Capítulo 9

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Durante los tres días siguientes, Cristhian Kensington no regresó a la casa.

Los empleados lo mantenían informado sobre el estado de Liz y él se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo, los trabajadores de su empresa volvieron a estar en alerta por el ritmo endemoniado de su jefe. Comentaban entre ellos que los días de descanso que habían tenido habían sido solo un preludio de aquella etapa, y se esforzaban en complacerlo porque su mirada indicaba que no estaba de humor para gente que cometiera errores.

Cristhian estaba enfadado y confundido, durante años había controlado sus emociones pero desde el día que le habían informado del accidente vivía en un torbellino emocional constante.

Esa pelirroja lo estaba volviendo loco, completamente loco.

Así que agotaba su mente en largas jornadas laborales y dormía pocas horas en su departamento.

Por otro lado Elizabeth deambulaba por la casa añorando la compañía de Cristhian, sabía que era ella la causante de su alejamiento, el primer día se había sentido bastante satisfecha, pero ahora se sentía bastante mal.

Su relación con Robert había terminado, con el beso lo había sabido totalmente, y lo peor era que sentía que en aquella condición no tendría la posibilidad de una nueva relación, no era la mujer de antes, ni siquiera se sentía capaz de atraer a alguien.

Y el hombre de sus sueños, el hombre de sus pesadillas era el recordatorio constante de lo que había perdido. Incluso ahora que llevaba tres días sin verlo y que ni siquiera podía descargarse peleando con él.

Cristhian se vio forzado a regresar a la casa, Margueritte había tenido que irse por una emergencia familiar y también la enfermera había tenido un inconveniente, podía contratar más gente, pero no quería dejar sola a Liz con gente extraña.

Aún así postergó s regreso hasta las primeras horas de la noche.

-Volviste...- comentó ella al verlo entrar. Había estado mirando películas en el living.

-Sí, me cansé de hacer dinero a costa de pobres inocentes.

-¿No podemos tener una tregua? – preguntó ella al darse cuenta de la ironía de él.

-Tú empezaste la guerra, pelirroja. No yo. ¿Y tu novio? – peguntó e inmediatamente quiso morderse la lengua, no quería saber sobre aquel hombre pero su inconsciente lo había traicionado.

-Robert no es más mi novio.

-¿Te diste cuenta que era un imbécil?

-Ya basta, Cristhian, No podía cargarlo con alguien como yo...

-¿Alguien como tú, a que te refieres? – dijo acercándose hasta ponerse delante de ella, Liz levantó la mirada avergonzada, avergonzada de sí misma.

-¿Qué hombre podría cargar con esto que soy ahora?

-¡Rayos pelirroja,! ¿Hablas en serio?

-Soy una lisiada...

-Si hay algún problema contigo es ese carácter que estás desarrollando, solías ser más encantadora antes.

-Solía caminar antes...

-Y podrías volver a hacerlo si haces la rehabilitación. No eres una carga...eres una mujer hermosa.

-Sí claro, dudo que pueda resultar atractiva para alguien – dijo ella y Cristhian notó sorprendido que lo decía en serio. Maldito accidente, maldita depresión y maldito él por no poder hacer nada.

Heridas de AmorWhere stories live. Discover now