Lascivia (Disponible en libre...

Av EvaMuozBenitez

135M 8.3M 21.6M

Las vacaciones acabaron y Rachel debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF, encontrándo... Mer

¡DISPONIBLE EN FÍSICO!
Lascivia©
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPITULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52
CAPITULO 53
CAPITULO 54
CAPITULO 55
CAPITULO 56
CAPITULO 57
CAPITULO 58
Capítulo 59
CAPITULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75
CAPÍTULO 76
CAPÍTULO 77
CAPÍTULO 78
CAPÍTULO 79
CAPÍTULO 80
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPÍTULO 86
CAPÍTULO 87
CAPÍTULO 88
CAPÍTULO 89
EPÍLOGO
LUJURIA

CAPÍTULO 8

1.6M 97.1K 137K
Av EvaMuozBenitez

Sacándolo Todo.

Rachel.

El jet aterriza en la pista de la FEMF. Los soldados Alan, Maicon, Davi y Franco son los primeros en bajar.

 Reemplazarán a los soldados caídos y serán parte de la tropa J061.

Necesito ir a casa, sino me desahogo voy a estallar en cualquier momento.

Me encamino al comando. Christopher es el último en bajar, no salió de su habitación durante el vuelo. Le di gracias a Dios por eso, lo último que me apetece es tenerlo cara a cara.

Un alférez se atraviesa dedicándole un saludo militar al coronel.

—El general Peñalver lo espera, mi coronel —le avisa.

Sigo caminando, quiero recoger mis cosas y largarme a vivir a Tailandia.

—¡Teniente! —me llama el soldado— El general también quiere hablar con usted.

—Ubiquen a los soldados nuevos—ordena el coronel atropellandome en el hombro— Estarán en la tropa de Parker.

—Como ordene, mi coronel —se despide el alférez.

Camino tras él preguntándome cuánto tardará en hablar con Bratt y decirle todo lo que pasó.

Se me comprime el estómago de solo pensarlo. Tanto pelear y defenderme de Sabrina, todo fue en vano. De nada me sirvió demostrarles a sus padres que podía ser una buena mujer.

Martha, su madre, al principio se mostró algo reacia. Sin embargo, poco a poco fue abriéndose llegando a tolerarme. Joset, su padre, siempre se mostró cariñoso y educado, de él nunca recibí un reproche ni una ofensa. Me imagino el concepto que tendrán de mí cuando sepan que me acosté con el marido de su hija.

Tomamos el ascensor yendo a la cuarta planta, la tensión se puede cortar con cuchillo. Quisiera pedirle que me deje decirle a Bratt lo que pasó, pero lo más seguro es que me restriegue en la cara lo puta que soy.

Las puertas se abren y Sabrina corre por el pasillo causando un estruendo con el sonido de los zapatos. Me echo el cabello adelante ya que los chupetones son notorios todavía.

Se arroja a los brazos de su esposo.

—¡Amor, gracias a Dios estás bien! —llora contra su pecho.

La aparta como si le estorbara.

—Las demostraciones de cariño en los pasillos están prohibidas —dice con sequedad.

—Todos saben quién soy —contesta en voz baja.

—Las reglas se aplican para todos.

—Eres un coronel y soy tu esposa tengo todo el derecho...

—No solo está el general —sigue caminando— Ya me viste, así que vete.

Intenta alcanzarlo, pero él aparta la mano cuando lo toca.

—¡No te quiero aquí! —espeta molesto.

—Cariño...—insiste.

Me adelanto, me apena que mientras ella estaba aquí llorando un mar de lágrimas por su esposo, yo me revolcaba con él, gimiendo su nombre mientras se corría dentro de mí.

Saludo al general, el coronel no tarda en llegar.

Por primera vez lo veo hacer un saludo militar.

—Lamento lo que pasó —se disculpa el general— Se abrió una investigación para hallar a los verdaderos culpables.

—Gracias, mi general —digo.

—Es un milagro que estén vivos, les daré una retribución monetaria por los daños y perjuicios.

—El capitán Thompson me informo que la misión de rescate fue un éxito, ¿Ya interrogaron a los secuestradores? —pregunta el coronel.

