La memoria de Daria

By AnnRodd

333K 45K 18.2K

Brisa es arrastrada a través del tiempo a 1944, donde un chico fantasma en su propio año aún está vivo. Ahora... More

Prefacio
Capítulo 1: Lo que el río se lleva
Capítulo 2: Daria Dohrn
Capítulo 3: La mejor opción
Capítulo 4: El señor Hess
Capítulo 5: La cena de planificación
Capítulo 6: Voces en el camino
Capítulo 7: Amigos en el río
Capítulo 8: La decisión de Daria
Capítulo 9: Lo que se dice en el bosque
Capítulo 10: La dulzura de un sueño
Capítulo 11: Cuando la muerte toca la puerta
Capítulo 12: Los dichos del más allá
Capítulo 13: Conversaciones de cama antes de la boda
Capítulo 14: El nombre que no sabría nunca
Capítulo 15: Detrás de la puerta
Capítulo 16: Guerras internas
Capítulo 17: Golpes en el alma
Capítulo 18: La Brisa que quedó
Capítulo 19: Cuentos de tragedia
Capítulo 20: Ciclos para cerrar
Capítulo 21: Desaparecer
Capítulo 22: En la piel de una Dohrn
Capítulo 23: Verdades en la cara
Capítulo 24: La manera inesperada
Capítulo 25: Telegramas
Capítulo 27: Una vida juntos
Capítulo 28: Hilos del pasado
Capítulo 29: Cenizas
Capítulo 30: Un lindo nombre
Capítulo 31: Cerca
Capítulo 32, parte 1: El alma vacía
Capítulo 32, parte 2: El rostro de la foto
Capítulo 33: Una estrella en la oscuridad
Capítulo 34: Esperanzas
Capítulo 35: Encontrarse
Capítulo 36: Recuerdos turbios
Capítulo 37: En las buenas y en las malas
Capítulo 38: Volver a casa
Capítulo 39: La hora de la verdad
Capítulo 40: Voluntad
Capítulo 41: Justicia
Capítulo 42: Libres

Capítulo 26: Granos de arroz

5.8K 920 257
By AnnRodd

Capítulo 26: Granos de arroz

Klaus apareció el martes temprano en el hotel, cuando estábamos preparando las cosas para dejar la habitación al día siguiente por la tarde, después de nuestro casamiento. Estaba alterado, pensando que nos iríamos ese mismo día y era evidente que había cambiado de opinión con respecto a su telegrama.

—Hay que radicar la denuncia ya mismo —dijo, apenas entró a la suite. Yo, que había estado guardando mis cosas en las valijas, de todas formas, me alteré al instante para ponerme a su tono—. No importa que no esté en La cumbrecita. Vamos ahora mismo, el miércoles se casan y después se pueden ir para Buenos Aires.

Apreté los dientes, porque ya venía enojada y convencida de que su imprudencia había mandado a Gunter a buscarme.

—Ya pensábamos hacer eso, porque de todas formas no hay auto para hoy—le contesté, sin siquiera saludarlo, porque él tampoco lo había hecho. Daniel salió de su habitación, sorprendido de verlo, y Elizabeth del baño. Ellos sí lo saludaron.

—Él no va a encontrarte tan rápido. ¿De dónde va a sacar en qué hotel estás? ¡Debe pensar que estás en un hospital, Daria! Así que vamos... —Se calló a mitad de camino a la salita al darse cuenta de que en realidad no le estaba discutiendo. Se giró a verme y yo le devolví una expresión cansina, arqueando las cejas y cruzándome de brazos.

—Tenemos todo arreglado, no necesitamos tus instrucciones —le contesté.

Klaus me dirigió una mirada un poco molesta, porque se estaba acordando de que era buena para pelearle incluso por nada

—Daria, no me hables así. ¡Porque todavía puedo impedir este casamiento! —me amenazó, caminando hasta ponerse delante de mí. Intentó verse duro y firme, como siempre, pero a mí no me amedrentaba hacia rato—. ¡Se va a hacer lo que yo digo! Se casan mañana y ahora mismo vamos a poner la denuncia.

Me enderecé por la imposición, porque yo no pensaba salir del hotel por nada más que por el casamiento y para irme. No tenía ni idea de qué tan inteligente era Gunter y si era capaz de averiguar en qué hotel se hospedaba Klaus de alguna manera. Así que no, nunca.

Di un paso hacia adelante, con la boca abierta, lista para ponerme a gritar, pero las manos de Daniel me detuvieron por detrás, de los hombros. Fue suave, pero me retiró para alejarme de Klaus, que en seguida siguió hablando más solo que con nosotros.

