Con sabor a miel

By RollitodeSushii

1M 118K 31.6K

Claire desea ser una chef mundialmente reconocida, pero Killian Collingwood, el nuevo CEO de la línea de hote... More

Capítulo • 1
Capítulo • 2
Capítulo • 4
Capítulo • 5
Capítulo • 6
Capítulo • 7
Capítulo • 8
Capítulo • 9
Capítulo • 10
Capítulo • 11
Capítulo • 12
Capítulo • 13
Capítulo • 14
Capítulo • 15
Capítulo • 16
Capítulo • 17
Capítulo • 18
Capítulo • 19
Capítulo • 20
Capítulo • 21
Capítulo • 22
Capítulo • 23
Capítulo • 24
Capítulo • 25
Capítulo • 26
Capítulo • 27
Capítulo • 28
Capítulo • 29
Capítulo • 30
Capítulo • 31
Capítulo • 32
Capítulo • 33
Capítulo • 34
Capítulo • 35
Capítulo • 36
Capitulo • 37
Capítulo • 38
Capítulo • 39
Capítulo • 40
Capítulo • 41
Capítulo • 42
Capítulo • 43
Capítulo • 44
Capítulo • 45
Capítulo • 46
Capítulo • 47
Capítulo • 48
Capítulo • 49
Epílogo

Capítulo • 3

29.7K 3.4K 925
By RollitodeSushii

«Seguro que el pobre tipo ni siquiera sabe que cada año cambia de novio, tuvo ladillas y además finge ser vegetariana provida, pero come carne cuando cree que nadie la ve».

Las últimas líneas que le dije a Killian en un ataque de honestidad, creyendo que era un completo desconocido al que no volvería a ver jamás, resonaron en mi cabeza como cascabeles de Navidad.

Los ojos zafiro del nuevo novio de Adrianna, se posaron sobre mí y el brillo de reconocimiento que iluminó su mirada me hizo encoger, pero él se recuperó con rapidez, saludó a la familia con una cordial inclinación de la cabeza y soltó un generalizado: «Buenas noches».

—Buenas noches —respondieron todos a coro.

Mi pie derecho a que mamá les había leído las reglas de etiqueta antes de que yo llegara.

—Claire, te has quedado de piedra —señaló mi prima con una sonrisa congelada..., con su sonrisa usual.

Debía dar una terrible impresión, era probable que Lagardrianna pensara que ya me estaba saboreando a su nueva presa, pero nada podía estar más lejos de la verdad... Está bien, aquello tampoco estaba tan lejos de la realidad, pero, de momento, mis preocupaciones eran otras.

«Odia todo lo que tenga pelo, a menos que esté muerto y le haga mangas».

—Lo siento, yo...

—Sentimos la tardanza —se disculpó Adrianna—. Killian se detuvo a medio camino a ayudar a una loca en medio de la carretera.

Los miré mal antes de dar la vuelta y comenzar a recoger todos los dinosaurios de felpa de los gemelos Chase y Chris, quienes tenían la mala costumbre de apilarlos en la esquina de los arcos de concreto.

—Me disculpo por el retraso, tuve que llegar a buscar otro traje —se excusó el hombre.

—Oh, es muy considerado de tu parte —concedió mamá enternecida.

—Pero quizá no deberías detenerte en medio de la calle. Si era una loca de verdad, pudo hacerte daño —advirtió el abuelo destacando con la ronquera habitual de su voz.

—Parecía bastante inofensiva —declaró el visitante, clavando las pupilas en mí.

—Oh, no te dejes guiar por las apariencias —pidió el abuelo—. Mira a Claire: ella también parece inofensiva, pero la corrieron de su trabajo anterior por tirarse a golpear a un cliente.

—No lo golpeé, solo lo sometí y no lo tiré, lo arrojé contra la barra de jugos —me defendí sin mucho éxito, al parecer.

La sala quedó sumergida en un silencio incómodo y sepulcral, uno que no fue revertido hasta que Adrianna lo rompió con su suave y aterciopelada voz.

—¡Oh, pero que grosera! No les he presentado formalmente a Killian. Killian, ellos son: la tía Maddie y el tío Ted; mi primo Sam, hermano de Claire; su encantadora esposa Andrea; sus hijos: los gemelos Chris y Chase; el abuelo Phill y, por último, la pareja que me acogió durante tantos años después de la muerte de mis padres: la tía Pam y el Tío Wedden.

