La Reina Perdida [SC #1]

By larablackbones

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Hola, soy Odette Thunderbolt, y esta es mi historia. La historia de la chica que veía cosas que los demás no... More

Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25

Capítulo 1

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By larablackbones

Luz. Lo único que veía era luz. Una luz tan brillante que cegaría a cualquiera. Cuando me incorporé, vi a mis hermanos y a mis padres hablando en un tono serio (algo no muy común en ellos). No sonreían, simplemente se limitaban a conversar. Entonces, Nick, mi hermano mayor, se percató de que me había despertado, y con un codazo muy mal disimulado avisó a mi madre, que avisó a mi padre de la misma manera.

-¿Odette? ¿Estás despierta? - No mamá, duermo con los ojos abiertos -¿Estás bien? - me preguntó.

-Sí, sí. Estoy... - la cabeza me daba vueltas. Un montón de recuerdos extraños me vinieron a la mente - bien - dije por fin.

Mi padre, que, como siempre, estaba manteniendo la calma, me habló con su tono más dulce.

-Odette, cariño, te encontramos hace unas horas tirada en el campo.

-En... ¿En el campo? - exclamé - ¿Estáis seguros? - no daba crédito a lo que oía.

Aquello no tenía ningún sentido. No sabía dónde había estado, ni siquiera si había estado en alguna parte o en la nada, pero, de alguna manera, sabía que me estaban mintiendo, o como yo solía decir, ocultando parte de la verdad. Un truco demasiado viejo, teniendo en cuenta que no se le puede mentir a un mentiroso. Opté por fingir que me creía la pequeña mentira porque, por experiencia, siempre me había sido mejor simular que sabía menos que los demás.

-Sí, te encontré yo - dijo Lukas, el mediano -. Estás tan empeñada en irte a pasear cuando no hay nadie en casa que cuando te pasa algo no nos damos cuenta. Además, cuando Nick llegó a casa se la encontró totalmente desordenada.

Eso tenía sentido, aunque yo no sabía por qué. Era un presentimiento, de esos que siempre me habían ayudado en toda clase de situaciones.

-No te habrás echado uno de esos novios raros, ¿no? - saltó Jules, el más pequeño de mis hermanos.

Siempre que me pasaba algo raro me hacían la misma pregunta. Además, yo odiaba (y sigo odiando) aquella clase de interrogatorios en los que no podías si quiera pensar por la cantidad de preguntas que disparaban hacía tí.

-¡¿Qué?!

-¿¡Cómo que qué!? - Mi madre siempre lo exageraba todo al máximo. Hacía, por así decirlo, montañas de granos de arena - ¡Te hemos encontrado tirada! ¡TIRADA!

-Mamá, relájate - exasperé.

-Cariño, lo que tu madre quiere decir es que es más grave de los que tú crees - intervino mi padre -. No es normal encontrar a alguien en tu estado. ¿Recuerdas algo?

De repente, una sarta de imágenes sin sentido pasaron por mi cabeza. Mujeres en un estado horrible, un coche, un hospital.... Pero tan rápido como vinieron se fueron, dejándome en el mismo estado en el que estaba antes.

-N-no.

-Hay que llamar a una ambulancia. Tenemos que llevarla al hospi...

Comencé a negar con la cabeza. No, no,no...

-¡NO! - interrumpí. Tenía un mal presentimiento, y una extraña sensación que me decía que el hospital no era lo que yo necesitaba.

-¿No? - dijeron al unísono mis hermanos

-No. No quiero ir a ningún sitio. Estoy bien - me levanté para demostrarles lo que decía. Al hacerlo se me nubló la vista, sin embargo conseguí disimularlo. No necesitaba un médico, necesitaba conocer la verdad.

***

Los tres días siguientes pasaron velozmente, y hasta llegué a pensar que aquel extraño episodio ocurrido días antes había sido un pequeño accidente como cualquier otro.
Siempre fui una buena actriz, o al menos eso me decían. Sabía disimular bien mis emociones, mentir y ocultar cosas que no quería que saliesen a la luz. En aquel corto periodo de tiempo fue diferente. Perdía la compostura muy a menudo. Mis padres no estaban ciegos y, por desgracia, me conocían y sabían que algo no iba bien. Además, a mí nunca me gustó dar explicaciones, siempre esquivaba sus preguntas o ignoraba sus comentarios a cerca de mi estado de ánimo. Al cuarto día, mis padres, ya enfadados, me empezaron a hacer esa clase de interrogatorios que yo tanto odiaba. Hasta que una parte de una extraña fuerza que corría por mis venas consiguió lo que quería: ser liberada de una vez por todas.

-¡Odette! - exclamó mi padre.

-¡Qué! - grité -¡He dicho que estoy bien!

De repente, toda mi familia me observó asustada. No entendí por qué hasta que me miré en un espejo que se encontraba a poca distancia de mí. Me quedé boquiabierta. Esa no era yo. Mejor dicho, era un yo completamente diferente al de antes. Mi pelo... Mis ojos... Yo ya no tenía el pelo castaño y los ojos verdes como el resto de mi familia. Mi pelo era rojo como la sangre, y mis ojos se habían vuelto de un color tan claro que casi ni se apreciaba. Mis labios también habían cambiado, ahora eran de un color indefinido, similar al granate. Por último, grandes alas blancas y emplumadas salieron de mi espalda, rompiendo parte de la camisa que llevaba puesta en ese momento.

-Pero... ¿Qué...? - Esto es un sueño - ¿Vosotros también me estáis viendo así?

