Casa NO en venta (completa✔)

By BiancaMond

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Ella vive y trabaja en la casa que le heredaron sus padres. Él quiere hacer ahí un centro comercial. ¿Quién d... More

Sinopsis
La propuesta
El "Sr." Welles
Nuestro almuerzo de negocios
Esa clase de chico
¡No voy a vender!
Mucho más de lo que yo creía
Al menos seamos amigos
La invitación
La quinta del Tío Jack
El brindis de la cena
La cita de Ethan
¿Quién será el perdedor este año?
Pequeña dulce victoria
Touché
No todo está bien
Conociendo a Norman Welles
El fiasco de la cena
Visitas inesperadas
El cumpleaños de Jacob
Si lo que quieres es dinero...
La casa de Ethan
Eso que no nos dijimos
La noche de pizzas
Bajo la máscara de Norman
Un viejo... ¿amigo?
Su número de celular
Un beso y una declaración frustrada
El alfil del rey
Una invitación con mi nombre
Sin el pan y sin la torta
"Pierde la pelea y pierdes a la chica..."
Él sólo quiere tu casa
Confía en mí
Lo único que quiero son bebés
¿Qué sientes por mí?
Lo más importante
Cindy Preston
Es ella
Un juego que no quiero jugar
El que no arriesga, no gana
¿Qué has hecho, Oliver?
Algo que me llene el alma
Mi acompañante en el casamiento
La razón por la que se fue
Ganar o perder
El secreto de Amelia
Crecer
El regalo perfecto (Capítulo Especial-E. Welles)
Epílogo

Pizzas y problemas

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By BiancaMond


Curi tomó tres de las cajas de pizza con una mano y bajó del auto.

—Vamos abejita —me dijo antes de cerrar la puerta por fuera. Me llamaba abejita cuando estaba distraída porque decía que andaba zumbando por ahí. En verdad no estaba distraída, sino aturdida.

El temblor de mis manos, que no se había detenido del todo, se intensificó. Tomé las dos cajas que quedaban y bajé con miedo de echarlas al suelo.

Cerré el auto y me acerqué al grupo con cuidado. Los dos chicos se estaban pasando la mano y saludando.

—Hola Jackie, déjame llevar eso —Ethan se acercó a mí y tomó las cajas de mi mano, para mi alivio.

—Gracias —susurré. Por alguna razón me sentía algo tímida. ¿Tímida yo? ¿Qué había hecho Ethan conmigo?

Subimos al departamento y los demás chicos hicieron vítores cuando se colocaron las cajas de pizza sobre la mesita.

Jacob se lanzó a devorar sin dudar, igual que Trevor y Trisha. Curi invitó a Ethan a tomar asiento y unas cervezas, así que él tomó una lata y se sentó a mi lado en el sofá.

Nery corrió a mi regazo y me habló al oído.

—Tía Jackie, ¿quién es este señor? —susurró.

Sonreí. —No es un señor, tiene poco más de mi edad —le dije. Ella acostumbraba llamar "señor o señora" a todo el que no conociera bien.

—¿Es tu novio? —preguntó en voz alta, ilusionada.

Debí ponerme roja como un tomate, porque algunos de ellos rieron a carcajadas, incluyendo a Ethan.

—No hagas pasar vergüenza a la gente —la corrigió Trevor.

—Está bien, Trevor. No te preocupes por eso —le dije pero sentía aún el bochorno, sumado al hecho de que la mirada de Ethan estaba posada en mí.

—¿Cómo te llamas, linda? —le preguntó él de repente.

—Nery —contestó ella con timidez.

—Pues déjame decirte una cosa, Nery —le dijo con dulzura. —No soy el novio de Jackie pero, ¿te cuento un secreto? Pronto lo seré.

Eso fue más de lo que mi rostro pudo soportar. Sentí arder las mejillas hasta el punto que me quemaron.

—¡Ethan! —reproché y todos volvieron a reír.

—Aún no he dado mi aprobación para que eso suceda —bromeó Curi, al menos consiguió aliviar un poco la situación. Yo me sentía con ganas de taparme la cara con el cojín de Chewbacca que estaba a mi costado.

