RASSEN I

By YolandaNavarro7

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Luna no recuerda nada de su pasado, aún así, terribles pesadillas nocturnas la ayudan cada noche a hacerse un... More

RASSEN ARGUMENTO TRAMA PRINCIPAL TRILOGÍA
RASSEN ARGUMENTO <<LUNA>> Vol.1
Árbol genealógico (Relaciones entre los personajes)
INTRODUCCIÓN
CAP.1
CAP.2
CAP.4
CAP.5
CAP.6
CAP.7
CAP.8
CAP.9
CAP.10
CAP.11
CAP.12
CAP.13
CAP.14
CAP.15
CAP.16
CAP.17
CAP.18
CAP.19
CAP.20
CAP.21
CAP.22
CAP.23
CAP.24
CAP.25
CAP.26
CAP.27
CAP.28
CAP.29
CAP.30
CAP.31
CAP.32
CAP.33
CAP.34
CAP.35
CAP.36
CAP.37
CAP.38
CAP.39
CAP.40
CAP.41
CAP.42
CAP.43
CAP.44
CAP.45
CAP.46
CAP.47
CAP.48
CAP.49
CAP.50
CAP.51
CAP.52
CAP.53
CAP.54
CAP.55
CAP.56
CAP. 57
CAP.58
CAP.59
EPÍLOGO
LA NOVELA ESTÁ SIENDO REEDITADA Y CORREGIDA
IMPORTANTE: LA HISTORIA DETRÁS DE LA HISTORIA. POR FAVOR, ÉCHALE UN VISTAZO.

CAP.3

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By YolandaNavarro7

Polígono industrial Baco

Bruma

De camino a la sala de fiestas más famosa de Bruma, en el interior de un exclusivo coche de alta gama con los cristales tintados, los hermanos Alexander y Leander Blake mantenían una pequeña disputa, respecto a la reticencia del primero a olvidar sus obligaciones laborales. Leander, una versión más rubia, desinhibida y seductora de su hermano menor, parecía haber rejuvenecido una década en los últimos días. La elegancia de su smoking negro contrastaba con sus aires de guerrero vikingo, al igual que su sonrisita de niñito travieso a punto de hacer una trastada. El muy insensato pretendía que Alex compartiera con él una larga noche de juerga, rodeado de alcohol de dudosa calidad, música estruendosa y mujeres atractivas semidesnudas, pero este se resistía con ferocidad. En cualquier otra ocasión, el joven griego hubiese aceptado de buen grado entrar en aquel antro, con la más falsa de las sonrisas pintada en su cara, pero aquella noche no. Odiaba mentirle a su hermano mayor, pero no podía confesarle que entre sus tareas pendientes estaba el asalto a la oficina de Clara Vega (su antigua psicóloga). Había decidido robarle su historial médico, porque estaba seguro de que le ayudaría a recordar detalles importantes sobre el incendio en el que había perecido su padre, quince años atrás. Pero admitir algo así frente a Leander equivaldría a reconocer que jamás había abandonado su lucha, y que seguía pensando que las versiones oficiales sobre las muertes de su padre y su tío no eran más que una cortina de humo, creada para proteger los intereses de los traidores que les habían robado TSC; gentuza sin escrúpulos, pero con grandes y peligrosos contactos.

—¡Venga ya! ¿De veras pretendes convencerme de que tienes una reunión de negocios un sábado por la noche? —dudó Leander, ante su negativa.

—Sabes de sobra que ando desbordado —alegó Alex —; el chef del hotel Central cerrará la cocina en una hora y antes debo encargarme de otro asunto...

—¡Acabo de recuperar mi vida! ¿Por qué no quieres celebrarlo conmigo antes de que regrese a Grecia? —insistió su hermano—. ¡Yo siempre he estado apoyándote! ¡Incluso cuando te fuiste a vivir a Cachemira para dirigir la escuela benéfica de papá! Estaba en plena campaña de navidad, totalmente volcado con la presentación de la nueva variedad de blanco Assyrtiko en nuestras bodegas, y a pesar de ello saqué tiempo para ayudarte con el papeleo.

Alexander, sintiendo flaquear sus fuerzas, puso cara de cordero degollado. En realidad, sí que tenía ganas de pasar un buen rato en compañía de su hermano, lejos de oficinas y despachos. Cuando se veían siempre estaban rodeados de posibles inversores, clientes o proveedores, y eso dificultaba cualquier conversación privada entre ambos...

