Lo que desata un beso (Saga l...

By sofiadbaca

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Elizabeth es una joven acostumbrada a hacer su voluntad, juguetona y coqueta, sabía del poder que tenía sobre... More

1. Comencemos el juego (EDITADO)
-NOTA DE LA AUTORA-
2. Una tonada del arpa (EDITADO)
3. Una fiesta de campo (EDITADO)
4. La caravana de Gregory (EDITADO)
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10

Capítulo 9

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By sofiadbaca


Elizabeth abrió los ojos pesadamente, el sol choco contra sus ojos provocando que la joven se viera obligada a cerrar los ojos nuevamente, más no a dormir. Desde hacía un rato habia unos toques insistentemente coordinados de manera que formaran tonaditas conocidas, era de lo más enfadoso que se le hubiera podido ocurrir a alguien, era demasiado incluso para Charles, y eso ya era decir mucho.

- ¿Qué demonios?- se quejó Robert a su lado.

Elizabeth sintió una extraña y agradable sensación al sentirlo ahí con ella, él mantenía su brazo recostado holgadamente sobre su cintura y su cabeza descansaba sumido en su hombro, provocándole cosquillas por su rítmica respiración que chocaba contra su cuerpo.

No era normal que él se quedara hasta tarde a su lado, generalmente Robert madrugaba, eso le daba el indicio de la hora que era, otra pista es que ni siquiera podía abrir un ojo, serian como las seis y media entonces.

- ¡Robert entrare, ya me harte de tocar!- Elizabeth oyó como el picaporte cedía y la puerta hacia un pequeño rechinado al abrirse.

La risa gruesa proveniente del único otro varón en la casa estallo en la habitación.

- ¡Pensé que habías dicho que tenías sueño!- rio Richard viendo el estado en el que habia encontrado a la pareja.

Elizabeth se hizo lo más pequeña que pudo debajo de las sabanas, tenía la esperanza de que el cuerpo grande de Robert cubriera lo necesario el suyo, intento cubrirse lo mejor que pudo con las sabanas, pero no lograba hacer un buen trabajo, puesto que Robert la tenía atorada a la altura de la cintura, y ella apenas era capaz de cubrir un poco de sus senos. Su durmiente marido permanecía abrazando su cintura imposibilitando su buen encubrimiento, y por desgracia no daba indicios de despertarse, siquiera moverse.

- Lo siento preciosa ¿Dijiste algo?- se acercó a su lado de la cama, sus ojos escudriñaron su cuerpo que estaba debajo de las sabanas, aunque no cubriéndola como ella desease, era demasiado para ella.

Le asesto un fuerte codazo a su marido para que despertara.

- ¿Qué demonios?- se quejó el hombre al ser molestado tantas veces en una mañana. Miro primeramente hacia su esposa casi enterrada bajo las sabanas para después fijar su vista al pie de la cama, donde Richard se encontraba embelesado mirando en dirección a Elizabeth.

- ¿Por qué estás aquí?

- Ah, viene a despertarte- aparto los ojos del bulto en el que se habia convertido Elizabeth, logrado taparse hasta la cabeza.

- Bien ya lo hiciste, ahora lárgate- le hablo rudamente al notar lo ofuscada que se encontraba su esposa.

- Vaya que despiertas de malas.

- No quiero que vuelvas a entrar aquí.

- Mmm no, creo que lo hare si tengo la oportunidad de encontrarme con tu bella esposa en estado inconveniente- Elizabeth sentía que moriría en ese momento, su cara estaba tan roja y ardiente que pensó que no se le dificultaría incendiar la cama.

- ¡Lárgate!- Robert grito por fin enojado.

- Ya, ya primito, me voy- dijo saliendo a carcajadas -Eres bastante celosito.

Se escuchó el golpe de la puerta al cerrarse, pero Elizabeth no pensaba descubrirse hasta dentro de tres días, era lo más vergonzoso que le habia pasado en su vida.

- ¿Elizabeth?- le hablo Robert.

Pero no le contesto, ¿Cómo era posible que no lo hubiera oído? El tipo era un total escandaloso, sin embargo Robert habia permanecido dormido hasta que ella eficazmente lo golpeo.

- Elizabeth.

- ¿Qué?- dijo en tono de molestia.

- ¿Puedes salir de ahí?

-No.

- No fue para tanto.

Elizabeth se descubrió la cabeza y lo miro fulminante.