—Iré a preparar algunos tragos —dije como excusa para retirarme y me dirigí a la cocina.

—Haz algo de caipiroska —escuché decir a Trisha antes de ingresar.

La cocina era como una continuación de la sala, porque en realidad sólo estaba dividida por una pared, pero en vez de puerta tenía un espacio vacío. De hecho, el departamento entero estaba casi todo integrado, las áreas se separaban solo con algunas paredes o media pared en algunos casos. Solamente la pieza de Curi estaba alejada del resto de habitaciones y separada por un pequeño pasillo.

Me agradaba ese departamento, hacía tiempo que Curi se mudó a vivir ahí y lo sentía como mi segundo hogar. Incluso me había quedado a dormir algunas veces, lo hice por primera vez unas dos semanas después del accidente de mis padres. Me había costado mucho dormir en esos días y supuse que cambiar de ambiente me haría bien.

—No comiste nada —Curi ingresó a la cocina veinte minutos más tarde con dos porciones de pizza de pepperoni en un platito que dejó sobre la mesada a mi costado.

—Gracias —le dije mientras terminaba de revolver la mezcla de vodka y lima —Es que podría quedarme aquí toda la noche —suspiré—, o toda mi vida.

—Jamás me negaría a dejarte vivir en mi cocina, pero ¿por qué querrías hacer algo así? —se recostó por el fregadero y me observó cuidadosamente.

—Pues por Ethan, —respondí— no esperaba que viniera y ahora no sé cómo enfrentarme a su presencia. Me siento como una tonta.

—Jackie, te estás enredando la cabeza en vano —me sermoneó.

—¿Tú crees?

—Claro, él está ahí pasándola bien con el grupo y tú aquí, preocupándote.

—¿En verdad está adaptándose? —pregunté.

Él rio. —Diría que sólo le falta saber jugar videojuegos para ser uno de nosotros.

Reí también.

—Dudo que a Ethan le gusten los videojuegos.

Él metió una cuchara en la caipiroska y, luego de probarla, le dio su aprobación. Me dio un abrazo y pasamos al estar con la jarra en las manos.

—Justo lo que necesitaba mi alma sedienta —exclamó Trisha quitándonos el recipiente de las manos, y comenzó a llenar los vasos con su contenido.

Curi se acomodó con rapidez en el suelo y tomó uno de los controles, mientras Jacob y Trevor se burlaban porque habían elegido para él el personaje más débil y lento de todos.

—¡Eso no es justo! —Se quejó, pero sin aguantar la risa.

Yo reí también, al igual que los demás. De hecho, pasamos las siguientes dos horas hablando y riendo. Hasta que sonó el teléfono y contesté yo por pedido de Curi, quien no soltaría su videojuego por algo tan mundano como una llamada telefónica.

Se trataba de la mamá de mi amigo, que se puso extremadamente feliz al oír mi voz. Necesitaba que Curi fuera a ayudarle con la perilla del gas que se había endurecido y no podía cerrar.

—Vamos, Curi —le pedí por segunda vez. Ella se había escuchado bastante preocupada de que el gas se pudiera estar filtrando.

—Me llama al menos dos veces al día para que le ayude a solucionar algo —se quejó él. — Siempre voy a penas me pide, pero si dejo esto ahora van a terminar por ganarme la partida.

Rodé los ojos. ¿De verdad un juego era más importante que el gas escapando sin control alguno por la casa?

Trisha estuvo a punto de tirarle una almohada en la cabeza hasta que Ethan se ofreció.

—Yo puedo ir a ayudar —dijo de repente.

—¿Harías eso por mí? —le preguntó Curi con los ojos iluminados.

—Claro —contestó él y se puso de pie.

—Eso significa que tendré que acompañarlo —protesté, pero me levanté y me dirigí a la puerta.

Lo conduje por el pasillo hasta llegar al jardín, de ahí pasamos al costado, donde se encontraba la construcción en la que vivían la mamá y la hermana de mi mejor amigo.

Hacía algo de frío en el exterior porque estaba soplando un viento bastante fuerte.

