Otro pedazo de papel terminó por convertirse en una bola de papel en el suelo del salón. Edmund deseaba salir de ese lugar tanto como anhelaba un vaso con agua. Llevaban más de cuatro horas allá adentro y nada parecía mejorar.
—Los números no encajan Caspian, ni juntando todas las joyas de la corona podríamos pagar la deuda con Carlomen—determinó Edmund desde el viejo escritorio que estaba lleno de monedas de oro y plata.
Caspian cerró un puño y lo llevó hacia su frente. Por más que escarbara entre las minas de oro del castillo, estas ya estaban vacías.
Edmund y el rey de Narnia intentaban hayar un milagro entre el oro y la plata, que pudiese salvarlos de su guerra con Carlomen. Pero sin dudas nada de eso sería posible. La realeza de Narnia estaba en quiebra total, ni las joyas más caras del tesoro real servirían para pagar la suma solicitada por los extranjeros.
—Tú no entiendes Edmund—dijo Caspian con estrés—. ¡Necesito el dinero!. Necesito conseguir mínimo un poco más de lo que tenemos para financiar la guerra que tendremos.
—¡Ya sé que necesitas el dinero Caspian!—explotó en gritos el rey de antaño—. Pero las cifras son claras!. Si pides otro préstamo al extranjero sólo tendrás otra guerra en puerta.
—¿De dónde puedo sacar el dinero?—se preguntó en voz alta Caspian, caminando de un lado al otro en el gran salón.
—Si ganamos la guerra contra Carlomen no sólo podrás ganar la libertad de Narnia sino que incluso al ellos no tener heredero alguno podrás reclamar el trono como conquistador. Entonces, sólo así, sus riquezas serán tuyas.
—Pero ellos ya nombraron a un nuevo rey—dijo Caspian, que aunque a su ambición le gustase el plan de Edmund, sabía bien que era una oportunidad casi imposible debido a su actual estado financiero.
—Nadie dijo que fuera sencillo—admitió el rey de antaño—. Entonces sólo concéntrate en ganar la guerra.
—Pero ni siquiera tenemos suficientes soldados, ni comida para el pueblo, ni siquiera tenemos dinero para comprar más cañones o armas—Caspian parecía un animal nervioso al cual se le suelta por primera vez lejos de su jaula.
Años atrás Caspian había estado en su jaula de oro, pero es entonces, en momentos donde debes salir al exterior y sobrevivir, donde la verdadera fuerza se mide.
Edmund no aguantó más. Sin temor a recibir reclamo alguno, se levantó de un solo movimiento de su silla y dijo sus últimas palabras.
—En ese caso, será mejor que vayas pensando qué flores querrás en tu tumba—dijo el rey Edmund y salió de la habitación, dejando a Caspian en un total silencio.
Pero Caspian no se quedaría así, esa noche escribió con tinta el primer decreto real que soltaría una cadena de tortura para el pueblo de Narnia.
Esa mañana los cielos y constelaciones de Narnia parecían alinearse en la atmósfera del recorrido de un mártir. El mártir que recorrería el pueblo de Narnia.
La niebla parecía ser densa pero realmente era ligera y los cielos grises se pintaron con ninguna esperanza de volverse azules. Ese día Caspian daría un anuncio desde el palco de la torre principal del castillo de Beruna hacia todo su pueblo.
Los hijos de Astan acudieron al llamado del rey como el resto de los demás habitantes. Ocultando su grandeza entre la maza de personas Alison y su grupo esperaban con ansias de misterio el mensaje del rey Telmarino de Narnia.
Caspian dejó de morderse las uñas por un instante, en cuanto escuchó que la puerta principal de la habitación se abría. Por el gran portón comenzaron a desfilar hacia los interiores del salón, los reyes de antaño se acercaban a Caspian con paso determinado.
—Hemos llegado Caspian—habló Lucy a su entrada.
—Medio reino espera tu discurso allá afuera y más vale que los hagas no perder la fe por Narnia—le aconsejó Peter cuyo dolor de cabeza no cesaba desde hace días.
—Haré lo que tenga que hacer para salvar a esta nación—respondió Caspian para posteriormente colocarse la corona de plata y esmeraldas sobre la cabeza.
Edmund lo supo desde ese instante, que ninguna de las palabras de Caspian podrían indicar algo bueno. Lo peor de la guerra que ya despertaba resonando en Narnia era que era una guerra silenciosa, una guerra entre reyes donde el rey es un bufón y los aspirantes al trono sólo les quedaba cruzarse de brazos y disfrutar del espectáculo.
Con la fuerza de una estatua de metal Caspian salió al instante en que las trompetas indicaban al pueblo su entrada. El rey de Narnia salió al palco, para su desilusión nadie lo recibió con aplausos ni alabanzas sino con miradas estáticas y silencios eternos.
