Conveniencia (ArgChi)

By ZomBelGress

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Martín Hernández desea convertirse en el presidente de la compañía de su padre, para ello necesita mostrar s... More

Nota de autor
1. ¡Que comiencen los preparativos de la boda!
2. Verde Oscuro.
3. Otoño y calabazas.
4. Fiesta de bodas.
5. El nuevo secretario.
6. ¿Qué es la libertad?
7. Recuerdos.
8. Una mente revuelta.
9. Sin arrepentimientos.
11. ¿Me elegirías?
12. Perfume de manzanas.
13. Vuelo hacia Inglaterra.
14. Aferrándose al presente.
15. Como la marea.
16. Sentimientos.
17. En casa.
18. Fotografía.
19. Heridas.
20. Celebración.
21. Una familia para proteger.
21.5: ¡Sos hemoso! (extra)
22. Todo saldrá bien.
23. Dolor y felicidad.
24. Conveniencia.

10. Baño.

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By ZomBelGress

Manuel se encontraba sentado a un lado de un dormido rubio vicepresidente de una de las compañías más grande del país, por no decir la más grande, tal vez. Aunque eso no importaba, en este momento no era más que alguna clase de bello durmiente que no despertaría por el beso de una princesa, sino que despertaría cuando la droga en su cuerpo dejara de hacer efecto.

El castaño tenía un libro entre sus manos, una lectura ligera para pasar el tiempo, aunque de tanto en tanto, cuando un párrafo le gustaba demasiado, lo leía en voz alta para Martín, no sabía si le gustaría como a él, pero al menos se sentía bien compartiendo un poco con su "esposo". A veces bajaba el libro y solo le contaba de cómo estaba el clima afuera, y en otros momentos solo se abrazaba a sus piernas y comenzaba a llorar en silencio mientras veía el rostro durmiente del mayor... solo quería que despertara y le explicara por qué trató desaparecer de su vida.

Secó unas nuevas lágrimas que se habían hecho camino por sus mejillas mientras leía, respiró hondo y trato de calmarse, se levantó y acomodó la manta de Martín, además de sus cabellos que no le gustaba que taparan su rostro. En los cuatro días que había pasado dentro del hospital cuidando del rubio se había dado cuenta de algo muy importante, su corazón no latía de modo normal al estar cerca del mayor, no estaba seguro de lo que pasaba dentro de él, pero tal vez... solo tal vez, estaba empezando a enamorarse y eso por ahora era muy malo.

— Mejor te hubieran abortado weón, feo culiao. —Le decía como siempre su hermana mayor, y no podía decirle nada, su hermana era una hermosa joven de ojos avellana y cabellos castaños casi rubios, él ni siquiera parecía de la familia, todos eran demasiado hermosos a su lado.

— Seguramente te caíste al piso cuando erai wawa y por eso quedaste asi de aweonao. —La chica se enfureció en gran manera por el remate de Manuel, iba a decirle cientos de garabatos más que él ya sabía, así que simplemente corrió escaleras arriba como todos los días, encerrarse en su cuarto era la mejor manera de escapar de todo aquello.

Se había quedado dormido en la camilla junto a la de Martín, un enfermero se lo permitía, solo volvía a su casa para tomar un baño y comer algo rápido, inconscientemente evitaba lo dulce, se sonría al darse cuenta de su tonta acción, pero aun así la respeto, Martín se molestaría si lo hacía aprovechando su ausencia.

— Che, flaco, desperta... tu marido está despierto. —Le dijo el mismo enfermero que le dejaba estar ahí moviéndolo un poco, tardó en reaccionar, al hacerlo se sentó en la camilla y talló sus ojos tratando de acostumbrarse a la jodida luz blanca de la habitación.

— Hola... che... perdona... —Habló en un tono bajo y débil el rubio mirando al menor con bastante dolor, pero aun así se le dibujaba una pequeña sonrisa en los labios, era bueno despertar y ver que no estaba solo.

— ¿Cómo dicen aquí? ... Sos un pelotudo, hijo de puta... —Dijo Manuel acercándose a la cama del mayor mientras el enfermero salía del cuarto, quería sostener la mano de Martín, pero no sabía si era correcto, así que simplemente aprovecho limpiar las nuevas lágrimas que se apoderaban de sus ojos.

— Soy eso... un hijo de puta, no debí dejarte solo... necesitaba un descanso. —Martín con cuidado, como leyendo los pensamientos del castaño, tomó una de sus manos y la apretó con la poca fuerza que tenía, eso solo logró sacar más lágrimas de los enrojecidos lagrimales de Manuel.

— He esperado cuatro días para que despiertes weón, cuatro días. Si tanto quieres recuperar a tu hijo no andi haciendo weas como esas po. —Manuel bajó su mirada apretando un poco más las manos del rubio, este también bajó su mirada apenado de su comportamiento.

— Tenes razón che... soy muy boludo. Es que... lo quiero tanto. —El castaño volvió alzar su mirada al oírlo, soltó sus manos y se estiró para abrazar a su mayor por el cuello en un mero impulso, Martín lo atrajo más a él aferrandolo a su torso para hacer que se acostara a su lado.

— Supongo que sabes todo de Lourdes. —Dijo alejando un poco el cuerpo de Manuel, estaban demasiado cerca y no le dejaba respirar adecuadamente. —Jeremías debió contarte todo...

Escuchame, Martín tiene un hijo, la mina con la que salía se suicidio, mira... todo empezó en la secundaria, se enamoró de la hija de la mujer de la cantina, alguien para nada de nuestra clase, ellos tenían dieciséis cuando se conocieron, a los diecisiete el pelotudo de Martín le lleno la cocina de humo, o sea, quedo embarazada, pero él no sabía nada, y paso algo muy malo en nuestra familia. Martín hacia un año que no se hablaba con su padre, pero tras lo que ocurrió dejo a la pibita y volvió a la empresa. —Jeremías tomó aire, estaba hablando demasiado, odiaba tener que contar aquella historia.

— Bueno, la cuestión es que la mina tuvo al hijo de Martín, pero luego se suicidio, era una loca de mierda, y la madre de esta tipa se apodero del niño, Martín se enteró de la existencia de su hijo y lo reconoció de inmediato, por eso tiene el apellido de él. —Tomó algo de agua de su botella de plástico antes de continuar.

— Pero aun así la vieja qliada esa le dijo un montón de mierdas al juez de Martín, las asistentes sociales fueron al departamento de él, y los vecinos comprados por esta vieja dijeron miles de mierda más, así que el juez le dio la tenencia absoluta a la arpía esa... desde entonces se han sucedido cuatro juicios, siempre perdemos. —El pelinegro se agarró las sienes masajeándolas con sus dedos, si pudiera volver el tiempo atrás nunca hubiera dejado que su primo se involucrara con aquella castaña de ojos miel.

Manuel había escuchado todo atentamente, apretó sus puños conteniendo algunas lágrimas, el niño había sido un error de adolescente, pero no tenía la culpa de nada, y merecía estar con su padre, y estaba más que seguro que el rubio sería el padre más amoroso de la tierra, si a él, que no era prácticamente nada, lo cuidaba con mucha dedicación, a su hijo le daría el mundo entero si le fuera posible.

— No es justo... —Masculló entre dientes, no podía hacer nada en aquella situación más que seguir los consejos de Jeremías y su abogado, solo podía ofrecerle a Martín un hombro donde apoyarse, que no volviera a recurrir a un frasco de pastillas para calmar sus nervios.

— Si, me contó todo. —Murmuró el castaño cerrando sus ojos mientras su mano seguía aferrada a la ajena, estaba tan fría y, si abría los ojos, notaría que la piel del rubio no tenía ese blanco radiante que usualmente cargaba.

— Creo que volveremos a perder el juicio, de algún modo se enteraran de esto y nuevamente seré inadecuado para tener la custodia de mi niño. —El menor no dijo nada, solo volvió abrazarse al cuerpo de Martín, sabía lo que era sentirse inútil, no había palabras que consolaran aquel sentimiento, simplemente la molestia se aligeraba sabiendo que alguien estaba a tu lado a pesar de todo. Él hubiera dado todo porque que alguien le hubiese palmeado en la espalda cuando era un adolescente y lloraba solo en su habitación.

En la noche Martín se encontró en la cama de su cuarto en la casa que compartía con Manuel, aún tenía que controlarse por unos días y comer lo más saludablemente posible. Se miró los brazos encontrándose con esas marcas moradas de las agujas, desgraciadamente eran marcas muy familiares para él, como sentir esa horrible sensación de un tubo atravesándole la garganta. Ya había perdido la cuenta de las veces que vacío los frascos de pastillas, nadie creería que alguien tan seguro como él pasaba por cosas así... pero tal vez era más débil de lo que él mismo pensaba.

— ¿Quieres tomar un baño Rucio? —Le cuestionó el castaño entrando a su habitación sin casi hacer ruido, aquello le robó una muy leve sonrisa, no necesitaba tantos cuidados como estaba recibiendo.

— Si, pero no tengo fuerzas para mantenerme en pie, lo haré mañana cuando me sienta mejor. —Volvió su mirada al techo, hacía más de una hora que solo miraba aquello, su mente divagaba en uno y mil recuerdos, estaba casi replanteándose toda su vida, no sabía si aquello era exactamente sano, no es como si pudiera volver el tiempo atrás, pero realmente le costaba ver un futuro en su vida en la situación en la que se encontraba.

— Vamos po. Yo te ayudo. — Martín volvió su mirada a él y se le quedó viendo con intriga por un instante, pero luego asintió y con su ayuda se levantó de la cama, su cuerpo dolía como si hubiera recibido la paliza de su vida.

Llegó al baño y sosteniéndose de la pared azulejada negra el menor comenzó a desvestirlo mientras la bañera se cargaba de agua tibia, se sonrió al notar como las mejillas pálidas de este cobraban un color rojizo con gran facilidad, se daba cuenta de cómo trataba de desviar la mirada a cualquier otra parte, los dos eran hombres no entendía su vergüenza, pero igual continuaba pareciéndole gracioso.

El bóxer se lo quitó él mientras el castaño le daba la espalda, sin perder la sonrisa en sus resecos labios entró a la bañera con mucho cuidado, sentía como su cuerpo podría irse directo al suelo en cualquier momento. Cuando estuvo en parte tapado por el agua con sales y burbujas llamó al menor para que le ayudara con el lavado de su cabello, Manuel aun estando más rojo que un tomate se sentó en la orilla de la bañera y remango las mangas de su suéter para no mojarse, y con gran delicadeza fue mojando los ahora opacos cabellos rubios del mayor, luego puso algo de shampoo en sus manos para llevarlo a los cabellos ajenos y comenzar a masajear para generar espuma.

— No necesitas hacer todo esto por mi... ni siquiera debiste estar en el hospital todos estos días... —Murmuró Martín sin levantar su vista del agua que tapaba su cuerpo. —Sos libre...

— Lo sé. —Respondió seguro el castaño. —Me pregunté muchas veces estos días qué es ser libre, y llegué a la conclusión de que libertad es poder elegir donde uno quiere estar... yo ya elegí.

Martín no pudo decir nada, antes se estaba burlando en silencio de las mejillas coloradas de Manuel, pero ahora eran sus mejillas las que estaban completamente rojas, pero si como eso fuera poco, sus ojos se cristalizaron, un remolino de emociones se encontró en su estómago, no sabía si en ese momento debía llorar o sonreír.

— Gracias... —Susurró dejando caer unas lágrimas que se confundieron con las gotas de agua que caían de sus cabellos, Manuel frunció sus labios conteniendo una sonrisa, pero al final cedió a sentimientos, y sonrió como antes nunca lo había hecho.

— ¿Por qué te sonreís así? Pareces feliz... demasiado. ¿Estas disfrutando mi dolor? —Cuestionó un molesto rubio abultando sus labios, no mantuvo mucho el contacto visual con él, no dejaría que se diera cuenta de sus ojos hinchados.

— No es así weón... —Soltó un poco de aire para calmar su sonrisa y luego, sin previo aviso, se inclinó un poco y dejó un beso en la mejilla ajena, antes de que el rubio pudiera reaccionar, comenzó tirarle agua con las manos para quitar el shampoo de la cabeza.

El corazón de Martín latía, y mucho, era justamente como se sentía cuando tomaba un frasco entero de pastillas; mareado y con el corazón como saliéndose del pecho, pero esta vez no desmayaría ni habría lavado de estómago, la sensación no era desagradable, era hasta cierto punto placentera.

— ¡Ay, la concha de tu hermana! —De pronto exclamó olvidando las extrañas sensaciones en su cuerpo por el beso de Manuel. —Me metiste shampoo en los ojos, loco, arde la puta madre.

