Heridas de Amor

By Natamarsol

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Se habían amado desde niños, se habían separado una y otra vez hasta que sus vidas finalmente tomaron distint... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Epílogo

Capítulo 11

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By Natamarsol


Los días siguientes fueron difíciles, no sólo por el inicio de la rehabilitación sino porque la ausencia de Cristhian se hizo demasiado notoria.

Liz había intentado mantener su distancia y pensar fríamente en aquella convivencia inesperada, pero ahora que él no estaba, era plenamente consciente de lo importante que había sido volver a estar juntos bajo el mismo techo.

Lo extrañaba, pero incluso a pesar de haber hecho el amor, no podía estar segura de lo que sentían el uno por el otro. Sus vidas estaban tan unidas, y enredadas, desde el inicio, que era complicado pensar con claridad sobre el vínculo que los unía.

También tenía en claro que si existía una posibilidad de volver a estar juntos, antes debía recuperarse, no se sentía segura de ella misma y no podría librarse de los fantasmas a menos que volviera a caminar.

Estaba llena de contradicciones y su estado de ánimo variaba con demasiada brusquedad. Y al final de sus reflexiones siempre había dos cosas, el baile y Cristhian.

Y cuando los ejercicios la agotaban, cuando se sentía frustrada porque creía que nunca podría volver a levantarse de aquella silla, cuando su mente bajaba las defensas y recordaba las manos de él recorriendo su piel, reconocía que incluso el baile era secundario. Muy dentro suyo existía una verdad que por más que intentaba acallar, seguía siempre allí, había empezado a amar el baile porque a él le gustaba verla bailar.

Era feliz bailando delante de él porque él era feliz viéndola, cuando era una niña, cuando había bailado cubierta con una sábana o desnuda, aún cuando había bailado en grandes escenarios en los recientes años, aunque Cristhian ya no estuviera en su vida, había seguido bailando para él.

Ahora todo eran piezas sueltas, su cuerpo, sus recuerdos y sus sentimientos. Esperaba poder volver a reunirlas y que todo volviera a tener sentido.

Tampoco fueron días fáciles para Cristhian Kensington, se había alejado de Elizabeth para darle un poco de espacio para que respirara y recobrara fuerzas. Además ya había cometido muchos errores a lo largo de los años y no quería volver a hacerlo.

Y tenerla cerca era demasiada tentación, porque estando cerca sólo quería recuperarla, dejar atrás los malos entendidos, las heridas que se habían hecho mutuamente y sólo estar juntos.

Pero no era nada fácil, Elizabeth necesitaba concentrarse en ella misma para después poder verlo a él. Porque necesitaba que lo viera, que supiera que sus decisiones del pasado, que su trabajo o las mujeres que habían pasado por su vida, no lo definían. Si había algo que lo definía, algo que era su misma esencia era ella, la Elizabeth niña que había tomado su mano y a la que no podía dejar ir.

No importaba lo que sucediera con ellos, ni los años transcurridos, Liz era parte de él.

Aquella mañana había sido especialmente agotadora para Elizabeth, le había tocado hacer su terapia en el hospital y tras un mes de mucha ejercitación tenía que intentar caminar en la barra paralela sosteniéndose con sus brazos. Sólo necesitaba dar unos pocos pasos, pero era una obra casi titánica, estaba segura que dar sus primero pasos en la infancia no había sido tan complicado como esto. Quizás, cuando uno era adulto, empezar de nuevo era demasiado doloroso.

Se sostuvo con fuerza y no pudo evitar un recuerdo abrumador del tiempo que había pasado en la barra de baile, horas y horas elongando su cuerpo y ensayando pasos que luego desplegaría grácilmente sobre el escenario.

Ahora se trataba de dar un pequeño paso, respiró profundo, se concentró e intentó avanzar, pero después de un mínimo avance, los brazos comenzaron a temblarle y las piernas no le respondieron, aún así se esforzó en dar otro paso y antes de poder evitarlo, cayó al suelo.

Los ojos se le llenaron de lágrimas, se sentía frustrada y agotada. Sintió que la ayudaban a levantar, y el toque familiar la puso alerta, antes de poder ver a quien la estaba asistiendo, su cuerpo lo reconoció. Era Cristhian.

-¿Estás bien?

-¿Qué haces aquí? – preguntó ella al mismo tiempo. En su último encuentro, Cristhian había sido muy claro y desde entonces no la había contactado. Pero ahora que estaba caída, sintiéndose un completo fracaso, él estaba allí poniéndola de pie.

-Estoy bien- dijo y se apoyó en la barra para soltarse del agarre masculino –No respondiste, ¿qué haces aquí?

-Tenía algunas cuestiones de negocios aquí.

-¿En el hospital?

- Sólo pasaba por aquí , Liz. ¿De verdad es necesario un interrogatorio? – preguntó y se lo veía cansado, Elizabeth dejó de hacer preguntas, sobre todo porque no se atrevía a preguntar lo que en verdad le importaba, quería saber si había ido hasta allí por ella.

-Ya puedes irte, estoy bien.

-Ha hecho un gran progreso pelirroja, no te fuerces a ti misma tanto. Ya sabes si te caes puedes levantarte de nuevo.

-Pero no bailar – sentenció ella

-¿De verdad es tan importante? ¿No puedes ser más importante tú que el baile? – preguntó

-No, no quedará mucho de mi si no puedo bailar.

-¡Se acabó Liz!¿No lo entiendes? No importa lo que hagas, ya no será como antes, nunca podrás bailar como antes...y tienes que aceptarlo.- estalló Cristhian dejando de lado la sutileza. Estaba harto de verla lastimarse a sí misma, de sumergirse en aquella auto conmiseración como si no pudiera ser feliz si no volvía a bailar.

-¡Noo! – le gritó enfadada. No quería resignarse.

-Daría cualquier cosa por cambiar esta situación, pero aunque lo he intentado todo no se puede, ésta es la realidad y debes vivir con ella.- dijo él con sinceridad. Lo que más le dolía era no poder hacer nada para ayudarla.

-No puedo, es mi sueño, eres tú quien no lo entiende. Todos estos años, fue la danza lo que me salvó,¿cómo viviré sin ella?

-Lo más importante es que estás viva, encuentra otro sueño...

-Hace mucho soñé otras cosas, pero el baile fue lo único que me quedó.

-Dime lo otro que deseas Liz, lo conseguiré para ti, lo que sea, pídeme lo que quieras y lo haré realidad pero no puedes rendirte.

-No creo que puedas darme lo que quiero Cristhian, el dinero y el poder no pueden comprarlo todo. Sólo vete, déjame afrontar esto sola tal como prometiste que lo harías.

-De acuerdo- dijo y una vez más ella lo vio marcharse.

Cuando Kensington dejó la sala, su médico se acercó.

-¿Estás bien Elizabeth? Descansa un rato, ha sido mucho por hoy.

-No, voy a hacerlo, voy a volver a caminar – dijo ella y sus ojos brillaron con el mismo fuego de antaño.

El día que pudo dar sus primeros cinco pasos seguidos, Elizabeth lloró y su primer pensamiento fue llamar a Cristhian, pero no lo hizo.

Quizás era orgullo, quizás miedo, quizás deseaba ganar un poco más de seguridad antes de contactarlo, quizás era un poco de todo eso.

Aunque con el correr de los días supuso que no era necesario hablar con Cristhian para contarle sus progresos.

-¿El Sr.Kensington sabe todo lo que pasa con el tratamiento, verdad? – le preguntó a su fisioterapeuta y la sorpresa y silencio de su interlocutor fueron respuesta suficiente. Sintió alivio con aquella confirmación, debería haber esperado que el controlador de Cristhian estuviese al tanto de su rehabilitación, pero al no tener contacto con él había creído mucha veces que no le interesaba.

Ella lo había echado, él se había ido, pero había seguido estando pendiente de ella, eso la alegraba. Si estaba cerca, esperándola, quizás ella podría ir a él con sus propios pasos.

Eso la hizo pensar en algo que antes no había tenido en cuenta, cómo había sido Cristhian el primero en enterarse de su accidente y en llegar. Llevaban años sin verse, pero él había estado allí inmediatamente.

Había creído que todos los lazos entre ellos se habían roto y que él había salido de su vida para siempre, pero aquella catástrofe le había demostrado que no era así. En algún momento iba a preguntarle, cuando caminara, cuando pudiera pararse delante de él sin ser una paciente o alguien digno de lástima, entonces, cuando llegara ese momento, había muchas cosas qué quería saber.

No sólo el avance de su tratamiento le trajo alegría, también tuvo una grata sorpresa cuando su amiga Camille apareció a visitarla. Había añorado mucho tener con quien hablar.

-¡Imperdonable! – Se quejó cuando Liz le contó todo lo sucedido- Soy tu amiga debiste llamarme, y ese estúpido de Robert debió decirme cuál era tu verdadero estado.

- Estabas haciendo una gira con la obra que soñabas interpretar...

- Pero me necesitabas.

- Ahora estás aquí.-respondió Liz con una sonrisa. Agradecía aquella presencia familiar, Camille se parecía a como ella era antes del accidente, una personalidad burbujeante que contagiaba. Mientras la joven la ponía al tanto de los chismes y le contaba anécdotas, sintió que volvía a ser un poco ella misma. Pero, a pesar de ese cariño que sentían la una por la otra, agradeció que Camille apareciera en esta etapa y no antes, ahora era consciente que se había comportado terriblemente y no había sido fácil lidiar con ella en los pasados meses. Pero Cristhian lo había hecho, había soportado su depresión, sus agresiones, sus berrinches. El mismo hombre que odiaba los hospitales y al que le costaba lidiar con el recuerdo de su madre enferma, la había cuidado como nadie más lo hubiera hecho Había dejado a un lado sus propias heridas para curar las de ella.

-Liz..- la llamó Camille obligándola a concentrarse en el momento presente.

-¿Sí?

-¿Quién es Cristhian Kensington? – preguntó

-No estoy segura – respondió sonriendo enigmática y en su cabeza resonaron las palabras que habían dicho ambos en el hospital "Familia, amigos , amantes", alguna vez habían sido todo eso.
Tal vez pudieran volver a serlo.

-¿Elizabeth, cómo puedes no estar segura?

-Es algo que tengo que averiguar Camille, sé quien fue Cristhian en mi vida, ahora tengo que descubrir quién es y quién será en el futuro.

- Él fue quien me contactó apenas terminé la gira – confesó su amiga y Liz sólo tomó una gran bocanada de aire.

-Es típico de él. Le gusta hacer cosas así...

-Creo que no quería que estuvieras sola, pero ¿por qué no está contigo? Creí que iba a conocerlo.

-Porque lo eché.

-¿Y eso por qué?

-Una mal hábito, estoy acostumbrada a verlo irse y esperar que vuelva.

-Cada vez entiendo menos, ¿podrías contarme la historia? Nunca antes me hablaste de él.

-Es una larga historia...- suspiró Liz.

-Pienso quedarme contigo, así que tenemos tiempo. Tengo la sensación de que voy a querer sacudirte cuando me digas los detalles.

-Es posible, pero recuerda algo, las historias nunca son lo que parecen. Hay muchos puntos de vista y cambian con los años, cuando las vemos a la distancia, cuando observamos piezas que antes no fuimos capaces de ver. – dijo sintiendo que esa era la etapa que ella estaba atravesando, ahora podía ver desde otra perspectiva lo sucedido, podía entender más a Cristhian, podía sentirse menos herida.

Fueron días de caerse y levantarse, de retroceder y avanzar con una lentitud impuesta por su cuerpo, lo que la obligó a ser paciente consigo misma. Poco a poco, mientras recuperaba su movilidad fue recuperando también su esencia.

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