—Está bien: regresaré aquí cuando resuelva mis asuntos. Si para entonces no te has largado, beberé contigo hasta caer exhausto —se rindió —. Pero ahora tengo que marcharme: Javier ha renunciado a su único sábado libre del mes, para reunirse conmigo. La competencia en la zona es terrible, nuestras molduras y brocados no pueden competir con el minimalismo y la domótica de los hoteles más modernos...

—...pero sí nuestras patatas asadas, la cerveza artesana y el crujiente jamón braseado con zanahorias caramelizadas — aseguró Leander, salivando como un cachorro de Basset hound, frente a un plato de salchichas—. ¡Está bien! ¡Lárgate! ¡Pero te advierto que no pienso acoger en mi casa a un obeso, desaliñado y viejo hermano solterón!

Alexander entornó los ojos y soltó una carcajada.

—Supongo que entonces tendré que pedirle clemencia a Iris; tu amorcito tiene un corazón mucho más grande y noble que el tuyo. ¿Le has dicho ya lo que sientes por ella?

El mayor de los Blake negó rotundo con la cabeza. La simple mención de aquel nombre femenino le hizo sonreír con tanta ternura, que Alex se replanteó, por un instante, muchos de sus prejuicios sobre la vida en pareja y ese amor utópico e incondicional que todo el mundo buscaba, pero que pocos lograban encontrar.

—Espero poder declararme esta noche —le confesó Leander —. Desde que el destino quiso empujarme a seguir tu consejo de apostar por ella, haciendo que ambos nos encontrásemos frente a la tumba del tío Kimmy y de su esposa, le he estado enviando algunos mensajes de texto. Pero nada contundente.

—¿Mensajes de texto? ¡Por el amor de Dios, Lend! ¿Cómo has podido caer tan bajo? ¡Esa es la estrategia de acosadores y fracasados! Y tú eres la <<Bóveda para el fin del mundo>> de los <<sexigenes>> Blake. Eres nuestro <<león>>. Si no fuera tu hermano y hetero, me tatuaría tu nombre en el trasero para honrarte—se burló Alex, fingiendo estupor cubriéndose los ojos con una mano.

—Te agradezco la oferta, pero debo rechazarla: desde que dejaste el entrenamiento militar tu trasero ya no es tu mejor baza—opinó su hermano, con una risilla, a pesar del nudo que le atoraba la garganta. Sus bromas eran el discreto vehículo en el que viajaban de polizón sus muestras de afecto y eso le hacía sentirse un tanto cobarde.

Y es que Leander deseaba poder ser sincero. Necesitaba dejar de fingir que podía arreglárselas solo y pedirle a Alex que se mantuviera a su lado aquella noche (para infundirle confianza), pero se sentía egoísta solo de planteárselo. Para sus hermanos menores, él era el fuerte, el decidido, el independiente y así debía seguir siendo, porque si le veían flaquear empezarían a dudar de sí mismos, y su madre aprovecharía la oportunidad para volver a manipularlos. Ella les había entrenado para fueran dignos representantes de sus delirios de grandeza y de su falta de humanidad: sendas máquinas, de aspecto impecable, condescendientes y sumisas, sin derecho a expresar emociones o sentimientos, pero con modales refinados. Para no perder la cordura, en un ambiente tan enrarecido como aquel, los tres habían ido desarrollado otros talentos, que les permitían conocer lo que medraba en la cabeza del otro, sin hablar y sin mover una sola pestaña. Gracias a eso, Lend sabía que su hermano no solo estaba preocupado por el desenlace de su historia con Iris, había algo más. Algo importante que no quería contarle. Muy típico de Alex, el guardarse sus problemas para sí, con tal de no estropearle la noche. ¿Cómo mencionarlo de modo directo sin que él se plegase sobre sí mismo como un acordeón?

—¿Sabes? Aunque tu desmedido altruismo solo me ha dado problemas, reconozco que tienes un don especial para hacer felices a los demás—le alabó, pasándole un brazo por encima de los hombros y apretándole contra sí un instante—. Sé que algún día conocerás a alguien capaz de hacerte feliz, hermanito; alguien que pueda ver en tu humildad y en tus silencios tu grandeza. Pero, mientras esa persona aparece, espero que nunca olvides que yo siempre estaré aquí para ti, dispuesto a apoyarte en todo lo que necesites.