—Pueblo de Narnia. Hoy les eh solicitado su presencia aquí, para hablar de los rumores—Caspian trató de controlar el temblor de su mano derecha—. Rumores que son reales—hizo una pausa para por fin hablar—. Narnia está en guerra con Carlomen—determinó Caspian.
Los ecos de sorpresa, exclamación y terror se hicieron presentes entre los fieles Narnianos. Caspian continuó hablando.
—Narnia ha caído en sed y hambre. Nuestros recursos se están agotando y nuestros ejércitos son insignificantes al lado de las tropas de Carlomen.
Peter se acercó aún más al palco real, esperando escuchar el discurso de aliento que Caspian había prometido dar, pero nada de aquel discurso se convertiría en real. Los reyes de antaño no tenían ni idea de lo que Caspian diría a continuación.
—Por lo que en apoyo a su nación, a Narnia y a Aslan el creador—continuó Caspian alzando aún más el rostro, en un gesto de superioridad—. Obligo a todo aquel, hombre o criatura varón, que tenga desde los diez años hasta los cuarenta años, sin importar su clase social, a defender el orgullo y la gracia de su nación, en el campo de batalla.
Edmund al escuchar tal atrocidad dio un paso hacia adelante con intenciones de detener al rey de Narnia, pero Peter y Lucy lo detuvieron en el intento. No podían hacer nada, el rey en el trono de Narnia seguía y seguiría siendo Caspian.
Los súbditos de inmediato comenzaron a gritar y a agitarse, Thomas incluso sintió uno que otro empujón entre las mazas de gente. Estaban furiosos, y no era para menos, sus hijos y familiares no eran guerreros, lo que sólo significaría una cosa, la muerte para todos ellos.
—¡SACRIFICIO!—comenzaron a gritar las voces del pueblo, indicándole al rey su descontento.
Caspian jamás había experimentado en carne propia el rechazo de tanta gente y menos de gente a que supuestamente él gobernaba.
—¡QUE ASLAN NOS LIBRE!.
—¡QUE ASTAN NOS SALVE!—gritó una voz entre las multitudes.
Aquello hizo que Caspian gritara de rabia a su pueblo, como un rey que acababa de enloquecer.
—¡BASTA!—gritó lo más fuerte que pudo y con tanta fuerza que casi la corona que llevaba puesta se caía de su posición.
El pueblo entero calló, sorprendidos viendo al rey que una vez fue un inocente muchacho convertirse en un rey sediento de poder. Por una vez más, parecía ser Miraz el que miraba a su pueblo desde el balcón real y no Caspian.
—Esta es mi orden. Mañana por la mañana se irán a sacar de sus casas a todo aquel que no venga por su propia voluntad al campamento en los jardines de Beruna—creyó finalizar Caspian y dio la media vuelta con intenciones de dejar a sus súbditos alborotados entre gritos y empujones.
—¡QUE ASTAN LO LLEVE AL INFIERNO!—exclamó fuertemente un hombre entre la multitud y los demás del reino callaron por completo al escuchar su oración.
Todos pudieron imaginar lo que seguía. Caspian abrió los ojos de golpe y cerró los puños con sed de sangre. El rey detuvo su marcha de huida y regresó al palco real.
—¡¿QUIÉN DIJO ESO?!—cuestionó en gritos Caspian—. Que tenga el valor de decírmelo a la cara.
En eso entre los ciudadanos, un hombre de prendas humildes levantó la mano, no estaba solo, su esposa, quien traía un bebé en brazos trató de hacer que su esposo bajará la mano, pero fue muy tarde pues todo el reino y peor aún, el rey de Narnia ya lo habían observado.
Caspian lo miró con odio, desde la distancia en la que estaba, ni siquiera pudo ver bien el rostro de su supuesto adversario, pero sin importarle, frunció los labios y le sentenció.
—¡Apréndanlo!—gritó el rey desde su palco, señalando al hombre.
Los guardias de la corona de inmediato lo aprendieron, separándolo de su esposa e hijo. El hombre no pudo poner resistencia alguna, en el primer intento de escapatoria un guardia lo golpeó en la cabeza con el mango de la espada, el hombre cayó a los suelos y de inmediato le ataron una cuerda a las manos a forma de esposas. La gente se apartó de la familia que había retado al rey y los guardias alejaron a su esposa de él, quien lloraba y gritaba por piedad, pero Caspian lo único que hizo fue mirar desde lo alto del lugar. Kaya incluso pudo sentir la tristeza de aquella señora, y no fue la única, el reino entero se detuvo en el tiempo, era la primera vez que su rey sometía a la población. Algo que ni siquiera Miraz hizo.
Mientras tanto arriba en el palco real, Peter y Edmund contenían las ganas de asfixiar a Caspian. Estaba completamente loco.
—Que esto quede como un recordatorio. Ahí de todo aquel que pronuncie su nombre o crea en él, porque esta será mi sentencia para ustedes. El próximo que se atreva a alabarlo será colgado en medio de la plaza central por herejía y traición a la corona.