- ¿Qué no fue para tanto? ¿Qué otro hombre me vea así no te molesta ni un poco? O es que no te importo, si debí saberlo...- Robert se sentó en la cama y atrapo sus labios para silenciarla.

- Al fin saliste- dijo mientras le daba otro beso.

- ¿Cómo fue que casualmente no oíste el escándalo de tu primo?- contesto alejándose de él.

Robert se inclinó de hombros y se recostó sobre las almohadas perezosamente.

- Siempre ha sido así, tiendo a ignorarlo.

- No me agrada.

- Ni a mí tampoco- concordó Robert.

- ¿Entonces por qué lo recibes en tu casa?- Robert la miro desde la almohada.

- ¿Y cómo lo corro?- negó varias veces y se tapó los ojos con un brazo -Él es el siguiente heredero al marquesado si yo no concibo un hijo.

Elizabeth se quedó callada. De alguna manera esas palabras la hacían recordar que ella, en cualquier momento podía estar engendrando un pequeño niño, un bebe de Robert...

- Elizabeth ¿Me escuchaste?

Por supuesto la joven no habia escuchado nada en lo absoluto, por alguna razón siempre que se perdía en las conversaciones su respuesta automática era "Si" cosa que por supuesto hizo con esta última.

- ¿En serio? ¿Qué te dije?

- Emm... - suspiro - No tengo ni idea de lo que dijiste.

- Bueno como sea- se puso en pie sin tomar en cuenta la vergüenza que eso causaría en su joven esposa.

Elizabeth se habia sonrojado rotundamente, sin pensarlo se habia metido bajo las cobijas para no ver la desnudez de Robert, contrariamente, el hombre se mostraba de lo más divertido con la situación. No podía creer que el pudor existiera en su esposa aun cuando ya hacía días que compartían lecho como marido y mujer.

Sin embargo se mostró piadoso, colocándose la bata para continuar con la tarea de vestirse.

- Elizabeth deberías comenzar a vestirte también- ella estaba decidida a permanecer mucho más tiempo bajo las sabanas, por lo menos hasta que él se marchara - Toma.

Robert le tendía su bata, la cual habia recogido de algún lugar de la habitación.

Una blanca y pequeña mano salió de su escondite tomándola con rapidez, Robert no pudo evitar reír ante el acto tan aniñado, rápidamente despego su vista de ella y le dio la espalda. Continuando con su tarea de arreglarse para salir.

Elizabeth aprovechó la indolencia que le propiciaban para colocarse la bata y apurarse a salir de la habitación. Noto como Robert estaba lavando sus brazos en el lavabo que habia como comodidad extra dentro de la habitación. Llevaba puestos los pantalones y su fuerte espalda quedaba a la vista de Elizabeth. Sin pensarlo demasiado se acercó a él cuándo ya secaba su rostro, se paró frente a él disfrutando la sorpresa que le propino al verla parada ahí frente a él.

La joven sonrío con dulzura y se puso en puntillas para asestarle un corto beso el cual no fue correspondido y ella no se esperaba lo contrario.

- Buenos días- dijo cuándo se alejó para poder verlo a los ojos, en los cuales no se contemplaba otra cosa más que sorpresa, incluso un poco de intriga.

Antes de que él respondiera o atinara a hacer algo, Elizabeth ya habia salido corriendo de la habitación, dejándolo confundido y un poco contrariado.

Después de una hora en la que aprovechó para bañarse y arreglarse apropiadamente, Elizabeth bajaba las escaleras extrañamente contenta. Cosa que no duro demasiado al encontrarse con una rapidez no deseada a Valentina. Intento pasar de largo pero parecía que la joven de ojos verdes tenía otras ideas.

- Elizabeth- la llamo - ¿Paseamos?

La rubia se volvió con una expresión de duda, ¿Qué le haría a esa mujer desear su compañía?

- ¿Puedo preguntar el por qué?

- Nada, simplemente deberíamos conocernos, ya que pasaremos más tiempo juntas- sonrío con dulzura.

- ¿A si?- le regreso el gesto - ¿Y esto debido a que?

- Oh no lo sé, parece que Robert ha dicho que desea que me quede más tiempo.

- ¿En serio?- levanto la ceja con una fingida sonrisa - ¿Qué bueno no?

- Sí, la verdad es que pensé que pronto me marcharía- siguió la joven inclinándose de hombros -Parece que le agrada tenerme por aquí.

- Igual que a todos- Elizabeth se castigó por su hipocresía mal fingida.

- ¿Él no te lo conto?

