RASSEN I

Από YolandaNavarro7

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Luna no recuerda nada de su pasado, aún así, terribles pesadillas nocturnas la ayudan cada noche a hacerse un... Περισσότερα

RASSEN ARGUMENTO TRAMA PRINCIPAL TRILOGÍA
RASSEN ARGUMENTO <<LUNA>> Vol.1
Árbol genealógico (Relaciones entre los personajes)
INTRODUCCIÓN
CAP.1
CAP.2
CAP.3
CAP.4
CAP.5
CAP.6
CAP.7
CAP.8
CAP.9
CAP.10
CAP.11
CAP.12
CAP.14
CAP.15
CAP.16
CAP.17
CAP.18
CAP.19
CAP.20
CAP.21
CAP.22
CAP.23
CAP.24
CAP.25
CAP.26
CAP.27
CAP.28
CAP.29
CAP.30
CAP.31
CAP.32
CAP.33
CAP.34
CAP.35
CAP.36
CAP.37
CAP.38
CAP.39
CAP.40
CAP.41
CAP.42
CAP.43
CAP.44
CAP.45
CAP.46
CAP.47
CAP.48
CAP.49
CAP.50
CAP.51
CAP.52
CAP.53
CAP.54
CAP.55
CAP.56
CAP. 57
CAP.58
CAP.59
EPÍLOGO
LA NOVELA ESTÁ SIENDO REEDITADA Y CORREGIDA
IMPORTANTE: LA HISTORIA DETRÁS DE LA HISTORIA. POR FAVOR, ÉCHALE UN VISTAZO.

CAP.13

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Από YolandaNavarro7

        En la pensión más modesta de Bruma, a la que había acudido buscando anonimato y tiempo para reflexionar, Leander Blake pasó la mitad de la noche llorando con el anillo de compromiso (que no pudo entregarle a su amada Iris), aferrado en la mano, y la otra mitad ebrio, esperando a que Shaya, su escurridizo amigo y guardaespaldas, apareciera.

Al amanecer, el antiguo campeón de kushti se coló en su habitación sin previo aviso y utilizando alguna de sus triquiñuelas de gato callejero. Encontró a su protegido sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, frente a la tele apagada y rodeado de latas de cerveza barata vacías. Su aspecto era deplorable, al igual que el estado de la habitación; mucho más que caótico. Y así se lo hizo ver:

—Das pena y asco a partes iguales. ¿Piensas enfrentarte a tus problemas convirtiéndote en un pusilánime alcohólico? — le gruñó, levantando de un tirón la persiana de la única ventana del cuarto.

—¡Todo ha sido por mi culpa! ¡Debí suponer que algo así ocurriría! ¡Y ahora ella está muerta! ¡Mi amor! ¡Mi vida! ¡Mi niña! ¡Muerta! No tienes ni la menor idea de cómo me siento —se defendió Leander con voz pastosa, llevándose las manos a los ojos hinchados para evitar enfrentarlos a la luz del día —. ¡Ni siquiera he podido hablar con mi hermano Alexander para encontrar un poco de consuelo!

Shaya tomó aire y miró al griego con fijeza. Lo hizo del mismo modo en el que un microbiólogo analizaría la anatomía de algo invisible al ojo humano, a través de un microscopio. Por un momento, desaparecieron las bolsas oscuras bajo sus ojos rasgados, perfectamente delineados por sus largas y negras pestañas. Tenía la mandíbula tan apretada, que le marcaba unos hoyuelos inexistentes bajo los pómulos. Su expresión se tornó compasiva, pero su empatía duró lo mismo que aquel fugaz cruce de miradas.

—Sabes que Alex debe regresar a la India y que no lo hará si se entera de lo que ha pasado—descartó—. Tú deberías acompañarle: la Guardia Civil quería interrogaros a ti y a Electra. Gracias al cielo, la H1, (nuestra sección favorita de Interpol) ha prometido hacerse cargo del asunto, con la condición de que desaparezcas por un tiempo. ¿Por qué demonios tenías que ir al depósito de cadáveres? ¡No sabes lo cabreados que estaban!

Indignado, Leander arrojó una de las latas vacías a la cabeza de su protector. Como esperaba, Shaya la esquivó sin el menor esfuerzo.

—Solo quería asegurarme de que era ella —balbuceó—. ¿Por qué? ¿Por qué ha tenido que suceder ahora? Justo cuando estábamos a punto de emprender una vida en común. ¿Por qué ella? ¿Por qué no yo? ¡Dímelo, Shaya! ¡Sé que lo sabes!