—Estamos en eso. Fue un éxito gracias a usted, se cumplió al pie de la letra la estrategia que planeó —lo felicita— Me gustaría darle los detalles de todo lo que pasó, pero supongo que están cansados.

Lee mi mente, lo último que quiero es someterme a interrogatorios que duran cuatro horas. Lo único que me apetece es acostarme, llorar y lamentarme por lo que perdí.

—Voy a quedarme —dice Christopher— Hay puntos atrasados en la investigación que quiero comentarle.

Lo maldigo para mis adentros «¿No se cansa?» Obviamente no, se me olvidaba que el cansancio es para los seres humanos.

—Tenemos tiempo para eso, coronel, descanse al lado de su esposa. Sufrió mucho con lo que pasó.

El remordimiento me da una punzada en el pecho.

—No hace falta.

Si se queda me obliga a quedarme a mí también. Estoy en la investigación, por lo tanto, debo resumir las últimas novedades.

—Mi coronel —le hablo por primera vez después de la discusión que tuvimos en la selva— Solicito permiso para ir a casa por el día de hoy.

Me acribilla con los ojos e inmediatamente me arrepiento de haber hablado.

—Adelante —señala la puerta.

—Tómese el día de mañana —añade el general.

—Gracias —me despido.

Sabrina espera recostada en la pared.

Pertenece al área administrativa, así que no usa uniforme. Luce genial con un vestido negro entallado, tiene la melena recogida en un moño que deja detallar las facciones de su cara. Los tacones altos le suman elegancia a su delgada figura.

—¡Rachel! —se acerca cuando me ve— Deberías llamar a Bratt, está preocupado.

—No tengo móvil y la señal en Brasil no era muy buena —miento. La mujer del jet me ofreció un teléfono y lo rechacé, el puto miedo no me deja alzar la bocina.

—Es bueno saber que saliste ilesa de todo esto —se cruza de brazos.

La piedra plateada del anillo de casada le brilla en el dedo. Me arden las marcas de la piel.

—No me imagino el dolor de Bratt si te llegara a pasar algo.

Las palabras son sal en mi herida.

—Gracias —vuelvo a sentir náuseas— No quiero ser grosera, pero...

—¡Oh no te preocupes! —se aparta— Ve a casa y llama a mi hermano.

—Hasta luego —me despido.

Bajo al estacionamiento, me encierro en el auto e intento poner mis pensamientos en orden.

—Buenas tardes, teniente —me saluda la voz de Vicky —¿Iremos a casa o a algún lugar en especial?

—A casa, pero primero ponme en contacto con mis padres.

—Como ordene.

Mamá rompe en llanto cuando escucha mi voz, todos se ponen sentimental incluyendo a mi papá.

Durante media hora intento convencerlos de que estoy bien. Mamá sugiere que me retire y le respondo con un rotundo ¡No! Estoy en el mejor momento de mi carrera, no puedo echar todo a la basura.

Me despido prometiendo llamarlos por la noche.

Debo hablar con Bratt, no es justo sumarle dolor al daño que le hice.

—Comunícame con el capitán Lewis —le ordeno al intercomunicador.

Contesta al tercer pitido.

—¡Cariño, no sabes cuánto le rogué a Dios para que estuvieras bien! —contesta al otro lado de la línea.

No resisto la presión, rompo a llorar sobre el volante quedándome sin habla, solo sollozo como una niña mientras él intenta calmarme.

No puedo ser su cariño, ni su novia. Ni siquiera tengo cara para ser su amiga.

—¡Calma! —me dice— El peligro ya pasó, no tienes nada de que preocuparte. Solicité permiso para ir a verte, pero el concejo me lo negó.

—Lo sé —tomo aire— Es que ...

Las palabras no me salen, mi garganta las detiene y mi cerebro se niega a lastimarlo.

—Si no quieres hablar ahora no importa, entiendo por lo que pasaste. Solo quería escuchar tu voz —continúa— Te echo mucho de menos, cariño y no sabes cuanto te amo, hubiese muerto si uno de esos mal nacidos te hubiese lastimado.

—Te llamaré cuando llegue a casa —es lo único que logro articular.

—Está bien, métete en la bañera con agua tibia y relájate un rato.

De aquí a que haga todo eso puede que Christopher lo llame y le cuente todo lo que pasó.

