Lascivia (Disponible en libre...

Galing kay EvaMuozBenitez

135M 8.3M 21.6M

Las vacaciones acabaron y Rachel debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF, encontrándo... Higit pa

¡DISPONIBLE EN FÍSICO!
Lascivia©
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPITULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52
CAPITULO 53
CAPITULO 54
CAPITULO 55
CAPITULO 56
CAPITULO 57
CAPITULO 58
Capítulo 59
CAPITULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75
CAPÍTULO 76
CAPÍTULO 77
CAPÍTULO 78
CAPÍTULO 79
CAPÍTULO 80
CAPÍTULO 81
CAPÍTULO 82
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPÍTULO 86
CAPÍTULO 87
CAPÍTULO 88
CAPÍTULO 89
EPÍLOGO
LUJURIA

CAPÍTULO 3

2.3M 114K 360K
Galing kay EvaMuozBenitez

━━━━━━━━ ⇜ ━━━━━━━━

Rachel. 

La Cena.

Maldigo para mis adentros cuando la lluvia se intensifica, tengo la piel erizada y caigo en cuenta que no debí ponerme un vestido tan corto, sino fuera por la calefacción estaría muerta del frío.

La mayoría de los encopetados y millonarios de Londres cenan aquí, más que un restaurante es un concurso sobre quién trae el auto más lujoso y paga la comida más cara. No envidio este tipo de lugares, si por mí fuera comería hot dog en el carrito del parque.

La figura de Sabrina se asoma en el vestíbulo. Estirada como siempre, lleva puesto un vestido ceñido color marfil entallado hasta las rodillas, en su hombro cuelga un fino bolso Prada el cual combina con su vestido y sus zapatos.

Nos busca con la mirada mientras el mayordomo le recibe el abrigo y el bolso. Cuando nos ve se dirige hacia la mesa con un estilo elegante y grácil, muy propio de ella.

A pesar de ser hermana de Bratt no se parecen en nada, mientras su hermano tiene el cabello castaño, ella lo tiene rubio barbie. Es una mujer menuda cuyos rasgos le dan un aura inofensiva. 

Bratt es alto, acuerpado y fornido. Ella es pequeña, carece de curvas y es el tipo de cuerpo que luce bien en cualquier tipo de bikini.

Saluda a Bratt con un beso y roza nuestras mejillas fingiendo que le agrado. No aparto los ojos de la puerta, quiero conocer al desalmado que se atrevió a casarse con ella.

—Disculpen la tardanza, la ciudad es un caos debido a la lluvia, me fue casi imposible conseguir un taxi.

Estiro el cuello y sigo sin ver a nadie.

—¿Y Christopher? —pregunta Bratt.

—Viene en camino, estaba en la central. Seguramente se demoró porque hay un embotellamiento en la entrada de la ciudad —me mira con superioridad.

Estoy tan acostumbrada a que lo haga que ya no me molesta, de hecho, me gusta amargarle el rato.

El camarero la ubica al lado de su hermano, mejor, así me evito soportar sus miradas por el rabillo del ojo.

Charlan sobre los detalles de remodelación de su nuevo apartamento, de su matrimonio y de la inmensa fortuna de su marido.

—Me enteré que tus papás compraron una propiedad en Nueva York —me habla por primera vez en la noche.

—Sí —contesto sin darle importancia.

Bratt me mira para que hable del tema. Pobre, siempre ha querido que seamos las súper cuñadas.

—Será un lugar para los desamparados, niños huérfanos y ancianos sin hogar.

—Qué buen gesto de su parte —se aparta el cabello rubio de los hombros— Pero lo veo como un desperdicio de dinero, de eso debe ocuparse el gobierno.

—No es molestia para él.

—Sí, pero no debería desperdiciar el dinero de esa manera. Su fortuna no es tan grande que digamos.

«Había tardado en lanzar veneno».

—Lo único que debe importarle es tener lo suficiente para vivir —me encojo de hombros— El resto es ganancia.

Por un momento siento ganas de restregarle en la cara que mi papá hizo un importante negocio que duplicó su fortuna. No obstante, no vale la pena jugar a quien tiene la casa más grande.