—Decíle todo que sí —me susurró, casi en el oído.

Mientras Elizabeth le daba la atención que el padre de Daria requería, yo giré apenas la cabeza hacia Dan.

—Eh, ¿y vos de qué lado estás? —dije, en voz baja.

Daniel me abrazó.

—Del tuyo, siempre. Pero vos sabes que discutir con él ahora no tiene sentido.

—¿Cómo que no? —le urgí—. No te vas a creer esa amenaza, ¿o sí?

—No, pero manipularlo y hacerle creer que le hacemos caso va a resultar mejor que gritar —me dijo en el oído, tan bajo que apenas si pude oírlo yo.

Me quedé callada y casi que bufé cuando entendí a lo que se refería. Klaus había llegado en modo "discutidor alemán profesional" y que no importaría lo que yo dijera. Él simplemente quería imponer donde pudiera y en esa instancia, ponerme a discutir con un viejo al que no pensaba ver en meses y después en años, era al pedo.

Exhalé con lentitud y me quedé quieta en los brazos de Daniel, mientras Klaus daba vueltas por el cuarto, debatiendo con Elizabeth como si nosotros no estuviésemos ahí.

—El coche nos está esperando abajo, así que tenemos que prepararnos ya e ir...

—No me siento preparada para ir ahora —lo interrumpí, de repente flexionando un poco las piernas y usando una estrategia que serviría mejor para no salir del hotel—. No me siento bien.

Me giré en los brazos de Daniel y él enseguida me sujetó para ayudarme a llegar a mi habitación. Elizabeth se preocupó por mí, lógicamente, pero Klaus solo se quedó en la salita renegando solo.

Me recosté en la cama y cerré los ojos mientras Dan se sentaba junto a mis piernas y me preguntaba si quería un poco de agua.

—Estoy bien —le dije, pero me desinflé entre las almohadas y su mamá declaró que ella me conseguiría el agua. En esos momentos en los que nos quedamos solos, él se inclinó hacia mi y puso sus labios en mi frente.

—Quizás todo esto es demasiado para vos... Quizás es mucha presión —me dijo. Abrí los ojos y fruncí el ceño después de espiar hacia la sala. Klaus estaba saliendo de la suite, hablando en voz alta y solo, así que aproveché para inclinarme hacia mi prometido y alcanzar su boca antes de que Elizabeth nos viera. Me di cuenta de que se había creído mi actuación y quería calmarlo.

—No te preocupes, es que no quería ir ahora. Nada más.

Le sonreí, pero no alcancé a decirle nada más porque Elizabeth apareció con el vaso de agua y me quedó seguir fingiendo que me sentía mal. Él amagó para levantarse, pero apenas su madre salió, le agarré la mano y lo retuve junto a mí.

—No quiero que salgas del hotel —le dije—. Quédate todo el tiempo acá conmigo. No necesitas salir. Solamente estar acá conmigo.

Sé que Daniel pensó que yo tenía miedo de quedarme sola y no me iba a molestar en hacerle entender que era todo lo contrario. Tenía miedo de dejarlo a él solo, en las garras de un desquiciado.

—Te prometí que me iba a quedar donde vos estuvieras —contestó, dándome otro beso en la frente. Se detuvo más de lo necesario ahí, como si esos instantes de sutil contacto fueran otro juramento silencioso—. Y yo siempre cumplo mis promesas.

Estaba segura de que él lo haría y eso me tranquilizó, aun cuando estaba manipulándolo con mis supuestos miedos. Mantenerlo a salvo era mi prioridad y sentía que eso lo excusaba. Quizás, en algún momento, podría explicarle algo de las verdades que me guardaba.

Le sujeté la cara y lo retuve ahí, hasta que Klaus entró a la suite y llamó a Daniel para hablar con él y su madre sobre la denuncia, ya que yo no estaba capacitada para levantarme de la cama. Capté su tono irónico y supe que no me creía ni un poco, pero Elizabeth insistió en que mejor conversáramos apenas me sintiera mejor, para que pudiese participar.

Klaus se quejó, obviamente, diciendo que esos truquitos míos ya hacía tiempo que no me los comparaba Al parecer, Daria también lo usaba a menudo, pero como Dan y Elizabeth estaban ahí, no pudo obligarme a salir de la suite, siquiera de la cama hasta la noche, por lo que el día para hacer la denuncia se perdió y yo gané esa batalla.

A la hora de la cena, sí me levanté todavía fingiendo debilidad, y me senté a comer con ellos.

