Transcendence la Profecía(Edi...

By AlanisDCR

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A veces no entendemos el porqué de las cosas, ni tampoco por qué nos pasan a nosotros. ¿Qué nos hace especial... More

Phoebe
Capítulo uno: Vigilante
Vigilante
Vigilante
Daphne
Acacia
Musas
Orión
¿Prostíbulo?
Vivir en paz
Dote
Amigos
Traición es pagada con sangre
Irreal
Primero eres tu
Acosadora
Capítulo dos: Viento
Niña
Constelación
Dríadras
Orgullo
Llamado
Ciervo
Cementerio
Lealtad
Galilea
Celos
Aliados
María Reina de Escocia
El Despertar
Humanidad
Juramento
Promesa
Inframundos
Ruinas
Reglas
Decimo Octavo
Ultima oportunidad
Espadas
Oráculo
Secretos
La noche mas oscura
Sin estrellas
La muerte
Final
Adelanto

Santuario

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By AlanisDCR

A mi alrededor hay personas corriendo por el bosque, todos parecen rondar entre los 9 años hasta los 27, son niños y jóvenes. Intento detener alguno pero pasan sobre mí como si no estuviera en medio de su camino corren como si su vida dependiera de ello, mi cabello vuela por los aires debido a las violentas ráfagas de viento.

Intento dar un paso pero mis pies no se mueven.–¿¡Qué está pasando!?–busco con la mirada a alguien que pueda ayudarme pero todos siguen estando ajenos a mi presencia, mis ojos se detienen en una niña quien está sujeta a un árbol. Esta tiene los ojos puestos en mí.–¿¡Me puedes ver!?–grito sobre el ruido provocado por la multitud agitada. Esta asiente con la cabeza, su cabello negro vuela con fuerza.

La niña me hace una seña con su cabeza, quiere que la siga.–¡Estoy atorada aquí!.–ella ignora lo que le he dicho y vuele hacer la seña, tengo que moverme. Nuevamente hago el intento de moverme y esta vez lo logro, sonrío para mí misma y comienzo a seguir a la niña, esta comienza a correr entre los árboles le sigo el paso y cada vez se hace más fácil ya que el viento juega a nuestro favor, parece estar absorbiéndonos, comienzo a vislumbrar la salida del bosque y la niña se detiene frente a lo que parece ser un castillo.

—Mi señora Artemis la quiere ver.—habla por primera vez mientras señala al castillo, la miro con más cuidado y su cara es muy delicada sus ojos son de color café oscuro y su piel morena, tiene algunas pecas en su rostro. ¿Porque que todos estos seres tienen estas facciones tan hermosas?

Algo más capta mi mirada, un chico camina hacia nosotras y la corriente del viento aumenta su fuerza, la niña me toma del brazo justo cuando el muchacho pasa junto a nosotras sin notarlo.

–Tienes que entrar, no hay mucho tiempo.–asiento y camino por el tramo de césped hasta llegar a lo que supongo es la entrada principal, miro hacia arriba y hay varias ventanas con la luz encendida, a lo lejos comienzan a sonar gritos desgarradores, mi corazón empieza a latir con fuerza y abro la gran puerta de madera del castillo, una vez adentro noto la presencia de la Diosa de la caza, está sentada sobre una silla frente a una mesa en su mano hay una jarra de cerámica y del otro lado de la mesa hay una silla extra, copa de ella emana un extraño olor alcohol con algún otro componente, afuera todo puede estar en caos pero aquí adentro es todo lo contrario.

Ella levanta la vista y me hace un gesto para que me acerque, camino con rapidez y tomo asiento bajo su atenta mirada.—Ya te han enviado a un arconte.

—Así es, pero que...

Ella levanta su mano libre y bebe un trago de la copa de vino.—Azael es uno de los mejores incluso esta antes de que yo naciera.–comenta una vez que ha bebido.

¿Cómo es que sabe su nombre?¿Lo conoce?

—Lo conocí en una de las fiestas del Olimpo.–comenta con desdén.–Es muy guapo debo reconocerlo y muy serio en su trabajo, la misma Afrodita intento seducirlo pero no pudo. Lo que no entiendo es como él se ha enterado de ti.

—Lo observaba desde niña, o eso creo, pero...

—Pequeña musa.–me vuelve a interrumpir.–Los días avanzan y cada vez están más cerca de revivir a mi hermano.–Artemisa deja de beber de la copa y la deposita en la mesa.– Vuestro deber es impedirlo.–sus ojos me miran directamente, tanto que intimidan y podría decir que hasta su tono de voz es amenazadora.–Si él revive será el fin Phoebe.

–Eso lo tengo claro, pero...—toma otro trago de vino.—no tengo idea de como controlar esto.–tomo el collar entre mis manos.–No sé como detonar lo que sea que hay dentro de mí.

