Huracán Thornbird - Los Seis...

By JFSavvie

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Segunda parte (y precuela) de la Trilogía de los Seis Reinos. Hardy Arjhun, sirena y guardiana del tesoro de... More

¡Hola de nuevo!
Parte Uno: Una pésima princesa
Unas piernas para volar
Hardy «El Marinero» Arjhun
Un capitán demasiado perspicaz
Una batalla inusual
El temor de un marinero
Si no es agua, arde
Las aves sedientas
Un hombre de tierra
Parte Dos: Un príncipe sin reino
El día que vuelva
Un talento singular
Margaret La Loca
Para contar una historia
Rey de Ninguna Parte
Sin corona no hay deshonra
Un barco para gobernar
La bruma que se desplaza
Parte Tres: En el mar como en la tierra
El festín nocturno
El tiempo para conocer
Un camino oscuro
Nada es para siempre
La promesa sellada
Rey y Pirata
Epílogo
De un príncipe fugado
De un Hada en problemas

Una deuda para sellar

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By JFSavvie

La brisa marina revolvió el cabello de Hardy en una maraña imposible de arreglar, sin importar cuanto tratara de aplastar esa masa contra su cabeza. El viento era distinto en la costa que en el mar, llenando el espacio con silbidos más fríos a los que la sirena estaba acostumbrada. El viento era algo inclemente pero sin dudas un espectáculo para sus oídos.

Se decía que en la bahía de Tuff dormían los gigantes, cuyas respiraciones acompasadas rugían en la noche contra los pabellones formados por el acantilado que quebraba sobre la arena. Cuando Huracán le contó esa explicación a la princesa, esta no pudo más que encontrarla de lo más acertada, pues la sensación de estar entre gigantes era sobrecogedora a la sombra de aquellas piedras monstruosas que se alzaban en el horizonte.

La bahía en si constaba de un importante embarcadero que conectaba los reinos de Rampagne con Hecanto por vía marítima, ya que como le había explicado Huracán, también se podía cruzar por tierra, pero a nadie le gustaba mucho la idea de entrar a territorio de lobos. Así que el bullicio era tan desagradable como en la isla, con la única diferencia de que Hardy ya estaba preparada para esas espantosas sensaciones. Refrescada con la certeza de que las emociones humanas ya no podían sorprenderla, siguió a Huracán por la playa, dejando atrás el bote que los había acercado, donde Tim se veía más que aliviado de no tener que llevar más a una sirena sobre el barco.

La noche anterior el capitán le había comunicado que una vez llegaran a la bahía, dormirían en la posada más cercana y se abastecerían de alimentos para continuar su viaje hasta Millis, donde buscarían un mejor transporte y decidirían como continuar su viaje. Así que desesperada por poder descansar de una vez por todas la chica siguió al capitán gustosa hasta una posada que se alzaba al oeste del acantilado, sobre las olas pero más baja que esa zona de tierra.

El lugar era húmedo y con olor a pescado, lo que hizo sentir a Hardy como en casa, aunque no perdió detalle al notar la nariz arrugada de Thorn. Huracán pidió dos habitaciones pero el posadero solo meneó la cabeza.

—Lo siento pero solo nos queda una habitación

—Pues deme esa—masculló Thornbird apretando los dientes.

El posadero le indicó donde se encontraban sus aposentos y Huracán agradeció de mala gana con una inclinación de cabeza, demasiado reverencial y fuera de lugar, por lo que el posadero lanzó una risotada mientras les indicaba el camino al comedor.

Huracán y Hardy tomaron el camino a la izquierda para ir en busca de comida, que consistía en algo parecido a un pescado con algo más grumoso y desabrido al lado. Ambos se miraron con idénticas expresiones, a lo que la muchacha que servía la comida les respondió:

—Los hombres del norte estuvieron saqueando hace unos días. No hicieron muchos desmadres pero nos dejaron con pocos alimentos. Gracias al cielo que vivimos junto al mar. Escuché de unos mercaderes hace dos semanas que en Rampagne están todavía peor.