El indio entrecerró sus astutos ojos negros, apartó a patadas algunas latas, y se sentó en el suelo frente a él. Era su amigo, era casi de la familia, pero también era su guardaespaldas, algo que había olvidado cuándo él le había pedido intimidad para estar a solas con Iris. Si había un culpable de aquella desgracia, junto con Electra, era él mismo.

— Creí que podría controlar la situación... Si no te dije nada, fue porque, por primera vez en años, parecías feliz e ilusionado—confesó a medias.

Leander atravesó a su amigo con una mirada acusatoria.

—¿Estás tratando de decirme que sabías que Iris estaba en peligro y me lo ocultaste?

Shaya asintió de forma casi imperceptible.

—Los dos lo sabíamos, porque tus sospechas eran ciertas: ella no se acercó a Belmonte y a su novia por casualidad, ni fue la que conectó a ese bastardo con Electra. Esos dos ya se conocían de las juntas de accionistas de la constructora. Y eso no es todo: hace dos meses, Iris contrató a un detective privado. Lo hizo con ánimo de volver a reactivar la investigación sobre los asesinatos de sus padres y hermanos—advirtió.

La información cayó sobre Leander como un jarro de agua fría.

—¡Dios santo! ¿Iris trataba de espiar a Electra y a Belmonte? ¡Hace años me prometió que nunca lo haría! ¡Le advertí que atraería la atención de gente muy peligrosa! ¿Por qué no se lo impediste? —gritó.

— Se suponía que Interpol tenía a media docena de hombres vigilándola, día y noche—se apresuró a aclararle su amigo —. Tu novia es una mujer adulta, no tenemos derecho a prohibirle nada, más, cuando ambos hubiéramos hecho lo mismo de estar en su lugar.

Leander siempre había sospechado que tras la radiante sonrisa de la mujer que amaba se ocultaba una nube oscura que algún día acabaría por oscurecer su alma, lo sabía tan bien, como guardaba la esperanza de que confiara en él lo bastante como para mantener aplacados sus deseos de venganza.

—¿Hasta dónde llegó su investigación? —inquirió.

—Sabía que los asesinos de vuestros padres fueron mercenarios contratados por Nico Delaras, el padre adoptivo de Electra—le confirmó Shaya—. El detective le proporcionó documentos personales de ese tipo. Documentos que narran los medios tan poco ortodoxos que utilizó para convencer a los accionistas de TSC de que vendiesen sus participaciones al misterioso comprador anónimo que le cedió todo el poder, en plena campaña de desacreditación hacia tu familia, justo antes de deshacerse de tu tío, de tu padre y de sus hombres de confianza.

—Ella lo sabía, y a pesar de eso estaba más cerca que nunca de Electra—resumió Leander, sin dar crédito—. ¿Por qué? ¿Qué la estaba empujando a arriesgarse de ese modo?

La expresión timorata de Shaya le hizo ver que tenía una respuesta para él, una respuesta que no le iba a gustar nada.

—Habla —ordenó, casi sin mover los labios.

—Sabes que Electra lleva meses celebrando fiestas furtivas en la casona del bosque todos los viernes por la noche...

—No es un secreto para nadie que a esa desgraciada le gusta disfrutar de la vida sin prescindir de ninguno de sus vicios: drogas, alcohol y chicos jóvenes. Ya no se molesta en ocultar que son su debilidad—escupió Leander, con amargura.

—Iris se enteró y pensó que no sería mala idea ir a echar un vistazo—murmuró Shaya.

El griego apretó los puños con fuerza, todo su cuerpo se tensó. De repente tenía la necesidad a golpear algo, a alguien...

—¿Iris jugando a detectives y prestándose a tontear con universitarios ebrios en la casa en la que asesinaron a sus padres? —farfulló, intentando que los repentinos celos que sentía no le nublaran la razón — ¿Qué pensaba sacar con eso?

—Descubrir que esas fiestas no tienen nada que ver con lo que pensábamos que eran—resolvió Shaya —. Sin duda, una de las razones por las que Electra tuvo la necesidad de deshacerse de ella...

—No entiendo nada. ¡Explícate!