Mi madre se llevó una mano al pecho al escuchar aquello, y papá le sonrió.

«Hará las presentaciones y fingirá olvidar a Theo».

—Oh, y casi lo olvido: Theo. Es el hijo menor del mayor de los Kinsella, él está de viaje, es el militar reconocido del que te hablé. Y familia, él es Killian Collingwood...

Dentro de esos pocos minutos me perdí en el mar de pensamientos que se aglomeraban en mi cabeza: Yo era una tonta, una tonta galardonada con estrellas en el paseo de la fama de idiotilandia; hacía falta ser nacido en el mar muerto para tener mi suerte, Murphy se quedaría corto y, de solo verme, mis antepasados habrían vuelto a morir.

Toda la familia soltó un suspiro de admiración en su dirección, incluso Andrea dejó el biberón de pequeño Chris para mirarlo con atención.

Me había perdido de algo, estaba segura, pero no importaba demasiado, era muy probable que durante la cena Adrianna lo repitiera unas cinco veces hasta asegurarse de que tuviera pesadillas con ello.

Entonces Theo mandó mi autocontrol al diablo cuando, en un acto de rebeldía, se metió el dedo a la boca en señal de aburrimiento mortal.

Y a mí se me escapó una risita.

—Un gerente general es un dueño oficial, un mayoritario —explicó Adrianna con una sonrisa deslumbrante y una mirada envenenada.

Venga ya, que no era tan tonta. No necesitaba una explicación personal sobre gerencias y acciones.

«Es el pan de lucifer, fue hecha en su horno».

—Sé lo que es un gerente general —repliqué.

Adriana parpadeó con inocencia.

—Lo siento, no pretendía ofenderte, es solo que en la cena de acción de gracias no conocías la diferencia entre un software y un hardware —recordó, provocando un par de risitas alrededor de la mesa.

«Y no perderá oportunidad para humillarme preguntando cosas como la diferencia entre un software y un hardware».

—¿Sí? Pues la reconozco ahora —encaré sintiendo cómo el rojo me subía a la cara.

—¿Ah, sí? ¿Cuál es?

Su rostro parecía amable, todo en su postura angelical irradiaba bondad, lo cual solo servía para expandir mi ira.

Pero estaba confiada, Killian me dio una clase rápida de computación para tontos mientras esperaba el taxi, así que conocía la respuesta.

Pero parece que tardé demasiado en responder, pues apenas abrí la boca, Theo saltó a mi rescate.

—Un software es un sistema computacional que integra programas que le permiten a la computadora realizar sus actividades.

Todos lo miramos con asombro, incluso yo tuve que girar para comprobar que mi sobrino de seis años estaba halando sobre sistemas computacionales.

—Bien dicho, Theo —felicitó Adrianna—. Quizá puedas acompañar a Claire a su próxima entrevista de trabajo.

La consiguiente ola de risas encendió mi cara como una sirena en un auto de bomberos.

Solo Theo y Killian permanecían en silencio. Nuestro visitante se dedicó a lanzarle una mirada de fastidio al enorme reloj en la pared, tal vez, cansado de estar en la misma habitación que una posesa ignorante que, a pesar de haber sido instruida e el tema hace solo un par de horas, no tenía idea de cómo responder al ataque.

—Vamos, Clay, es solo un chiste —silenció mi padre llamándonos al orden—. ¿Por qué no dejamos de reírnos a costillas de mi princesa y servimos la cena?

El resto de la familia aceptó el trato de buena gana cuando mi padre nos invitó a tomar asiento.

En seguida, todos se acercaron a la mesa y me dejaron sola a varios metros de distancia con Theo, junto a las escaleras.

—Oye, si sigues apretando fuerte lo vas a romper —advirtió el pequeño, sin alejar la mirada del dinosaurio azul que estrangulaba entre con mis manos.

Por mero instinto, lo arrojé al sofá.

—Oye, ¿lo hice bien? —preguntó con los ojos más brillantes y expectantes.

No, la verdad es que lo tenía todo bajo control y le habríamos cerrado la boca a Adrianna si me hubiera dado dos segundos.