La muchacha se alejó, aun hablando con ella misma, pero a Hardy no le pasó por alto el semblante serio del capitán, que tenía un brillo opaco en su mirada, propio de un sentimiento doloroso. Arjhun notó con satisfacción que se estaba volviendo mejor en eso de leer las expresiones, en especial las de Thorn, por lo que haciendo lo que todos los humanos hacían en situaciones así, distrajo la atención del capitán.

— ¿Tienes alguna idea de cómo partir buscando el tesoro?

Huracán salió de su trance y la miró estupefacto.

—Creí que tú tendrías alguna idea.

—Hmm...pues no.

— ¿Pero cómo es que tu pueblo te envió a buscar un tesoro sin ningún plan? —la sirena se encontró entre la espada y la pared, atrapada en sus propias omisiones, cuando recordó que si tenía una pista.

—Verás, tengo algo. Pero no sé cómo deberíamos utilizarlo ni si será una buena idea—Hardy sacó el trozo de roca brillante de los pliegues en su ropa.

—Es la roca brillante—dijo Huracán como si le estuviese hablando a una roca también.

—Tienes razón en lo primero. Es la roca. Pero, no siempre es brillante—la sirena movió un poco el brazo, cambiando la dirección a la que apuntaba. La roca comenzó a titilar, más fuerte hacia el sureste, más débil hacia el noroeste.

— ¡Es una brújula!—Exclamó Huracán, entendiendo a lo que se refería Hardy.

—Creo que me está guiando hacia el tesoro, pero no podría asegurarlo. Es más una corazonada.

—Pues esa corazonada, es algo con lo que podemos trabajar. Si algo estoy seguro, es que esa roca nos va a llevar a alguna parte. Y no me importa si lo que buscamos es un cofre lleno de oro o una simple perla, te doy mi palabra, que vas a encontrarlo.

Arjhun miró con sospecha al capitán.

— ¿Por qué sigues tan empeñado con ayudarme? ¿Qué quieres a cambio?

El capitán dio un mordisco a su pescado, sin apuro para contestar, haciendo a Hardy perder la paciencia. Tragó con una calma espantosa y en su boca se formó una sonrisa forzada.

—Todos tenemos nuestras propias deudas que sellar.

La princesa miró una vez más su comida, sin apetito alguno, pues las palabras de Thornbird habían removido algo incómodo en su memoria. Sosteniendo la roca entre sus dedos, no notó cuando Huracán estiró la mano para alcanzar un trozo de pan, rozando la suya en el proceso.

Y fue eso, tan solo uno roce, lo que necesitó para escuchar fuerte y claro el bum proveniente del corazón de Huracán, cuyo pulso fue un choque de energía sobre su cuerpo, que la llevaron 14 años atrás en el tiempo, al día en que escuchó ese bum por primera vez.

Pudo recordar con claridad el momento en que el barco se destrozó. Y los gritos. No supo si fue por la intensidad de las emociones de quienes estaban muriendo en ese barco, o porque algo en ella realmente se conmovió, pero mientras los hombres se hundían en medio de la batalla, arrastrados y ahogados por el ímpetu del océano, pudo escuchar cada latido detenerse con demasiada rapidez. Menos uno. A lo lejos vio un cuerpo más pequeño que los otros, del que aún se escuchaba incluso a través del desastre un bum ligero, como el aleteo desesperado de un ave. Tal era la desesperación del latido que a diferencia del abandono que Hardy sintió en los otros, ese joven humano le transmitió una desesperación desgarradora, doblándola en dos de dolor, mientras una única lágrima caía hasta sus manos. Miró la roca que sostenía entre ellas, y notó como su lágrima formaba un surco en el tesoro. Una luz turquesa la cegó por un instante, tras el cual abrió sus ojos, encontrándose una Hardy humana frente a ella, su semblante más serio del que ella había mostrado jamás en su vida, su cabello menos perlado, sus ojos mostrando emociones aterradoramente humanas, su boca abriéndose para hablar.

—Hardy, no tienes tiempo, así que debes decidir ahora. Si aceptas, ese humano al que aun escuchas va a vivir. Si no aceptas, está condenado a morir, para siempre.

Hardy aún se doblaba de dolor, incapaz de pensar con claridad, desesperada por dejar de sentir.

— ¡Está bien pero haz que deje de doler!