Seguramente esta es nuestra última conversación pacífica.

—Te amo y... Joder...Ten presente que...—la voz me falla.

—Lo sé, cariño y yo también te amo, ahora ve a casa y descansa.

Conduzco como loca entre medio de lágrimas y canciones de Bon Jovi. Bratt lo nombró como el cantautor de nuestra relación y todas las canciones me recuerdan lo bien que la pasábamos juntos.

Estaciono frente a mi edificio.

Ignoro el saludo del portero y me encamino hacia la escalera.

Luisa está fumando en el balcón. Se ve peor que yo en pijama, con el cabello enmarañado y con pinta de no haber tocado la almohada.

—¡Carajo! —exclama— ¡Compré un arsenal de velas orando para que estuvieras bien!

Corre a abrazarme.

Todo explota; el accidente, la traición, el dolor y el peso de la culpa.

—¡No llores, todo está bien y al fin estás en casa!

La alejo, necesito aire. El dolor me está ahogando.

—¡No lloro por eso, Lou!.

—¡No me digas que los criminales te tocaron! —me sigue preocupada.

—¡No!.

—¿Entonces?.

—¡Me acosté con el coronel! —vuelvo a estallar en llanto.

Retrocede como si me hubiese salido un cuerno en la cara.

—¡¿Qué?, Pero, ¿Cómo?, ¿Cuándo?!

Trato de contener las lágrimas.

—La noche que pasamos en la selva, ¡No sé qué diablos me pasó!

—Espera aquí —se pierde en la cocina.

Saco un cigarrillo de la gaveta del mini bar. Se supone que dejé el vicio solo para cuando estoy estresada.

Lo que siento ahora no amerita un cigarrillo, sino un tabaco indio de treinta centímetros.

Me dejo caer sobre el sofá y Luisa vuelve con un vaso con whisky.

—¿Cómo diablos pasó? —pregunta sin creerlo.

Tomo todo el trago de un solo sorbo.

—No lo sé, se me subió encima, intenté apartarlo. Insistió y me dejé llevar...creo que... —se me quiebra la voz —En el fondo también quería que pasara.

—¿Te ha dicho algo?

—Discutimos al día siguiente, me restregó en la cara lo zorra que soy. Y no lo culpo, actué peor que una ramera barata.

—No te trates así, todos tenemos momentos de debilidad —bebe un sorbo de su trago— El hombre está como para comérselo, además, tenías el estrés del accidente encima.

—Un momento de debilidad hubiese sido un beso o un abrazo, no el que me dejara follar y me le subiera encima para que se corriera a chorros en mi vagina.

Se queda con la boca abierta.

—¡Soy una puta!

—No eres ni la primera ni la última que pasa por algo así, amas a Bratt. Solo olvida lo que pasó y...

—¡Pero así no se hacen las cosas, Lou! —replico— Él es como un hermano para Bratt.

—Él fue el que empezó, solo eres víctima de su juego.

—¿Qué le diré a Bratt cuando se entere?

—Hay que omitir eso, si Bratt se entera no solo dañarás tu relación, sino que también arruinarás el matrimonio de Sabrina.

—Él se lo dirá, es su mejor amigo, aparte no dejará que esté con una zorra como yo.

—No eres una zorra, Rachel. Solo fue un jodido momento de debilidad —me acaricia la espalda— Y no creo que le diga nada a Bratt, está casado con su hermana. Decirlo no solo dañará su matrimonio, sino que también lo envolverá en un escándalo que no querrá asumir.

—No es honesto que le oculte algo tan importante.

—Tampoco fue honesto que te acostaras con su amigo —se encoge de hombros.

—¡Estás metiendo el dedo en la herida! —la regaño.

—Lo que quiero decir es que hay que dejar atrás la moral y la ética, lo que pasó solo lo sabes tú, él y yo, no tiene que saberlo nadie más —se levanta por otro trago— Haz de cuenta que no sucedió, lo que pasó en la selva se queda en la selva.

Dudo que pueda poner en un rincón ese recuerdo, no podría mirarlo sin recordar lo que hicimos.

—Entre el cielo y la tierra no hay nada oculto, la verdad siempre sale a la luz.