—Voy a buscar testigos —anunció el padre de Daria, de pronto.

Yo me lo quedé viendo, buscando la gran novedad en su discurso. Buscar testigos era como lo más básico.

—Ajá, ¿y? —dije, antes de meterme un pedazo de milanesa en la boca, mientras Klaus se servía un poco de vino.

—No pensás ir a decir nada. Ya no tenemos tiempo antes de que se vayan a Buenos Aires —me indicó y yo asentí—. Entonces la denuncia la voy a poner yo y voy a pagar testigos. Voy a decir que no viste nada vos, directamente, pero que se me informó que lo vieron empujarte.

Arqueé las cejas.

—¿Cómo quiénes? Es mucho más jodido que decirlo yo. Podrían darse vuelta, equivocarse...

—Hay gente que le convendría mucho tener algún negocio conmigo. Que con tal de ganárselo dirían lo que yo quiero —contestó Klaus, mirando leventemente hacia Daniel, que estaba pasado detrás de mí—. Como el señor Paine.

Arrugué la nariz al instante. Sí, el señor Paine podría hacer cualquier cosa, pero su esposa era una forra y le encantaría tener la oportunidad de hundirme. Solo si le importaba más el futuro económico de su matrimonio podría llegar a resultarnos útil.

—Ella me odia, lo sabés, ¿no? —le recordé—. Y creo que sabía lo que Daniel y yo... —A mi lado, Daniel se ahogó y Klaus casi que escupió el vino que había tomado. Elizabeth mantuvo un silencio sepulcral. Mencionar que nos habíamos revolcado todavía era algo susceptible para ellos—. Le encantaba la idea de joderme el casamiento. Quería verme infeliz. No va a ayudarme.

—Su esposa importa tres carajos, Daria —me contestó Klaus, dejando su copa en la mesa con un golpe. Por suerte, ignoró la mención del sexo, porque junto a mí, Daniel seguía tosiendo y no hubiese resistido algún reto más o indirecta—. La plata es plata. El señor Paine lleva varios meses intentando volverse socio de la productora ganadera Santa María. Están exportando y eso está aumentando el valor de la productora y el señor Paine lo sabe. Yo soy uno de los socios con mayor participación —añadió, con su soberbia característica, pero con un gesto desinteresado. Se estaba luciendo delante de Daniel y de Elizabeth, de lo que él poseía y de los bienes que yo heredaría. Probablemente, un recordatorio de que a él más le valía recuperar los malos negocios de su papá—. Por cederle un par de mis acciones el hombre haría cualquier cosa. Su esposa no va a tener de qué preocuparse si eso le compra zapatos y joyas nuevas.

Ignoré cómo despreciaba la figura de la mujer en el matrimonio, pero igual se trataba de Doña Paine y ella me caía como el traste, así que de verdad esperaba que fuese así. No sentía que su marido tuviese tanto poder en esa relación, pero quizás era solamente una pantomima, algo que ella había intentado demostrarme. De la puerta para adentro, la historia podría ser otra.

—Está bien —contesté—. Vi a la señora Paine cerca de ahí antes de caerme, en realidad —confesé, entonces.

Klaus soltó su cuchillo de un golpe y Daniel se inclinó hacia mi.

—¿La viste? —dijo él, agarrándose de mi silla.

—La vi pasar a lo lejos. Después me caí. Por eso nunca pensé que ella pudiese haber sido. Además, por mucho que me odie no creo que sea capaz de intentar matarme y Gunter tenía más motivos para empujarme.

Todos se quedaron callados de golpe. Los miré en silencio, confundida por sus reacciones, hasta que Elizabeth carraspeó.

—¿Y entonces? —dijo ella.

—Me gustaría saber lo mismo —acoté, pero los dos hombres se miraron brevemente con complicidad antes de mirarme a mí.

—Fue la señora Paine quien te encontró —me dijo Daniel, entonces, sentándose a mi lado—. Tengo que admitir que sí pensé, por un momento, que ella podría haberte empujado. Pero después dijiste todo esto de Gunter y...

—Por descontado que la señora Paine no fue —replicó Klaus—. Pero la gente lo murmuró, no crean que no. Ella solita te encontró en el suelo y mandó a avisarnos... Las malas lenguas...

Elizabeth, que había parado de comer, frunció el ceño.

—No estarán pensando en amenazarla...

Klaus sonrió hacia ella, pero negó.

—No, mi querida Elizabeth, no. Amenazarla es muy feo. Pero llegar a un acuerdo amistoso, económico y de educado apoyo entre ambas familias, podría ser muy útil.