Cómo siempre que recibía cumplidos o muestras de cariño, Alex escondió la cara bajo su mata de pelo oscuro, y dejó escapar una risilla nerviosa, que reflejó en cierto modo lo desprevenido que le había pillado aquel arrebato de sinceridad de su hermano. ¿Habría sido el amor el artífice de aquel milagro?

—Nadie merece alcanzar la felicidad más que tú, que te viste forzado a madurar a toda prisa y renunciaste a tus sueños para asumir el papel de papá en la familia, siendo solo un niño—aseguró rascándose la coronilla, pues, de repente, no sabía qué hacer con sus manos.

El mayor de los Blake negó con la cabeza y fingió mirar por la ventanilla para ocultar su embarazo.

Pocos minutos más tarde, el coche de alquiler se detuvo frente a su destino. Aunque volverían a verse en menos de una semana, a modo de despedida, los hermanos se fundieron en un tierno y afectuoso abrazo.

Leander salió del vehículo a toda prisa, para evitar que Alex se percatara de que se había emocionado hasta las lágrimas, pero ya era tarde.

—¡Maldito engreído!¡Olvida lo último que te he dicho! —escupió entre dientes, cuando la risa de su hermano menor llegó hasta sus oídos.

Antes de entrar en la sala de fiestas, el griego enamorado aspiró hondo y metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para comprobar que todo estaba en su lugar: la daga de doble punta que le había prestado Iris un par de semanas antes y la pequeña cajita negra de la joyería, que contenía el anillo de compromiso que iba a regalarle.

Como cada fin de semana, la Factory era un hervidero de hormonas, sudor y saliva. La sensación opresiva del ambiente se debía en gran parte a que el aire resultaba tan húmedo y caliente, que casi no se podía respirar. La música hacía temblar el suelo y vibrar los vasos en las vitrinas de espejo, y los cristales de las ventanas. Todo se movía como un único ente allí dentro. Era la fiesta de clausura, la <<Gran Fiesta del Fin del Mundo>>, y todo aquel que tuviera una vida que perder estaba invitado. Leander, a sus veintisiete años, sentía por momentos que había perdido todo lo valioso que podía perderse estando vivo, por eso se había propuesto recuperar parte importante de ello aquella noche, en aquel antro. El suelo de cristal de la sala hacía que las suelas de sus zapatos se resbalaran, ralentizando su paso. Sus exangües ojos grises otearon aquel horizonte de cuerpos jóvenes y palpitantes, entre los que se encontraban los de las amigas de Iris. Sus labios se expandieron en una morbosa sonrisa de satisfacción: ella debía estar muy cerca.

Junto a la barra, vestida como una provocativa y exótica viuda negra, su prima adoptiva y exprometida, Electra Delaras; icono de la moda, ídolo de masas, youtuber de éxito, influencer de estilos de vida, sufrida activista política, encubridora de asesinos y cómplice de traficantes y estafadores, le guiñó un ojo. Un gesto sin aparente importancia, en cualquier otra persona, pero que viniendo de ella solo podía interpretarse como el triste sucedáneo de un disparo. Leander se le acercó sin prisas, fingiendo indiferencia, pero aquella desgraciada le conocía tan bien, que seguro que sabía lo incómodo y asqueado que se sentía en ese momento. Como buena mentirosa, Electra reconocía una mentira en los ojos del mentiroso antes de que sus labios le hubieran dado curso, quizá por eso casi siempre andaba sola.

—Supongo que no habrás hecho planes para mañana—apostó la mujer, casi sin mover los labios y en tono amenazador, cuando él estuvo a su lado.

—Soy un Blake—contestó el joven, apático. Sin mirarla y sin perder la sonrisa —, me gusta improvisar.

—Avísame en cuanto Alex te confirme la hora de partida—ordenó ella —. Y procura que tu asistente tenga el Cessna listo. Si me hace esperar en el aeropuerto más de dos minutos, juro que haré que se arrepienta de haber nacido.

Leander disimuló una risilla espontánea y maquiavélica con una tos.

—Como planeaste, volaremos a Loutraki mañana, pero sin Alex —la informó, en tono neutro. Observando su reacción por el rabillo del ojo.

—¿Por qué no? ¿Acaso le has pedido que se quede? —bramó su ex, dándole un empujón en el pecho con las dos manos.

El griego, firme como una roca y acostumbrado a sus arranques violentos, ni se inmutó.

—Mi hermano es un hombre adulto y, por ende, toma sus propias decisiones—alegó hastiado—. ¿Qué hay de ti? ¿Por fin les has dado una noche libre a tus intimidantes monstruitos? —tanteó, al comprobar que ella había acudido sin escolta.

—¿Te refieres a mis guardaespaldas? Andan cerca, aunque no los necesito. ¿De veras crees que hay algo o alguien aquí, que pudiera representar una amenaza para mí? —se jactó Electra, en un alarde narcisista, con la mirada perdida entre la multitud.

Leander sintió como se le contraía el estómago. Por un momento, temió que su ex hubiera descubierto lo que se traía entre manos.

—No todos los periodistas aprecian tus consejos sobre moda...—se burló, para intentar sonsacarla.

—Sé perfectamente cómo manejar a la prensa—aseguró ella, maquiavélica—. Guárdate tus consejos para tu querida prima Iris: se rumorea que tiene problemas con las drogas y que tu hermanito Alexander la ha estado encubriendo —soltó a bocajarro.

—Mientes—desechó Leander, sin detenerse si quiera a contemplar que lo que decía fuera cierto.

— Iris nos dijo que iba a retomar sus estudios, pero ha abandonado el campus. Antes que eso sucediera, su compañera de habitación sorprendió a Alex llenándole la despensa y llevándole ropa, porque había vendido la suya—alegó Electra con afectación—. Pero eso no es lo mejor: el lujoso balneario al que él la invitó por su cumpleaños resultó ser una clínica para adictos.

Antes de que el griego pudiera defender la lealtad de su hermano o la reputación de su prima, esta apareció en el centro del local: etérea y radiante, como un hermoso espectro, y rodeada de la manada de estúpidas hienas famélicas que tenía por amigas. Leander comprobó con disgusto que había perdido algo de peso y de forma inconsciente intentó localizar en su aspecto algún otro rasgo preocupante. Por suerte, no lo encontró. Electra se relamió de gusto al ver atisbos de duda y preocupación ensombreciendo la mirada del que fuera su prometido, él se apartó de su lado con discreción y se dirigió hacia Iris, dispuesto a evitar que ambas se encontraran. Para su frustración, ella siguió sus pasos. Con toda la sutileza que sus andares de gata le conferían, tarareando feliz y entre dientes el agresivo estribillo de la canción en inglés que sonaba en ese momento: *<<Usa tu puño y no tu boca>>, Electra se deslizó hasta su incauta prima postiza y fingió alegrarse de verla. La reacción de ambas, al estar frente a frente, fue tan desigual como era habitual; Electra rozó las pálidas mejillas de Iris con sus afilados pómulos y lanzó un par de besos al aire, mientras que esta la abrazaba con delicadeza. La única diferencia con los encuentros anteriores, recayó en que aquella vez, amparada por la oscuridad y el abarrotamiento del local, la digna hija del infame Nico Delaras dejó caer unas gotas de un líquido amarillento en el refresco de rival. Después, pagada de sí misma, con una sonrisa astuta y sin mediar palabra, volvió a su lugar junto a la barra. Como había previsto, su acción pasó desapercibida ante los dos ingenuos enamorados. Ajena a la tragedia que se cernía sobre ella, Iris le sonrió de forma coqueta a Leander. Cuando se quedaron a solas, sus enormes ojos aceitunados destilaron admiración, a través de algunos mechones de pelo cobrizo. Cual choque de pedernal, aquel simple gesto alimentó la tímida llama encendida en el pecho de Leander; sentimientos ignorados bajo el peso de la culpabilidad, que comenzaron a liberarse más rápido de lo conveniente y que dibujaron una sonrisa tonta en su cara.

Electra, testigo en la lejanía del mudo cortejo, sonrió con placidez.

—¡Alea jacta est! —masculló entre dientes, antes de atravesar con sus ígneas pupilas a los dos enamorados, darles la espalda y desaparecer entre la enardecida multitud.


Variedad de vino elaborado con uva blanca de la isla griega Santorini.

Raza de perro sabueso.

<<Use Your Fist and Not Your Mouth>> canción, Marilyn Manson.

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