Sentimientos Encontrados. (Ca...

By itsisaxox

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El mundo cambió y yo debo cambiar con él. El mundo que conocía antes desapareció. Con el tiempo entendí que... More

Sinopsis.
∆ C1: Un nuevo despertar.
∆ C2: ¿Un apocalipsis?
∆ C3: Superhéroe.
∆ C4: Pase lo que pase.
∆ C5: ¿Quién eres?
∆ C6: El Hijo de Rick.
∆ C7: Complicidades.
∆ C8: Mudanza.
∆ C9: Una señal.
∆ C10: Gracias.
∆ C11: Paseos nocturnos.
∆ C12: La libreta
∆ C13: Recuerdos dolorosos.
∆ C14: Nuevo grupo.
∆ C15: No es un santuario.
∆ C16: De poca fe.
∆ C17: Obsesiones.
∆ C18: Historias.
∆ C19: Mala espina.
∆ C20: Autocontrol.
∆ C21: Deja vú.
∆ C22: Persiguiendo sombras.
∆ C23: Traición.
∆ C24: Bajo presión.
∆ C25: Oportunidad.
∆ C26: Atando lazos.
∆ C27: Amistad renovada.
∆ C28: Un extraño entre nosotros.
∆ C29: Una bienvenida interesante.
∆ C30: Salvajes y monstruos.
∆ C31: Primer paso.
∆ C32: Una noche sin sobrevivir.
∆ C33: Expedición mortal.
∆ C35: Rendirse no es una opción.
∆ C36: Personas del pasado.
∆ C37: No fue un gusto conocerte.
∆ C38: Un amor a la luz
∆ C39: Sinceros sin sutileza.
∆ C40: Apoyo incondicional.
∆ C41: ¿Competencia sana?
∆ C42: Un posible secuestro.
∆ C43: ¿Tiene pulso?
∆ C44: Verdaderas emociones.
∆ C45: Desastre emocional.
∆ C46: En la unión está la fuerza.
∆ C47: El juego de las hormonas.
∆ C48: Pelear libera tensión.
∆ C49: Los secretos salen a la luz.
∆ C50: Ver para creer.
∆ C51: Nuevos descubrimientos.
∆ C52: Mala espina.
∆ C53: Asesinos a sueldo.
∆ C54: Miedo por primera vez.
∆ C55: ¿Hay más de ustedes?
∆ C56: Confesiones sin piedad.
∆ C57: Crueldad.
∆ C58: Lugar feliz.
∆ C59: Al borde de la muerte.
∆ C60: Arrepentimiento.
Epílogo.
Hola.
Notita.

∆ C34: Un engaño y una loca.

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By itsisaxox

|Narra Katie|

Lo vi intentando subir a la van.

—Maldito.

Solo quedaban unos pocos caminantes afuera así que los maté con mi cuchillo para poderme acercar a Nicholas. Cuando lo tuve a unos pocos metros, tomé toda la fuerza que mi cuerpito podía acumular y la canalicé a través de un gran puñetazo en la cara de Nicholas. Él se tambaleó y eso me ayudó para lanzarme sobre él y comenzar a golpear su rostro hasta el cansancio. Mis nudillo ardían, mi mano dolía, pero sentía unas intensas ganas de seguir golpeándolo cada vez que la cara de Noah se dibujaba en mi cabeza.

— ¡Eres una mierda! —chillé mientras le daba otro golpe. Gruñí, saqué mi cuchillo y lo coloqué en su garganta—. Lamentarás haber nacido.

Glenn me tomó por la cintura y me alejó de Nicholas.

— ¿Qué mierda haces? —pataleé, furiosa.

En vano, por cierto, porque solo pateaba el aire.

—No lo hago por él, lo hago por ti —explicó—. Mírate las manos, tus nudillos están sangrando.

—No me importa, voy a matar a ese maldito —sentí que me soltó y entonces quise correr para seguir atacando a Nicholas, pero el coreano me tomó de la muñeca.

—Yo también lo quiero matar a golpes —dijo—. Pero no ahora, recuerda que Tara está grave.

Tara.

Había olvidado a Tara.

Mi mente volvió a cobrar la razón dejando que mi enojo se detuviera. Subí a la camioneta, los demás también y partimos a toda velocidad.

