el Poeta, el Diablo y Margari...

By MarianaDiAcqua

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En la cotidianeidad del Buenos Aires de 2002 sucede un hecho extraordinario: el poeta conoce a Margarita y se... More

el Poeta - I
II
III
IV
V
el Diablo - VI
el Poeta - VII
VIII
el Diablo - IX
el Poeta - X
XII
XIII
XIV
Caleidoscopio - XV
el Poeta - XVI
el Diablo - XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
Margarita - XXIII
el Poeta - XXIV
Margarita - XXV
Epílogo

XI

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By MarianaDiAcqua


XI

Aprovechando el feriado largo, Margarita se había ido a pasar unos días a la casa que unos amigos tenían en Córdoba. Cuando volvió, se encontró con una sorpresa aguardándola en su habitación. Había flores por doquier: en el suelo, en su escritorio, en la silla y hasta colgaban de los pilares de la cama. Rosas de todos los colores, jazmines que perfumaban el ambiente, lilas. Y también margaritas, por supuesto... En el centro de la cama, colocada con amorosa precisión había una orquídea, rodeada de hojas verdes que la coronaban. Papeles escritos con tinta negra pendían de muchas de las flores desparramadas por la habitación.

Margarita, que se había inmovilizado en la puerta por la sorpresa, reaccionó de pronto y llamó a los gritos a su tía antes de entrar, sospechando el origen de tamaño colorido.

Dejó caer su bolso y se acercó al primer sobre cerrado, en el que leyó:

                      "Querida Marga:

                                                              Siendo tu belleza mi Venus inspiradora no he podido resistir la tentación de escribirte. He aquí las palabras de un joven enamorado que postrado ante la inmensidad de tu alma, pretende acercar tu lejanía a través de la humildad de sus escritos.

                                                               He intentado, en un esfuerzo vano, componer un romance, una oda, una elegía; pero los misterios de la métrica han resultado ser demasiado para mis fútiles intenciones. Convencido de la inutilidad de la tarea emprendida tuve de rendirme ante lo inevitable, esperando que estos versos libres produzcan en ti un sentimiento similar al que habría logrado si las palabras se hubiesen amoldado a mis deseos.

                                                                 Siempre tuyo

                                                                                                       el poeta"

Su tía llegó junto a ella y leyó por sobre su hombro la carta introductoria a aquel desparramo literario. Margarita la encaró:

–¿Qué es esto, tía? –preguntó, simulando una serenidad que estaba muy lejos de sentir.

–Mmmm... yo diría que ese loco admirador tuyo logró infiltrarse en la casa. Me pregunto hasta dónde será capaz de llegar.

–¿Y, cómo hizo para "infiltrarse", para dejar todo esto en mi cuarto y volver a salir sin que nadie se diera cuenta?

–A verrrrrr... Sí, habrá sido eso: esta mañana escuchamos ruidos extraños pero creímos que se trataba de un gato que había entrado por el tragaluz del pasillo.

Margarita se la quedó mirando entre atónita e indignada por la respuesta desfachatada.

–¿Me estás tratando de tonta?

Su tía la miró con la risa bailándole en los labios y, luego, se sentó en un espacio de la cama que no estaba ocupado por las flores mientras se encogía de hombros.

–No hagas preguntas cuya respuesta conocés, querida, es una pérdida de tiempo.

–¿Cómo pudiste...? –no pudo terminar, la furia ahogaba sus palabras.

–Es que dijo que si no lo ayudaba iba a entrar por la ventana. ¿Te podés imaginar lo que hubiese pasado si lo hacía y se metía en mi habitación por error? A mi edad, esa no es una situación que esté dispuesta a tolerar. ¿Qué dirían los vecinos, las amistades?

Margarita le dirigió una mirada gélida, sin pronunciar palabra.

–No recuerdo que Rodrigo te haya regalado una flor alguna vez, ni siquiera cuando se comprometieron... –comentó como al pasar–. Ahora tenés un jardín entero para vos sola y, en vez de aprovecharlo, te enojás.

La tía suspiró con pesar ante el silencio enfurecido de su sobrina.

–¡Pero vamos, criatura! Decí algo de una vez, no podés estar ofendida de por vida. No es bueno para la salud.

–No puedo creer que hayas accedido a participar de este circo –le contestó Margarita, herida.

Su tía volvió a suspirar.

–Vamos, linda, no te pongas así. No es para tanto...

Margarita, que estaba dándole la espalda, se volvió hacia ella con violencia.

–Voy a casarme ¿te acordás? Con el hombre al que amo, no con un loco que decidió hacerme víctima de su triste vida. Y vos lo alentaste. Me sigue, me hace ridículas declaraciones, me envía cartas y ahora... esto. Y vos lo ayudaste.

–Lo lamento, hija mía. Perdoname, por favor. No creí que fueses a afligirte de esta manera sino no habría participado. Es que es lindo, a veces, ser la destinataria de un galán. Creí que te ibas a sentir halagada, no acosada.