Di dos golpes a la puerta y me recibió la mamá de Curi, una señora de unos cincuenta años, algo robusta y de cabello castaño y corto.

—¡Jackie! —exclamó y me abrazó sin dudar. —¡Qué bueno verte otra vez!

La saludé con dulzura, en realidad le tenía mucho cariño a su familia y ellas a mí también.

—Él es Ethan, señora Rogers —le dije.

Se saludaron e ingresamos hasta la cocina, donde se encontraba la llave del gas.

La perilla aparentaba estar trancada e Ethan comenzó a hacer fuerza con la mano para hacerla girar, hasta que logró por fin cerrar la válvula.

La señora Rogers nos regaló unos chocolates caseros en agradecimiento y salimos de vuelta al patio. Caminamos hasta llegar de nuevo al pasillo en el que estaban las escaleras que daban al departamento, y fue ahí cuando Ethan me detuvo.

—Jackie, ¿podemos hablar?

Por un segundo no supe si fingir que no lo había oído y seguir caminando, lo único que sabía con seguridad es que fue un error el haber aceptado quedarme a solas con él.

—No creo que sea un buen momento para hacerlo —le dije, sin detener la marcha. Pero él se adelantó y se colocó delante de mí, cerrándome el paso a las escaleras.

—¿En verdad ni siquiera vas a escucharme? —preguntó.

Me quedé quieta, demostrando mi disgusto con un suspiro.

Lo tenía frente a mí y estábamos solos. Me había detenido tan cerca de él que me llegaba su perfume, me penetraban sus ojos. Él pensando en que hablemos y yo muriéndome de ganas de besar sus labios locamente.

—Me has estado ignorando toda la noche —me reclamó con un dejo de ternura.

No supe qué responder y aprovechó mi momento de duda para dar un temeroso paso hacia adelante y tomar mi cintura con delicadeza. No dejaba de mirar mis ojos y esto me ponía bastante nerviosa.

Mi corazón comenzó a acelerar mientras algo dentro me pedía a gritos sentir su piel, abrazarlo y aferrarme a su pecho. De repente me dio miedo, mucho miedo. De entregarme por completo, de empezar algo que no iba a poder detener y terminar cediendo, otorgándole lo más preciado que me habían dejado mis padres.

Me obligué a mí misma a tragarme todo lo que estaba sintiendo y volverme inflexible como una piedra. Bajé las manos al costado bruscamente, apartando con mis codos las suyas que me rozaban la cintura.

Él se sorprendió por mi repentina obstinación.

—No te acerques tanto a mí —le recriminé. —Te dije que no quiero nada contigo.

—Pero...

Lo interrumpí. —Deberíamos alejarnos unos días, será lo mejor para los dos.

—¿De qué hablas, Jackie?

Él estaba en calma. Desilusionado, dolido, pero sereno. Y, por otra parte, yo me puse nerviosa. No sabía cómo justificar mi rechazo hacia él y eso me hizo reaccionar como no había pretendido hacerlo.

—Quiero que te vayas —solté molesta.

—¿Ya no quieres verme más?

¿Por qué hacía tantas preguntas? Sólo quería sacarlo de mi vista, dejar de sentirme tan atraída hacia él.

—No quiero verte ahora. Tampoco mañana —en verdad ya me había puesto muy nerviosa—. Quiero que entiendas que no puede haber nada entre nosotros. ¡Ni siquiera sé cómo llegaste hoy aquí!

Él se quedó por un segundo con la boca abierta.

—Le escribí a Trisha porque quería verte y ella me dijo que estaban aquí... Si sabía que ibas a molestarte tanto...

—¿Le escribiste a Trisha? ¿A dónde?

—A su celular...

No lo dejaba hablar, para este punto ya estaba histérica.

—¡¿En qué momento de nuestras vidas le pediste a Trisha su número de móvil?!

En realidad, la pregunta que quería hacerle era por qué nunca me había pedido el mío.

Él se espantó tanto que tartamudeó.

—El—el otro día...