—Lo sabrás.–responde con simpleza.

—¿Cómo voy a saberlo?–pregunto entre dientes, el enojo va subiendo lentamente por todas las células de mi cuerpo, Artemisa deja su copa al lado y se pone en pie, colocando ambas manos en la pequeña mesa circular.

–Recuerda con quién estás hablando musa.–su voz se distorsiona un poco sonando amenazadora.–Ahora tienes que salir de aquí.–me trago mis palabras, no puedo ponerme a discutir con ella, principalmente porque es la aliada más valiosa que tengo.—Despierta Phoebe.—me ordena.

Mis ojos se abren, estoy sola en la misma habitación en la que desperté en la mañana, solamente que todo está más oscuro y callado, miro mi cuerpo y noto que aún llevó puesta la misma ropa, el frío me golpea repentinamente toco mi cabello y siento la humedad. Me incorporo en la cama hasta sentarme en la orilla de esta, exhalo el aire que llevo en los pulmones y frunzo el ceño al ver el vapor blanco.

Está muy frío.

La puerta suena y mis ojos se disparan a ella.–Pase.–digo en voz alta. Esta se abre y un Azael entra a la habitación con una sonrisa pero esta se borra al verme.–Estás pálida.

–Hace mucho frío.

Su vista viaja detrás de mí, miro detrás de mi hombro y veo una ventana, pero está cerrada.–Lo solucionaré.–lo miro extrañada, el arconte une sus manos formando una especie de triangulo entrelazado con sus dedos, Azael cierra los ojos y la temperatura comienza a subir.

–Creo que así está bien.–el rubio abre los ojos.–Gracias.

–Fue un placer.–un silencio llega y él comienza a moverse levemente en sus talones.–Empezaba a preocuparme por ti y pensé que tal vez ya estarías despierta.

–¿Qué hora es?

El arconte deja de moverse.–Son las dos de la mañana, cuando Nicolás te trajo en brazos pensé que te habían lanzado un maleficio pero resulta que tus trances cada vez son más recurrentes.

–Artemisa me llamó.–el arconte me mira con más interés y le señalo el espacio vacío que hay en la cama, Azael asiente y se acerca hasta sentarse junto a mí.–Esta vez fue muy extraño, yo estaba como en un bosque y habían niños corriendo...–comienzo a relatarle cada detalle de mi encuentro con la Diosa de la caza, termino y su rostro luce pensativo.–¿Tienes alguna idea de que era ese lugar?

El rubio truena sus dedos y ladea su cabeza a ambos lados.–Pueda.–responde, me mira y alzo una ceja.–Lo siento, yo... no estoy seguro. Conozco toda la historia,–el arconte hizo una pequeña mueca.–Bueno casi toda. En la antigua Grecia, como sabes, los Dioses comenzaron a cazar a sus hijos y ellos tenían un santuario, lo llamaban Clero, el Clero nunca fue encontrado pero los hijos ya sean mitad mortales o Dioses totalmente fueron encontrados, muertos. Quizás Artemisa te llevó a lo que vivió esa noche.

Eso no aclara mis dudas.–¿Por qué me mostraría esas cosas?

—¿Viste lo que provocó el chico del viento?–pregunta y asiento.–Ese era Eolo y es justamente por lo que ningún Dios debe regresar a la vida, su hambre de poder es insaciable y harían lo que sea con tal de tener a todos bajo su merced.

Noto la distancia entre ambos, en algún momento de mi relato me le he acercado, demasiado.–Gracias, por ayudarme.

—Es mi deber ayudarte, mantener la justicia y el orden como es.–eso lo explica todo.–Aparte, también es un placer.–termina por agregar dando un guiño.

Hasta ahora no había notado lo atractivo que es, visualmente hablando.–¿Por qué presiento que hay algo más en esa respuesta?–murmuro por lo bajo.

El arconte se acerca un poco más a mi rostro—Es lo que te puedo decir hasta ahora.—me susurra, su aliento hule a menta.

—Una figura celestial que maquilla las respuestas.—me sobresalto y ambos giramos la cabeza, Nicolás está debajo del umbral de la puerta.—¿Interrumpo?

—No.—respondo con rapidez.

—De hecho sí.—miro a Azael con confusión.

—Entonces llegué a tiempo.—desvié mi atención hacia el castaño y rodé los ojos.

Un rostro me llega a la mente lo que hace que me ponga inmediatamente en pie.–Necesito ver a Thomas.­­–cruzo por la habitación hasta llegar a la puerta.–Dime en donde está.

La culpa me invadió, en todo este tiempo no había pensado en él ni una sola vez.–Sígueme.–me responde el vigilante y termina por darse la vuelta, lo sigo por el pasillo oscuro de la casa, no logro entender como puede ver tan bien por la oscuridad, Nicolás se detiene y choco con su espalda.–Lo siento.–murmuro algo apenada. El vigilante abre una puerta blanca y se hace a un lado para darme espacio, termino de abrir la puerta y una luz se enciende, mis ojos se enfocan en el cuerpo que hay sobre una cama y sonrío al verlo dormir.