Le eché un vistazo a Nicholas y estaba con el rostro lleno de sangre, su ropa también y sentí orgullo por eso. Una gota espesa y caliente cayó en mi labio inferior recordándome la herida que me hice tras la explosión. Vi el botiquín, lo abrí y saqué una venda pequeña para colocarla en mi frente; no quería que se infectara.

— ¿Dónde está Noah? —preguntó Eugene, quebrando el silencio.

—Él... él murió —respondió Glenn, incómodo.

Con mis manos tapé mi rostro e intenté dejar de pensar en Noah y en su terrible muerte. Traté de calmarme, de desatar el nudo que apretaba mi corazón, y estaba funcionando, de verdad que si, pero entonces abría mis ojos y Nicholas estaba allí para recordarme que Noah murió por su culpa.

Necesito terapia.

(...)

—Katie, llegamos —susurró Glenn.

Abrí los ojos lentamente. Me había dormido de tanto pensar y de tanto darle la vuelta al asunto de Noah. Solo que, cuando me puse de pie, tuve que sentarme de nuevo al sentirme tan mareada. Esperé unos segundos y cuando creí que ya estaba lista, bajé de la camioneta. El sol me dejó casi ciega y eso me hizo volver a la realidad.

Mi espalda dolía, mi cabeza parecía estar siendo martillada, mis nudillos sangraban, mi frente ardía; me sentía horrible, me sentía al borde de morir. No podía seguir manteniéndome de pie, no podía.

— ¡Katie! —Ashley se acercó corriendo con la emoción de verme. Sin embargo, perdí el equilibrio y caí en sus brazos—. ¿Katie?

Todo se volvió negro.

Flashback.

Me encontraba caminando por los pasillos para poder llegar a la práctica de arco y flecha. Mi papá estaba junto a mí, feliz de acompañarme, mientras mi hermano practicaba con armas cuerpo a cuerpo en otra habitación.

Adelante uno de los militares abrió la puerta y nos dejó pasar.

Por aquí dijo una señora de acento ruso. Ella estaba en todo el medio del salón—. Soy  Emilia Romanov. Tú debes ser Katie, ¿no es así?

Asentí con una sonrisa.

Estaré en la sala de observación, ¿de acuerdo? —me dijo papá en un susurro. Dio medio giro y se fue hasta dónde dijo.

Aquella sala era una habitación pequeña que quedaba dentro del lugar donde se podía ver todo lo que hacíamos en aquí.

—Bien, empecemos. Tienes todo el día aprendiendo a utilizarlo, veamos que tan bien te fue.

Fue hasta un estante, tomó el arco y el bolsito con las flechas de entrenamiento para luego caminar hasta mi lugar y entregármelas.

—Recuerda que la respiración es importante, la concentración —murmuró cuando levanté el arco y lo estiré para tensar la cuerda.

Tomé una gran inhalación y solté el aire con lentitud. Estaba viendo mi objetivo fijamente, no quería perderlos, quería pensar que era lo único existente en el mundo. Volví a tomar otra inhalación cuando una señora entró de golpe interrumpiendo todo.

¡Lamento interrumpir! fue lo dijo cuando entró—. ¡El padre de la chica está teniendo un infarto!

Me tomó unos diez segundos reaccionar. No había entendido a qué se refería. Es decir, sabía el significado, pero mi mente no quería aceptarlo.

— ¿Dónde? —pregunté, aún en shock.

¡Afuera!

Sin más que decir, corrí por los pasillos como nunca en mi vida lo había hecho. Tropecé con algunos militares, doctores, políticos, pero no me importaba, solo quería llegar hasta mi papá y rogar al cielo para que estuviese bien. Finalmente llegué a las afueras del edificio y vi la ambulancia con un bullicio de personas.

Lo siento me detuvo el paramédico—. No puedes subir, eres menor de edad.

¡Mi papá acaba de tener un infarto! grité.

Más para mí misma que para él.

—Lo siento, no puede —cerró las puertas en mi cara y se fue.

Ven, vamos en el auto dijo mi hermano, tomándome de la muñeca.

Al llegar al hospital, ya mi mamá estaba allí. Nos abrazamos para darnos ánimos y para saber que estábamos juntos, que todo saldría bien.