Margarita no se dejó conmover. Simplemente, le ordenó, con voz dura:

–Es culpa tuya que mi habitación esté así. Por lo tanto, te corresponde sacar toda esta basura.

–Está bien, querida –se apresuró a aceptar su tía, contrita.

Y, lentamente, comenzó a agarrar las flores, hasta que desocupó el escritorio. Viendo libre la silla, Margarita aprovechó para sentarse. Su tía salió del dormitorio con los brazos tan cargados que parecía la personificación de la Primavera.

Margarita paseó la mirada por la habitación hasta que sus ojos cayeron en un papel escrito que había resbalado vaya a saberse de dónde, ubicándose a pocos centímetros de sus pies. A regañadientes, impulsada por la curiosidad, lo levantó y leyó:

"Tu cabello,

un mar de fuego inmutable

que me devuelve el aliento

dejándome sin respiración.

Ya no sé si es el atardecer,

el amanecer o, tal vez,

un nuevo Renacer."

Dejó el poema a un costado con el entrecejo ligeramente fruncido. No sabía si le había gustado o no, lo cierto es que le había dejado en el pecho una vaga sensación de inquietud. Su tía volvió para seguir llevándose más flores. Margarita, la ignoró y agarró otro sobre.

Casi pega un saltó cuando leyó su contenido:

Poema al centro de tu rostro

Tienes esa particular sencillez

en esa especial redondez.

Atraes el color del olor,

presintiendo, sin saber, su sabor.

Nace de tu frente

el tabique prominente.

Se eleva en las alturas,

protegida por tus mejillas.

Todo tu carácter

representado en minúsculo

botón presto al ataque.

¡Oh, quién pudiera robar

un beso esquimal

a tu pequeña nariz,

sin poder olvidar que

jamás encontrará otra igual!

–¿Tabique prominente? ¡Tabique prominente! –exclamó Margarita, indignada, sobresaltando a su tía–. ¡Mi nariz es hermosa!

–Por supuesto que sí, querida. Aristocrática, diría yo. ¿Quién dice lo contrario?

Margarita se volvió hacia ella, furiosa. Menos mal que, esta vez, el destinatario de su enojo era el verdadero causante.

–Tu candidato –le respondió.

Su tía dejó su colorida carga a un costado y leyó el poema.

–Es realmente malo, aunque rima bastante –comentó–. ¿Quién lo diría? Sus cuentos me gustaron mucho...

Margarita enarcó las cejas.

–¿Leíste cuentos de él?

–Bueno, querida, es que se sentía tan inseguro... tenía tantos y tantos borradores. No se sentía satisfecho con ninguno de ellos. Quería regalarte un escrito que fuese perfecto. Le tuve lástima y me ofrecí a leerlo para darle mi opinión... En fin, no creo que haya pretendido ofenderte con este poema.

–Seguramente que no. Quiso ser original y, en lugar de enamorarse de mis ojos o de mi piel de marfil, ¡se la agarró con mi nariz!

–¿Sabés, querida? A veces, la vida no resulta del modo en que una lo planeó. Las cosas siempre pasan por algo, hasta cuando se trata de cargar con la maldición de un loco enamorado.

Ante la falta de respuesta, su tía se fijó en otra hoja, que se hallaba cómodamente recostada sobre la mesita de luz. La tomó y se la alargó a Margarita, que la leyó en silencio y luego en voz alta:

"Y es que aún prefiero

mi vuelo por los cielos

al abismo de tu infierno.

Fantasmas vivos

son la presencia

de tu ausencia.

Y te extraño

pero no lloro,

no de nuevo, no otra vez

por el derrame de lo que fue.

Y sí te quiero,

aún es cierto.

Pero hoy no muero

en este olvido que es recuerdo

del pasado que no está ausente.

Y me pierdo.

Me encuentro

y te dejo."

–¿Qué es esto?

–No lo sé, querida –su tía no sólo estaba contrita sino que, además, se mostraba un poco confundida.

–No creo ser la destinataria de este poema.

–Es una posibilidad. Tal vez, lo escribió para otra persona, sí.

–¿Y me lo deja a mí, en medio de las flores? Esto es una burla.

–Poray se le traspapeló y lo dejó acá por equivocación...

Margarita hizo una mueca.

–Es muy probable que haya intentado deslumbrarme –remarcó esta última palabra con un énfasis especial –enviándome todo lo que haya escrito hasta ahora... me pregunto si también habrá dejado la lista del almacén...

Su tía le sonrió. Si Margarita comenzaba a bromear existía la posibilidad de que la perdonara en corto plazo.

–Todavía estoy enojada con vos –le aclaró Margarita, leyéndole el pensamiento.

Su tía volvió a suspirar y le propuso mirar qué decían las otras hojas sueltas, para distraer su atención. Pero Margarita ya se había empalagado de palabras absurdas y le dijo que tirara todo. Meneando la cabeza (con disimulo, para no hacerla enfadar aún más) la tía prosiguió la limpieza.


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