Capítulo 1

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La muchacha golpeó la puerta y entró.

Él estaba de espaldas mirando por los grandes ventanales mientras hablaba por teléfono. Su voz era firme y sus palabras tenían un tono imperioso. Se volvió ligeramente hacia ella y le hizo un gesto para que dejara las carpetas sobre el escritorio. Luego siguió hablando ignorando totalmente su presencia.

La joven secretaria se retiró cerrando la puerta tras de sí. Era un hombre muy atractivo, alto, de cabello y ojos oscuros, impecablemente vestido con los mejores trajes a medida, no había nada que desentonara en él. Era , además, un genio de las finanzas, todo lo que tocaba se volvía oro. Las mujeres lo admiraban y al principio ella no había sido la excepción.

Él no tenía una relación estable, sino que salía con distintas mujeres a las que parecía no darle demasiado valor, seguramente era un buen amante porque era la clase de hombre que hacía todo bien pero ella no se lo imaginaba en una situación apasionada, donde se dejara llevar perdiendo el control. En este punto la chica suspiró, al trabajar con él , había descubierto que era un hombre temible, no demostraba ninguna clase de sentimientos, era totalmente frío como si él mundo no tuviera ninguna importancia para él más que para brindarle dinero y poder. Ni siquiera miraba dos veces a las personas que lo rodeaban, sólo le importaba que obedecieran sus órdenes.

En los negocios era respetado y temido, era despiadado, no le importaba nada con tal de conseguir su objetivo. Ella había descubierto que era un hombre sin corazón. No recordaba haberlo visto reír en todo el tiempo que llevaba trabajando allí, a veces hacía una mueca similar a una sonrisa cuando estaba negociando algo pero era más bien un gesto que recordaba a un predador al acecho, nada parecido a una sonrisa verdadera.

Él no gritaba, sólo que su voz solía tener tan frialdad cuando estaba enojado que era más aterrador que un par de gritos locos, parecía ser que él nunca perdía la compostura.

Ahora al recordar las ilusiones románticas que había creado al verlo por primera vez, se reía de sí misma, aquel hombre no era humano. Y ella demasiado inteligente como para saber que era peligroso.

Sinceramente no creía que supiera amar y compadecía a cualquier mujer que se relacionara con él.

Lo único que Cristhian Kensington tenía para ofrecer era soledad y una herida en el corazón a cualquiera que se atreviera a amarlo.

Mientras ordenaba los papeles, la chica se preguntó si alguna vez una mujer había tenido el valor suficiente.

Cristhian observó el paisaje desde los grandes ventanales de su oficina, desde allí podía abarcar la ciudad con su mirada, desde allí podía sentirse el dueño del mundo, de hecho no distaba mucho de serlo. No poseía el mundo, pero nunca había deseado hacerlo, sólo había deseado tener el dinero y el poder suficiente para que nadie pudiera despreciarlo, ni dañarlo, ser capaz de hacer lo que él quisiera sin que nadie se lo impidiera. Sí , muchos años atrás siendo un niño, se había prometido que sería fuerte, tan fuerte como para que nadie se atreviese a enfrentarlo y lo había conseguido.

Ahora su nombre era recordado, la gente se movía con cuidado a su alrededor. Apenas tenía treinta y dos años y había levantado un imperio.

También había logrado cobrar viejas deudas.

"¿Cuál es el secreto de su éxito?" le había preguntado un periodista de una prestigiosa revista financiera y él había sonreído burlonamente para responder que eso era un secreto que no podía revelar.

De hecho su único secreto era su voluntad, y el hecho de que no tenía nada que perder. Había hecho lo que creía necesario sin mirar atrás, y había dejado muchas cosas en el camino. Había cumplido su objetivo aunque su ambición no se había saciado, aún quería más, por un instante se preguntó si nunca sería suficiente.

Heridas de AmorWhere stories live. Discover now