Daniel

By ElizabethMJones

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El primer libro estaba narrado por Melody Smith, pero esta vez será narrado desde el punto de vista de Daniel... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Mil Disculpas
Continuación en Progreso
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20

Capítulo 6

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By ElizabethMJones

Soy un maldito sentimental, ¿Qué demonios estás haciendo conmigo Melody?

Juro por Dios que estuve a tres segundos de devolverme para devorar su boca. Mientras me alejaba en el auto pude notar un cierto rastro de desilusión en su rostro y podría apostar a que ambos nos sentimos de la misma manera, como un par de idiotas sensibles.

No puedo pegar un ojo en toda la noche y en lugar  de eso aprovecho para revisar la planilla y los índices que descienden a un ritmo alarmante en el departamento de relaciones, debo hablar con Samantha sobre el déficit. Melody estuvo a cargo de ese departamento a demás de ser mi asistente y lo hizo de maravilla.

Melody invade mis pensamientos de nuevo y esta vez sin ninguna prisa en desaparecer por un instante para poder concentrarme, aunque por otro lado tampoco quiero dejar de pensar en ella.

Cuando llego a la oficina, Tara me recuerda la reunión que tengo en la fundación a las dos de la tarde. Mi abuelo se pasa por mi despacho como a media mañana y con él viene Samantha.

-No estás haciendo lo suficiente -niego mientras discuto con Samantha.

¡Como me duele la cabeza, maldita sea! Tal vez debí haber intentado dormir aunque fuera una hora.

-Claro que si, estoy haciendo mi trabajo lo mejor que puedo.

-Pues no es suficiente lo que me parece bastante extraño viniendo de la persona que ha sido prácticamente la mano derecha de mi abuelo y que ha logrado mantener este lugar estable.

-¿Por qué piensas que no hago lo correcto? -intenta parece ofendida-¿Acaso...?

Se detiene de golpe y abre mucho los ojos con la rabia contenida en ellos.

-¿Acaso qué? -escupo.

-¿Acaso la extrañas? ¿Es eso?

Su pregunta me deja atónito.

-¿Qué dijiste?

-¿La extrañas? Seguramente es por eso que piensas que nadie va a poder hacer este trabajo mejor que ella, por eso es que ahora piensas que todos somos unos incompetentes -su tono de voz se ha elevado muchos tonos por encima de lo tolerable y yo pierdo la poca cordura que me queda.

-No tienes ni la más remota idea de lo que estás diciendo -aprieto los dientes lo más que puedo para evitar faltarle el respeto.

-Claro que si, y lo peor es que tengo razón. Pero te tengo noticias, ella no va a volver ¡y tu tienes que madurar de una vez por todas!

Es suficiente. 

Me levanto de mi silla, la tomo por el codo obligándola a levantarse y la arrastro hasta la puerta de mi despacho en donde Tara nos mira atónita.

-No quiero verte hasta que hayas resuelto la mierda psicológica que sea que tengas contra Melody -espeto furioso pero sin levantar la voz-. No te pases de lista.

Dicho esto cierro la puerta de mi despacho en sus narices y paso el resto de la mañana intentado calmarme y buscar una solución al inconveniente que tenemos en este momento.

-Tara, ya me voy. Por favor avísame si hay alguna novedad.

-Si, señor -asiente antes de sumergirse de nuevo en el trabajo.

Wilson me deja en la puerta de la fundación y entro por el camino directo al despacho de Melody que ahora me resulta familiar.

Como es de esperarse no está, es su hora de almuerzo y lo he olvidado por completo. Cuando estoy a punto de llamar a Wilson la veo entrar.

¡Santo Dios!

Luce un vestido corto de color negro que deja sus largas y esbeltas piernas al descubierto con unos tacones de color oro que me quitan el aliento. 

-Hola -parece desconcertada pero sonríe tímidamente.

-Hola -después de volver a escanearla le sonrío-. Te ves preciosa.

Sus mejillas enrojecen y se acomoda un mechón detrás de la oreja con timidez mientras camina hacia su escritorio.

-Gracias. Por favor toma asiento -señala el sillón que está en frente suyo-. ¿Qué te trae por aquí?

-Tu -respondo de manera contundente-. Quería saber cómo estabas

-Estoy bien, no tienes por qué preocuparte.

-Pero lo hago -admito-. Siempre.

-Y... ¿Cómo estás tu?

-Estoy bien -miento-. Aunque hay muchísimo trabajo acumulado que me está matando.

