Soledad *[En Edición]*

By Mysagy

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Tras la muerte de sus padres, Diana es mandada a un orfanato. Ella solo quiere que los dos años que le quedan... More

Prólogo *[Editado]*
Capitulo 1: La llegada. *[Editado]*
Capitulo 2: Mi primer contacto con el mundo real.*[Editado]*
Capitulo 3: Mi pesadilla social continúa. *[Editado]*
Capitulo 4: El comienzo. *[Editado]*
Capítulo 5: El cambio. *[Editado]*
Capítulo 6: ¿Qué pasa aquí? *[Editado]*
Capítulo 7: La verdad. *[Editado]*
Capitulo 8: Es el fin de mi soledad.
Capítulo 9: De malo a peor.
Capítulo 10: Explicaciones.
Capítulo 11: La elegida.
Capítulo 12: Pesadilla
Capítulo 13: Consecuencias.
Capítulo 14: ¿Qué pasa aquí?
Capítulo 15: ¿Puede haber algo más raro?
Capítulo 16: El baile.
Capítulo 17: Equivocación
Capítulo 18: Sensaciones.
Capítulo 19: Tengo una corazonada.
Capítulo 20: Sois unos críos.
Capítulo 21: Sentimientos contradictorios.
Capítulo 22: Henry
Capítulo 23: Los planes.
Capítulo 24: Transformación.
Capítulo 26: Ariana.
Capítulo 27: Mátame a mí.
Capítulo 28: Uno tras otro.
Capítulo 29: No hay duda, soy la elegida.
Capítulo 30: Solo dime, ¿por qué?
AGRADECIMENTOS.

Capítulo 25: Deseos.

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By Mysagy

Los minutos a su lado pasaban volando. Me había tirado la última media hora mirando, observando y memorizando cada parte de su rostro. Y de vez en cuando, él me interrumpía para besarme.

- Es que estás tan cerca que no lo puedo evitar. – me decía cada vez que interrumpía mi estudio de su cara.

Claro que a mí no me importaba, es más, estaba encantada. Pero ya había pasado la primera media hora, solo me quedaba un rato más con él antes de que empezara a prepararse.

Le seguí observando y besando, observando y besando,…y así unas cincuenta veces más. Estaba tan contenta de mis ojos nuevos, que no podía parar de mirar a lo más bello de la habitación.

- Estas haciendo que me crea que de verdad te gusto. – me dijo al cabo de un rato de mi parte observadora.

Le dí un pequeño manotazo en el hombro por la tontería que acaba de decir.

- Pues entonces debo de estar haciendo algo mal, porque tú no me gustas. – hice una pequeña pausa teatral para hacerle dudar, lo conseguí. – Estoy enamorada de ti, la palabra gustar es algo tan insignificante para lo que yo siento, que es casi resulta ofensivo que hayas usado esa palabra.

Él me cogió la cara y con algo más de intensidad, me beso hasta dejarme casi sin respiración, o mejor dicho, sin aliento ya que mi respiración estaba descontrolada. Pero al cabo de muchos minutos así, paró.

- No me quiero ir. – me dijo en susurros sin apenas apartar sus labios de los míos.

- No quiero que te vayas.

- Pero debo ir.

- No debes hacer nada. – dije haciendo una mala imitación de él, recordando la última vez, hace menos de una hora, que había pronunciado esas palabras.

El se rió de mi pobre imitación y se levantó para prepararse. Se quitó una camiseta blanca que llevaba y por segunda vez, ví su torso desnudo. Pero era como verlo por primera vez, ya que mis ojos veían algo diferente a lo que recordaba mi mente.

Me levanté de la cama y me acerqué a él, le toque su perfecta piel, recorriendo con los dedos las líneas que separaban cada músculo. Su respiración iba en aumento y casi podía oír su corazón, no casi, oía su corazón…

- Mi sentido del oído también está mejorando. – dije sin ser capaz de quitar los ojos de su cuerpo. – Oigo tu corazón y ni siquiera tengo la oreja pegada.

- Eso es porque me estas volviendo loco. – ahora si le mire a la cara.

Había tal pasión en sus ojos que me hizo sonrojarme. Esto era algo nuevo para mí, ni siquiera me lo había planteado antes. Él sentía deseos por mí, por estar más cerca de mí, por besarme en lugares más privados. Yo tenía dieciséis años, pero no sabía cuánto tiempo llevaba él en este mundo.

- Lo siento. – dije mientras me separaba un poco para darle espacio.

Él siguió vistiéndose y preparándose, pero su comentario había abierto una puerta en mi mente que no era capaz de cerrar. ¿Y si él quería algo más conmigo? ¿estaría dispuesta ha concedérselo? La respuesta a esa última pregunta era un sí bastante obvio, pero ¿estaba preparada? Seguramente no. Pero él me esperará, de eso tampoco tenía ninguna duda.