Pasó una hora cuando un doctor calvo y de bata blanca llegó a la sala de espera. Nosotros nos levantamos, otras familias también; todos esperaban noticias sobre sus seres queridos.

¿La familia de Kevin Collins? preguntó el señor. Nosotros dimos un paso hacia adelante.

— ¿Cómo está mi papá? —musité, aterrada de la respuesta.

El doctor miró a mi mamá y negó lentamente con la cabeza. Ella, al entender, se derrubó a llorar. Adam a llevó las manos a la cabeza y yo solo me dejé caer en la silla.

Mi papá... ¿había muerto?

Fin del flashback.

Abrí los ojos de golpe y el sonido del electrocardiograma fue lo primero que escuché. Mi corazón estaba acelerado así que se escuchaba un constante bib. Noté que mis manos estaban vendadas, que un líquido estaba inyectado a mi brazo, mi frente también estaba cubierta; me habían curado. De hecho, me encontraba en una sala parecida a una habitación de hospital. Me senté sobre la cama para intentar recordar cómo llegué a esa sala, pero una figura masculina interrumpió mis planes

— ¿Por qué no moriste? —fue lo que dijo. Su tono era burlón y su mirada denotaba diversión.

—Porque todavía tengo mucho tiempo para fastidiarte —musité llevando una mano a mi cabeza—. ¿Cómo llegué aquí?

—Te desmayaste. Habías inhalado mucha pólvora, perdiste sangre, tu herida había comenzado a infectarse —explicó Glenn.

— ¿Tú cómo estás?

—Bien, estoy bien... creo.

La puerta del lugar se abrió y Carl se dejó ver.

Una idea pasó por mi mente.

—Sígueme la corriente —le susurré a Glenn.

— ¡Despertó! —celebró cerrando la puerta a su espalda.

Hice una falsa mueca de confusión.

—Disculpa, ¿quién eres? —intenté sonar lo más extrañada posible.

—Sé que estás bromeando, te conozco —aunque el castaño quiso sonar seguro, algo en su tono de voz parecía confundido.

Miré a Glenn, desorientada. Aquello fue más bien una llamada de auxilio.

—Carl, perdió mucha sangre —le dijo el coreano, captando la indirecta—. Denise nos dio la mala noticia de que tal vez no recobrase la memoria.

Al chico se le esfumó la confianza y me miró esperanzado. Como rogando que en cualquier momento le confesara la broma.

— ¿No me recuerdas? —murmuró.

Crueldad pura y dura.

—Soy... soy Carl.

Fruncí los labios y negué varias veces con la cabeza.

—Lo siento, es que no...

La puerta volvió a abrirse y esta vez fue Maggie quien entró.

— ¡Katie!

Rayos.

—No —Carl miró a la mujer—. No nos recuerda.

— ¿Qué? —ella frunció el entrecejo—. Claro que n...

Glenn tomó la mano de la chica y le dio un apretón. Ella lo miró sin entender nada hasta que el coreano le susurró algo inaudible.

—Claro que extrañaremos a nuestra Katie —continuó Maggie, siguiendo el juego.

—No, sé que ella nos recuerda —se acercó a mi cama aunque se detuvo al pie de la misma—. Haré que nos recuerde.

Bueno ya, no lo haré sufrir.

— ¿Carl? —fingí recuperar la memoria—. ¿Eres tú?

— ¡Sí! —sonrió al instante como un niño en navidad—. ¡Me recuerdas!

—Siempre lo hice —encogí mis hombros—. Te estaba jugando una broma.

Su felicidad fue desapareciendo.

— ¿Era mentira? —su fogocidad había desaparecido.

—Tal vez.

—Eso no se hace —se alejó de la cama.

—Vamos, Carl, solo jugaba —intenté tomar su mano, pero la quitó—. ¿Dejarás de hablarme?

—Como sea —dio medio giro y se fue cerrando de un portazo.

—Creo que se molestó —comentó Glenn junto a mí.

— ¿Lo crees? —musité, sarcástica. Suspiré, me dejé caer en la cama y miré a mis amigos—. ¿Cuántos días estuve muerta?

—Tres días —respondió Maggie.

—Está bien —me quité los cables del pecho, la aguja del brazo y me levanté—. ¿Qué hay de nuevo en Alexandria?