—Por favor —pone los ojos en blanco— Eso es un decir, si nadie habla jamás se sabrá. Él no lo hará, ni tú, ni yo. Fue algo que sucedió en un momento desesperado.

—Haces que parezca fácil.

—Lo será, ¿Se te olvida que soy una de las mejores psicólogas de la FEMF? He tratado con mentes criminales, puedo trabajar con la tuya.

No sé que opción es peor, confesar o guardar silencio.

—Bien... No creo que funcione, pero lo intentaré.

—Esa es mi chica —me abraza—Antes de que lo dejemos en el pasado me gustaría hacerte unas preguntas.

Reconozco la mirada pícara e imagino las preguntas que me hará.

—¿Qué tal estuvo? 

—¡Luisa, esto es incómodo! ¿Sí? Se supone que debo guardar el recuerdo en un rincón de mi mente.

—Responder las preguntas hará que te desahogues y te deshagas del peso.

Suspiro cansada.

—Contesta —insiste.

—Estuvo bien —finjo que no me importa.

—¿Bien de sólo bien, o bien de extremadamente placentero?

Es una piña en el culo.

—Si respondes a la pregunta es mejor que contestes con detalles, no quiero información a medias. ¡Soy tu mejor amiga!

—¡Fue placentero, ¿Sí?! —me saca de casillas—Tuve un orgasmo —me aparto el cabello y le muestro el cuello— ¡También me marcó las tetas!.

Abre la boca detallando las marcas.

—¡Joder!

—¿Ves por qué digo que no fue un momento de debilidad?.

—¿Está bien dotado?

Recuerdo el dolor que sentí con la primera embestida. Sentí que me llegó hasta la consciencia.

—Sí.

—¿Más que Bratt?.

—¡Sí!

Enarca las cejas.

—¿Cómo puedes imaginar que es más grande que la de Bratt? ¿Ya se la viste?

—Sí —responde como si fuera lo más normal del mundo— Una mañana te fuiste a la central, pensé que tu habitación estaba vacía y entré por un abrigo, él estaba dormido pero el amigo de su entrepierna no. Si dices que es más grande que la de Bratt es el hombre perfecto.

—Eres una maldita pervertida.

—Lo sé, está en mí y no puedo hacer nada, ¿Quieres repetir?

Mi subconsciente responde con un enorme sí.

—Claro que no. Te dije que quiero olvidarlo. Ya está bien de preguntas —me levanto— Tomaré un baño y me iré a dormir, quiero descansar.

Me meto en la bañera. Dudo que un hombre como Christopher Morgan se pueda olvidar.


Es ese tipo de personas que te marcan de por vida. Es de esos que se impregna en la piel como la tinta de un tatuaje.

Salgo del baño. Luisa me trae comida y una lata de Coca Cola.

Tomo la bebida dejando el resto, no tengo hambre.

Abro mi laptop y busco a Bratt en el chat interno de la FEMF, aparece en la lista del personal en línea.

«Tal vez ya sabe lo que pasó y me mande a la mierda».

Me enlazo con él para hablar por web cam. Si lo va a hacer quiero que lo haga ya.

—¡Hola, cariño! —me saluda al otro lado de la pantalla.

La preocupación desaparece cuando me dedica su típica sonrisa con hoyuelos. 

Vicky: Sistema inteligente usado por los agentes de la FEMF, sirve de GPS, intercomunicador y demás. Es algo así como un asistente virtual

Fortsett å les

You'll Also Like

67.3K 9.5K 39
Libro 2 Bilogía "Días y posibilidades" "Podemos enamorarnos al final del camino, te espere por tanto tiempo que ya no tengo prisa" El problema aquí e...
1.5K 359 33
Riley y Sam son dos personas completamente diferentes. Sus caminos se cruzan en un momento inesperado. Hay un secreto que los une. Un secreto que fi...
7.7K 1.1K 46
Después de una inusual tormenta en el Frente del Pacífico Sur, una flota de la Armada del Imperio Japonés desaparece. Esa flota cuya tripulación se l...
6.2K 540 9
Tener un novio quizás demasiado virginal para tener derecho a estar vivo, no es tan deprimente cuando uno de tus mejores amigos sabe compensarlo de l...