—¡Arghh! —Di vueltas en círculos como queriendo agarrarme de los pelos. Ethan me miraba como si hubiera enloquecido, en realidad me sentía así. Por un segundo me puse extremadamente celosa de que mi mejor amiga pudiera escribirle y yo no, y por otra, quería que desapareciera de mi vista lo antes posible. —Vete —fue todo lo que pude decirle.

Él me miró por unos segundos, estaba dudando si seguir intentando convencerme o hacer mi voluntad. Pero sabía que no podría contra mi obstinación, así que asintió con pesar en los ojos.

—Está bien, si es lo que quieres, me voy. Despídeme de los chicos por favor —susurró.

Asentí, mordiendo mis labios por dentro y él cruzó la puerta de salida. Se retiró dolido y confundido por mi actitud.

Me invadió la tristeza al momento mismo en que dejé de verlo en el umbral. ¿Por qué lo rechacé? ¿Por qué le hice sentir que no lo quería cerca de mí? ¿Acaso estaba tan mal sentir lo que sentía por él? ¿Valía la pena dejar pasar esto que había entre nosotros? La culpa me hizo su presa. No importa lo que me dijera a mí misma, ahora nada justificaba haberlo dejado ir.

Me senté en las escaleras lamentando todo, desde haber perdido a mis padres hasta estar apartando de mi vida a la única persona que me había hecho sentir algo tan profundo. Pero Ethan probablemente ya había tomado el primer taxi que pasara.

De repente comencé a llorar sin descanso. Nunca me había cambiado el humor tantas veces en tan pocos minutos. El llanto empapó todo a su paso y hasta se me hizo imposible seguir con mi respiración regular. Este se había convertido en uno de esos días en los que mi humor rozaba el suelo, en los que maldecía todo a mi alrededor e incluso a mí misma. Salí a la calle para evitar que alguien pasara al pasillo y me viera así.

Caminé por la vereda hasta que mis lágrimas se cansaron de recorrer mis mejillas. Había dado tantas vueltas a la cuadra que mis pies comenzaron a doler aún más que mi pecho.

El viento de afuera me hizo bien, me llenó de aire fresco y contribuyó a levantarme más el ánimo. Me disponía a volver al departamento cuando me fijé repentinamente en un auto oscuro que había estado aparcado en la acera del frente, del otro lado de la calle.

Había alguien adentro.

La poca luz que llegaba desde el alumbrado público no me permitió apreciar con detalle su rostro, pero estaba ahí, de eso estaba segura. Y me miraba, tenía sus ojos puestos en mí. Me acerqué un poco más sin sacarle la mirada de encima. Estaba lejos para poder identificarlo y, de pronto, encendió la marcha. Me sobresalté un poco al escuchar el ruido del motor. Las luces del auto, que se encendieron, me cegaron por un momento en que esta persona aprovechó para mover el vehículo a toda prisa. Me obligué a mirar sobre el capot cuando el auto pasó con velocidad por mi lado. Era un hombre, de eso estaba segura, un hombre robusto y mayor, se le había visto el cabello oscuro. No se parecía a nadie que yo conociera y, sin embargo, era obvio que algo había ido a buscar.

Volví al departamento con un poco de miedo por lo que acababa de pasar. Sin embargo, cuando me disponía a entrar me di cuenta de que no podría estar ahí como si nada después de la discusión que tuve con Ethan. Necesitaba ir a descansar.

Llamé un taxi, que llegó en minutos y, ya en marcha, le escribí un mensaje a Trisha.

"Voy a casa. Ethan se fue también. Discutimos"

Fue todo lo que puse, no me sentía con ánimos para dar más detalles. Ni siquiera miré el mensaje que ella me escribió en respuesta.

Observé mi reflejo en la ventana. Aún se notaban en mis mejillas y en mis ojos los indicios de que había estado llorando. Me pregunté qué pensaría el señor taxista al respecto. Pero no parecía fijarse en mí para nada, simplemente miraba el camino. A estas horas probablemente estaría tan cansado como yo, o tal vez más.

Lo escudriñé por el retrovisor del medio. Se trataba de un señor adulto, verlo hizo que aparezca de nuevo en mi mente la imagen borrosa del misterioso hombre en el auto oscuro. Por la incertidumbre del momento ni siquiera pude fijarme en el número de matrícula.