Maldita mujer y sus preguntas obvias. Maldito Robert y sus estúpidas decisiones. Sabía que debía controlarse y aparentar una calma que no sentía para nada, era claro que deseaba molestarla, lo habia logrado para su desgracia, pero una cosa era que lo lograra y otra que lo demostrara.

- No- contesto -Pero me parece una idea genial, así la arpía número uno tendrá a su mascota para entretenerse, y con suerte yo estaré perdida por la casa la mayor parte del tiempo.

- ¡¿Cómo te atreves?!- grito Valentina - Oh- rio -Ya entiendo, ahora te sientes amenazada por mí.

- No- contesto con una rapidez que la delataba.

- ¡Lo haces!- rio con más fuerza -Bueno no te culpo, es obvio que Robert se aburrirá pronto de ti. No eres su tipo de mujer, eres tan niña, inexperta, tonta- negó con la cabeza - es obvio que desee que alguien como yo ronde por aquí.

- Tal vez- sonrío Elizabeth conteniendo las ganas de estrangularla -Como su prostituta personal, me gusta que sepas tu posición en esta casa, en el caso de que fuera verdad- y ella en serio esperaba que no.

Valentina pareció sopesar lo que sus mismas palabras la habían convertido, habia sido un triunfo para Lizzy, pero ella no lo sentía así, ¿Por qué Robert la querría en la casa si no es por eso que Valentina decía? Cerro sus ojos con pesadez, eran apenas las ocho de la mañana y ya tenía deseos de salir corriendo de esa casa, no todo se podía reducir a la felicidad en la habitación, ella lo sabía, pero parecía que era a lo único que podía aferrarse.

- El caso es que Robert...- Valentina quiso continuar la disputa, pero la rubia ya no estaba de humor, nunca lo estaba.

Sin siquiera dirigirle otra mirada, salió hacia las puertas que dirigían al jardín. Varios empleados sonrientes la saludaban efusivamente, pues con los días que llevaban conviviendo con la joven señora, se habían dado cuenta de que era una mujer alegre y de carácter divertido, en varias ocasiones, la rubia les habia exigido que se dirigieran a ella como Lizzy, le gustaba sentarse en la cocina y platicar con la servidumbre quienes con vergüenza le seguían la corriente, no era de sabios el entender que se habia ganado el cariño de los empleados.

- Mi lady- le hablo una dulce vocecilla -Señora Lizzy- susurro de nuevo.

Elizabeth se detuvo al escuchar el diminutivo de su nombre, en esa casa nadie le decía así a menos que ella misma los obligara. Una pequeña manita se aferraba al vestido de muselina azul de la joven, Elizabeth volvió la mirada para encontrarse unos hermosos ojos azules enmarcados por un cabello largo y negro amarrado en dos firmes trenzas.

- Clara- sonrío Elizabeth poniéndose en cunclillas- ¿Qué pasa cielo?

- Quería ver si deseaba jugar hoy conmigo ¿Quiere?- bailoteo la niña nerviosa por estar en su presencia.

- Si mi amor, si quiero ¿Dónde están los demás?

- Escondidos mi lady, tienen miedo porque ya llego el amo.

- No es tu amo- regaño -Solo es el dueño ¿Entendido?

- Si señora.

- Bien- acepto -Ahora, ve por los demás mientras voy por un cuento.

- ¡Nos va a leer un cuento!- grito la niña aparentemente evitando la fatiga de caminar.

Desde todas direcciones, una docena de cabezas por debajo de la cintura de Elizabeth se amontonaron a su alrededor, bailoteaban y reían felices por encontrar algo que hacer.

Robert estaba ocupado en su despacho, al haber estado tantos días fuera de casa las tareas se habían acumulado de manera desorbitante, por más ordenado que el pudiera ser, los improvistos existían, por ahora habia varios de ellos.

- ¡Robert es imperdonable!- entro sin tocar su hermana.

- De que hablas- dijo sin despegar la vista de sus papeles.

- De tu supuesta mujer- se puso las manos en jarras.

- Que tiene ella- sinceramente Robert no tenía tiempo para discusiones de mujeres.

Siempre hace lo que quiere- se quejó -Va a la cocina, platica con los empleados, ¡Juega con los niños de estos!

- No provoca ningún problema- Robert en realidad no habia escuchado ni una palabra de lo que su hermana habia dicho.

- Que no causa...- Helena modero su voz soltando un suspiro bruto -Robert, es una marquesa de York ¡No puede hacer ciertas cosas!