Aunque la puerta en mi mente se había abierto algo más y una sensación oscura invadió mi cuerpo. ¿Habría estado él con otras mujeres? ¿habría amado a alguna? Esa sensación oscura, eran celos.

Pero no me atreví a preguntarle nada, él debía estar con la mente despejada para lo que tenía que hacer ahora y yo no se lo iba a impedir.

Ya estaba listo y la hora feliz se acababa. Miraba la habitación con la esperanza de que se convirtiera en mi anterior cuarto, el de mi ahora antiguo hogar. Pero no conseguí nada, obviamente.

- ¿Puedo esperarte en mi habitación? – le dije con mirada de suplica. – Quizás allí me sienta más cómoda.

- ¿No te sientes cómoda aquí?

- Si tú no estás, no.

- Claro, puedes esperarme en tu habitación. – estaba ya casi saliendo por la puerta cuando dijo. – Pero tienes que llevarte esto.

Me dio el móvil, lo había tirado en la cama cuando todos se fueron. No me gustaban mucho esos cacharros, pero si los veía útiles para situaciones como esta. Lo cogí y lo metí en uno de los pequeños bolsillos de este pantalón ajustado.

Salimos de la habitación y los tres ya estaba ahí, Laurent, Gloria y John. Pero había algo extraño alrededor de ellos, era como un aura brillante que los envolvía como una funda.

- Pero…¿qué es lo que llevan? – le pregunté en susurros a Jeremy. Tenían una mirada de concentración que no me atrevía a interrumpir hablando alto.

Jeremy me miró algo sorprendido por la pregunta, pero al final pareció entenderla.

- Es el glamour. Antes no eras capaz de verlo, pero es así, como un aura. Es útil para saber si lo llevamos o no.

Una vez en la puerta de mi habitación, mientras nos estábamos despidiendo le dije:

- ¿Puedes ponerte el glamor? Para verte con el aura.

Él me sonrió pero acepto. Tal y como había pasado la noche del baile, se concentró mucho, con los ojos cerrados. Pero esta vez pude verlo. De la zona de sus pies iba subiendo un aro dorado y brillante que le iba envolviendo todo el cuerpo. Era precioso y para cuando terminó, todo su cuerpo estaba rodeado de ese aro dorado.

- Tendrías que ver la cara que pones. – y noté que le estaba mirando con la boca abierta. La cerré de golpe y él se rió más de mí. – Siento dejarte sola, pero en cuanto termine vendré corriendo. Quizás cuando te despiertes esté durmiendo a tú lado.

- Haz que sea así. – me dio un fugaz beso y se marchó.

No quise ver como se iban y me dejaban ahí, así que en cuanto Jeremy se alejó un metro yo cerré la puerta.

Con mis nuevos oídos, era todo un placer que esta planta fuera tan sumamente silenciosa. Recuerdo, como no hace mucho, este silencio me impedía dormir. Y ahora mírame, dando gracias al cielo porque nadie roncara o saliera de sus cuartos dando portazos.

Me desvestí y me puse ropa más cómoda, un pantalón gris de chándal y una camiseta dos o tres tallas superiores a la mía, pertenecía al equipo de fútbol al que jugaba mi padre con sus amigos. Cogí uno de los libros de su colección de Jane Austen, mi favorito era “Orgullo y prejuicio”, ya que no iba a ser capaz de dormir, al menos leeré.

Lo abrí por la mitad, más o menos. Amaba todo el libro, pero la mejor parte era la del medio, cuando ella llega a visitar la casa del señor Darcy pensando que él no estaría y se lo encuentra, es el momento donde Elizabeth (la protagonista) se empieza a enamorar del señor Darcy. Empecé a leer:

Elizabeth llegó a la conclusión de que el señor Darcy iría a visitarla con su hermana al día siguiente de que ésta se instalara en Pemberly, por lo que decidió no alejarse de la posada en toda la mañana. Pero se equivocó, pues sus visitantes se presentaron un día antes. Elizabeth y los Gardiner había estado paseando por los alrededores con algunos de sus nuevos amigos, y acababan de regresar a la posada para…”

Un sonido me interrumpió, era el sonido de una puerta abriéndose a la fuerza. ¿Sería capaz de oírles? Me concentré mucho y resultó que sí, no les oía con mucha definición. Me tumbé en el suelo y apoye una oreja para conseguir oír mejor lo que pasaba abajo.

- Gloria, ahora. – decía la voz de Laurent.

Luego hubo silencio durante un rato. Recordé la sensación que se sentía cuando Gloria te atacaba con su rayo de la felicidad, recordé la vez que me caí en la habitación de Jeremy por culpa de eso.

- Vamos. – volvió a decir Laurent. - He oído un ruido.