Pasan cuarenta minutos, aún no hay señales del dichoso coronel. Sabrina sigue hablando mientras arroja una que otra indirecta.

El estómago me ruge de hambre, encima mi cerebro empieza a asquearse de las tonterías que suelta la rubia. «Rabia y hambre no son una buena combinación».

—Bratt podríamos...

—Lamento la demora —dice una voz áspera y suave a mi lado. Enderezo la espalda en tanto mis sentidos se ponen alerta cuando mi nariz percibe un exquisito olor amaderado.

Coacciono y alzo la vista. Siento que algo me atropella cuando lo observo, quedo perpleja e hipnotizada con lo que captan mis ojos. De la nada, el pulso se me acelera, la respiración se me agita, me siento mareada y desorientada.

Bratt se levanta a saludar al semental que tengo al lado, por educación debería hacer lo mismo, pero mi cuerpo no recibe órdenes de mi cerebro, está en blanco. Sólo me quedo allí, sentada, mirando al que se supone es el esposo de Sabrina.

Si su voz me dejó en shock, verlo me dejó sin dar señales de inteligencia.

—No importa —Bratt le da un gran abrazo— Sabemos cómo se pone la ciudad con la lluvia.

Es alto, guapo y candente, que playboy ni qué actor de cine. Es belleza pura, está vestido con un traje negro sin corbata con la chaqueta abierta sobre su ancho tórax.

«Necesito un babero y un par de bragas nuevas».

Bratt me toma la mano para que me levante.

—Mi novia —me presenta— Rachel James.

Me pongo de pie con las rodillas temblorosas, al tenerlo de frente recibo el verdadero impacto.

Su rostro, ¡Dios! no podría describir su rostro, parece tallado por un ángel. El cabello negro, húmedo por la lluvia, cae sobre sus cejas. Mis ojos se centran en los suyos, son de color gris cubiertos con espesas y largas pestañas «La perfección física si existe y se llama Christopher Morgan».

—Cariño —continua Bratt— Él es Christopher...

—El coronel Christopher Morgan —interrumpe Sabrina poniéndose de pie. Se le pega al brazo como si se lo fueran a quitar.

—Un placer —responde de forma seria alargando la mano para saludarme.

El contacto libera un torrente de emociones que vuelan y revolotean por mi estómago, «¡Santa mierda!» las rodillas se me quieren doblar.

—El placer es mío —bajo la mirada. Me intimida y no quiero que me vea las mejillas encendidas.

El camarero llega con una botella de champán, también trae las cartas para ordenar. No soy capaz de leer el menú ya que mi cerebro sigue sin funcionar.

Sabrina sugiere platos para todos, no le llevo la contraria. En este momento tiene más sentido común que yo.

Hablan entre ellos, mis ojos quieren volver a mirarlo y hago todo lo posible por aguantar las ganas, «Sé fuerte Rachel, es un ser humano, no viene de otro planeta». En un momento de debilidad volteo hacia su dirección, está alzando su copa de champán, un leve movimiento en su cuello muestra lo que parece ser un tatuaje.

La cena transcurre y a duras penas puedo comer lo que me sirven debido a que hay una tensión que surgió no sé de adonde. 

—¿Qué pasa amor? —Bratt toma mi mano— Estás muy callada.

Me doy una cachetada mental e intento volver a la realidad.

—Estoy un poco cansada.

Me surgen las ganas de volver a mirarlo.

—Llegó hoy de Phoenix, es un viaje largo —comenta Bratt.

—Mi suegro es muy amigo de tu padre —dice Sabrina acariciando el brazo de su esposo.

—Ya lo sabía, Bratt me lo comentó.

Su marido me mira y el corazón se me quiere salir.

—Si no les importa —me levanto— Iré al baño a retocar mi maquillaje.

—Estás perfecta, no tienes que retocar nada —sonríe Bratt.

—No tardo.

Tres pares de ojos me observan mientras me levanto, en este tipo de situaciones odio ser el foco de atención. Camino hacia el baño con miedo a caerme de mis tacones. No puedo creer que caminé sobre azoteas de edificios de cuarenta pisos y hoy tema a caerme de mis zapatos.

El baño está vacío, entro a uno de los cubículos y bajo la tapa del retrete. Me siento respirando hondo ya que mi cerebro no recibe el oxígeno suficiente.

«El hombre es atractivo, sumamente atractivo y erótico». También candente, ¡pero no debo comportarme como estúpida! me repito.

Trato de poner mis pensamientos en orden antes de salir. Me siento como una adolescente con las hormonas alborotadas. «Es solo una primera impresión, el hombre está como Dios manda y es normal que cause tales efectos».

Me contemplo frente al espejo, hay un par de chicas retocando su maquillaje. El mío está intacto así que solo aliso mi vestido y salgo de nuevo al vestíbulo.

Bratt está pagando la cuenta mientras Sabrina está colgada del brazo de su esposo. Agradezco que haya concluido la cena y nos marchemos de inmediato.

Me acerco dejando que el mayordomo me coloque el abrigo.

—Debemos hacer esto más seguido —comenta Sabrina mientras salimos del restaurante.

Ruego a Dios que Bratt no le haga caso, no me creo capaz de soportar otro momento como éste.

La brisa me congela los huesos y me aferro al brazo de mi novio en busca de calor. El valet parking le entrega la llave del Mercedes, me abre la puerta para que entre, intento hacerle caso, pero Bratt me sujeta para que me despida de Sabrina.

No me va bien ser hipócrita, pero trato de ser educada.

—Disfruté de su compañía —le digo antes de despedirme con un beso en la mejilla— Un gusto conocerlo coronel.

No me atrevo acercarme, así que solo le hago un gesto con la cabeza que él responde de la misma manera.

Espero en el auto mientras Bratt se despide, saco el móvil e intento distraerme, pero el magnetismo es demasiado, no contengo las ganas y concentro los ojos contemplando lo atractivo que es. Nunca había visto un hombre así, eso es raro ya que trabajo en una central llena de hombres bellos y fornidos. Somos agentes secretos, se supone que nuestro físico debe causar empatía.

Surgen preguntas sobre el motivo de no haberlo visto en fotos, apenas caigo en cuenta que la única imagen que llegué a ver de él, es una pequeña fotografía sobre una fiesta de disfraces, para colmo, ni siquiera se le veía la cara.

Tenso los muslos cuando se pasa las manos por el cabello mientras se humedece los labios con la lengua.

«¡Basta!» Me regaño.

Dejo de mirarlo, es el mejor amigo de mi novio, no puedo estar viéndolo como si fuera la octava maravilla del mundo.

—¿Qué tal la pasaste? —me pregunta Bratt cuando abre la puerta.

—Casi muero de hambre, pero disfruté la cena.

—Nos explicó el motivo de su tardanza —enciende el motor— No te lleves una mala impresión de él.

«La única impresión que tengo es que es el hombre más atractivo que he visto en mi vida»

—No tengo ninguna mala impresión de nadie, la velada no estuvo mal, además, Sabrina no fue tan detestable, eso es algo que debo recalcar en mi diario.

Me besa la mano sin apartar la vista de la carretera.

—Tengo la esperanza de que algún día dejes de odiarlos.

Me apena que diga eso. Sabrina es la niña de sus ojos, durante años ha tenido que lidiar con las constantes peleas que se desatan entre las dos.

—No los odio.

—Sé que sí, no es necesario que me mientas.

—Aunque Sabrina se comporte como una arpía no la odio, por el simple hecho de que es la hermana del hombre que amo —le beso la mejilla— Y a Christopher no lo conozco lo suficiente como para odiarlo pero dudo que pueda hacerlo. No puedo despreciar lo que es importante para ti.

—Siempre haces que te ame más — me sonríe.

—Lo sé, te tengo locamente enamorado —me quito el cinturón, comienzo a repartir besos por su cuello— Ve más rápido —susurro en su oído— Pasé un mes sin ti y mi cuerpo te aclama.

Llegamos en menos de media hora, entro primero dejándome caer en el sofá del lujoso apartamento. Fue un regalo de sus padres cuando se graduó.

Son una familia muy adinerada, pertenecen al consejo de la FEMF y tienen negocios en el extranjero. Por eso no le caigo en gracia a Sabrina, quería para su hermano alguien de más glamour, una rosa inglesa, no una chica americana con amigas desordenadas.

—Fue una noche larga —se deja caer a mi lado.

—Mis pies me están matando.

Me quita los tacones, me besa las pantorrillas y sube por mis muslos desnudos.

—La extrañé, teniente James —mueve la tela de mi vestido con la nariz.

—No te creo —me levanto abriéndome de piernas sobre él.

Lleva las manos a la parte baja de mi espalda y me aprieta los glúteos remarcando la erección que acaba de surgir, no pierdo tiempo, me acerco hacia su boca saboreando los labios que me tienen muerta de amor. Su ropa me estorba, así que con rapidez deslizo las manos por su abrigo quitándole la corbata. 

—Fueron los peores 30 días de mi vida —se pone de pie con mis piernas envueltas en su cintura.

Camina conmigo. Me lleva a su habitación dejándome sobre la cama. De medio lado observo como se desviste y se acerca solo con el bóxer puesto. No está mal dotado, el miembro erecto se le marca en la tela mientras mi entrepierna responde cuando lleva las manos al cierre de mi vestido deslizándolo con suavidad. 

Bratt es de los que se toma su tiempo... Bueno no es que haya estado con otros y pueda comparar, pero a juzgar por las experiencias de mis otras amigas puedo presumir que a mi novio le encanta contemplarme. Pego su boca a la mía, rozo nuestros labios con un beso suave hundiendo las manos en su cabello sedoso, él traslada los dedos al broche de mi sostén soltando mis pechos. 

La temperatura empieza a subir cuando me acuesto contemplando el cuerpo trabajado y esculpido. Se acerca hundiendo las manos en la cama, esconde la cara en mi cuello repartiendo besos húmedos que bajan por mi pecho y ponen duros mis pezones rosados. La saliva se me vuelve agua cuando pasa la lengua por los picos erectos, lamiendo uno y luego el otro mientras que con su mano libre, aparta la tela de mis bragas hundiéndose en mi sexo. 

Arqueo las caderas pidiendo más, quiero que toque ese botoncito lleno de placer que me pone a suspirar, me mira cuando lo hace y le doy gracias con un leve quejido de satisfacción. Tiene los ojos llenos de brillo, los labios fruncidos y el deseo dibujado. Se deja caer sobre mí con la respiración agitada y la piel sudorosa.

—Te amo, cariño —dice contra mi boca.

Respiro hondo, también lo amo. Han sido tantos años, tantas experiencias y momentos que siento que lo tengo aferrado en el alma y en el corazón. Se mueve en tanto aparta la tela de mis bragas mientras yo bajo la tela del bóxer liberandole la polla, preparándome para que se funda en mi interior. Toma la cabeza hinchada de su miembro y roza el glande en mi entrada empapada.

Me quejo echando la pelvis hacia adelante en busca de la penetración, admiro su autocontrol cuando se enfoca en mis labios y me puntea hasta que mis quejidos le suplican que entre. Mi coño siente la invasión cuando lo hace despacio, sin dejar de besarme mientras yo muevo la cintura bajo su pelvis apoderándome de su cuello, recordándome lo mucho que me ama.

Empiezan las embestidas, se clava una y otra vez con los ojos oscuros y los músculos tensos, en tanto saboreo las sensaciones que se perciben cuando estás en nubes de éxtasis, acompañadas de placeres carnales que te erizan hasta el último vello. Suelta leves quejidos guturales y me aferro a la piel de su espalda. El calor que emana de su miembro me lleva al clímax dejando ahí por un par de segundos mientras él se aferra a la tela de las sábanas, después se aparta para no derramarse en mi interior.

—Bratt... —abro las piernas demostrándole que no debe preocuparse— Acabo de hacerme revisar el anticonceptivo.

—Lo sé... Pero —pega su frente a la mía—. Nunca está de más prevenir.

Lo acerco y lo vuelvo a besar, dejo que caiga a mi lado. Me envuelve entre sus brazos llenándome de su calor.

━━━━━━━━ ⇜ ━━━━━━━━

La luz del sol se filtra por la ventana quemándome la cara, intento levantarme, pero las piernas de Bratt no me lo permiten. Hago un segundo intento y deja caer el brazo sobre mi vientre.

—¿A dónde vas? —pregunta adormilado.

—A casa —logro sentarme y apoyarme en el cabezal de la cama.

—¿A qué? Quédate un rato más —me aplasta con las piernas.

—Debo ir arreglar todo para mi regreso mañana —me escabullo colocándome la camisa blanca que traía anoche. 

Miro el reloj, son las diez de la mañana. No le gustará debido a que mencionó que debía presentarse temprano en la central.

—¡Bratt!

—¿Sí? — contesta con la cara enterrada en la almohada.

—Son las diez de la mañana.

Se levanta con la fuerza de un rayo.

—¡Mierda! —se queja de camino hacia la ducha— Christopher me va a matar.

Escucho el sonido del agua mientras busco la ropa provisional que tengo aquí, no he traído mucha últimamente, así  que sólo encuentro un par de vaqueros y una playera de algodón.

—¡¿Qué pasó con el despertador?! —se queja cuando sale.

—Creo que no la activaste.

Entierra la cabeza en el closet.

—¿Quieres que te prepare algo para desayunar?

—Descuida —me encamino hacia el baño— Tomaré un taxi y desayunaré en casa.

Dejo que el agua me envuelva empapándome de su shampoo, no me canso de sentir su fragancia impregnada en mi piel.

Salgo, Bratt está frente al espejo. En la vida civil no se puede usar el uniforme de la FEMF. 

—Puedo llevarte, ya se me hizo tarde —se pone el reloj— Unos minutos más no hacen la diferencia.

—Claro que hacen la diferencia —me visto mientras me observa. «Amo provocarlo».

Siento sus pasos cuando se me acerca por detrás hundiendo la nariz en mi cuello.

—Pensándolo bien podría inventar algo para no ir —susurra antes de besarme.

—Eso no sería conveniente. Seguramente te esperan y no quiero que te sancionen por mi culpa.

—No me importa pagar las sanciones, estar juntos lo vale. Y mucho.

Lo aparto.

— ¡Vete! Tenemos tiempo de sobra para esto.

—Debiste pensar en eso antes de provocarme —reparte besos por mi hombro.

—¡Vete o el coronel te arrancará la cabeza! —lo empujo fuera de la habitación.

—¡Te amo! —grita desde el pasillo.

—¡Yo también!

Reviso el área antes de irme. No es que sea celópata pero con el montón de mujeres que han estado detrás de él, no está de más revisar que no haya traído a otra chica.

━━━━━━━━ ⇜ ━━━━━━━━

Me bajo del taxi una cuadras antes del edificio, entro al café de la avenida y pido cuatro capuchinos (Uno para Luisa, el portero, Lulú y uno para mí) Complemento con donuts «Si, soy una maldita tragona»

Camino por las aceras de Belgravia hasta que una camioneta se detiene sacando a una mujer vestida de novia acompañada de sus damas de honor «Sesión de fotos» Algo común en  Londres. 

Todas sonríen a la cámara mientras los transeúntes observan curiosos. 

Es bonito ver cómo otras personas cumplen mi sueño. Desde los doce me he imaginado caminando hacia el altar con un vestido blanco estilo princesa «Ummm también soy  una soñadora empedernida» 

Camino a casa con el consuelo de que Luisa sí cumplirá su sueño de tener el matrimonio perfecto. Mi mejor amiga y yo tenemos ilusiones parecidas desde los diez. 

—¡Buenos días! —saludo al portero cuando entro a mi edificio. 

Un chico moreno que definitivamente no es el portero de siempre me sonríe con cortesía. 

—Buenas tardes —contesta.

Miro el reloj ya es mediodía.

—¿Dónde está Luigi? —pregunto extrañada. En los cuatro años que llevo viviendo aquí nunca he visto a nadie diferente a él o a su hermano que lo reemplaza ocasionalmente.

—Es su día de descanso. Soy Julio —se presenta— De ahora en adelante estaré alternando turno con él.

—Rachel James —le ofrezco la mano.

—La dueña del departamento cuatrocientos doce —corresponde mi saludo— La señora Luisa ya me habló de usted.

—Traía un capuchino para Luigi, pero ya que no está —le entrego el vaso.