Saqué de mi bolsillo el chocolate casero que me había dado la señora Rogers y lo llevé a la boca. Entonces recordé que no había cenado. Se habían quedado sobre la mesada de la cocina los pedazos de pizza que Curi separó para mí.

Mi teléfono comenzó a sonar e instintivamente lo coloqué en silencio. Era Trisha, probablemente estaba preocupada porque no le había respondido. El taxista me lanzó una mirada de desagrado a través del espejo. Entró otra llamada y una tercera, ambas ya sin sonido. Abrí mi aplicación y le escribí otro mensaje.

"No quiero hablar ahora. Hablamos mañana"

Ella estaba en línea.

"Atiende el maldito teléfono Jackie!" —me puso.

Cerré el chat sin contestar. Tal vez seguía un poco molesta de recordar que Ethan y ella habían intercambiado números.

Entró una llamada de Curi y la ignoré. Lo conocía lo suficiente para saber que también estaba intranquilo de que me hubiera ido sola en taxi.

"Todo está ok. Te quiero" le escribí y apagué mi celular. En realidad, no quería lidiar con nadie ahora. Unas cuadras más y podría estar acostada en mi cama.

Pero entonces ocurrió algo que jamás me hubiera imaginado.

El celular del hombre sonó de repente y él contestó. Se puso bastante nervioso, al comienzo hizo en voz alta unas cuantas preguntas, aparentemente no sabía con quién estaba conversando. Me lanzó miradas furtivas por el retrovisor y, luego de unos momentos, dejó de hacer preguntas y afirmó algo en voz casi inaudible.

Cortó la llamada y se encostó hacia una vereda. Detuvo el auto de golpe.

—Esta es tu parada, niña —indicó rudamente.

Por un momento me sentí descolocada.

—Aquí no es mi casa —le dije, pensando que se trataba de una confusión. Pero él se puso aún más nervioso. Con un movimiento de mano les sacó el seguro a las puertas.

—¡Bájate de una maldita vez! —ordenó, haciendo que me alarme.

Miré la calle oscura. Faltaban unas seis o siete cuadras para llegar.

—No puede dejarme aquí —intenté protestar, pero él hizo amague de pasar atrás y temí por mi seguridad.

Salí del vehículo con rapidez y corrí con todas mis fuerzas durante más de una cuadra sin detenerme. Desde lejos vi que retomó la marcha y se dirigió por una ruta diferente.

El cansancio y el aire frío que habían llenado mis pulmones me obligaron a detenerme. Recosté mi cuerpo contra una muralla.

Llevé las manos a los bolsillos para llamar a Curi, pero ¡demonios! Mi celular no estaba allí. El sobresalto había hecho que lo dejara caer dentro del taxi.

Me descubrí sola en medio de la noche. Mientras mis padres vivían, nunca me había encontrado en una situación como esta. Me sentí totalmente desprotegida.

Revisé mi cartera para corroborar que el aparato no hubiera ido a parar ahí, pero no fue así. Lo había tenido en mi regazo todo el tiempo, por lo que lo más seguro era que se haya caído. No me pareció que valiera la pena volver a caminar hasta donde me había dejado el taxi, era casi seguro que el teléfono no estuviera sobre el asfalto y eran pasadas las doce de la noche. Debía llegar a casa cuanto antes.

Caminé durante varios minutos, con el viento frío colándose por las pequeñas rendijas de mi liviano saco de tela.

Esta era en realidad una situación que ameritaba el llanto, pero yo ya había llorado demasiado. En lugar de eso, me seguía preguntando sobre la extraña reacción del taxista. No me robó nada (mi celular se cayó por un descuido mío), no había intentado secuestrarme, ni siquiera me puso una mano encima. Él simplemente decidió que ya no quería llevarme a mi casa. No se había tomado la molestia siquiera de cobrarme el viaje hasta allí.

Pensé en la extraña llamada que recibió, mientras caminaba sin parar para llegar lo antes posible. ¿Debió haber sido alguna urgencia familiar o algo que lo obligara a dejarme donde estaba para acudir de inmediato? Sin embargo, no me había dado la impresión de que fuera algo así. Traté de recordar las preguntas que le había hecho a su interlocutor y que me habían llevado a pensar que no se trataba de alguien que él conociera.