Eso en idioma alemán significaba más bien chantaje. Pero tenía un punto cierto. Si la señora Paine llegaba a temar ser acusada por un intento de asesinato, acusar a Gunter era su mejor opción. Incluso, aunque no hubiese visto nada, podía beneficiarla para quedar todavía más como mi salvadora.

—Estoy de acuerdo con la no amenaza —anuncié, poniendo un dedo sobre la superficie de la mesa—. Después de todo, ella dijo iba a arruinarme y eso sí fue una amenaza. Estaría bueno que aprendiera que con los Dohrn no se juega.

Por primera vez desde que lo conocía, Klaus me sonrió con orgullo. A él no le gustaba que su hija le llevara la contra, detestaba que Daria fuese caprichosa y desagradable, pero enseguida entendí que también él mismo la había criado así porque él era caprichoso y desagradable con los demás. A Klaus le gustaba manipular, controlar y asustar, y que su hija hiciese lo mismo con los más débiles era lo que esperaba, en realidad, demostrar de los Dohrn.

Para en realidad lo que demostrase o no me daba igual. También me daba igual lo que pensara la señora Paine. Si tenía que aliarme con ese viejo malvado para ganarle un paso a Gunter sin exponerme ante él, lo haría. Cualquier cosa que fuese necesaria para salvar a Daniel, lo haría sin pensarlo.

La modista apareció en el hotel con mi traje para el civil el miércoles por la mañana. Se disculpó por los retrasos y se ofreció a ayudar a Elizabeth a prepararme.

Mi suegra me había obligado a dormir con ruleros, lo cual no me beneficio para conciliar el sueño durante la madrugada, y aunque yo hubiese preferido peinarme distinto, no tuve permitido quejarme. Mi ideal de peinado para esas situaciones distaba mucho de lo que se usaba ese año y tampoco quería pasar vergüenza en el registro civil y en el estudio fotográfico en el que Elizabeth había reservado una cita para después.

Ella no me permitió ver a Daniel hasta que estuviésemos listos, tampoco, porque decía que eso le ponía un poco de la emoción que habíamos perdido por no tener el casamiento por iglesia, mi vestido de novia y la gran fiesta.

Cuando finalmente me dejó pasar a la sala de la suite y pude ver a Daniel enfundado con su traje nuevo y su pelito rubio engominado y bien peinado, no pude evitar sonreír. Le habían puesto un pañuelito de seda doblado en el bolsillo del saco y un arreglo pequeño de flores que combinaba con mi ramo de rosas blancas. Se veía mucho más elegante que de costumbre y parecía todo un dandy.

Él también me miró de arriba abajo, pero al contrario de mí, que lo miré embobada y enamorada, Dan lo hizo con una expresión que empezó llena de dulzura y se convirtió en una cargada de deseo. Por suerte, el papá de Daria estaba detrás de él, peinándose el bigote, y solamente lo vimos Elizabeth y yo.

Daniel —le siseó ella, ligeramente indignada, captándole el brillo pícaro, pero eso solamente me hizo reír como una ardilla alterada. Había dormido poco y estaba tan nerviosa y asustada por salir finalmente del hotel que cualquier cosa ya me parecía divertida por demás.

—¿Sí, mamá? —contestó él, sacudiendo apenas la cabeza y haciendo como si nada. Su repentina actitud para disimular, como un gran actor, cuando siempre había sido un pollito vergonzoso, hizo que volviese a reírme hasta atragantarme.

Klaus me retó, pero no le presté atención alguna, y Elizabeth nos apuró a todos para salir por fin.

No nos tardamos tanto en llegar al registro y nos encontramos con otras parejas esperando fuera para casarse, junto a sus familias. Ahí, el pánico no me permitió reírme ni siquiera cuando Klaus se golpeó la cabeza con el techo del auto al bajar.

Estábamos demasiado expuestos y aunque mi lógica me decía que era imposible que Gunter supiese que estábamos ahí, me sentía desprotegida. Me pegué a Daniel y terminé agarrándome a su brazo con tanta fuerza que él se quejó.

—No está acá, Dari —me dijo él, sabiendo por qué estaba tan asustada.

—Voy a pedir que nos dejen entrar ahora —dijo el padre de Daria y marchó dentro del registro para pedir una atención especial. Pero en ese caso, la plata y el poder no valió demasiado, y él salió con una cara de traste terrible que no pudo disimular el resto de la hora que tuvimos que esperar ahí afuera, bajo el clima otoñal.