Pero, después de todo, la intención era lo que contaba y Theo solo intentó ayudar con la mejor actitud.

Así qué me incliné para alcanzar su frente y, abrazándolo, le aseguré:

—¡Me salvaste la vida! ¡Otra vez eres mi héroe favorito!

Acto seguido: una lluvia de besos reclamó la mitad izquierda de su cara, mientras reía y luchaba por apartarme.

Cuando me alejé de él y corrió hacia la mesa, me crucé con una mirada firme y penetrante de otro lado de la sala. Los ojos zafiro de Killian Collingwood me examinaban con detenimiento.

Carraspeé y perdí la sonrisa de golpe, antes de dirigirme hacia mi lado de la mesa, justo frente a la feliz pareja.

El lugar de Adrianna siempre había sido junto a mí, pero un aire de sospecha me hizo pensar que solo quería que tomara nota de su perfecta vida amorosa, para que me hiciera una idea clara cada vez que se regodeara con mamá por teléfono y luego ella me lo contara a mí. Aunque siempre quedaba libre la idea de la paranoia.

Al final, nos sentamos alrededor de la mesa ovoide. Mi madre y la tía Maddie comenzaron a servir la comida en la vajilla especial mientras el resto de la familia se ponía al día en conversaciones cortas.

A mi izquierda, frente a Adrianna, Theo jugaba con la cuchara y el puré; a mi derecha, el tío Ted se fue a sentar, apartándole la silla de al lado a la tía Maddie y, frente a mí, Killian Collingwood examinaba curiosidad el rostro del tío Ted.

«Mi tío Ted intenta meterme mano cuando cree que nadie le ve».

Estaba a punto de darme de topes contra la mesa por causa de la flojedad de mi boca, cuando una mano fría apretó mi muslo por debajo del mantel blanco.

Di un pequeño brinco de sobresalto. Iba a arrojarle la mano a un lado cuando me percaté del ceño fruncido del novio de mi prima, penetrando con la mirada el borde de la mesa, como si por rayos láser pudiera ver la mano del tío Ted sobre mi piel.

Un Misisipi, dos Misisipis, tres Misisipis... ¡Al diablo Misisipi!

Aparté su agarre de un manotazo y fingí necesitar un bollo del centro de la mesa, estirándome sobre Theo para marcar distancia.

—¿Usted es Ted, cierto? —preguntó Killian volviendo la mirada cordial hacia el rostro de mi tío.

El tío Ted sonrió con aparente felicidad y asintió en su dirección una sola vez.

—Seguro que Adri no ha parado de hablar de mí.

—Se podría decir que, por ahora, tengo la información necesaria sobre usted —dijo con la misma cordialidad, antes de sonreír y volver la vista hacia mi madre, quien le entregaba el plato con pavo, pierna, el puré de elote especial del abuelo y la pasta de crema en salsa verde—. Gracias.

—Seguro Adrianna te ha hablado muy bien de todos nosotros —dijo mi madre, volviendo a su sitio junto a mi padre, a la cabeza de la mesa.

—No ha dejado de hacerlo.

Adrianna sonrió complacida en su dirección y tomó con cariño su mano sobre la mesa.

Todos miraron a la pareja con ensoñación y alegría. Pronto, el salón se convirtió en un eco del repiqueteo continuo de platos contra cubiertos.

—¿Y cómo ha ido la universidad, Claire? —preguntó Adrianna, cortando con elegancia un trozo de lechuga—. ¿Has conseguido un nuevo empleo?

Me encogí de hombros restándole importancia a mi vida académica. Hiciera lo que hiciera, nuca iba a poder superar los miles de viajes y experiencias asombrosas que la licenciada en turismo logró, sacándome tan solo dos años.

—En seis meses voy a terminar la carrera y no, no he conseguido un nuevo empleo.

Ni de chiste iba a decirle a la señorita «cobro en euros» que trabajaba medio tiempo como becaria en la cocina de un hotel, frente a toda la familia.

—Oh, es una pena —dijo la tía Maddie, llevándose una mano al pecho con falso pesar—. Adrianna lo hizo durante toda su carrera, tal vez ella pueda darte algunos consejos sobre cómo conservar un empleo por más de seis meses.