Y francamente así es, ya no aguanto el dolor de cabeza. Siento que en cualquier momento me va a explotar.

-¿Existe algo con lo que pueda ayudarte? 

Su pregunta me sorprende y no puedo evitar mirarla con una expresión de asombro.

-¿Me ayudarías? -si así fuera estoy casi seguro de que los problemas que hay en la empresa se solucionarían.

-Claro, si está a mi alcance... -se encoge de hombros con timidez y me resulta terriblemente adorable.

-No sabes lo mucho que eso significa para mi -apoyo mi mano sobre la suya que descansa sobre el escritorio y veo que se remueve en su asiento.

-¿Ya almorzaste?

-Aún no -niego y para ser sincero no tenía intención de hacerlo.

-Bueno, no es mucho pero podemos compartir mis galletas, ¿te parece? Voy por un par de chocolates calientes y me cuentas el problema que tienes en la empresa.

La veo ponerse de  pie y salir del despacho para regresar unos minutos después.

Le cuento absolutamente todo desde que inició el problema, la disminución en los índices de las acciones, los problemas administrativos en el departamento de relaciones y las consecuencias de que esto ha traído.

-Creo que podría intentar ayudarte un poco -asiente cuando he terminado de hablar y siento que un gran peso se me quita de encima.

-Eso sería maravilloso -casi puedo asegurar que el dolor de cabeza que me ha estado atormentando desde ayer se esfumó por su respuesta-, las acciones han bajado considerablemente y estoy empezando a ponerme ansioso.

-Entiendo -sonríe tranquilamente-. Voy a hacer todo lo posible por intentar hacer que suban esas acciones.

-¿Te han dicho que eres una mujer maravillosa? -no puedo evitar que una sonrisa se me escape.

-Mmm... déjame pensar... aparte de mis padres no -niega.

Muy bien, señorita Smith, estamos en plan juguetón y me parece muy bien.

-Bueno, lo eres –y entonces sólo para provocarla un poco le guiño un ojo y de inmediato enrojece y no puedo evitar sonreír orgulloso-. Por cierto, ¿cómo sigue tu cuello?

-Ha mejorado bastante.

-Ven, déjame verlo –extiendo mi mano por sobre el escritorio y ella la acepta poniéndose de pie y rodeándolo.

Me pongo de pie cuando está frente a mí y con cuidado me acerco para quitarle la bufanda dorada que la cubre. Mientras me dedico a inspeccionar me doy cuenta de que su respiración ha cambiado, vamos bien.

Con mucho cuidado paso mi mano por su cuello, ahora sólo de un color amarillento, y la deslizo muy lentamente hasta su deliciosa clavícula. La escucho gemir bajo y eso provoca que mi excitación crezca a un ritmo acelerado.

Disfruto tanto con el espectáculo que me brinda su placer que cuando nos interrumpen unos toques en la puerta gruño. Melody prácticamente salta y corre a buscar su bufanda de nuevo antes de dar permiso para que el que sea que esté afuera pase.

-Señor Wohlberg, buenas tardes. No sabía que ya había llegado –el gerente entra con el asombro presente en su rostro.

-Sí, bueno en realidad vine a hablar sobre algunos negocios con la señorita Smith antes de la reunión y muy gentilmente me regaló algunas galletas –sonrío hacia Melody que tiene los ojos muy abiertos y la respiración agitada-. Se nos pasó el tiempo muy rápido.

-Entonces supongo que les fue bien, me alegro –dice con una sonrisa falsa-. Los esperamos en dos minutos en la sala de reuniones.

El gerente sale del despacho y por fin estamos nuevamente solos, aunque el ambiente ha descendido un par de grados de nuevo.

-¿Vamos? –me recompongo a como puedo y la invito a salir del despacho primero como todo un caballero-. Por cierto, me encantó el chocolate y te debo unas galletas.

He estado dos horas aquí sentado en el cabezal de la mesa de reuniones y lo único en lo que puedo pensar es en tener a Melody de vuelta. Verla sentada a cuatro espacios de mi me resulta demasiado distante y por otra parte, el gerente no deja de hablar de gestiones administrativas y progresos interesantes que han logrado.

-Señor Wohlberg, hemos puesto ante usted todas las acciones que se han gestionado durante los últimos cinco meses. Esperamos que sean de su agrado –nuevamente el gerente se pone de pie y coloca delate de mi los documentos correspondientes.