- Enséñala entonces- dijo distraído.

- ¡Es lo que intento!- grito al ver la serenidad de su hermano, se dejó caer en una de las sillas del otro lado del escritorio -Debiste haberte casado con Valentina...- Helena miro a Robert verificando si podía continuar con esa conversación, al notar que su hermano menor no decía nada continuo con su discurso -Ella sería mejor marquesa, llevaría con honor el apellido.

- ¿De qué habas ahora?- se perdido en la conversación.

- ¡Que deseo que hagas a esa mujer a un lado y te cases con Valentina!- grito.

Robert exhalo con fuerza y se recostó en su sillón mirándola desafiantemente. A cualquier otra persona esa mirada hubiera propiciado los nervios más absolutos incluso miedo, pero Helena era su hermana, habían vivido juntos toda su vida, era inmune, a pesar de eso, ella siempre callaba ante él, le tenía el respeto que se merecía como el marqués.

- ¿Interrumpo algo?- la rubia cabeza de James se asomó por la puerta, otro de los que no tocaba.

- Nada- dijo Robert, incitando a su hermana a salir, lo cual hizo.

- Helena- saludo James.

- James- correspondió la atención antes de salir de la habitación.

El rubio aguardo unos segundos, como si contara los pasos que Helena se debía de alejar para que no escuchara de lo que hablaban.

- ¿Problemas?- sonrío James con una ceja levantada.

- No tengo idea- y era verdad.

- Supongo que la llegada de cierta dama no le cayó de agrado a Helena.

- Supongo que no.

- ¿Has hablado ya con tu mujer?- pregunto james mientras se servía un vaso con Whisky.

- No.

- Vaya, pobre de ella, tiene a una bruja por un lado, una bestia por otro y... ¿Vi acaso a Valentina?

Robert miro a su amigo con desprecio que él paso por alto mientras seguía paseando por el salón.

- La joven y bella dama, encerrada en la mazmorra de la bestia, custodiada por la bruja y atormentada por la arpía- asintió -buena historia, me pregunto si al final ella triunfa o muere.

- Eres infantil.

- Puede ser, pero al menos no dejaría a mi mujer a la deriva.

- No le serias fiel para empezar- se defendió.

- ¿Y tú?- lo señalo con el vaso de su mano - ¿Qué hace Valentina aquí?

Robert se puso repentinamente rígido.

- Cosa de Helena.

- Claro, seguro eso hace sentir mejor a...

- Elizabeth.

- Claro- chasqueo los dedos -Elizabeth.

- ¿A qué has venido?- Robert cambio de tema -No creo que sea de tu interés mi matrimonio.

- En realidad me parece divertido- inclino un hombro -Pero no, en realidad vengo a invitarte formalmente a la fiesta que mi madre organiza.

- ¿Por qué me invitas en persona y no por una carta?

- En realidad esto es una mera fachada, vengo a decirle a tu esposa, ella seguro querrá ir.

- ¿La vas a usar para que vaya?

- Soy astuto ¿No?

- No, en realidad no.

- Bueno, ¿Dónde está ella?- dejo su vaso en el escritorio y aplaudió entusiasmado.

Robert no contesto, se habia metido en los papeles nuevamente, dejaría que James hiciera lo que quisiese, al final la última palabra era la suya, no importaba cuanto quisiese Elizabeth ir.

- Bueno- dijo James mirando por la ventana -Eso ha sido fácil.

Robert levanto la vista hacia su amigo.

- ¿Qué?

- Bueno, la encontré- apunto con la cabeza la ventana -Amigo, si no te conociera y te respetara como lo hago, no dudaría en meterme en su cama.

Robert con un poco de curiosidad se levantó de su escritorio y se acercó a ver lo que James contemplaba con tanta vehemencia. Sentada en una banquilla que habia en el jardín, Elizabeth leía un libro en voz alta, rodeada por una docena de niños esparcidos a su alrededor en el pasto, contemplándola con atención.

- Se ve hermosa- admiro James nuevamente.

Robert lo miro con apatía más su amigo solo veía hacia el frente, contemplándola sin predicamentos. Era cierto, se veía hermosa, sus cabellos brillaban como una extensión del sol, sus ojos bailoteaban entre todos sus admiradores, una sonrisa no se despegaba de su boca, sus manos se movían formando acotaciones con ellas a las cuales los niños brincaban o expresaban.

Todo fue irrumpido por la llegada de un acompañante no deseado, puesto que la aparición de Richard provoco la huida de los niños y la consternación de la joven. Robert miro con desagrado a su primo quien se acercaba a Elizabeth sin ninguna consideración.