Esas fueron las últimas palabras del rey de Narnia y acto seguido ordenó que cerraran las puertas del balcón, dejando al reino en gritos de inconformidad.
En cuanto las puertas se cerraron Peter empujó a Caspian.
—¡Eres un idiota!—le empujó Peter—. ¡Ahora no sólo te quedarás sin dinero y comida sino que también sin reino!.
—¡YO SOY EL REY!. ¡YO DECIDO LO QUE SUCEDE EN ESTE PAÍS!—Se defendió Caspian con los ojos rojos del coraje.
—¡AL QUE DEBIERON HABER APRESADO ES A TI!—se incluyó el rey Edmund en la discusión.
Los tres reyes comenzaron a empujarse y la sala se convirtió en una aula de gritos.
—¡BASTA!—ordenó Susan y los reyes se detuvieron—. Dejen de pelear.
—¡Son ellos los que no aceptan mis nuevas órdenes!—se quejó Caspian como un niño pequeño que hecha culpas a los demás.
—¡Matarás a tu pueblo Caspian!—defendió Edmund—. Toda esa gente, entre ellos niños, que llevarás al frente en la batalla no saben pelear, no son guerreros, ¡no saben lo que es la guerra!.
—¡Los entrenaremos!—objetó Caspian—. ¡Ustedes mismos lucharon de pequeños en una guerra!—les recordó Caspian.
—Porque era nuestro destino no porque nos obligaran—defendió Lucy.
Caspian se alejó de ellos y caminó hacia su trono, el mundo parecía más brillante y el sonido parecía ruido ante su criterio. Se sentía tan mal tanto físicamente como por dentro de sus pensamientos.
—¡Pues el deber de toda esa bola de súbditos es defender a su nación!—respondió Caspian dejándose caer en el trono.
—¿Cómo puedes hacer esto Caspian?—le cuestionó Lucy—. Tú eres un rey de Narnia, tu deber es defender a tu pueblo no enviarlo a su muerte y menos a niños e inocentes.
—Si la muerte no distingue entre edades entonces yo tampoco lo haré—se defendió Caspian.
Al ver que el rey parecía ignorar la importancia del error que estaba cometiendo Peter y Edmund negaron con la cabeza y decidieron marcharse.
—No podemos obligar al ciego a ver—finalizó Peter Pevensie—. Vámonos.
Tanto Lucy, Peter y Edmund salieron del salón, azotando la puerta a su salida. La única que permaneció en su lugar fue Susan, quien deseaba intercambiar más palabras con el rey de Narnia.
—¿También tú me vas a reclamar?—le cuestionó Caspian desde el trono.
—No es un reclamo cuando se aconseja—dijo la reina.
Caspian sonrió con cierto tono de burla. Ni siquiera las palabras de Susan lo hacían entrar en razón.
—Hice lo que tenía que hacer Susan, por el bien de Narnia. Eso es todo.
—¡Los vas a enviar a una muerte segura!—gritó Susan desesperada al ver que el rey no tomaba en serio sus palabras.
—¡Mejor morir luchando que de hambre!—se defendió Caspian.
—¡Eres un cobarde Caspian!—gritó en un arrebato Susan.
—¡Tal vez si lo soy!. ¡Pero seguiré siendo un rey!—Caspian se levantó del trono y le gritó de frente al rostro.
Susan Pevensie negó con la cabeza desilusionada.
—Las personas que realmente te aman te hacen ver tus defectos, pero no para echártelos en cara sino para ayudarte a superarlos—dijo la reina de antaño—. Lastima que tú no entiendes nada de eso.
Esa tarde Susan partió del salón dejando a Caspian solo, aún en el fondo se escuchaban los gritos de inconformidad del reino. El odio no sólo estaba adentro del castillo de Beruna sino que pronto estaría en los corazones de cada súbdito de las afueras del castillo.
Caspian temía ser igual que su tío Miraz, tanto, que terminó siendo peor que él.
Hey Hola! Como están?⚜️🦁
¡Espero les haya gustado el capítulo!. Sé que muchos han de dejar de reconocer a Caspian por su comportamiento, pero les recuerdo que el poder ciega a tal punto de hacerte cambiar. Y este es uno de los puntos que quiero a dar a conocer en este fanfic.
Ya que como saben yo amo el universo de Narnia sólo que sentía las ganas de darle el toque oscuro y verdadero de la guerra por lo que hice este fanfic.
¡Gracias por todo su apoyo y preferencia me hacen muy feliz con cada voto y comentario a esta historia!. ❤️🥕
Eso ah sido todo por hoy. 🦁
Gracias por leer, comentar, y votar❤️☀️
¡Un adelanto de lo que veremos en el próximo episodio será la nueva aparición de Astan!🖤🦁
Solo me resta decirles que los quiero muchísimo Narnianos y hasta la próxima!🏹⚔️🏰⚜️👑✨🦁🔦
Nos leemos en el próximo capítulo y yo los leo en los comentarios, bye!!!!!
🌻Amy Granger📚