Su rostro luce tranquilo y respiración es profunda. Apoyo mi cabeza en el umbral y coloco mis brazos bajo mi pecho.

–Él está bien, paso toda la tarde jugando.–me informa el vigilante.

–¿Crees que hice lo correcto?–pregunto sin dejar de ver a Thomas.

–Estará bien.–responde después de unos segundos.

Eso espero... no podría soportar la idea de un mundo sin Thomas, no podría vivir sabiendo que no lo salve.

Cierro la puerta de la habitación lentamente pare no hacer ruido y termino frente a frente con Nicolás.

–Debería ir a dormir...

–Sí...

–Así que...

–Así que...

–Iré.

–Claro.–termina por asentir el vigilante, doy media vuelta pero su agarre me detiene de caminar, Nicolás me hace girar y termino en frente de él.–Phoebe, lamento lo que paso en la cascada, yo... quería mostrarte algo lindo para distraerte de esto aunque fuera solo por unos segundos, solo que no salió como esperaba y...

Mi dedo se mueve por inercia a sus labios, el vigilante calla y traga con fuerza.–Fue muy dulce, funcionó aunque solo fue por unos segundos, funcionó.–bajo mi mano y el chico sonríe de medio lado.–Buenas noches Nick.–un bostezo sale de mi boca y el vigilante suelta una leve risa, luce relajado.

–Buenas noches Phoe.


Sarah parece estar muy feliz de que estemos aquí, se ha pasado toda la mañana hablando de lo hermosas que son las montañas Ródope y lo frías que pueden ser en el invierno, desperté temprano y seguí el sonido de las ollas hasta llegar a la cocina, es muy bonita y rustica. Verla tan entretenida cocinando me hace recordar a Fiore, la melancolía me invade con solo pensar en su nombre.

–...ella es mi hija Leila.–mi atención vuelve al presente y mis ojos se desvían por la habitación hasta parar en una niña rubia, de tez blanca y ojos azules, tiene las mismas facciones delicadas que su madre, su nariz es un poco más respingona pero va acorde a las facciones de su rostro, es muy hermosa.–Leila, ella es Phoebe.

La niña abre los ojos emocionada y ser acerca corriendo hacia mí.–¡Eres una musa!–dice con emoción, tanto que es contagiosa.
–Leila, sabes que no puedes decir eso tan fuerte.–le regaña su madre y le da una mala mirada, la niña me mira apenada.

–No hay problema, estoy segura que aquí estamos a salvo.

–Lo sé, mi mami es muy fuerte y mi hermana también. Además Nicolás es uno de los vigilantes más fuertes del mundo.–Leila alarga unas cuantas vocales el "más" pero logro captar su idea.–¡Y también hay un arconte en la casa!

–Me olvidas a mí.–suena una voz afligida detrás de mí, una risa se me escapa y un muy triste Bastián pasa a mi lado y termina por sentarse frente a mí.–Pensé que era tu favorito Leila...

–No la odies por tener buenos gustos.–la niña se sonroja y una chica rubia pasa a mi lado y toma asiento en otra silla libre.–Creo que no nos han presentado, soy Cassandra Coleman.–la chica me da una sonrisa a la cual respondo.–Es un placer por fin conocerte Phoebe, he escuchado mucho de ti.

–Puedo decir lo mismo.

–Espero que hayan sido cosas buenas.–termina por decir dándome un guiño. Lo repito, ¿qué clase de pacto es este? Las tres mujeres son hermosas, tanto que intimidan con su belleza.

–Mami.–habla la niña, su madre le responde con un murmuro.

–Phoebe, Nicolás te está esperando en la parte trasera de la casa, deberías ir.–me informa Bastián, asiento levemente y me pongo en pie para salir de la cocina, camino por el interior de la casa hasta salir al jardín delantero, rodeo la casa hasta llegar a la parte trasera, en donde hay muchísimas más flores que la parte delantera de la algunas ni los conozco, es un lindo invernadero.–Este lugar es hermoso.–le comento a Nicolás.

–Lo sé, Sarah es amante de botánica.–lo observo y el vigilante tiene la vista puesta en una de las flores que están encima de una mesa, Nicolás está apoyado a esta con sus dos codos, su cabeza reposa en su manos.
–¿Cómo la conoces?–pregunto por curiosidad.

–Bueno, conocí a Cassandra hace muchos años en un viaje, antes de que nacieras, y mi padre era muy amigo de su madre.–termina por agregar, espero un poco más pero no vuelve a decir nada. Algo que he notado de él, es que es muy reservado con su vida.

