Capítulo 10

50 4 0
                                    

Me aferré a la vida con todas mis fuerzas... o lo que quedaba de ellas. Quería morir. Quería matar. Tenía una insoportable sed de venganza hacia las personas que me habían arruinado la vida. Debí de haber escuchado a Cam cuando me dijo que pensase dos veces el tener que ir hacia Redclaw. Debí de haber escuchado a las ancianas que me advertían de que algo malo y horrible iba a pasar. Debí de haber escuchado. Si lo hubiese hecho, probablemente Jacob, Cam, Kim y Gabriel seguirían vivos. No sabía que había pasado con Arlem. No recordaba si seguía vivo cuando provoqué aquella enorme explosión de oscuridad o si lo maté o si huyó. Esperaba con todas mis fuerzas que fuese la tercera opción. El sentimiento de culpa me invadía y reconcomía mis entrañas. Aunque, bueno... ¿qué sentimiento no lo hacía?

Noté un suelo mugriento bajo mis ropas. La tierra se había metido por dentro de chaqueta y pantalones. No tenía fuerzas si quiera para hablar. Me quedé tumbada en aquel suelo durante... no sé cuánto tiempo. Cuando me vi lo suficientemente capacitada para moverme, abrí lentamente los ojos. ¿Dónde demonios me encontraba? Intenté incorporarme, pero el horrible dolor en la espalda era tan atroz que hasta me provocó arcadas y un malestar que no era comparable ni con el mismísimo infierno. La verdad cayó en mí como un jarro de agua fría. Por mi mente pasó cada segundo de lo ocurrido antes de desmayarme. Mi malestar aumentó y, antes de poder hacer nada, lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Como distracción, comencé a observar mi alrededor. Algo en él me dejó cautivada y aterrorizada. No sé si fue el hecho de que me encontraba en el bosque más frondoso que jamás había contemplado, o la enorme circunferencia de árboles, plantas y animales muertos que había. Circunferencia de la que yo era el centro exacto. Entonces, oí algunas ramas quebrándose y el sonido de algunas voces aproximándose. Rápidamente, volví a cerrar los ojos y a simular que estaba dormida.

-¿Cuándo se va a despertar? – oí que decía una voz aguda.

-Cuando se haya recuperado – dijo pacientemente otra más adulta.

-¿Y eso cuando va a ser? – preguntó otra voz muy similar a la primera.

Casi me dio un paro cardíaco. Yo conocía aquellas voces... demasiado bien. Y ellos a mí también. Había convivido con ellos durante unos cuatro o cinco meses, y había pasado horas y horas en su compañía diariamente. Y les había cogido cariño. Y ellos me habían traicionado. ¿Cómo se atrevían a caminar por allí conmigo cerca? ¿Cómo se atrevían a acercarse a mí? Solo sentía ira. Una sensación que ya era para mí familiar me invadió, y pude apreciar cómo se volvía todo más oscuro. Ellos parecieron notarlo también porque un silencio reinó sobre el ambiente.

-Niños – dijo la voz más adulta –, situaos detrás de mí. Ahora.

Oí como Benjamin y Kiran se movían y obedecían las órdenes que su hermano mayor les había dado. No pude evitar reír, pero de mi boca no salió una risa especialmente bonita. Salió un sonido áspero y malévolo. Con mucha precaución y cuidado, me levanté dolorosamente y me coloqué frente a mis viejos compañeros. Imaginé cómo debía ser mi aspecto. Sus caras de espanto lo decían todo.

-¿Qué os pasa chicos? – dije maliciosamente –. ¿Me habíais dado por muerta?

Edrik tragó saliva. Aquella faceta irónica, repulsiva y amarga de mi ser no había conocido a mis queridísimos príncipes.

-¿Se os ha comido la lengua el gato o qué? – volví a reír –. Ah, no. Ya lo entiendo. Vuestro padre os ha obligado a no hablar... Bueno, no. Acabo de oíros hacerlo hace tres minutos, así debo descartar esa opción, ¿no creéis?

Los pequeños se escondieron aún más detrás de Edrik.

-¿ES QUE NO PENSÁIS DECIR NADA? – grité.

La Reina Perdida [SC #1]Where stories live. Discover now