Sin embargo, a penas puse los pies en el suelo, me senté de nuevo. Había perdido el equilibrio un poco. Lo recuperé, esperé unos cortos segundos y volví a intentarlo. Esta vez sí tuve éxito.

—Lo de siempre —Glenn jugó con sus manos evitando el contacto visual conmigo.

—Sí ya sabes —Maggie se escuchaba extraña.

—Claro —los miré, poco convencida.

Sobre una silla vi un par de ropa doblada así que la tomé, me cambié en el baño y salí sin la bata fea que tenía puesta. Quité la venda de mi frente, pero dejé la de mis manos; me gustaba cómo se veía.  Me despedí de los chicos y dejé la sala similar a la clínica.

Estando afuera, noté que, de hecho, ya era de noche. No quedaba mucho por hacer así que creí que lo mejor sería volver a mi casa y buscar a Ashley, pero en el camino una rubia desconocida salió de la nada y chocó conmigo.

— ¡Cuidado! —chilló—. ¡Mira por donde caminas! ¿Estás ciega o qué?

Di unos pasos hacia atrás para poder verla y seguía sin reconocerla.

— ¿Quién eres tú?

—Estoy segura de que asunto tuyo no es —respodió de mala gana.

Pero, ¿qué le pasa a las chicas de esta comunidad? Yo no les hice nada y ya me odian.

—No voy a pelear contigo —pasé junto a ella para alejarme.

Pero la chica dijo algo que me hizo parar en seco:

—Conoces a Carl, ¿no?

Me giré y miré a los lados creyendo que esa era la venganza del castaño.

— ¿Me escuchaste? —su voz se oía cansada. Como si le hastiase mi presencia.

—Sí y sí lo conozco —zanjé—. Es de mi grupo.

—Bien —se cruzó de brazos—. Aléjate de él.

No pude evitar soltar un bufido.

— ¿Me estás hablando en serio?

— ¿Tengo cara de estar bromeando? —se señaló el rostro con el dedo—. Carl es mío.

No puede ser.

—Te lo regalo —solté una risa—. ¿Lo quieres con envoltura o sin envoltura?

—Deberías respetarme.

—Ah mira, quiere respeto también —me estaba divirtiendo —. ¿Quieres petróleo en spray?

—No seguiré soportando tu tonito sarcástico.

— ¿Y qué harás? —le reté

—Haré que te tragues tus palabras.

—Quiero ver que lo intentes —susurré con soberbia.

—Emma, ya basta —Ennid había llegado.

—Esto cada vez es mejor —la rubia parecía molestarse—. Ahora la chica que come tortugas viene a decirme qué hacer.

— ¿Por qué mejor no respetas? —aquello lo dije con desprecio—. Nadie te ha hecho nada.

—No creo que personas como ustedes merezcan si quiera una ayuda de mi parte —indicó, arrogante y vanidosa. Esa chica era ridícula.

— ¿Y cómo son las personas como nosotras? —inquirí, ansiosa de saber lo que diría.

—Perdedoras, incompetentes...

—Fuertes, valientes, mejores que tú —le interrumpió Enid.

Emma iba a decir algo, pero subí mi mano para detenerla.

—Esta conversación se acabó, rubia. —y pasé junto a ella, ignorando sus llamados e insultos.

A unos segundos, Enid se unió a mí.

—Oye, quisiera hablar contigo —mencionó un poco nerviosa.

Guardé silencio para ella pudiese hablar.

—Lamento haber reaccionado como lo hice en la bienvenida —soltó. Se escuchaba arrepentida—. No quise molestarte, en realidad entiendo por lo que pasaste, es solo que...

—A veces sientes que deberías tratar mal a todos y arruinar su felicidad —completé hablando más sobre mí que de ella—. Sí... Yo solía ser así.

— ¿Me disculpas?



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¿Debería? ¿Debería Katie disculpar a Enid? ¿Qué dicen mis hermos@s lector@s?

Me gusta poner a Katie más madura y menos agresiva, con respuestas más inteligentes. Cuéntenme, ¿les gusta mejor así o como estaba antes?

Bueno, no tengo mucho que decir, se me acabaron las ideas, así que... si se me ocurre algo lo leerán en la otra nota de autor, los amo...

Besitos, I.H

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