–¿Qué hacías antes de que yo naciera?–esa pregunta hace que su cuerpo gire y sus ojos me observen, el vigilante me mira extrañado pero segundos después se encoge de hombros.

–Era un vigilante, siempre lo he sido. Aunque antes no estaba en el campo, verás, tenemos reglas y niveles. Solo a los mejores se les asigna un vigilado.–el interés me hace lanzar la siguiente pregunta.

–¿Qué hacen los que no tienen vigilado?–Nicolás sonríe mostrando sus dientes.

–Curiosa.–me encojo de hombros y le mantengo la mirada.–Bueno, tenemos deberes, hay un orden. No solo entre nosotros, entre todos los seres mitológicos, desde que los Dioses no están rigiendo el arconte supremo nos nombró como...–se toma unos para pensar.–como policías, hay leyes. La más importante de todas, no exhibirnos ante los mortales, desataría el caos.

–Creí que hubo una época en donde todos sabían...

–La había.–me aclara.–Pero debido a ello habían más muertes y malformaciones al nacer entre humanos y mitológicos, por no decir que habían grupos que los cazaban, en ambos bandos. Sirenas cazando humanos, humanos cazando sirenas, por decir algo. Después de la caída del Olimpo la tierra tuvo una época de caos, los mortales evolucionaban y con ello sus técnicas de caza y armas, llegaron las monarquías y todo se complicó más con el cristianismo. Entonces se hizo la limpia, los doce arcontes se unieron para limpiar todo rastro de conocimiento, pasamos a ser cuentos, leyendas para asustar y dormir niños. Y se crearon reglas.

–Entiendo...

–¿Alguna pregunta más?

El vigilante se yergue y cruza sus brazos sobre su pecho. No, creo que...

–Si, tengo una más, ¿qué sabes de mi familia?

–No tengo ningún dato desde que...–niego con un movimiento de cabeza y él calla.

–Me refiero a su historia, Megan, Sophie, Fiore, Joe. Incluso Thomas, ¿hay algo más que deba saber?–inquiero.

Su vista se enfoca de nuevo en las flores.—Descienden de Dioses griegos. Eso es lo único que se me permite saber.–murmura.–Mi único deber es protegerte.

—¿Tiene que haber algo más?—sé que él sabe algo.—Nicolás tu dijiste que estamos unidos, prácticamente somos uno. Yo confió en ti, te cuento todo lo que sé pero tú no confías en mí.

—Si supiera algo te lo diría.

–¿Y por qué no lo haces?–dice una tercera voz, ambos nos miramos extrañados y me sobresalto al ver Azael de repente.

–Tienes que dejar de hacer eso.–le comento con molestia.

–Lo siento, yo... no quería interrumpir la conversación pero...

El vigilante rueda los ojos y le señala con su mano derecha la casa de Sarah.—Ve adentro arconte.

–Tu clase ha olvidado el respeto Dalton.–le responde este.

La tensión comienza aparecer en el aire.–Mi clase, es la que mantiene el orden de las cosas.

–Tanto que cazan a la chica.–termina por decir señalándome.

–Si no mal recuerdo en la antigua Grecia habían robos, asaltos, violaciones, festines y guerra, ¿qué hacían los arcontes? no hacían nada.—contraataca el vigilante.

—Tu no estabas ahí como para decir que no se hacía nada.—la tensión que emanan ambos chicos se podría cortar con una tijera, intento hablar pero la voz de Nicolás me hace callar.

—¿Entonces porque no calmar al pueblo?–le recrimina el castaño.–Ah sí, ¡esa era tu labor!. Arconte de la justicia.—Nicolás da un paso en su dirección.

Esto ya no se ve bien, ni terminará bien sino le pongo fin.

–Creo que es suficiente.–comento y me interpongo entre ambos, su atención recae en mí y me siento minúscula.—No importa si ellos no hacían nada o si hacían algo. Lo que importa es el ahora y por tu insinuación sé que sabes algo.–señalo al arconte.

El rubio lleva una mano a su frente y la pasa por toda su cara.—Perdóname Hali...—susurra el chico pero lo ultimo que llegó a decir no logro comprenderlo. Lo miro extrañada.—Megan, ella es un arconte.–suena derrotado.

Nicolás suspira y mi vista viaja hacia él, el vigilante cierra los ojos y niega lentamente. —¿Tú lo sabías?—él asiente aún con sus ojos cerrados.

Algo me revuelve el estómago, una sensación extraña me comienza a recorrer el cuerpo miro a ambos chicos y niego lentamente.—Era su decisión Phoebe.–se excusa el arconte o mejor dicho la excusa.– Si te lo dije es porque....

Levanto mi mano y la cierro en un puño.—¿Siempre lo ha sido?—no tengo ganas de verlo a los ojos.

—Si.­–responden ambos.

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