El indio se vio obligado a recordarle a su amigo que la empresa que había adquirido más rentabilidad en TSC, desde que comenzase a ser dirigida por Delaras, era Nanoichi; un centro de investigaciones nanotecnológicas, enfocado a la fabricación de recursos médicos, que en manos de mafiosos había acabado convirtiéndose en una fábrica de armamento de última generación.

—¿Qué tiene que ver Nanonoichi con las bacanales de Electra?

—No te lo vas a creer, pero esa desgraciada utiliza sus futuristas juguetitos bélicos para intentar convencer a sus invitados de que, tanto ella como sus mercenarios, poseen las cualidades sobrehumanas que se le otorgan a los naga. De hecho, promete concederles ese don a quienes hagan méritos para ganárselo. Incluso ha inventado complicadas liturgias para llevar a cabo el proceso de conversión... Cuando Iris lo descubrió amenazó con delatarla ante la prensa, si no os devolvía todo lo robado...

La información hizo que Leander se quedara paralizado. Aquella infantilidad estaba muy lejos de poder atribuirse a la personalidad maquiavélica de Electra. ¡Iris no podía haber muerto por una causa tan ridícula!

—¿Electra intentando convencer a una panda de adolescentes de que es el maldito eslabón perdido? No, no lo creo. No tiene ningún sentido. Ni siquiera lo tendría, aunque lo hubiera hecho solo para divertirse — gimió

—Míralo desde esta perspectiva: todo alrededor de la saga literaria de tu abuela basada en la mitología naga genera ingentes cantidades de dinero—le recordó Shaya —. Cuando se corrió la voz de que Delamara y el Gekko no eran personajes ficticios, si no vuestros antepasados más directos, historiadores y antropólogos se interesaron en su historia. Por desgracia, eso provocó que fanáticos de la saga traspasaran su interés por la leyenda a vuestras vidas, e incluso que algunos pirados se obsesionaran con demostrar que los Blake sois descendientes de dioses. El panorama es perfecto para una estafadora profesional como Electra, que ha sabido aprovecharlo para sacar beneficio económico; le es divertido y rentable a partes iguales.

Leander se sorprendió a sí mismo al percibir un fuerte cambio en sus sentimientos: ya no sentía compasión alguna por Electra. En un principio, la vida la había tratado mal, sí, pero ella no había sabido apreciar todo lo bueno que le había brindado después. Molesto consigo mismo, por el afecto que había llegado a sentir por ella en tiempos remotos, soltó un bufido y se dejó caer bocarriba en el suelo, desecho en silenciosas lágrimas.

—Carece de escrúpulos. Nos utilizó a todos. Sus intenciones jamás fueron buenas—resolvió, lanzando una lata vacía contra la pared —. Me mintió cuando dijo que iba a retomar la relación con su padre, solo para vengarse de él y para ayudarme a recuperar lo que nos robó. Con esa misma excusa, aceptó el puesto de relaciones públicas que él le ofreció en Nanonoichi, las acciones de TSC y las propiedades que le regaló, y que formaban parte del patrimonio de los Blake. Y yo la creí... Pero, obviamente, no pensaba devolvernos nada. Me pregunto si alguna vez llegó a romper la relación con sus padres o si todo fue una puesta en escena para boicotearnos desde dentro.

—Es cierto que su madre adoptiva la repudió (no le faltaban razones para hacerlo), pero Delaras solo fingió el distanciamiento para asegurarse de que tu madre la acogiera en vuestra casa—confirmó Shaya, para su mortificación —. Él la ha estado utilizando para espiaros y manipularos, desde que tu padre le ayudara a gestionar la documentación necesaria para su adopción (algo innecesario teniendo en cuenta que él estaba más acostumbrado a la burocracia india).

—Quería involucrarnos para que creásemos vínculos afectivos con ella—apostó Lend.

—Así es: tejió su retorcido plan mucho antes de traerla a España. Puedo asegurarlo, porque he revisado algunos de esos documentos de adopción y el antiguo nombre de Electra no coincide con el que aparece en ellos, tampoco su edad. Por lo visto, en el último momento sustituyeron a una hermana menor por ella, que ya tenía quince o dieciséis años... En realidad, es posible que todo lo que rodea a esa mujer sea falso: nombre, origen, fecha de nacimiento...

Leander sacudió la cabeza como si con ello pudiera descartar una sucia sospecha que se le había incrustado desde hacía mucho tiempo en el cerebro. Cada vez que aparecía se regañaba a sí mismo, se censuraba, e intentaba pensar en otra cosa, pero en el fondo...