Sí, pero aquello era porque, probablemente, a Adrianna no habían intentado robarle los capuchinos, sus jefes le tenían miedo y cuando estaba en peligro, se ponía tiesa como un palo, yo, por otro lado, balbuceaba sandeces hasta que alguien me golpeaba la cara con la palma bien abierta.

—Me encantaría hacerlo —respondió radiante, como si la propuesta fuera la mejor oferta de trabajo que pudo recibir en todo el año.

—No creo que Clay necesite tu ayuda —defendió el pequeño Theo con el ceño fruncido en su dirección—. Ella puede sola.

—Hay mucho que hacer —aseveró Adriana al mirarme de frente—. Lo primero que hay que hacer es preocuparse por la imagen personal.

—Comenzando por dejar de comer esos bollos —reprendió la tía Maddie, quitándome el bollo de ajo de la mano.

Sentí cómo mis mejillas volvían a arder de ira, aunque no entendía por qué, pues ya debía estar preparada para aquello; veintitrés Navidades y todavía me sentía esperanzada.

No iba a impresionar a nadie, así que me rendí.

Entonces, crucé la mirada con Killian y me avergoncé aún más ante su firme escrutinio. Por instinto de supervivencia, volví la vista a mi puré de papa y fingí que mi plato era la cosa más interesante sobre el planeta.

—Bueno, tampoco es tan importante ser estable. Uno tiene que probar de todo para saber qué es lo que quiere hacer por siempre. A mí me corrieron de dieciocho trabajos cuando era más joven —comentó como de pasada.

—¿De verdad? —La mirada esperanzada de mi madre logró que nuestro invitado riera con simpatía.

—Sí, nadie apreciaba mis ideas —juró—, aunque debo admitir que la mayoría de ellas eran una porquería, incluso mis padres dejaron de apostarme.

Lo miré agradecida, pues ahora la conversación giraba en torno a él y no alrededor de mis fracasos, como Adrianna dirigió en un inicio.

Y justo cuando estaba por volver la atención a mi zumo, pude percibir un pequeño guiño juguetón en nuestro invitado, uno que podía hacer que cualquiera hiperventilara donde sea. En serio, estuve a punto de ser esa mujer.

El movimiento fue tan rápido que no pude asegurar si lo vi o solo lo imaginé.

Aun así, volví la vista al puré y dejé de escuchar el resto de la vida del imponente hombre al frente.

¿Qué haría si todo el mundo se enterrara de que fui becada por la universidad para trabajar medio tiempo en un hotel de cinco estrellas cuyo nombre todavía no lograba escribir en una pizarra, a cargo de Rikan, el mejor chef francés del mundo, cuyo aliento a ajo me volaba los cabellos de la frente cada vez que me gritaba lo estúpido que era agregar dos cucharadas de sal y cómo es que una rata tuerta y manca podía hacer una pizza mejor que yo, para luego rematar con que, además de recibir un sueldo miserable, debía pagar por mis errores? A fin de mes, Aly, Lizzy, Simón y yo, terminábamos invirtiendo el dinero en pagar las deudas que se nos iban del mes.

El trabajo de mis sueños.

Y sí, yo también le he escupido antes a la salsa de Rikan; mejor chef del mundo y todo, pero hacerme bañar a su perro el fin de semana fue muy bajo, incluso para él.

Mientras todos hablaban sobre las aburridas acciones de un hotel, con números y estrategias, mi mirada vagó por la calle a través de la ventana, donde unas luces de auto comenzaron a acercarse hasta aparcar justo al frente.

Miré a mi alrededor, pero todo el mundo estaba absorto en el nuevo novio de mi prima, por lo que me limité a seguir con la vista clavada al frente.

Cuando el timbre sonó nadie pudo ignorarlo. Todas las miradas se volvieron a la puerta, donde, sin esperar una respuesta, un cuerpo grande y fornido cruzó el umbral dejándonos a todos helados.

Mi boca cayó abierta.

Mi hermano Daniel estaba de pie frente nosotros, con una sonrisa de oreja a oreja y una tarta entre las manos.

Su cabello oscuro lucía igual de desordenado que siempre, sus firmes ojos castaños nos examinaban con detenimiento y las ojeras debajo de ellos testificaban los desvelos de lo que tanto nos contó por chat.

