Capítulo 6

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Noté la mano de mi amigo sacudiéndome, como había hecho la mañana anterior.

-Son las siete.

Paré el tiempo y me quedé más rato adormilada. Después, lo accioné de nuevo, me duché y me puse la ropa que utilizábamos para el entreno. Ar y Jake habían pedido tostadas y zumos. En cuanto hubimos terminado de desayunar, Ray nos encaminó hacia la sala en la que íbamos a entrenar con los príncipes. Cuando llegamos, me fijé en que en el gimnasio en el que habíamos entrenado el día anterior era una mota de polvo comparado con este. Había unos veinticinco metros desde el suelo hasta el techo y era muchísimo más amplio. El que parecía el entrenador nos esperaba en el centro de la sala, junto a los príncipes. Eran cuatro: el que parecía el mayor, de unos diecinueve años, era castaño, alto y fornido, al igual que el que se encontraba a su lado, de unos dieciséis. Había dos niños pequeños: de unos seis años, ambos rubios. Cuando nos vieron empezaron a juguetear con sus dedos. Yo sabía que aquella era una especie de maniobra de distracción. Si aquellos dos gemelos enanos estaban allí era porque eran igual de letales que los demás. Los dos más mayores, en cambio, nos miraban desafiantes. Tenían los ojos claros, al contrario que los dos pequeños, que los tenían profundamente oscuro.

-Pasad - nos invitó el entrenador –. Me llamo Régis, Régis Bernabel.

Puso su mano enfrente de mí para estrechármela, pero rechacé su cordialidad. Seguramente era igual de inútil que Joel. En cambio, mis dos amigos le dieron la mano sin pensarlo, con una amplia sonrisa de oreja a oreja. Después, Régis fijó su mirada curiosa en mí.

-Tú – dijo señalándome –, Desconfiada, posiciónate junto a los príncipes.

Desconfiada. No habían pasado ni cinco minutos y yo ya tenía un mote, qué ilusión. Fui hacia ellos, que me miraron extrañados. Segundos después, mis amigos también se encontraban a mi lado y el entrenador ya había empezado a presentarnos.

-Desconfiada, ven aquí.

Me indicó que fuese a su lado.

-Odette Thunderbolt. Control sobre el fuego y el agua en todos sus estados, voladora y paradora de tiempo.

-¿Por qué la llamas Desconfiada? – dijo uno de los pequeños, que todavía retorcía sus pequeños deditos.

Él me miró, y después al pequeñín.

-¿Por qué crees tú que la llamo así?

El niño me miró y sonrió. La sensación de que me examinaban era horrible.

-Perdonad que os interrumpa, pero soy la única a la que has presentado, di quiénes son los demás.

-Lo lamento, pero no te diré quienes son. Pelearás contra ellos ahora.

Me miró triunfante. Seguramente estaba esperando ansioso a que le formulase aquella pregunta. Además, ¿quién se creía que era para darme a mí órdenes? Vale, era el entrenador, tenía todo el derecho de darme órdenes, pero aquel enfrentamiento sí que no era justo.

-¿Perdona? ¿Qué haré qué? No. Yo juego con desventaja porque no sé qué habilidades tienen – señalé a los seis chicos a los que tenía en frente – y ellos sí que saben que habilidades tengo yo.

-Entonces, busca la manera de ganarles, de que la ventaja pase a ser tuya.

Bufé. Claro, como si eso fuese tan fácil, pensé.

-¿Preparada, señorita Thunderbolt?

-No.

-¡Adelante! – dijo ignorándme.

La Reina Perdida [SC #1]Where stories live. Discover now