—Siendo niño, durante una fiesta en mi casa, presencié una discusión entre Delaras y su esposa—reconoció entre dientes, con la mirada clavada en el suelo—. Ella había bebido mucho y casi no se mantenía en pie. Él estaba medio tumbado, en uno de los sillones de la piscina, con Electra sobre sus rodillas; la actitud de ambos hizo que me sintiera incómodo, aunque en ese momento no supe identificar por qué...

Shaya alzó la vista al techo y dio gracias al cielo por tener la oportunidad de abordar aquel tema con Leander tantos años después, y con él ebrio.

—Tu abuela Sofía, Ernesto y yo, te advertimos mil veces que ella no era lo que aparentaba ser—tanteó—, pero nos ignoraste. Incluso Alexander, que siempre ha gozado de su admiración, te dijo que jamás le había inspirado confianza.

Leander se frotó los ojos hinchados, y se arrodilló en el caos del suelo para buscar a tientas una lata de cerveza sin abrir. El bueno de Shaya tenía razón: tanto él, como su abuela, como su jefe de seguridad y su hermano, habían intentado persuadirle para que se alejara de Electra, y él no les había hecho el menor caso, ¿por qué no habían sido directos y sinceros?

—Sabes que mi vida es muy estresante y que no percibo las sutilidades. Debiste decirme (sin rodeos) que la mujer que mi madre había elegido para ser mi compañera de vida era la amante del tipo que la había adoptado—le reprochó con voz pastosa a su amigo, señalándole con dedo acusador, para luego desplomarse a sus pies.

—Todos éramos demasiado jóvenes, Lend. Nos faltaba experiencia, por eso no nos dimos cuenta de que representaba un papel—lamentó este, entre suspiros—. Pero ahora de nada le serviría ser la mejor actriz del mundo: su pasado ha salido a la luz, por su conexión con un caso de corrupción de menores. Al parecer, graba a sus invitados en actitudes comprometedoras, que difunde a través de internet, si no sucumben a sus chantajes económicos—añadió.

—Todo está perdido... ¿Acaso podría hacernos más daño? ¡Lo último que mis hermanos y yo necesitamos es que se nos implique en ese tipo de delitos por su culpa! —gimió el griego, dejándose rodar por el suelo y tapándose la cara con las manos. A lo que su amigo le tomó con fuerza por el cuello, para obligarle a incorporarse.

—¡Maldito desgraciado! —le increpó— ¡Nada está perdido! Lo único que necesitas es una ducha y una infusión de jengibre. ¡Si Iris pudiera verte se avergonzaría de ti!

Leander lloriqueó como un niño y farfulló algo inteligible antes de zafarse de las manos de su amigo y dejarse caer de nalgas en el suelo.

—¿Crees que ese detective pudo hablarle de nuestro pequeño secreto? —murmuró con la cabeza entre las piernas flexionadas, intentando apoyar la espalda en la pared, para no perder el equilibrio. Le dolía la cabeza, todo le daba vueltas y sentía náuseas. Tenía la sensación de que iba a desvanecerse de un momento a otro.

—¿A Iris? ¿Cuál secreto? ¿Qué hay nagas vivos en las montañas de Cachemira? ¿O qué tú has dedicado la mitad de tu vida a protegerles? —preguntó a su vez Shaya, con indignación—. No, claro que no. Iris no sabía nada. ¡Lo hemos estado haciendo bien! A ojos de todo el mundo, eres un frívolo; un sibarita que se dedica a disfrutar de lo mejor de la vida, sin aportar nada. ¿Quién podría sospechar nada de ti?

—Al menos mi precioso ángel no se fue sabiendo que soy un mentiroso—balbuceó, de nuevo al borde de las lágrimas.

Una vez más, se cubrió los ojos con las manos, como si con ello pudiera evitar ver la triste realidad. ¡Odiaba su maldita reputación! Y eso que en un principio el asunto de la doble personalidad le había resultado divertido... Y es que solo unos pocos conocían su verdadera ocupación: proteger a los naga y su anonimato, incluso a costa de su propia vida. Así había sido desde que, tras un arranque de sinceridad, con su padre recién enterrado y con Alex muy lejos de casa, su abuela le confirmase que las estúpidas leyendas que aparecían en sus novelas románticas recreaban en parte el origen de la familia Blake. Sí, Electra tenía razón en la parte más básica de sus fantasías: Delamara era una mestiza naga, pero los naga estaban muy lejos de parecerse a los <<hombres serpiente>> del Mahabhárata. Al contrario que los naga reales, la tribu mítica de semidioses, que aparecían en la epopeya más antigua del mundo, no tendría por qué esconderse en el estómago de una enorme montaña, para no correr el riesgo de desaparecer o de convertirse en una atracción de feria.