Me abrigué con mis brazos. El frío me estaba empezando a pesar cuando llegué a la zona en que las casas ya no estaban habitadas. Todos los vecinos se habían estado mudando últimamente porque ya habían empezado las demoliciones en algunas zonas de lo que sería el centro comercial. El barrio se había vuelto oscuro y solo se veía el alumbrado público. No había luz en ninguna casa del rededor. El ambiente de noche se sentía mucho más solitario que por la mañana, ya que aunque las casas estuvieran deshabitadas, durante el día había una enorme concurrencia de vehículos y gente que caminaba por la calle. Empecé a sentir angustia en mi propio barrio, que tiempo atrás había sido muy ruidoso. Afortunadamente ya había llegado a la cuadra de mi casa.

Unos estornudos involuntarios me hicieron pensar que estaba empezando a resfriarme. Pero al instante me arrepentí de haber hecho tanto ruido. Dos hombres salieron de la casa que estaba antes de la mía y se pusieron en mi camino. Nunca antes los había visto y sabía que no pertenecían allí porque la casa debería haber estado vacía.

Me sobresalté al verlos. Llevaban puestas vestimentas gastadas y malolientes. Uno de ellos era corpulento y el otro flaco y muy alto.

—¿Qué hace una chica sola por aquí a esta hora? —preguntó el segundo.

—No estoy sola —mentí, intentando parecer convencida de lo que decía. —Mis padres y mi hermano mayor están ahí en mi casa.

Ellos intercambiaron miradas burlescas.

—Se cree más inteligente que nosotros, Brandon —le dijo el robusto al otro.

El flaco pronunció una mueca de costado y dio un paso adelante. Yo me puse en alerta para salir corriendo apenas pueda. Sin embargo, no tendría otra opción que ir en dirección contraria a mi casa, lo cual no me pondría a salvo por mucho tiempo.

—Sabemos que vives sola —me dijo. —Estamos instalados aquí desde ayer. Somos tus nuevos vecinos, no hay razón de escondernos la verdad.

Estaba fingiendo amabilidad y lo hacía de una manera en que demostraba que en realidad no le interesaba si le creía o no.

—Esa casa debería estar deshabitada —acusé. No sabía si era lo más sensato pero tampoco podía fingir que no me estaban tapando el paso de una manera bastante amenazante.

—Pero no hay necesidad de armar problema por ello

—contestó de nuevo el flaco. —Seremos buenos vecinos —me guiñó el ojo— ¿No es cierto, Calixto?

El más gordo sonrió de una manera algo perversa y ambos se hicieron a un lado para dejarme pasar.

Por un instante dudé si seguir o no. No quería que noten mi miedo, pero tampoco quería abrir el candado del portón con ellos dos ahí.

Di unos pasos hasta estar por fin delante de la reja.

—Buenas noches, Jacqueline —dijeron los dos al unísono.

Se me erizó la piel al oír mi nombre. Ambos se adentraron de nuevo a la casa de al lado y yo aproveché para insertar la llave e ingresar lo más rápido posible.

Al pasar al patio miré alrededor apresuradamente, me invadió un miedo terrible de que pudieran saltar la muralla (a pesar de lo alta que esta era) y llegar hasta donde yo estaba. Crucé el jardín casi corriendo y entré a casa. Me costó tanto dormir esa noche que en un momento estuve a punto de tomar el teléfono fijo y llamar a Curi. Pero no tenía derecho de despertarlo a esas horas de la madrugada.

No pude apartar de mi mente todos los sucesos extraños de esa noche.

El hombre en el auto oscuro que, evidentemente, había estado observándome. El taxista quien recibió una llamada extraña y me dejó abandonada en medio de la calle, y ahora esos dos sujetos que se instalaron en la casa de al lado y sabían mi nombre.

¿Acaso se trataba de desafortunados hechos aislados, o estaba todo conectado?

Finalmente me dormí sin encontrar respuesta.

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