— Pero eri harto weón vo, cochedetumadre. ¿Cómo vai a tener los ojos abiertos mientras te lavo el pelo, aweonao? ¿En qué pensabai vo? —Martín volvió a colorearse, negó rápidamente y nuevamente se agarró los ojos del dolor, el castaño rodó sus ojos y lo ayudó a quitarse el shampoo de los ojos.

Los siguientes minutos del baño donde le ponía la crema enjuague pasaron en silencio, lo único que se escuchaba era una canción que tarareaba el castaño, no parecía ser melódica, tal vez alguna de rock, y no era de ninguna de Argentina, seguro era un grupo de su país, aunque tenía curiosidad por saber que canción era, no quería dejar de escucharlo, así que simplemente se guardó la duda y siguió en silencio.

Martín se secó solo, ya se sentía mejor, el baño lo había relajado y ayudado componerse bastante. Al volver a la habitación solo se encontraba con una toalla a su cintura, el menor lo estaba esperando con ropa cómoda para acostarse, la recibió con una sonrisa y le pidió que se diera la vuelta para vestirse.

— "Chucha, que rico que esta el rucio" —Pensó el chileno mientras miraba a cualquier otro lado que no sea el torso de Martín, estaba tan bien marcado, los días en el gimnasio no eran una pérdida de tiempo, tenía una espalda tan ancha que daban ganas de abrazarlo por horas según él, obvio.

— "Ah, no sabía que te gustaban los weones, gil. Eri un fleto culiao." —Se decía a si mismo abultando sus labios con algo de molestia, realmente él no sabía hasta ahora que le gustaban los chicos, va... él no sabía que podía querer a alguien hasta ahora, sus diecinueve años solo se dedicó a llorar y a pedir al cielo que acabara con su vida o lo diera su libertad.

— Che, vamos a comer algo, pidamos comida y quédate a ver una película conmigo acá. —Se dio la vuelta y asintió a la propuesta del mayor, no quería sentirse emocionado de tener algo como un pequeño momento junto al rubio, ya que realmente habían compartidos cosas antes, pero ahora todo lo emocionaba como cual niño.

— Si, pero no puedo pedir algo pesado, será pizzas weón. Acuéstate que voy a traer algo para... ¿picar? Sí, creo que le dicen así, ¿no? —Le dedicó una pequeña sonrisa a su "esposo" haciendo que este se volviera a poner nervioso, prefirió recordar el dolor del shampoo en sus ojos para no pensar en la vorágine de extrañas emociones.

Media hora después estaban ambos en la cama comiendo papitas saladas, chisitos, palitos y salame de La Colonia que le había regalado Jeremías, tenía que comer sano, pero hacia un montón que no se mandaba una picada más o menos decente y por alguna razón tenía un hambre que parecía no saciarse con absolutamente nada, ni siquiera con las pizzas que llegaron después, pero aun así trató de comer normal, sino en la madrugada el baño sería su cama.

— Che, faltó la birra. —Comentó cuando la película que estaban mirando entró en propaganda.

— Las chelas serán para cuando mejores weón, ahora morirás si tomas una po. —Dijo Manuel luego de tragar un pedazo de pizza, tomó algo de la coca-cola que había traído y luego comenzó a sacar la comida de la cama.

— Eu, para, dejala ahí en la mesa de luz y acostate conmigo, como que no da para dormir solo. —Le pidió sosteniendo su ante brazo, el menor tenía el corazón descontrolado, podía jurar que las piernas le empezaban a fallar.

— Ya po... —Y sin más al terminar de quitar todo de la cama, se quitó los zapatos y se metió bajó las sábanas y mantas ajenas, aunque mantuvo distancia, si se volvían abrazar como en el hospital, el mayor notaría lo acelerado que estaba su ritmo cardíaco.

Antes de que ambos pares de ojos se cerrarán hablaron de un par de cosas sin sentido alguno, cosas vanas de la vida, de los estudios, de la empresa, una conversación sin ninguna relevancia, pero aun así a su modo alegraba los corazones de ambos; luego un "buenas noches" termino aquel largo día.


Nota: Disfrute mucho escribiendo el cap, uno de mis favoritos después de la boda. <3
Espero también le guste, y gracias por sus comentarios, los leo a todos con cariño, cuando pueda responderé a todos <3 Chauuuu! -Manito de Tinelli (?)-

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