-Me parece bien, no bajen el ritmo han hecho un excelente trabajo –felicito aunque sé que hay deficiencias en algunos lugares. Necesitan que los incentiven un poco-. Por cierto, he de anunciar que la señorita Smith estará fuera de la fundación por algún tiempo debido a algunos problemas en mi empresa que deben ser solucionados, espero puedan entender y trataremos de traerla lo más pronto posible.

-¿Y de cuánto tiempo, aproximadamente, estamos hablando? –me interrumpe el presidente.

Parece que alguien quiere ser despedido.

-Indefinido –espeto antes de decir algo más que vaya a comprometernos a Melody o a mí.

Esto no es asunto suyo.

Los asistentes de la reunión observan el cuadro en silencio hasta que el gerente decide intervenir con un carraspeo de garganta.

-Así será, señor Wohlberg. Tómese su tiempo –sonríe para intentar mitigar el error de su superior-. Esperamos de corazón que logre resolver sin inconvenientes el problema que tenga. Agendaremos la próxima reunión para dentro de seis meses, pueden retirarse. Muchas gracias.

Dicho esto, los empleados se ponen de pie y empiezan a salir mientras el gerente se acerca a hablar conmigo evitando que salga corriendo detrás de Melody que parece haber sido la primera en salir.

-Señor Wohlberg.

-Tara, necesito que me hagas un favor –hablo por teléfono mientras salgo y me dirijo a la entrada en donde Wilson me espera-. Necesito que revises la lista de los empleados de la fundación y envíes un correo de despido al presidente, hazlo ahora.

-En seguida, señor –la escucho nerviosa antes de colgar.

Vuelvo a la empresa y hablo con mi abuelo sobre la llegada de Melody, es algo urgente.

-Me parece bien, ¿y ella aceptó? –pregunta con aire ausente.

-Si, ella... ¿abuelo, estás bien?

Me preocupa la manera en la que se está comportando.

-Si, si –asiente mientras pone una mano en su pecho-. Descuida, ya sabes que sólo soy un viejo.

-Deberías dejar de preocuparte por la empresa –le reprendo-, sabes que yo te ayudo con eso para evitare, precisamente, preocupaciones innecesarias.

-No puedo –niega-. No me siento tranquilo estado sentado en mi casa con el televisor al frente, necesito estar en acción.

Recuerdo con cariño a mi abuela que me pasaba diciendo lo mismo del abuelo. Nunca estaba quieto en un solo lugar, siempre tenía que estar haciendo algo para entretenerse.

-Así que la dulce Melody aceptó, ¿eh? –me dedica una de sus miradas cómplices- Me pregunto qué método de persuasión habrás usado con esa pobre niña.

-Ninguna –contesto avergonzado-, de hecho... fue ella la que se ofreció.

Dicho esto, mi abuelo me mira sorprendido para después regalarme una sonrisa.

-Eso quiere decir que ella aún te quiere, aún le importas –me guiña-. Tienes oportunidad de recuperarla y debes aprovechar, porque si se te va de nuevo podrías perderla para siempre.

-Lo sé –asiento-, y eso me aterra.

Cuando se marchó no tuve la capacidad de retenerla, pero no pienso volver a cometer el mismo error. No pienso ni siquiera permitir que nada la aleje de mi, así me cueste la vida.

-Te dejo abuelo, debo volver a mi despacho –me excuso levantándome del sofá de la oficina de mi abuelo.

-Mantenla cerca, muchacho.

-Tanto que planeo que trabaje junto a mí en mi escritorio –subo y bajo las cejas en un gesto cómplice mientras lo escucho soltar una de sus familiares carcajadas.

Tengo un par de reuniones más en lo que queda de la tarde y termino en el sofá de mi casa con una copa de vino, tratando de recuperar fuerzas para el día siguiente.

Estoy un poco nervioso y honestamente no sé por qué. Me encuentro de pie frente a la puerta del apartamento de Melody y me permito tomar una bocanada de aire profunda antes de tocar la puerta.

Toc, toc, toc.

Nada.

Toc, toc, toc.

De nuevo nada, ¿será que está dormida aún?

Toc, toc, toc.

Una vez más hasta que al cabo de un par de minutos la veo aparecer frotándose los ojos mientras viste un pijama de lana rosa bastante infantil y me resulta sumamente cómico.

-Buenos días –saludo sin poder reprimir una sonrisa.

-B-buenos días –tartamudea cuando me ve y eso me hace sonreír aún más.

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