El único ruido que oía yo era el de una puerta cerrándose y de unas pisadas subir corriendo por las escaleras.

Ya debían de estar en la segunda planta, pero no me atreví a abrir. No sería capaz de ver a Robert desmayado en brazos de alguno.

Atravesaron mi lado del pasillo con mucha rapidez, era sorprendente la de cosas que podía oír. Sus respiraciones, sus pisadas, e incluso el corazón acelerado de uno de ellos, que intuí que era el de Robert.

Me levanté del suelo, ya que era una tontería seguir en el. Al final del pasillo, abrieron una puerta, era la puerta opuesta del comedor de esta planta. Esa debía de ser la puerta que daba al altillo.

Ya no conseguía oír con suficiente definición como para entenderles, y casi, en el fondo, lo agradecí. Recordé como Jeremy me dijo que era mejor no saber lo que le iban a hacer ahí arriba.

Y así me encontraba yo, de pie en medio de la habitación, mirando como loca al techo, intentando oír algo de lo que pasaba. Cuando tres rápidos golpes en la puerta me hicieron dar un bote en que casi note que el corazón me subía a la garganta.

- ¿Quién es? – pregunté con duda en la voz.

- Soy Ari, abre por favor. – dijo con una voz muy extraña, parecía tremendamente preocupada.

Fui corriendo a abrir, y cuando la ví, me asusté. Estaba blanca del susto, los ojos se le salían de la cara y tenía la boca abierta, como si hubiese subido corriendo y estuviese hiper-ventilando. Pero si ha subido corriendo, ¿Cómo no la he oído? ¿Estaría tan concentrada mirando al techo que se me había pasado el resto de los sonidos? Eso debía de ser…

- ¿Qué te pasa? Entran.

Ella entró y yo cerré la puerta a su espalda.

- Iba a subir para contarte que he estado toda la tarde con Robert, ya sabes, enrollándonos. Y que me había pedido que saliéramos juntos. – hablaba tan deprisa que me costaba entenderla. – Entonces he visto algo muy raro.

- ¿Qué has visto? – estaba de los nervios, ¿y si los había visto? Si había estado toda la tarde besándose con Robert, es posible que pudiera ver a través del glamor, como me pasó a mí con el lagarto.

- He visto como unos hombres de negro se llevaban a Robert a cuestas de su habitación.

Mi cuerpo se quedó tieso, mi respiración se cortó y mi corazón empezaba a ir a mil por hora. Y para colmo, un nuevo cambio de mi transformación estaba haciendo efecto. Mis músculos, me notaba tan pesada, como si hubiese engordado cien kilos de repente, mi cuerpo se estaba fortaleciendo y la persona que estaba en mi interior, estaba mucho más despierta, se estaba estirando dentro de mí, desperezándose.

Tuve que sujetarme a la mesa para no caerme, eso hizo que Ariana se preocupara por mí y notara que me pasaba algo.

- ¿Estás bien? Es por esto por lo que no te hemos visto en todo el día, ¿estás mala?

- Sí, creo que he cogido algo. El médico me ha pedido que estuviera relajada y esto que me has contado, me ha alterado un poco. Pero ya estoy bien. – era una buena mentira, medio mentira, medio verdad. Pero tenía que despistarla de alguna manera del tema de Robert. – No te preocupes por él, estuve hablando con Carlos el otro día y me contó que están todo el día gastándose bromas, quizás fuese una de ellas.

- ¿Pero a donde se lo llevaban? – me dijo Ariana que ya parecía más relajada tras mi explicación.

Pensé durante un rato hasta que se me ocurrió algo realmente bueno.

- No sé, vosotros le tenéis mucho respeto a esta planta, quizás hayan ido a dejarle en la cafetería, para que mañana, cuando “los raros” entren a desayunar, él estuviera atado a una silla, o algo así.

Ella se rió de mi invención y yo me relajé un poco. Gracias a dios que me habían proporcionado una muy buena imaginación, sino, no sé como hubiese salido de esta.

Un gran ruido se oyó de la planta de arriba. Mi corazón volvió a descontrolarse, pero mi mayor temor era que Ariana lo hubiese oído.

Y así parecía ser, ella miraba para arriba y por primera vez, desde que había entrado en la habitación, la observé con detenimiento. Se había cambiado el color del pelo, y ahora que lo notaba no podía creer que no me hubiese dado cuenta antes. Ya no era rosa, ahora era de un rojo intenso.

Su vestimenta también había cambiado, ya no era gris, blanco y rosa, que eran los colores que normalmente predominaban en su vestuario, ahora eran negros y rojos. A juego con su nuevo pelo.

Su mirada bajo y algo oscuro apareció en sus ojos. Me hizo dar un paso hacia atrás.

- Es la hora. – dijo con una voz muy siniestra.

Y pequeñas piezas del puzzle se iban formando en mi cabeza.

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