—Iris hubiera estado muy orgullosa de ti, de haber sabido que llevas casi toda tu vida protegiendo a personas a las que ni siquiera has podido ver de cerca—aseguró Shaya, con descarada condescendencia, intentando animarle a través de su ego.

—Dicho por ti, hasta suena épico —masculló su protegido, deshecho en lágrimas—. ¿Qué más te dijeron nuestros amigos de Interpol? ¿Pudieron contactar por fin con sus hombres infiltrados en TSC? ¿O solo te buscaron para pedirte que me castigaras por haber ido al depósito de cadáveres a despedirme del amor de mi vida?

Shaya decidió ignorar la última puya de su amigo y se limitó a encogerse de hombros antes de contestarle:

—Me han confirmado que los hombres que vigilan a tu hermano Alex son mercenarios de TSC, y que él sigue sin percatarse...

—¡Mocoso despistado! ¿Qué interés pueden tener en él? La vida de Alex es más que aburrida. Ese necio solo piensa en su trabajo. Hace años que no ha vuelto a hablar de monstruos, tampoco del incendio.

El guardaespaldas meditó unos segundos en el más absoluto silencio, después se puso frente a Leander, colocó las manos sobre sus hombros, para obligarle a centrar toda su atención en él y le miró a los ojos.

— Alexander jamás ha dejado de investigar. Se limitó a fingir que había superado el tema, para que le dejáramos en paz—admitió sin rodeos—. Él siempre habló de asesinatos y nosotros, desmintiéndole, provocamos que la prensa le ridiculizara, e incluso que le tachara de loco... Le traicionamos, por eso nos ha mantenido al margen.

—Por favor, Shaya, dime que sirvió para algo el daño que le infligimos. Dime que no teníamos otra elección.

—¡Por supuesto que no teníamos elección! ¿Imaginas cuál hubiera sido su destino si todas esas patrañas de mutantes y alienígenas que difundimos en su nombre no hubieran restado credibilidad a su testimonio? ¡Oficialmente era el único testigo vivo de lo que había sucedido! Demasiado tiempo han tardado los hombres de Delaras (y de su misterioso socio), en decidirse a ir a por él.

—Mejor loco que muerto, por supuesto —pensó Leander en voz alta—. Ahora, más que nunca, soy consciente de todo por lo que ha tenido que pasar mi hermano. Ojalá pudiera sincerarme con él, sin hacer con ello que me odie para siempre.

Shaya rebuscó en el armario de la habitación algo de ropa limpia y se la arrojó al griego.

—Lo menos importante de esto es si te odiará o no, cuando le cuentes lo que sabes. Por el momento, debes enviarle de vuelta a Srinagar y tenerle allí entretenido con sus estúpidas obras de caridad, hasta que Interpol detenga a Nico Delaras, a su hija Electra y al resto de los cabecillas de TSC—sentenció al tiempo—. Os lo han arrebatado prácticamente todo, incluyendo vuestro buen nombre. Su obcecación por descubrir el paradero de los naga parece no tener límites, y eso que no tienen la menor prueba de que existan. Es muy difícil adivinar cuál será su próximo movimiento, y Alexander es una presa fácil.

—Alex... —masculló el mayor de los hermanos Blake en un suspiro, con la mirada ebria y gris, ensombrecida por la pena y el remordimiento. — Mi pobre hermano... Iris le quería casi tanto como yo...

—Deja de mortificarte, y asegúrate de que por el momento tampoco conozca los detalles de la muerte de vuestra prima. Dejémosle que piense que fue un accidente. De otro modo, no permitirá que le apartemos de tu lado.

—Sí, mintámosle otra vez ¿qué otra cosa podría esperar de nosotros? —murmuró Leander, con un nudo en la garganta, antes de quedarse profundamente dormido.


Ascética y milenaria modalidad india de lucha libre.

Organización Internacional de Policía Criminal.

De nanotecnología: rama tecnológica, a escala nanométrica, que incluye la manipulación de átomos y moléculas.

Texto épico mitológico de la India.

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