The Guest || Luke Hemmings.

Bởi Harua_girl

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Por un momento pensé que tener a un chico sexy en casa, sería una buena historia para contar. 📍: Portada de... Xem Thêm

La llegada.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 34.

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Bởi Harua_girl

Niñeros.







Ese mismo día después de que Luke desayunara, decidimos no hablar sobre Calum. En vez de eso, nos pusimos a jugar videojuegos. Empezamos a jugar en su habitación muy tranquilamente.

Estuvimos discutiendo por un momento cuando Luke hizo trampa en llegar a la meta. Pero eso pasó a segundo plano cuando se disculpo dándome un beso sin importarle que su jugador perdiera.

No fue hasta que Melina llegó a la habitación y nos descubrió en medio del romance. Fue entonces cuando me dijo que alguien me buscaba en la puerta.

Ambos nos levantamos del suelo con rapidez pensando que sería Calum. Pero si hubiera sido, Melina se hubiera encargado de él. Así que esa opción queda descartada.

En la puerta se encontraba mi vecina. No fue muy amigable con nosotros al principio. A decir verdad, no era amable con nadie. Es ese tipo de vecina amargada que te odia con tan sólo mirarla. Es por eso que me sorprendió su presencia.

- Hola, Sam. ¿Estás ocupada? -preguntó con una sonrisa forzada.

Si estar con Luke dándonos besos por cada vez que hace trampa me hace estar ocupada, bueno, lo estoy.

- Un poco, ¿por qué? -dije sin rodeos.

Dudó por unos momentos como si no estuviera del todo feliz pedir un favor. A ella no le gusta pedir ayuda de los demás.

- Es que tengo que asistir a una reunión de último minuto y dado que estamos de vacaciones, no tengo donde dejar a mis niños -hizo una pausa y continuó-. Me preguntaba si pudieras hacerme el favor de cuidarlos sólo hasta las siete.

Y por primera vez, vi su rostro suplicando que aceptara. No soy buena haciendo de niñera pero no pierdo nada con intentarlo. Además recibiré dinero a cambio. Es una buena oferta.

Cuando acepté se alegró como nunca antes la había visto. Ahora me sentía alagada por haber recurrido a mí en vez de las otras chicas que viven más adelante. Soy la mejor.

Cuando la Sra. O'Neil se fue diciendo que en media hora traería a sus encantadores hijos, Luke apareció con una mirada interrogante.

- ¿Quién era? -se acercó a la ventana para ver a través de ella.

- ¿No estuviste espiando? -pregunté divertida.

- Lo hubiera hecho pero me quedé arriba escuchando los regaños de Melina.

- ¿Por qué te regañó?

- Dijo que tuviera más respeto y que no hiciera cosas inapropiadas en una casa que no es mía -se encogió de hombros.

- Fue porque nos encontró besándonos -dije como afirmación más que una pregunta.

- Por eso y por las veces en las que nos ha visto -señaló la cocina con la cabeza.

Sentí el calor subir por mis mejillas. Olvidé aquel día en el que nos encontró casi devorándonos como si no hubiera un mañana.

Asentí avergonzada sentándome en el sofá. Si fuera otra persona no me importaría pero estamos hablando de Melina, la casi madre de Luke y es algo incómodo que te haya encontrado varias ocasiones en situaciones no muy favorecedoras.

Luke se movió y se agachó enfrente de mí colocando sus manos en mis rodillas.

- Pero cuando te lleve a mi departamento, podremos hacer lo que quieras -guiñó el ojo y sonrió.

Le di una falsa bofetada en su mejilla. Olvidaba que Luke es un pervertido en carne y hueso.

Cuando nuestras miradas se encontraron se quedaron conectadas por unos segundos. Apoyando sus manos en mis rodillas, se inclinó hacia mí para besarme. Nuestros labios rozaron y luego chocaron con movimientos suaves y lentos.

Rompimos el beso cuando Melina apareció aclarando su garganta. Nos alejamos y nos giramos hacia ella.

- Voy a visitar a Helen -avisó esperando a que Luke le diera las llaves de la camioneta.

Él se levanto buscando en sus bolsillos y se las entregó.

- Vendré lo antes posible y si deciden hacer algo interesante mientras no estoy, saben con qué cuidarse -advirtió con la mirada puesta en Luke.

Cuando salió por la puerta me cubrí la cara con las manos. Eso fue demasiado embarazoso. Fue como tener una mini conversación con mi mamá acerca de los embarazos no planeados.

- Genial, tenemos permiso -se burló Luke.

- Cállate -dije, levantándome de mi lugar.

- ¿Qué tal si empezamos de una vez? -sonrió con picardía y se fue acercando a mi espacio.

Rodee la mesa de centro al ver sus intensiones.

- No es divertido -expresé rodeando la mesa de un lado a otro.

-Sí, lo es -respondió y luego saltó por encima de la mesa dejándome sin opciones.

Me hice a un lado y corrí hacia las escaleras pero mi intento fue en vano. Me sujeto de la cintura y de un movimiento a otro, mi estómago descansaba en su hombro con mi vista al piso.

- Luke, bájame o te juro que te golpearé hasta que no puedas caminar -dije mientras pataleaba y golpeaba su espalda.

- La que no podrá caminar serás tú cuando salgas de mi habitación -con su mano libre palmeo mi trasero.

¿Me acaba de pegar en mi trasero? Bien, eso no ayuda a mis hormonas.