- ¿Richard?- se volvió James - ¿Qué hace aquí?

- Ni idea- respondió mientras caminaba hacia la salida.

James se mostró impresionado y con una sonrisa cómplice siguió a su amigo, esperando que de esto saliera una buena pelea, por lo menos.

- Elizabeth, que hermoso nombre tiene usted- se acercaba cada vez más Richard.

- ¿Por qué no se aleja de mí?- Elizabeth se puso en pie.

- Lo siento, es un juego que uso siempre con las jóvenes solteras- rio Richard despreocupado.

- Estoy casada.

- Desgraciadamente si- acepto -le propongo ser amigos.

- No- dijo mientras comenzaba a caminar con su libro en mano.

- Venga Lizzy solo bromeaba- corrió para ponerse a su lado, ahora con una distancia correcta -Se portarme como un caballero.

- No le creo- entrecerró los ojos -Parece usted un granuja.

- Y lo soy- acepto -pero, no con las casadas- Elizabeth miro con incredulidad.

- No con todas- concordó con el desacuerdo. Eso saco una sonrisa de la joven - - ¿Estoy mejorando?

- Un poco- Lizzy no se caracterizaba por ser rencorosa, mucho menos podía odiar a alguien, para eso se necesitaba mucho esfuerzo.

- Bien, ¿Cómo puedo mejorar?

- ¿Usted sabe tirar con arco?- pregunto la joven.

- Eh, ¿Si?- Richard lucía un poco desubicado, lo cual hizo reír a la joven a toda voz. El caballero sonrío a su lado -Pensé que no reía.

Elizabeth de pronto callo, era cierto, ya casi no reía. Bueno no era como si Richard la conociera de mucho para saber si lo hacía con constancia o no, pero, normalmente, más bien, anteriormente reía todo el tiempo, siempre estaba feliz, es más, disfrutaba sacar risas a los demás, su ánimo de pronto decayó. Richard al notar esto cambio de tema.

- ¿Por qué me pregunto lo de la arquería?- la joven lo miro con el ceño fruncido, al parecer se habia perdido en sus pensamientos.

- Oh si- dijo como si de pronto lo recordara -Le propongo algo...

Robert salía al jardín en el momento en el que su esposa y su primo se estrechaban las manos, como si de pronto hubieran hecho un pacto de vida. Se acercó a grandes zancadas seguido por James.

- Elizabeth- llamo fuertemente, espantado a la joven.

- Mande- soltó con susto.

- ¿Qué hacías?- su voz sonaba dura y hasta tosca.

- ¿Hacía de qué?- las cejas de la joven se juntaron con preocupación.

- Solo hacíamos un pequeño pacto primito- Richard intercedió por la joven.

- Estoy hablando con ella, ¿Qué no lo ves?- Robert parecía encolerizado por alguna razón desconocida hasta para él mismo.

- Cálmate ¿Qué te pasa?- bronqueó Richard.

- ¿Qué me pasa?- dijo con sorna -Que parece que mi casa decae con el hecho de que esta mujer este aquí- Elizabeth lo miro consternada.

- ¿Qué ha hecho ella?- defendió Richard.

- ¿En todo caso a ti que te importa?

- Solo intento entender...

- No es necesario, el funcionamiento de mi casa no te concierne.

- Robert...- le llamo con delicadeza Elizabeth.

- ¡Cállate!- la miro con rabia -Ve a mi despacho.

Elizabeth tuvo que resistir las ganas de llorar, lo miro como si no lo conociera y salió corriendo del lugar.

- Eres un lunático- Richard dijo con repudio.

- No te le acerques ¿Está claro?- lo apunto -No quiero que te metas en mi recamara, no tolerare otro insulto como el de ayer- Richard entendió que se refería a la pequeña babeada que le habia propiciado a su esposa.

- Vale- dijo Richard mientras se alejaba.

Robert se pasó una mano por el cabello y se dio media vuelta encontrándose con James parado detrás de él. Por primera vez su amigo juguetón parecía serio, incluso su mirada formaba la incriminación.

- ¿Qué?

- No se lo merecía.

- ¿De qué hablas?

- De tu arranque de celos- se explicó -Ella no se lo merecía.

- ¿Qué? ¿A dónde vas?- le grito al ver que se alejaba.

- Siempre creí que eras el mejor de nosotros- le contesto sin volverse - Espero no estar equivocado.


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