CDU 3 - La elección de Cassio...

Par litmuss

842K 72.2K 9.3K

Cuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos m... Plus

La elección de Cassiodora ©
Eternos
Parte I
1. Capítulo 1: Everard (1ª Parte)
1. Capítulo 1: Everard (2ª Parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (1ª parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (2ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (1ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (2ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (1ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (2ª parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (1ª Parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (2ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (1ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (2ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (1ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (2ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (1ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (1ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (3ª Parte)
Parte II
Fragmento especial de Lía
2. Capítulo 10: Corte de las flores (1ª Parte)
2. Capítulo 10: Corte de las flores (2ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (1ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (2ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (1ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (2ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (1ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (2ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (1ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (2ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (1ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (2ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (1ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (2ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (1ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (3ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (1ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (2ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (1ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (2ª Parte)
Epílogo
Extras #CDU

2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (1ª Parte)

14.1K 1.4K 143
Par litmuss

Siempre hemos escuchado que al cese de la tormenta sale el sol, pero la verdad tras de todo es que la luz no hace más que iluminar el desastre que ha sido dejado.

*


Sin poder articular palabra alguna, los ruidos de cascos de caballos sobre húmeda tierra me alertaron. Levanté el rosto y observé con sorpresa que el paisaje que nos rodeaba era todo menos que agradable y que una carreta de madera, tirada por dos corceles —a los que se podía apreciar los huesos— se detenía a pocos pasos de nosotros.

Mi percepción inicial cambió de manera brusca y esa vez no me pasó desapercibido que el campo que al principio vi lleno de hojas otoñales, no era más que el resultado de una treta, pues a nuestro alrededor solo había tierra, lodo y árboles cubiertos por musgo a causa de la humedad.

Senderos enlodados conducían a casas hechas de barro con tejados de madera y paja, donde aves ruidosas sobrevolaban, y graneros de madera con animales con alto grado de desnutrición eran custodiados por algún par de granjeros que araban la húmeda tierra.

No tenía idea de qué lugar era aquél, pero no tuve duda de que, una vez más, estábamos en un pueblo desafortunado.

—¿Reconocen este lugar? —cuestioné, tomando a Kira en mis brazos no queriendo que terminara por convertirse en una bola de suciedad, tal como ya estábamos Haliee y yo, pues lo que sea que hubiéramos visto inicialmente no era ni por asomo por un jardín de suave pasto.

—Asqueroso suelo enlodado, animales en muy malas condiciones, estructuras de tierra y repugnante olor —describió Castiel con reproche, terminando de salir de nuestra anterior prisión bajo tierra y observando con recelo a nuestro misterioso y encapuchado acompañante—. Estamos en Esselka.

—No puedo creer que cayera en un truco tan viejo —murmuró Haliee, levantándose con dificultad sobre sus dos pies y recogiendo su pesado cabello, ahora lleno de lodo—. Y tan solo podrías haber dicho que era un pueblo para refugiados, Castiel, no creo que al señor o señora aquí presente le agrade tu manera de llamarlos —escupió la hechicera, cerrando los ojos y tomando una gruesa bocanada de aire—. Y lo cierto es que no creo tener fuerzas para luchar.

Me preocupó ver a Haliee en tan mal estado, sin embargo, no pude hacer nada para ayudarle, pues varios hombres y mujeres empezaron a rodearnos, mientras observé con desaliento que había dejado los bolsos un poco lejos de mí y que Castiel sostenía su mano maltratada, a la vez que su cabeza iba y venía alrededor de quiénes nos rodeaban.

Estábamos en seria desventaja.

—¿Quiénes son ustedes? —Cuestionó una voz masculina, proveniente del primer encapuchado que nos acompañó y aunque el resto de rostros no permanecían ocultos, había una especie de bruma alrededor de ellos que me imposibilitaba describirlos al detalle—. ¿Qué es lo que están buscando en este lugar? —insistió, al tiempo que una mujer de gran tamaño, probablemente ogro, arrastraba la trampilla que protegía el laberinto de los Puros.

No necesité que me solicitaran permiso para retirarme de su camino y me acerqué a mi amiga hechicera, rodeando su cintura con mi brazo libre, empezando a sentir como la otra se dormía a causa del peso de mi leona.

La mujer ogro, lo que confirmé una vez estuvo lo bastante cerca, selló con fuerza el lugar por el que salimos y, junto a ella, un par de elfos, bastante demacrados, cubrieron con vegetación la dura piedra, haciendo que la misma se perdiera bajo nuestra atenta mirada.

Había una extraña aura de misterio sobre esos seres, pero por su actitud alrededor de lo que significaban los Puros pude concluir que ellos no eran parte de ellos. Nadie que lo fuera habría ocultado con tanto terror y ahínco la única y verdadera prueba de la existencia, pasada o presente, de criaturas tan temibles.

—No lo volveré a preguntar —declaró el primer hombre, trayendo nuevamente nuestra atención hacía sí.

En esa oportunidad, los rostros del resto se hicieron más claros y fue bastante obvio que, tal como Everard, su población era diversa, solo que aquí sus cuerpos evidenciaban una precaria condición de salud, lo que no los convertía en una amenaza menor o los hacía menos intimidantes.

Se hizo claro para mí, entonces, que había algo en ese lugar que no me permitía ver con claridad hasta al menos una segunda revisión.

—Solo somos viajeros que han perdido su rumbo —respondí en un tono amigable, sabiendo que era obvio que habíamos salido de debajo de la tierra, del mismo lugar que ellos se esforzaron en ocultar.

El hombre asintió una vez más y, puede que me equivocara, pero vi una sonrisa cómplice en sus labios, los mismos que la capucha no ocultaban.

—¿Significa eso que se marcharán? —preguntó con voz dura, haciendo evidente que su intención no era que lo contrariáramos.

Y sí, puede que no me sintiera demasiado cómoda bajo aquella revisión, pero ver el rostro pálido y ojeroso de Haliee me dijo que no tendría la respuesta que el hombre necesitaba.

—Como puede ver, estamos heridos y buscamos un refugio temporal —expliqué, omitiendo que habíamos luchado con un dragón mestizo y que, de la forma que fuera, los habitantes de ese lugar eran tan conocedores como yo de que no estábamos solos allí—. Le aseguro señor, que no venimos a buscar problemas —dije, notando por el movimiento de sus brazos, evidencia de su molestia, que en su mano había un anillo como el que yo tendría de no habérmelo quitado hacía unos días.

El hombre retiró la capucha de su rostro y levantó sus manos para detener las murmuraciones del resto de habitantes que no parecían contentos por mi respuesta. Extrañamente, el rostro del hechicero —supuse que eso era— no era tan hostil como esperaba y de no ser por sus rasgos desaliñados y lo hundido de sus mejillas, lo habría considerado apuesto. Rondaba entre los cuarenta y tenía el cabello negro, cayendo en sucias y desordenadas ondas por su rostro, haciendo imposible ver sus ojos con claridad, mientras que sus labios se veían morados y agrietados, quizá por el frío que empezaba a notar en medio de aquella quietud.

Castiel estaba sorprendentemente callado y Haliee parecía a punto de desmayarse, pues recostó su cabeza en mi hombro y me dio todo su peso.

—No tenemos forma de ayudarlos, no hay mucho que ofrecer y puede que su amiga necesite atención —explicó en tono suave, notando, al igual que yo, que la hechicera estaba a punto dd colapsar.

—Solo queremos un refugio para recuperarnos —continué, tanteando la poca amabilidad que mostraba—. Prometemos no hacer disturbios y, puede que no deba mencionar esto, pero no somos como ellos.

—¡No sabemos de lo que hablas! —gritaron un par de personas y, para mi sorpresa, sacaron espadas y las apuntaron a nosotros.

Castiel, que hasta ese momento no había dicho una sola palabra, se colocó frente a mí y Haliee. No pude ver su rostro, pero por la forma en que tenía sus manos, parecía estar listo para atacar, de ser necesario.

—¡Bajen las armas! —ordenó el moreno, tomando un paso adelante y mirando a Castiel de manera retadora—. Vuelve a tu lugar, elfo, no somos asesinos y no planeamos serlo. Si quieren nuestra ayuda —Señaló a Haliee—, van a tener que seguir nuestras reglas y la primera es que ellos no se mencionan, ¿entienden?

—¡¿Entienden?! —repitió, al no obtener nuestra respuesta, y esta vez los tres asentimos.

—Lo entendemos —reafirmó Castiel, colocándose esta vez al otro lado de Haliee y, liberándome un poco de la carga, la tomó por la cintura e hizo que se recostara sobre él.

—Esselka no es un lugar que prohíbe la entrada. Sin embargo, si quieren quedarse, deberán pagar el precio de una de las barracas —informó—. No es mucho lo que podemos ofrecer, pero no estamos en posición de ser caritativos.

—¿Cuál es el precio? —cuestioné.

—Cincuenta Pervum —pidió, ganándose nuestra expresión de sorpresa.

El precio era más elevado que el solicitado por Everard y, aunque comparar no era bueno, aquél lugar había sido más agradable a la vista que este.

—Estás de broma —bufó Castiel.

—Mi pueblo tiene que comer, ¿qué esperabas? ¿Unos cuantos Meúlah?

—Entonces, si están sumidos en tanta pobreza, ¿cómo el resto de tu pueblo paga tal cantidad?

Jaque Mate.

La expresión del hechicero se endureció ante las duras palabras del elfo. Guardé silencio, pues a pesar de ser muy quisquilloso tenía que admitir que esta lucha era de Castiel y él no era alguien que se dejaba tomar el pelo con facilidad.

—Aquellos que residen de manera permanentemente aquí aportan algo a la comunidad, por lo que se les permite trabajar hasta pagar por completo su lugar. Los forasteros que llegan, como ustedes, pagan ese precio para ayudarnos a comerciar alimento y ciertos elementos necesarios.

Vale, yo podía comprender eso, lo que no entendía es que estuvieran tan desamparados.

—¿No son ayudados por algún reino? —cuestioné, notando que esta vez Castiel no tenía qué refutar.

—Los únicos que nos ayudan poseen marcas en sus manos y, por lo que es obvio, ustedes no son ellos. Así que si no están dispuestos a pagar, les sugiero que se retiren y no regresen —explicó con molestia, tal vez por ser tan cuestionado y llenándome de curiosidad por los seres con marcas de los que hablaba.

—Señor... —Mis palabras fueron interrumpidas cuando un quejido de Hailee se escuchó, por lo que acepté sin remedio.

—Il...

—¡Está bien! —interrumpí a Castiel con premura, antes de que dijese mi nombre, pues nada me garantizaba que aquí también quisieran engañarnos como en Everard—. Yo me haré responsable del pago, por ahora tenemos una prioridad y son nuestras heridas.

De la misma forma en que ellos desconfiaban de nosotros, yo lo hacía con su líder. ¿Y si era un fiel de Lordania? Lo cierto es que, para ese momento, la confianza no era algo que pudiera dar con tanta facilidad.

El hombre pareció entender mi reticencia y, con un asentimiento y un par de órdenes, hizo retirar a la totalidad de seres que nos rodeaban, haciéndoles llevar consigo su carreta y corceles. Un par, más que otro, parecía inconforme, pero nadie discutió la decisión de su líder, que una vez solos nos invitó a seguirlo.

Recogí mis cosas y, con algo de inconformidad tuve que ceder y dejar a Kira en el suelo. Pareciera que mis intenciones de mantenerla limpia no funcionaron, pues una vez en tierra la leona hizo fiesta en el barro.

—¿Qué estás tramando? —murmuró Castiel, llevando todo el peso de una débil Haliee consigo, mientras caminábamos, esquivando a una emocionada leona que encontró diversión saltando de un charco a otro—. Estas actuando extraña.

—Analiza bien a quien tienes en frente y te darás cuenta —murmuré, observando a los aldeanos en mi campo de visión, una vez dábamos más y más pasos. Todos vestían con harapos de tela notablemente gastada y la desesperación y el hambre marcaban sus demacrados rostros, creando cierta incomodidad en mi interior.

Conducidos por estrechos senderos, los mismos que mostraban un pobre mercado de abastos, dimos con una pequeña barraca de barro, cuyo tejado de paja dejaba mucho que desear. La puerta de madera, notablemente enlodada, nos recibía con una estropeada aldaba que alguna vez fue de un hermoso material grabado.

—Es todo lo que podemos ofrecerles por ahora, está amueblado, y la letrina está detrás —Informó al empujar la puerta, sin ningún tipo de seguridad, e invitándonos a entrar—. Si son tan amables... —dijo, tendiendo su mano para recibir el pago.

—Un momento —pedí y busqué en el bolso de Hailee, extrayendo la ya casi vacía bolsita con el dinero que Yamato nos había dejado. Si seguíamos a ese ritmo, tendríamos que considerar extraer pronto el dinero brindado por Cassie—. Cincuenta Pervum —conté, al dejarle las monedas al hechicero.

Si mis cálculos iban bien, a duras penas nos quedaba para dos pagos más y eso que aún no habíamos sopesado conseguir algo de alimento y algún par de medicamentos. Traté de sonreír, no mostrándole a mi casero nuestra imposibilidad económica y esperando que se retirara, pero contrario a lo que esperé, el hombre no se marchó, si no que miró el dinero con algo de pena y me ofreció una mirada afligida.

—Muchas gracias. Sé que debería ofrecerles más, pero Esselka no está en buenas condiciones; podemos pactar trabajo a cambio de hogar, muchas veces eso es mejor que monedas. Lo importante es que han cubierto algún par de días, nuestra intención no es engañarlos, tan solo intentamos sobrevivir.

—¿Qué ocurrió? —Indagué, viendo cómo, detrás de mí, Castiel tomaba a Haliee en sus brazos y la llevaba a lo que parecía una habitación. Me agradó que el elfo escuchara todo aquello, porque sabía que pronto recibiría una reprimenda por aceptar un gasto tan significativo de dinero sin siquiera luchar un poco—. ¿Cómo es posible que vivan en tan precarias condiciones?

—En realidad, son muchos años los que llevamos de esta forma, ni siquiera puedo recordar la manera en que hemos sobrevivido, pero sé que empezó con la muerte de los reyes normandios y la desaparición de la princesa Ilora, dejando en el poder a Lordania. Los oriundos de Normandia, que no aceptamos el asilo de Lordania, fuimos repudiados. Muchos llegamos a ciudades como esta, otros permanecen refugiados en tribus licántropas, lo que no es abiertamente divulgado, y algunos más intrépidos se dedicaron a la piratería, solo que ninguno de nosotros recibe ayuda salvo de ellos, los marcados.

Movimientos de caballos llenaron nuestros oídos y por la explicación de nuestro guía supe que significaban que un pequeño grupo iría a buscar algo de alimento a los bosques cercanos.

Kira, que hasta ese momento seguía jugando en el lodo, entró a trompicones en la casa y se refugió bajo una mesa. Quise reír por su actitud, pero recordé de lo que hablaba y no pude evitar cuestionar un poco más al hechicero.

—¿Entonces eres normandio?

—Puedo afirmar con orgullo que fui un hechicero de gran estatus en Normandia. Por eso que hago lo posible por salvar a Esselka, porque no podría perdonarme fallar una vez más.

Fue inevitable la sensación de regocijo que me dio el saber que quizá allí estaba algo de mi identidad, que tal vez sí había algo que salvar.

—¿Hay más personas de Normandia aquí?

—Por supuesto —repuso con una sonrisa—. Esa es la única y verdadera razón por la que permití tu entrada.

—Será posible que...

—Te reconocí desde el primer momento, Ilora de Normandia, aquí estarás segura —finalizó con una sonrisa y giró sobre sus talones, dejándome completamente en blanco.

Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

9.8K 1.9K 34
"Muchas veces el amor y las ganas de querer algo no son suficientes" ••• Charlene y Marco eran mejores amigos, pero ahora entre ellos no existe más q...
2.9K 172 5
_________ T/A un guardia de seguridad de origen hispano en un Walmart en Florida lo ascienden a carcelero, y ahí descubre que tiene que cuidar a una...
10.4K 967 48
Cuarto año de Raquel Weasley en Hogwarts. Volverá a reencontrarse con todos sus amigos y su actual novio y se encontraran con una gran sorpresa. Much...
1.3K 77 9
Dos amantes tendrian problemas y se alejarian........ pero el destino los hizo reencontrarse gracias a sus hermanitos historia inspirada en otra hist...