el Poeta - X

18 2 0
                                    


el Poeta

X

El poeta, que no había hecho más que comenzar, se presentó con su amigo cierta tarde en la casa de la tía de Marga, sabiendo de antemano que ella no volvería hasta la noche.

La tía en cuestión se sintió encantada por la visita, aunque algo confundida cuando el poeta le informó que había ido expresamente para conocerla a ella. Los invitó a merendar en el jardín y se sentaron los tres a conversar con tranquilidad alrededor de una mesa llena de masas finas y galletitas caseras.

–Y bien, joven –dijo la tía de Margarita después de comerse un bomboncito de chocolate–. ¿A qué le debo esta visita?

El poeta, después de sorber de su taza, la apoyó en el plato y se reclinó sobre la silla, suspirando audiblemente.

–El problema que tengo es bastante peculiar –comenzó–. Verá, estoy enamorado de su sobrina. Lamentablemente, ella me ha rechazado en más de una oportunidad.

–Si no estoy mal informada, han sido dos veces, exactamente. Las mismas que ustedes se han encontrado.

El poeta le sonrió, extasiado.

–Le ha hablado de mí.

La tía refunfuñó por lo bajo. Había sido una mujer muy hermosa en su juventud y hoy su belleza, para nada marchita, tenía un aire aún más majestuoso y digno que antes. En su momento, había sido una coqueta descarada y se había divertido a mares con sus admiradores. El anillo dorado en su dedo anular había calmado sus ánimos durante los años en que vivió su marido... Ahora, varias décadas después, le confería un halo de misterio que hacía suspirar de nostalgia a sus antiguos perseguidores.

–Sí, lo ha hecho. Pero no aliente falsas esperanzas, joven. Margarita tiene ya puesto un pie en el altar y no será fácil lograr que cambie de opinión.

El poeta le sonrió con picardía.

–Así es –corroboró –pero lo que su sobrina no quiere entender es que su pie está parado en un altar distinto al que ella cree que está caminando.

La tía se rió con fuerza. Miró al amigo del poeta, el cual hasta el momento sólo había pronunciado monosílabos de agradecimiento por el agasajo y le preguntó:

–¿Este muchacho es siempre tan testarudo?

–Así es –se lamentó su amigo –terco como él sólo. Y no se detiene hasta lograr su objetivo, de tal manera que me llamaría poderosamente la atención si al fin no consiguiera conquistar a su sobrina.

La tía se volvió a reír, cada vez más divertida con la peculiar situación.

–No esté tan seguro. Margarita no es pieza fácil de ganar y no se rendirá con facilidad.

–Este poeta tampoco –suspiró el amigo.– Si no fuese porque el amor es cosa con voluntad propia, ajena a sus víctimas, su sobrina ya se podría ir considerando enamorada.

–Está bien, está bien. Entonces, señor poeta ¿a qué ha venido?

–A pedir su ayuda para conquistarla.

–Mire joven –le dijo la tía, perdiendo repentinamente su aire risueño–. No voy a negarle que encuentro la situación en extremo interesante y hasta algo divertida, dentro de toda esta rareza. Pero Margarita es mi sobrina, mi deber es primero y último para con ella.

el Poeta, el Diablo y MargaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora