La promesa sellada

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A Hardy Arjhun, princesa de Ignus y guardiana del tesoro, jamás le había interesado el paso del tiempo. Para ella horas, semanas, años, eran ideas tan abstractas como los misterios del universo.

A Hardy el marinero le había parecido que el tiempo empezaba a cobrar sentido, demasiado atenta a la entrada y salida del sol, demasiado atenta a las horas que faltaban para que los hombres se durmieran y así dejaran de pensar tanto, y ella sentir tanto en consecuencia.

Por eso a Hardy, el espíritu que vagaba por los túneles de Rolfner, le pareció tan curioso que por primera vez en 300 años, el tiempo se había convertido en algo demasiado real y tangible. Podía sentir la magia escurriendo por sus poros, abandonando su cuerpo y perdiéndose en las cuevas poco iluminadas, que parecían poseer toda la magia del universo en sí mismas, pero no estaban dispuestas a entregar nada. Y deseo que todo aquello acabase pronto, porque sin su magia no era una sirena, pero tampoco era un humano. Era una insignificante cáscara sin vida.

Huracán escuchaba la respiración dificultosa de Hardy, que ahí encerrados entre túneles de roca y piedras preciosas, le ponía los pelos de punta. Quiso decirle que volvieran, que no tenían porque seguir avanzando, pero las palabras se quedaron cobardes en su boca, porque a fin de cuentas, era más príncipe que pirata.

Thorn había llevado el cálculo de las horas bajo tierra, pero tras dos días los túneles se volvieron tan confusos que ya no estaba seguro de las horas que llevaban despiertos. Sentía la cabeza y el cuerpo atontados, y el ámbar rosa que bebía cada tanto tenía un efecto extraño, como si le quitara el sueño del todo. Estaba casi seguro que llevaban poco más de dos días caminando, pero su cuerpo le decía lo contrario y eso lo estaba volviendo loco.

Siguieron vagando por recodos que se adentraban a las profundidades de la tierra a una velocidad alarmante y Huracán empezó a tener la certeza de que sus pequeñas luces ámbar estaban siendo engullidas por la oscuridad.

—Para estar tan oscuro hace demasiado calor ¿No crees?—dijo Hardy, cuya voz se hizo eco en los muros.

Huracán se rascó la cabeza. Algo no andaba bien.

—Hardy ¿Cuánto tiempo llevamos caminando?

—¿Desde que abandonamos la ciudad o cuando entramos a los túneles?—Thorn se rascó la nuca con más fuerza tratando de espabilar.

—Desde que entramos a los túneles.

—Considerando la medición del tiempo humana, yo diría que unos 4 días.

—¡4 días!—gritó Huracán generando un eco espantoso.

—Vale, me estás reventando la cabeza a gritos. Pero ahora que lo dices me sorprende que lleves tanto tiempo sin dormir—dijo Hardy, tomando el grito de Thorn como una invitación a descansar.

—¿Por qué no dijiste nada antes?— preguntó Will sentándose hasta que sus piernas tocaron las de la sirena.

—No se cuanto tiempo puede pasar sin dormir un humano. Yo realmente no duermo, solo cierro los ojos y tengo visiones, pero es algo que hacemos por puro gusto, no por necesidad. Aunque desde que tengo este cuerpo cada día estoy más cansada y veo menos cosas al cerrar los ojos—Will se masajeó las sienes y trató de mantener la compostura sin dejar ver la angustia que todo el embrollo le estaba provocando.

—Necesitamos llegar pronto. No estoy acostumbrado al ámbar rosa y está haciendo cosas raras en mi cuerpo.

Hardy se acercó hasta la mano de Thorn y tomó la roca apenas rozando sus dedos. Un suspiró de alivio se escapó de su boca, pues después de que Thorn lo tuviera por tantos días, sentía que algo de vitalidad volvía a ella con ese pedacito brillante en su poder. Pero no tardó en notar que en vez del color casi blanco con tonos azulados que siempre despedía la roca, esta se había tornado roja como la sangre, brillando de forma casi sanguinolenta.

Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora