
Madre: No lo diría, ahí tienes toda la razón.
Melissa: Bueno, mamá, te voy a ir dejando, ¿sí? Que tengo que poner rumbo al piso.
Madre: Vale, ten cuidado, hija.
Melissa: Lo tendré, mamá. Hasta pronto.
Madre: Adiós.
– Fin de la llamada –
Aquí os dejo el primer capítulo de mi primera novela.
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