La otra Hardy cerró los ojos hasta que pequeñas arrugas se formaron a su alrededor, tragó saliva una vez más y volvió a abrirlos.

—Escúchame bien Hardy. Porque será tu alma por su vida y su vida por tu alma.

— ¡Maldita sea ya basta por favor! —Hardy notó como su cuerpo colisionaba contra el fondo marino, el dolor cada vez más intenso, la roca deslizándose de su mano.

—Pues que así sea—La otra Hardy miró hacia el horizonte, y comenzó a recitar con una voz suave.

—Tres veces el mundo girará, y la noche oscura será dos veces. El amanecer traerá consigo a la gran bestia, con ella el oro y la perla, y el fuego abrasador será la primera promesa.

"El mediodía será el invierno hasta una breve primavera, donde los muertos caminaran entre los vivos y la roca sellara la eterna deuda.

Más antes de que anochezca, la corona caerá ante la espada, y cuando el paraíso sea cenizas, alzadas serán las aves traicioneras.

El velo de los siglos caerá iluminando la última respuesta."

La luz desapareció y con ella la otra Hardy, dejando la cueva una vez más sumida en la oscuridad, mientras la princesa sentía como el dolor la abandonaba de golpe, como si nunca hubiese estado ahí. Se incorporó temblando, sin comprender muy bien que había ocurrido, cuando vio entre la arena el tesoro y un trozo de la misma roca aguamarina suelto a su lado, no más grande que un camarón. De la pura impresión se agachó a recogerlo lo más rápido que pudo, notando que a la roca le faltaba justo ese trozo donde su lágrima había dejado un surco. Entornó sus ojos mirando a lo lejos, ya ningún sonido existente entre los cuerpos, pues el joven humano había desaparecido. Un susurró la alertó de una presencia, pero antes de recuperar la compostura su oráculo entró a la cueva visiblemente alterada.

—Por todos los mares Hardy, que fue lo que hiciste—Susurró Ellora, mientras veía la roca y el trozo pequeño balancearse en las manos de la sirena.

—Me vi a mi misma Ellora, no pude evitarlo, era demasiado dolor—Arjhun contempló la roca pequeña sin saber qué hacer.

—Hardy, necesito que me digas que fue lo que pasó—la voz de Ellora rozaba el silencio, mientras espíritus y Frales continuaban su pelea a lo lejos.

—Salve a un humano.

—Tritón nos libre.

El oráculo la observó sin emitir ningún sonido, sus ojos blancos perdiéndose en el futuro, mientras Hardy esperaba algún tipo de respuesta que la sacara de ese molesto aprieto.

—No se...no comprendo—la princesa miró el rostro de Ellora sin comprender porque esta parecía tan confusa.

— ¿Qué ocurre?

—Es que no es posible. Pero...

— ¿Pero qué?

—Te lanzaste a ti misma una maldición. No estoy segura como lo lograste, pero eras tú Hardy. No era un impostor. Y para salvar a ese chico, ambos están malditos.

Hardy desvió la mirada, y sin demora camufló el trozo de roca entre sus escamas, donde se perdía gracias al brillo perlado.

—Tu padre ya debe haber notado como el chico desaparecía.

La sirena dejó que su usual desdén se apoderara de su rostro y habló como si nada de lo anterior hubiese ocurrido.

—Que lo sepa. No me interesa. Lo único importante es que el tesoro está protegido e intacto— arrastró la última letras para enfatizar la importancia de ese detalle, a lo que Ellora respondió con un simple asentimiento de cabeza.

—Que así sea, alteza.

Como si de bruma se tratará, el recuerdo se disipó entre las palabras de Huracán, quien seguía diciendo cosas mientras desmenuzaba el pan entre sus dedos.

Hasta donde ella sabía, la gente solía pensar que las sirenas eran señal de mala suerte, pero ahora estaba empezando a sospechar que ella era la mala suerte personificada, porque aunque nunca consiguió ver el rostro del joven al que había salvado, habría apostado sus aletas a que ese chico era Huracán.

¿Os gusta la historia hasta ahora? Podeis dejarme vuestros votos y comentarios, siempre estoy feliz de leeros :)

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