Heridas de Amor

By Natamarsol

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Se habían amado desde niños, se habían separado una y otra vez hasta que sus vidas finalmente tomaron distint... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo

Capítulo 12

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By Natamarsol


El asistente de Cristhian entró al gimnasio para darle su informe diario sobre los progresos de Elizabeth , tuvo que hablar mientras su jefe pegaba incansablemente contra la bolsa de boxeo. Últimamente no le bastaba con agotarse en el trabajo también necesitaba descargar sus emociones y el ejercicio físico era lo mejor.

Estaba muy feliz por las buenas noticias sobre Liz, pero al mismo tiempo se sentía mal por no poder estar junto a ella, quería ser la persona en quien se apoyara ahora que sus pasos eran tambaleantes, quería asegurarse que no se cayera y si caer era inevitable, quería estar para levantarla.

Pero no podía. Y eso lo tenía al borde.

Había esperado a aquella pelirroja desde que tenía siete años, si quería que tener una oportunidad más con ella , debía resistir, aunque tuviera que luchar contra su propio instinto de ir corriendo a protegerla.

Elizabeth había vuelto a caminar, y aunque le quedaba más tiempo de rehabilitación, sabía que aquella leve cojera jamás se iría. Bailar de nuevo en un escenario sería imposible, estaba empezando a aceptarlo y a pensar en otras opciones para su vida.

Incluso había decidido volver a su departamento, se había comunicado con Cristhian a través de su secretario para informarle que abandonaría la casa que le había dado. Había esperado que él apareciera y armara un escándalo ,pero simplemente había transmitido su acuerdo con aquel plan.

Camille se había ofrecido a ayudarla a ordenar su departamento para dejarlo habitable nuevamente, así que la mudanza fue mucho más fácil.

-¿Cuándo vuelves a Londres? – preguntó Elizabeth a su amiga mientras ingresaban al departamento.

-La semana que viene, ¿no quieres venir conmigo?

-No, aún no. Todavía no me siento cómoda para eso.

-De acuerdo, ¿qué quieres hacer?

-Supongo que lo primero será comprar comestibles.

-Me parece que eso no será necesario, Liz.

-¿Qué? - preguntó confusa.

- Creo que eso es comida – dijo señalando unas bolsas que había sobre la mesada de la cocina. Elizabeth fue a ver y efectivamente eran comestibles, había de todo, incluso tabletas de chocolates. Aquel hombre estaba empezando a irritarla y lo más lamentable era que lo extrañaba terriblemente.

-Deberías llamarlo y agradecerle – comentó Camille mirando sobre su hombro.

-No aún.

-Es una pena, estoy segura que lo hizo con esa intención.

-También yo, por eso no llamaré aún.

-¿Y cuándo lo harás?

-Cuando me sienta fuerte para ser una digna rival, cuando pueda ganarle a Cristhian Kensington.

-Estoy empezando a creer que ciertamente son tal para cual, tercos y tratando su relación como si fuera una pelea que deben ganar.

-Somos un poco extraños ,pero creo que ese instinto de pelea es lo que nos ha hecho sobrevivir.

-¡Qué haré contigo! –exclamó Camille y Liz respondió con una sonrisa.

Esa misma pregunta se la hizo ella misma a lo largo del mes siguiente, continuó con la rehabilitación diligentemente y también asistió a sus sesiones con su psicóloga. Compró ropa nueva, fue a arreglar su cabello y tomó tiempo para sí misma, hasta que un día se al verse al espejo volvió a encontrarse.

Y coincidió con un llamado de Camille desde Londres, su amiga había le había encontrado un trabajo como coreógrafa en una compañía de baile muy importante.

-Kristoff dijo que te quiere a ti – insistió.

-Camille, no sé si pueda.

-Sé que podrás, es ideal, piénsalo. Dijo que te llamaría en dos días para hablar sobre las condiciones de trabajo y créeme te costará negarte, siempre fuiste de sus bailarinas favoritas y conoce tu valor mejor que nadie.

-De acuerdo, lo pensaré. – dijo y era verdad, había llegado el momento de tomar una decisión. Londres podía ser un nuevo camino para ella, sin embargo había otro camino que la tentaba más. Le había dicho a Cristhian que en el pasado había tenido sueños, sueños que eran tan o más importantes que el baile. No podía ser una cobarde esta vez.

Dos días después escuchó la propuesta de Kristoff, las condiciones eran soñadas , prometió responderle al día siguiente e inmediatamente llamó a Cristhian.

Por un momento creyó que no le respondería, se sintió aliviada al escuchar su voz, le contó la propuesta que había recibido y le dijo que necesitaba hablar con él.

-¿Ya tomaste una decisión? – preguntó serio a través del teléfono.

-Aún no, necesito hablar contigo antes.

-De acuerdo, pero estoy en un avión en este momento. Arribaré en unas tres horas.

-Hablemos otro día entonces.

-No, hablemos cuando llegue. Espérame en mi casa y hablemos- dijo con urgencia. Ella iba a negarse pero sintió que no podía posponerlo más, era hora de hablar.

- Está bien- respondió y él le dio la dirección y la clave para ingresar a su departamento.

-Espérame allí, pelirroja, voy en camino – dijo él antes de cortar.

Liz nunca antes había tenido la oportunidad de ver la casa de Cristhian, así que la recorrió con curiosidad casi como si fuera un ladrón furtivo al que se le permitía acceder a la bóveda de un gran tesoro.

Tenía habitaciones amplias, decoradas con sobriedad, en tonos tierra y azules con pesados muebles de madera que le daban un aire muy masculino a cada ambiente.

A pesar de que el departamento era una construcción moderna, la decoración era clásica, como él.

En el comedor había una mesa larga con muchas sillas, aunque ella estaba segura de que jamás invitaba gente a comer allí.

Había incluso un pequeño gimnasio, no era extraño que él tuviese aquel buen cuerpo.

Exploró cada rincón hasta llegar al dormitorio principal, sintió un poco de aprensión al ver la gran cama que dominaba el lugar. No pudo evitar pensar en la cantidad de mujeres con las que él había compartido el lecho. Aunque luego pensó que Cristhian no había llevado a sus amantes allí, no era su estilo dejar que invadieran su privacidad. Probablemente se citaba con ellas en sus departamentos o en hoteles caros.

Luego de que este razonamiento le aligerara el ánimo ,abrió el placard. Toda la ropa estaba ordenada, la mayoría eran camisas blancas y trajes de colores oscuros. Había muy poca ropa informal y todo estaba perfectamente ordenado.

Ella sonrió al pensar en su propio ropero, cargado en forma caótica y lleno de prendas coloridas. La joven no pudo resistir la tentación y tomó un sweater liviano para ponerse, le gustaba llevar puesto algo de él, casi como si pudiera entrar en contacto con su piel. Sin embargo, le pareció muy infantil y tras unos minutos se lo quitó y lo volvió a guardar, al hacerlo vio el brillo de una caja de metal, oculta en el fondo del placard.

La sacó, intentó abrirla pero estaba bastante dura, así que se sentó en la cama para intentarlo nuevamente.

-¡Ajá!-exclamó triunfalmente cuando pudo abrirla y vació el contenido en la cama. Sorprendida descubrió lo que era y mientras lo estudiaba concienzudamente no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su cara.

Cristhian entró a la casa y buscó con la mirada a Liz, pero no se veía por ningún lado. Deambuló por las distintas habitaciones buscándola, pero no había rastros de ella, por lo visto se había marchado o bien no lo había escuchado y nunca había ido allí.

Finalmente se dirigió a su dormitorio para cambiarse de ropa, al abrir la puerta se quedó detenido en el umbral.

-¿Liz? – preguntó a la mujer que dormía en su cama y ella se incorporó inmediatamente.

-¿Qué es esto Cristhian? –preguntó y en ese momento él se dio cuenta de la caja abierta y las entradas que estaban desparramadas en la cama.

Sobre el cubrecama había entradas para cada una de las presentaciones que había hecho Elizabeth a lo largo de su vida. La mayoría de aquellas entradas estaban sin usar, sólo unas pocas estaban marcadas o cortadas, lo que significaba que habían sido utilizadas para ver el espectáculo.

-¿Qué es esto?-preguntó ella

-Son entradas.-respondió él acercándose.

-Lo sé...pero...tantos años y tantos lugares ...¿China? –preguntó la mujer levantando una de las entradas utilizadas.

-Andaba por allí...- se justificó torpemente.

-Dijiste que me veía bonita bailando, por eso bailaba – explicó ella con la voz entrecortada.

-Te veías bonita porque eras feliz, me gustaba verte feliz – dijo él con suavidad.

Elizabeth sostenía con fuerza una de las entradas usadas, era de su gran debut en un ballet internacional en Francia, aquella había sido una función muy importante y él había estado allí.

-¿Cómo supiste que había tenido un accidente? – preguntó sabiendo que aquella era la clave. Cristhian desvío la mirada como si le avergonzara decirlo, no iba a dejarlo escapar. No esta vez- ¿Cristhian?

-Siempre he sabido dónde estás y qué haces...- respondió evasivamente.

-¿Por qué, por qué , por qué? – preguntó ella insistentemente con una expresiva mirada que le llegaba al alma y él entendió que esa repetición abarcaba todo, esas entradas desparramadas, que la vigilara desde lejos durante años, que estuviera junto a ella durante su recuperación, que le hubiera hecho el amor. Y entendió también que era el momento de responderle

-Porque te amo, pelirroja. Aunque no lleve el sello en la frente, soy tuyo, ¿lo olvidaste?

-Sólo por un momento, debí ponerte ese sello – le respondió sonriendo pero sus ojos estaban llenos de lágrimas- Te amo Cristhian. Ya no más despedidas, esta fue la última. Vine a buscarte.

-Prometido , pero si me quieres, ven hasta mi – la provocó y ella se levantó de la cama y caminó hasta donde él estaba parado. Cristhian sonrió al verla de pie y caminando.

-Mío. Tuya – susurró ella apoyando las manos contra el pecho masculino y lo besó.

-Siempre – dijo él y la levantó en brazos para volver a llevarla a la cama y besarla como llevaba meses, años, queriendo hacerlo.

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