Lo recibe y aprovecho para darle uno de los bocadillos que traje. 

—No es necesario.

—No seas tímido —lo regaño— Toma las que quieras.

—Es usted muy amable, señorita. 

—Nada de señora o señorita —advierto— Rachel está bien. 

Me aparto cuando llega la empresa de mensajería.

—Suerte con el turno. 

Abordo el ascensor topándome con el dolor de cabeza de este edificio. En algunas partes le dicen "Vecina" Yo le digo dolor de oído. 

—Necesito hablar contigo —acaricia el gato que sostiene— Puse una queja pero... 

—¿Para qué soy buena?

—Tu empleada me tiene harta —se queja— A toda hora escucha esa horrible música infernal y se la pasa de aquí para allá con esos feos atuendos...

—Primero que todo —la interrumpo— no es música infernal son rancheras, estamos en un país libre, no le puedo exigir que no escuche la música que le gusta.

—Si esto va a seguir así —me amenaza— Le diré a la administración que te mande a desalojar.

—A los que mandan a desalojar son a los inquilinos no a los dueños de casa —sigo mi camino— Que yo sepa usted no es dueña de su apartamento, ¿o sí?

Percibo las grandes zancadas cuando me sigue por el pasillo.

—No me des la espalda, zorra mal educada...

—La discusión acabó, señora Felicia.

—No te atrevas a...

Le cierro la puerta antes de que siga alegando. 

Lulú baila el aventurero con la escoba mientras Luisa mueve los hombros en la cocina.

—Al fin llegas —saluda mi amiga desde la barra, está rodeada de ingredientes y botellas de vino— Pensé que estarías aquí cuando llegué anoche.

Tiene el cabello recogido con unos palitos chinos que no parecen resistir el peso de su cabello castaño. Lulú le baja el volumen al estéreo, no me saluda ya que las donuts y el capuchino se llevaron su atención. 

—Fui a cenar con Bratt y Sabrina.

Le doy un beso a Luisa en la frente. Hay harina por todos lados hasta en el lente de sus anteojos. 

— ¿Qué rayos haces?

—Hago Sushi  para Simón —me muestra un rollo deforme. 

—Pero le está quedando horrible —dice Lulú con la boca llena.

—Lo espantarás con este desorden —recojo las bolsas vacías.

—¿Por qué hay tanta harina?

—Hice un postre, está en el horno —se limpia las manos en el delantal, y alarga la mano para alcanzar un capuchino— ¿Fuiste a cenar con Sabrina?

—Sí, y con su esposo él coro...

—El coronel Christopher Morgan —me interrumpe.

—¿Ya lo conoces?

Meto los víveres en el refrigerador.

—Claro que sí, es el nuevo coronel al mando de todo el ejército de inteligencia, todas las mujeres están locas por él... Es tan guapo —se muerde el labio—¿No crees?

—Sí, es atractivo —trato de no darle importancia.

Arruga las cejas dejando el capuchino sobre la barra. 

—¡Atractivo! —repite— Es un dios del Olimpo, nunca había visto un hombre como él.

—No exageres...

—Tuve un orgasmo visual cuando lo vi.

—¿Orgasmo visual? Eso ni siquiera existe.

—Literalmente fue lo que sentí cuando nos invitó a cenar la semana pasada.

—Pensé que amaba al joven Simón —comenta Lulú mordisqueando la donuts.

—Claro que amo a Simón —vuelve a los rollos— Pero el coronel Morgan es otro nivel de belleza masculina y no todos los amigos de tu novio poseen un atractivo exagerado.

—Los dioses de la belleza estuvieron de su lado cuando nació —trato de aparentar que es atractivo como cualquier otro.

—No te alcanzas a imaginar como están todas las mujeres de la central. Tienen las hormonas enloquecidas, incluyéndome. Todavía me pregunto ¿Cómo puede estar casado con medusa? —se queja— Es un dolor de muela tenerla en la central, nadie  la soporta.

—Me voy a casa —interrumpe Lulú— Un chico me invitó a almorzar.

—¿Hoy? —pregunta Luisa preocupada.

—Sí —contesta quitándose el delantal.

—Pensé que me ayudarías a arreglar los rollos de sushi.

—Sus rollos no los arregla ni el viento de la rosa de Guadalupe —toma su bolso y se encamina hacia la puerta— El chico con el que me veré es mi tercera cita a ciegas y no quiero arruinarla llegando tarde.

—¿Cita a ciegas? Que tal que sea un psicópata desalmado.

—Su perfil dice que es honesto y busca algo serio, eso es más que suficiente para darle una oportunidad —le suena el teléfono— Es él, las veré mañana. Suerte con el sushi.

Luisa resopla volviendo a la tarea. 

—¿En qué área está Sabrina?

— En el área de admisiones, se encarga de estudiar, evaluar a los soldados nuevos y de otorgar becas. A nadie le agrada.

—A lo mejor el coronel es igual a ella —alargo la mano para tomar mi capuchino.

—No lo creo. Tengo la teoría que debajo de esa gran figura de autoridad hay un demonio sexual en potencia —empieza con los análisis— El carácter me lo dice, como mira, como habla... 

Su imagen se me viene a la mente. Está tan jodidamente bueno que babeo mentalmente de solo recordarlo. Mi conciencia me recuerda que no debo pensarlo de esa manera.

—Échame una mano —me pide mi amiga— A este paso no terminaré para hoy.

Ayudo con el sushi mientras comentamos las últimas novedades de Phoenix.

Me encierro en mi alcoba antes de que llegue el prometido de mi amiga. 

Me rondan por la cabeza los rumores del coronel y curiosa busco mi Laptop adentrándome a la plataforma electrónica del comando. Intento entrar a los expedientes desde mi IP, pero el sistema no me lo permite.

Los archivos confidenciales de los miembros de la FEMF solo los pueden abrir las autoridades de categoría cuatro, cinco y seis (coroneles, generales y ministros) Dejo el aparato de lado «¿Para qué quiero ver lo que no me incumbe?»

Reparo la foto de mis padres que tengo en la mesita. La tomaron el día que mi papá recibió la medalla al "General del año" «¡Qué estúpida!» Mi papá es un general puedo entrar ya que yo le cree el usuario. 

Coloco su usuario y la contraseña e inmediatamente me da acceso a los informes. Tecleo el nombre de Christopher Morgan. Aparecen veintinueve expedientes.

Hay una gran cantidad de noticias sobre él en el periódico de la FEMF.

"El hijo de uno de los generales más influyentes es expulsado de la academia por golpear a su maestro".

"Christopher Morgan es llevado a la correccional de menores por ser partícipe de peleas clandestinas en Londres".

"Christopher Morgan, avergüenza a su padre: El joven ha sido visto con grupos insurgentes que están contra la FEMF".

"Christopher Morgan vuelve a la correccional después de participar en pleitos callejeros".

"Christopher Morgan es encontrado ebrio en su dormitorio: Agentes se dieron cuenta de su estado por la fuerte pelea que tuvo con dos de sus compañeros".

"Rumores dicen que Christopher Morgan puede llegar a ser una de las peores amenazas para la FEMF".

"Christopher Morgan insulta a los medios por no respetar su privacidad".

"El general Alex Morgan se niega a dar declaraciones sobre la desaparición de su hijo".

Vaya el hombre ha sido todo un dolor de cabeza. Los últimos artículos comienzan a mejorar...

"Hijo del general Morgan se reintegra a la FEMF. ¿Cambio o truco para atacarnos?".

"Christopher Morgan recibe entrenamiento especial con Roger Gauna. General reconocido por sus despiadados métodos de aprendizaje".

"Christopher Morgan asciende a teniente".

"Christopher Morgan es ascendido a capitán después de ser partícipe de una de las misiones más temidas por la FEMF".

"Christopher Morgan se convierte en uno de los coroneles más jóvenes de la FEMF: El hombre de tan solo veintiséis años es ascendido a coronel después de desmantelar a cinco de las bandas de narcotráfico y pedofilia más buscadas del mundo. La estrategia del capitán del escuadrón alfa logró una jugada perfecta después de dos meses de una ardua investigación".

En varias fotos aparece acompañado de Bratt, Simón y otro chico que no reconozco. Busco algo relacionado con su matrimonio pero no encuentro nada.  


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