Todos asintieron cautivada y lentamente. Ahora sabía una cosa, que no estaba loca. Pero había una mala noticia: lo que me había pasado no era normal. Salí corriendo de casa mientras oía los gritos de mis padres y las maldiciones que me echaban mis hermanos. Mis piernas, pies y... alas actuaban solos y me llevaban a algún sitio desconocido. Frené en seco. Cam. Tenía que ir a casa de Cam. Él era mi mejor amigo, seguro que me ayudaría a averiguar algo. O por lo menos podría distraerme un poco con sus tonterías.  Antes de llamar al timbre de su casa, sentí algo extraño, pero lo ignoré. Me pareció ver que algo a mi espalda cambiaba de color, pero tampoco le presté atención. Estaba demasiado distraída con la cantidad de sucesos que estaban ocurriendo poco a poco para preocuparme por dos chorradas. Entonces, una mujer ancianísima con gafas de sol apareció en el marco de la puerta y me miró curiosa.

-¿Necesitas algo, querida? - Necesito saber quién es usted y qué hace en casa de mi amigo.

-Busco a Cam - dije ignorándo las preguntas que circulaban por mi cabeza.

-Pasa, pasa. Ahora le llamo. - Su voz era aguda y áspera. No inspiraba confianza.

-No, gracias. No quiero ser un incordio, esperaré a que él salga. - disimulé. Esa señora me era familiar, extrañamente familiar.

-No te preocupes cariño, pasa. No eres ningún incordio. - No me metería ahí contigo jamás.

¿Por qué demonios insistía tanto? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que yo no iba a ceder.

-De veras. Prefiero esperar aquí fuera. - Me di la vuelta, para señalar el final de nuestra disputa y esperé.

La señora cerró la puerta dando un golpe, como si no se hubiese salido con la suya y, segundos después, se abrió la puerta de nuevo y mi amigo Cam apareció en su marco.
Cam era un chico rubio con los ojos color miel. Me sacaba algún que otro año (él tenía dieciséis y yo catorce), pero a pesar de ello éramos mejores amigos. Nos conocíamos desde hace muchísimo tiempo. A mis padres no les caía muy bien por el tema de la edad y porque su familia no era... como éramos nosotros. Él tenía muchos problemas en casa. Además, tampoco era la mejor influencia que una chica de catorce años podía tener.

-¿Quién era? - le pregunté, olvidándome del por qué de mi visita.

Él me miró extrañado.

-¿Quién era? - me imitó sorprendido - ¿Quién era quién?

-La mujer que ha salido a recibirme.

Era demasiado obvio y a la vez extraño, ¿es que se había vuelto ciego?

-Od, estoy solo en casa - dijo poniéndome ojitos.

-Pero... ¿Cómo que...? Te juro que...

-¿Has venido sólo para gastarme una broma?

Son imaginaciones mías, pensé. Entonces recordé por qué había venido y me olvidé de aquella anciana. Le mostré un mechón de mi cabello, pero este ya había vuelto a su color natural. Me miré la espalda, pero ya no había nada extraño en ella. Entré apresuradamente en su casa, pero cuando me miré en uno de sus espejos, yo ya era como antes.

-¿Qué haces? Od... ¿Estás bien?

-¡Sí!

Todo aquello era absurdo. Pero... ¿y si me había vuelto loca? No. Mis padres y hermanos lo habían visto, al menos de eso estaba segura.

-Cam, necesito que vengas a mi casa. Ahora.

Salí de casa de mi amigo con él pisándome los talones. Cuando llegamos a la mía, llamé al timbre. De inmediato salieron mis hermanos a recibirnos.

-¡Od! - exclamó uno de ellos.

-Tú... - dijo Nick mientras señalaba a Cam - ¿Qué hace aquí?

Mi increíblemente sobreprotector hermano odiaba a Cam por los motivos que he comentado antes y solía hablar como si él no estuviese delante.

-Yo le he traído - dije secamente.

-¿Por qué? - saltó.

Ahí estaba otra vez. El dolor en la espalda, el ardor en la piel. Había vuelto a ocurrir. Una de mis alas golpeó a Cam, que gritó.

-¡PORQUE QUERÍA! - bramé.

Cuando me di cuenta de mi cambio entré en casa y fui directa al salón, dónde encontré a mis padres dicutiendo.

-¡Claro que sabíamos que iba a pasar! ¡Lo tenía en los genes!

-Pero se suponía que era un cambio, ¡no cuatro!

¿Cambio? ¿Mis padres lo sabían? Cuando me vieron entrar, su disputa cesó. Les miré fijamente a los ojos, dejándoles claro que quería una explicación instantánea.

Entonces, se me nubló la vista y, cuando volvió a ser normal, vi a una mujer. Su ropa estaba en un estado horrible, al igual que su cara, quemada y despellejada.

-Huye - susurró aterrada -. No eres como ellos... Les preocupas, te temen. Temen por sus vidas, no por la tuya. No confíes en ellos.

Hizo ademán de echar a correr, pero se paró para dedicarme sus últimas palabras.

-Recuerda lo que te digo, niña, no te entenderán. Para ellos eres una amenaza, un monstruo y no harán nada para ayudarte si ellos se ven en peligro - me miró a los ojos - Nada. Vendrán a buscarte. Oh, sí que lo harán... Y cuando lo hagan, ya no habrá escapatoria.

Comenzó a reírse al igual que lo habría hecho un psicópata y todo volvió a oscurecerse. Aparecí de nuevo en el salón de mi hogar.

-Pero... ¿qué demonios...?

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