—¡No puede ser! —grité antes de empujar con fuerza la silla hacia atrás y correr a echarle los brazos al cuello a mi hermano mayor.

Dan rio con simpatía y respondió a mi abrazo. Apenas consiguió mantener el equilibrio con el trastabillar que mi agarre le provocó.

No quería soltarlo jamás, tenía la sensación de que, al hacerlo, se esfumaría con el viento.

—Ok, princesa, este abrazo ya ha durado más de cuatro Misisipis. Raya en lo incómodo.

Reí bajito, con nostalgia y alegría, pero no me moví. Ese abrazo por mí podía durar un billón de Misisipis.

Sí, quien me enseñó a contar en Misispis fue ese hombre.

—Si te dejo, te irás.

Pero, depositando un beso cálido en mi cabeza, aseguró:

—No esta noche, lo prometo.

Y cuando Dan hacía una promesa, no descansaba hasta cumplirla. Así que, con seguridad y confianza, me aparté para mirarlo a la cara

—No nos dijiste que vendidas —acusó mi madre con lágrimas en los ojos, acercándose a envolverlo en un fuerte abrazo que, según mis cálculos, duró siete Misisipis.

—Cobré unos favores y alguien tomó mi guardia.

Cuando Dan nos dio la noticia de que su ingreso a la facultad de Medicina en Londres, todos nos emocionamos mucho... Nadie pensó que aquel era el principio de un sin número de ausencias.

—Bueno, espero que me hayan dejado algo de cenar. Tengo tanta hambre que podría comerme a hasta la comida del conejo. —Señaló Dan, clavando la mirada en los platillos de Andrea y Sam.

Cuando le informé que se trataba de la dieta vegana que nuestro hermano comenzó con su familia, pareció realmente apenado, pero una parte de mí (la que lo conocía sobremanera), ya sabía que lo hacía para fastidiar.

Todos volvimos a nuestros asientos con alegría recargada. Cuando Dan llegó junto a mí, clavó la mirada asesina en el hombro del tío Ted y tomó una silla que no tardó en colocar entre los dos.

—Espero que no les moleste si me siento aquí —dijo en su dirección.

—Para nada.

Nunca me atreví a decirle a nadie sobre las manos de pulpo que se cargaba el tío Ted, ni siquiera a Dan, pero siempre creí que lo sospechaba. En todo caso, era extraordinariamente reconfortante sentir que mi hermano mayor estaba cerca. Era como si nadie pudiera herirme, como un chaleco antibalas de carne y hueso.

—Oh, Dan, no te hemos presentado al novio de Adrianna —señaló mamá con energía renovada—. Killian, él es Daniel Kinsella, es el tercero de mis hijos, el que sigue después de Sam.

Vivir con tres hermanos y una prima siempre fue difícil, algunas veces me quedaba sin compañero de juegos porque Adrianna no quería participar en nuestras actividades al aire libre y Daniel de pequeño creía deberle lealtad a su género. Era solitario la mayor parte del tiempo.

Me perdí el resto de las presentaciones intentando ayudar a Theo a cortar la carne y colocar la servilleta de forma adecuada sobre sus piernas.

_____________________________________

👥 ¡NOS VEMOS EN REDES SOCIALES! 🤳

👤Facebook: RollitodeSushii

👥 Grupo de Facebook: #SushiiTeam

🐦Twitter: RollitodeSushii

📷 Instagram autor: alexkim_rs

📸 Instagram personal: alexw_rs

✍️ Instagram de reseñas literarias: conloslibrosdealex

🖤 TikTok: AlejandraKimella 👈

Continue Reading

You'll Also Like

6.3K 1.4K 37
El Demonio Minos consigue su alimento a través de un pacto: a cambio de eliminar a una persona odiada, quien acepta el contrato debe entregarle su al...
189K 22.1K 28
El deseo de Phoebe se cumplió y actualmente forma parte de su programa favorito de televisión. Aunque claro está que su llegada ha cambiado muchas co...
20.5K 2.7K 46
¿Qué harías si un día simplemente te encuentras años atrás en un horrible desastre, el cual puedes impedir? Cualquier persona haría lo necesario para...
6.3K 362 5
Tang Yu se convierte en la protagonista de una dulce historia de amor sobre tener un bebé. Tiene una buena relación con el protagonista Gong, pero él...