Dijeron nuestros nombres cuando creí que ya no me daban más los pies por los zapatos y pudimos entrar y acomodarnos en la salita donde íbamos a firmar. Al no tener público, el trámite fue rápido y nuestro romántico casamiento se resumió en un par de firmas y un casto beso que Dan depositó en mis labios.

Tuvimos que esperar a que nos dieran los documentos un rato más y en ese instante me percaté que mi ramo de flores no servía para nada. Vi a otras novias saludar a sus familiares y amigos y que les lloviera arroz por la cabeza y eso me hizo tomar la mano de mi esposo, de la nada anhelando haberme casado de una forma más normal, menos precipitada y más soñada.

Daniel me arrimó a su costado y me dio un leve abrazo, notando hacia dónde iba mi mirada. No me dijo nada, sin embargo, y apenas nos entregaron la libreta de casamiento, los dos nos encaminamos a la salida seguidos por nuestros padres. Ahí, apenas pusimos un pie afuera, me cayeron puñados de arroz sobre los ojos. Di un respingo y cerré la boca abierta antes de tragarme uno.

—¡Felicidades a los novios! —gritó Elizabeth detrás de mí, tirándole arroz a Daniel en la nuca. Muchos granos se le metieron por el cuello de la camisa y él se removió, inquieto por la picazón.

—¡Mamá!

—¡Estoy tan contenta por ustedes! —exclamó ella, abrazándonos ambos por detrás. Nos plantó un beso a cada uno en la mejilla y luego nos retiró algunos granitos de arroz del pelo—. ¡Ahora al estudio de fotográfico y después a almorzar!

Ella nos dejó y Klaus dio un paso dudoso hacia nosotros. Los dos nos pusimos tensos al instante y atrapé de nuevo el brazo Daniel, para acercarlo a mi y alejarlo del padre de Daria. Pero el hombre solamente le tendió la mano.

Durante un segundo, Dan miró la mano sin saber que hacer, pero finalmente ese era el gesto de mayor aceptación que podría recibir de su parte. Significaba que le estaba dando, en cierta manera, su confianza, por lo que él la tomó y la agitó con una leve sonrisa en la cara.

Entonces, para mi sorpresa, Klaus se plantó frente a mí. También estiró la mano, pero como no me moví, él mismo agarró mis dedos. Contuve el impulso de retirarlo, porque no me gustaba que él me tocara después de todo lo que había vivido bajo su techo, pero él solo puso su otra mano encima y me dio unas leves palmaditas. Me soltó antes de que pusiera mala cara y no puedo decir que valoraba realmente esa acción, pero no me cuestionó mi falta de apego ni que no dijese ni una sola palabra.

Con eso, se terminó el espectáculo frente al registro y nos volvimos a subir al auto. Mantuve mi ramito sobre mi regazo y Daniel se giró hacia mi con una enorme sonrisa salida de la nada.

Arqueé las cejas en su dirección y él se inclinó para besarme la comisura de los labios.

—Te dije que teníamos que intentarlo —me recordó, haciendo referencia a la conversación que una vez tuvimos en uno de los senderos de La cumbrecita. No pude evitar devolverle la sonrisa—. En ese momento, me dije que sí ibas a ser mi esposa.

Agarré el ramo y fingí revolearlo. Lo dejé caer entre sus manos y varias de las rosas blancas perdieron sus pétalos.

—Y siempre cumplís tus promesas, ¿no?

Él asintió, radiante.

Ambos ignoramos que nuestros padres estaban en el auto con nosotros y nos inclinamos para besarnos de verdad. Le sujeté la corbata y saboreé su labio inferior sin vergüenza alguna. No me importaba nada y nadie podía reprenderme nada porque ese chico era mi esposo. Mío y solo mío.

Y nada, ni nadie, evitaría que cambiara el resto del pasado horroroso al que habían jurado destinarnos. 

Continue Reading

You'll Also Like

6.7K 734 38
Esta es una historia que ha sido escrita a través de los siglos en Txard y ha tenido más de mil versiones: Poemas, historias, canciones, obras de tea...
80.4K 3.6K 53
[T E R M I N A D A] E N E D I C I Ó N Tn Denbrough, nueva en Derry y con un gran sentimiento de culpa por haber sobrevivido al accidente que se llev...
23.5K 4.5K 43
Dulce ama a Chayanne. Después de sus intentos fallidos por convertirse en su esposa, su asistente y la cuidadora de su perro, decide ponerse una meta...
1M 67.8K 92
Maia toca el violín a la medianoche. Darren se despierta escuchándola. El amargo secreto que los une está a punto de revelarse. ¿Podrán soportar la v...