Iba subiendo el tercer escalón cuando el timbre sonó.

- Tengo que abrir, bájame -exigí cuando el ding dong se escuchó de nuevo.

- Te salvó la campana.

Dicho esto aflojó su agarre y logré bajar de su hombro. Le lancé una mirada burlona antes de abrir la puerta.

La Sra. O'Neil estaba acompañada con un niño y una niña. Ambos estaban cerca de los ocho años. Me sonrieron como si estuvieran obligados a hacerlo.

- No tendrán hambre hasta que yo llegué -dijo despidiéndose de ellos-. Estaré antes de la siete de la noche.

Se fue y los niños entraron con su bolsa de juguetes. Cerré la puerta y me presenté mostrando mi lado amable.

Luke bajo los escalones y se acercó con el ceño fruncido. Señaló a los dos niños y me miró pidiendo una razón.

- Los cuidaré -sonreí acariciando el cabello rubio de la niña que se encontraba a mi lado.

Asintió y se inclinó hacia el niño de cabello rizado.

- ¿Cómo te llamas niño?

- Kevin, ¿y tú? -preguntó con confianza.

- Luke, un gusto conocerte, Kevin -respondió estrechando su grande mano con la del pequeño. Rodee los ojos ante su actitud educada.

- Y tú, ¿cómo te llamas linda? -pregunté con una sonrisa.

- Angélica -contestó con voz aguda mientras abrazaba su muñeca a su pecho.

- Es un bonito nombre.

- El tuyo es feo -comentó haciendo una mueca.

Me levante e ignore su comentario. No iba a ponerme a discutir por eso. Era solo una niña. Propuse jugar a sus muñecas para cambiar de tema. Ella asintió alegremente y Luke se puso a jugar con Kevin a los carritos.

No comenzamos tan mal. Creo que puedo soportarlos el resto de la tarde.




***




- ¡Deja eso en su lugar! ¡Angélica eso no se come! ¡Luke, quítale el florero a Kevin! -grité desesperada.

Esto era un caos, un desastre, un apocalipsis. Estuvieron tranquilos las primeras dos horas. Los entretuve poniéndolos a dibujar, jugar, ver televisión e incluso contarles historias.

Pero mis tácticas de supervivencia infantil fueron desapareciendo dejándome sin opciones. Ahora se ponían a correr por toda la casa y tomando lo que se encontraban.

Angélica que por cierto ¡no tiene nada de angelical en su sangre! Logró entrar a mi habitación y pintó con sus crayones algunas hojas de mi libro favorito.

Ya se imaginarán como reaccioné. Pero logré controlar mis impulsos. No quería terminar en prisión por haber atacado a una niña.

Por otro lado, Kevin estaba molestando a Luke una y otra vez provocando que perdiera la paciencia y ahora lo estaba correteando para atraparlo.

Eran unos demonios en miniaturas. Tenían unas energías impresionantes. No dejaron de correr en ningún minuto.

Después de tanto esmero para mantenerlos en paz, logramos tranquilizarlos con las palomitas que Luke preparó. Los niños se sentaron en el sofá viendo la tele, cada uno con su plato de palomitas.

Entre Luke y yo cambiamos miradas de “por fin se están quietos”. Y para calmar nuestra ansiedad de no estrangularlos, nos unimos a ellos.

Ver la caricatura de Bob Esponja no fue tan malo.

Casi gritamos de alegría cuando llegó las siete y la Sra. O'Neil llegó por sus “angelitos”. Me agradeció y me pagó lo justo.

Cerré la puerta y me tiré sobre el sofá, Luke hizo lo mismo. Nos quedamos en silencio por un momento disfrutando de la armonía de la casa. Conté el dinero y le di la mitad a Luke. Si él no hubiera ayudado mi cabeza hubiera explotado en mil pedacitos, además el tuvo que soportar a Kevin más que yo.

- No lo aceptaría, pero me lo merezco -dijo introduciendo el dinero en su billetera.

Estaba agotada, cansada. Preferiría correr todo el día que cuidar a niños de esa edad tan irritante.

- La próxima vez que vuelva a aceptar ser niñera, recuérdame por todo lo que pasamos hoy -expresé dejando caer mi cabeza hacia atrás.

- No habrá próxima vez -aseguró estirando sus piernas.

El sonido de dos camionetas llegó a nuestra percepción. Me giré hacia la ventana viendo como Melina y mis padres llegaban al mismo tiempo.

Cuando entraron, mi mamá fue la primera en vernos y nos miró con preocupación.

- ¿Qué les pasa? ¿Por qué esa cara? -preguntó.

- Cuidamos los niños de la vecina -respondí haciendo una mueca.

- Me imagino que fue todo un reto ¿eh? -comentó papá.

- El más difícil -dijo Luke con fastidio.

Ambos nos dieron su compasión y luego siguieron su camino hacia la recámara. Melina entró pocos segundos después con una bolsa de despensa.

- ¿Se divirtieron? -preguntó con duda.

- No -respondimos al unísono.

Asintió y se adentró en la cocina. Luego de cenar, ambos nos dirigimos a las escaleras. Cuando salimos de la cocina, escuché la voz de Melina.

- ¿Quién se acabo las tres bolsas de palomitas?

Luke y yo reímos mientras subíamos las escaleras. Ella no tenía idea de que estuvimos cuidando a dos niños que resultaron ser unos crueles diablillos hambrientos.












***

Editado: O8.O3.2O21


Créditos a Wendy.

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