XXII

8 1 0
                                    

XXII

Dos lunes después de la escandalosa sesión de magia el detective Lince (el encargado del caso) se sentó a discutirlo con su compañero. Semejante trago amargo era necesario pasarlo con las facturas y el café con leche que se habían comprado para desayunar. La luz del teléfono se encendía y apagaba intermitente porque habían desconectado la campanilla para poder comer, perdón, para poder analizar la situación como era debido sin interrupciones.

Tarambana, el compañero de Lince, agitó en el aire el diario matutino con indignación.

–¡Estos sensacionalistas de porquería! –exclamó enojado–. Nos hacen quedar como inútiles.

–Tal vez lo seamos... –sentenció Lince, filosófico–. Después de todo, ya pasaron varios días y todavía no encontramos al pibe desaparecido, presuntamente muerto, ni fuimos capaces de aclarar qué pasó esa noche.

Tarambana lo miró con rencor, no le gustaba admitir la derrota, mucho menos su propia incapacidad.

–¡Por el amor de Dios, qué culpa tenemos nosotros! Van al teatro, algún mago de cuarta les tira un poco de agua encima y arman un escándalo de los mil demonios...

–No era de cuarta y el agua era de mar, ya volvieron los resultados. No sé de dónde la habrá sacado y me gustaría saber cómo hizo para transportarla.

–Eso es otra cosa que no entiendo: estaban todos empapados pero el teatro y los asientos estaban secos. ¿Les dieron un baldazo cuando salían?

–No estás focalizándote en el verdadero meollo del asunto.

–¿Qué meollo ni qué ocho cuartos? Si fuese por mí, les diría en la cara a esos alborotadores que fue una broma pesada. ¿Cómo hicieron para ponerse todos de acuerdo? No importa. Querían un poco de publicidad y ahí la tienen de sobra.

–Che, ¿y el pibe al que mataron? –inquirió Lince.

–Ése –siseó Tarambana con rabia–. Ése fue el instigador de todo. Debe estar escondido riéndose de nosotros, del quilombo que nos tiró encima. Estoy harto de que se burlen de nosotros. La nuestra es una profesión muy seria.

–¿Y su novia? ¿También forma parte de todo el ardid?

–¿Vos crees en los lamentos de esa mujer? ¡Por favor! Los chicos actúan mejor que ella. Ya viste donde viven. Esa casona apartada de la civilización. Hippies –declaró con desprecio –en una eterna orgía. Ésa es la juventud de hoy en día.

Lince tamborileó los dedos sobre el escritorio, pensativo. Tomó el diario y lo leyó:


Vida ordinaria, muerte extraordinaria



Después de dos semanas, aún no hay explicación para lo acaecido en la última función del teatro X. Los mismos asistentes no consiguen ponerse de acuerdo respecto a lo sucedido y declaran que quieren dejar el asunto en paz, olvidarlo para siempre. Hay que destacar que muchos de ellos han necesitado tratamientos psicológicos y hasta psiquiátricos para superar la terrible experiencia.

Lamentablemente, un hombre fue muerto aquella noche y, para peor, la policía aún no logra hallar el cuerpo.

Sobre el escenario se encontraron algunas gotas de sangre fresca que enmarcaron esta tragedia.

Acompañamos en su dolor a su novia y a su amigo, quienes aseguran que no descansarán hasta tanto no se haga Justicia.

Mientras tanto, el Libro que este poeta acababa de publicar ha alcanzado la importancia de un clásico en nuestro país. Es una triste ironía que reciba su justo reconocimiento póstumamente, después de toda una vida de lucha por dar a conocer su Obra.

Sin embargo, una historia tan extraordinaria como esta no podía dejar de trascender nuestros límites y ya se lo ha declarado un éxito editorial en toda América y muy pronto será lanzada en España.

Al menos, en los rezos diarios que acompañan su alma, queda la consolación de su objetivo cumplido: lo que en vida no pudo ser, el público se le otorgó en la muerte: la Inmortalidad.


–La verdad, Tarambana, es tan simple que hasta me hace gracia –dijo Lince, tirando el diario a la basura–. Este pibe está bien, vivito y coleando. Debe estar escondido en algún lugar. Armó esta puesta en escena para conseguirse un renombre. Este escándalo gigantesco es una mera treta publicitaria. A eso se reduce todo. Cómo lo consiguió, no sé. Tal vez, nunca lo sepamos. Vas a ver, dale tiempo. Mientras tanto, nosotros hagamos como que lo buscamos para que no nos molesten. En unos días, cuando reaparezca, nos tomarnos unos días de licencia, ¿qué te parece?


el Poeta, el Diablo y MargaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora