Blue.

By SweetDreams-

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¿Puede la atracción convertirse en algo más? ¿Podrá el destino unir dos vidas tan desiguales? 《1er libro de l... More

Prólogo.
Capítulo 1: Ups.
Capítulo 2: Perdón.
Capítulo 3: ¿Que quieres que haga qué?
Capítulo 5: NO es una cita.
Capítulo 6: The Hell Hole.
Capítulo 7: Venganza.
Capítulo 8: Niño virgen.
Capítulo 9: ¿Te conozco?
Capítulo 10: Models Project.
Capítulo 11: Cuéntame de ti.
Capítulo 12: La pelea.
Capítulo 13: Su cuerpo.
Capítulo 14: A causa del alcohol.
Capítulo 15: ¿Qué pasó ayer?
Capítulo 16: Cayendo.
Capítulo 17: ¿Celos? No, imposible.
Capítulo 18: La foto.
Capítulo 19: Me gusta su hijo, señora.
Capítulo 20: Mamá.
Capítulo 21: Chantaje.
Capítulo 22: Solos.
Capítulo 23: Carol.
Capítulo 24: Intercambio.
Capítulo 24.1: Amigos con derecho.
Capítulo 25: Revancha.
Capítulo 26: Corazón roto.
Capítulo 27: Ojos azules.
Capítulo 28: Desnudo.
Capítulo 29: Vértigo.
Capítulo 29.1: Esto no es algo serio.
Capítulo 29.2: Familia.
Capítulo 30: Celos.
Capítulo 31: Enfermedad.
Capítulo 32: Sin él.
Capítulo 32.1: Ahora sí.
Capítulo 33: Sin rendirse.
Capítulo 34: Esperame.
Epílogo: Te sigo amando.
Segundo libro.

Capítulo 4: Enano.

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By SweetDreams-

Nathan.

Ni yo estaba seguro de por qué le había dicho al mocoso ese que fuera mi representante.

Ese pensamiento no me había dejado en paz desde el sábado, cuando nos cruzamos en el bar The Hell Hole. Ni que me importara tanto perdonarlo. No me interesaba en lo más mínimo, pero entonces, ¿por qué le había dicho de ser mi representante? Por alguna razón quería seguir viéndolo y que trabaje conmigo era una excusa perfecta. Y sí, era verdad que necesitaba un representante, después de todo Carol había intentado acostarse conmigo y, como yo la rechacé, ella había amenazado con contar mentiras sobre mí a la prensa. Tuve que despedirla, nunca me había caído bien.

Volviendo al tema de Elliot.

Si bien quería que pagara por lo que le hizo a mi rostro, había algo en él que hacía que me fuera imposible verlo sufrir. Y no entendía que es lo que podía tener un enano como él como para que llamara mi atención.

Llego al colegio y, como es costumbre, todos giran al verme bajar del auto, no sólo por el lujoso vehículo, sino también por mí. Escucho algunos gritos femeninos, y sé que me han reconocido.

No tengo que esperar mucho a que Elliot aparezca, y cuando lo hace lo primero que veo en él son los cortes que tiene en la ceja y el labio.

Creo que mi cara lo dice todo.

—¿Qué miras? —Pregunta arisco.

—Buenos días a ti también, enano. —Digo irónicamente, sé que le molesta ese apodo.

Estaba por subir al auto cuando una mano me agarra del brazo de la chaqueta. Maldigo para mis adentros. Está arrugándome la chaqueta.

Sin embargo, cuando me giro, no es Elliot el que me sostiene. Una bonita chica con unos grandes ojos azules, me mira un poco (demasiado) sonrojada. Un brillo en sus atractivos ojos me dice que es una fan. Su melena rubia se agita cuando comienza a decirme cosas tan rápido que no llego a entenderla.

—¿De verdad eres Nathan Cooper? ¿El verdadero? ¿Cómo es que nunca te vi por aquí? ¿Puedes firmarme un autógrafo? No, mejor una foto. No, ambos. —Sus manos temblaban y ya no me importa tanto la chaqueta.

La tomo de los hombros y la alejo.

—Ahora estoy un poco ocupado —Por un momento veo desilusión en su mirada—, pero ¿qué dices si algún día de estos vamos a tomar algo?

Creo que la chica está por desmayarse. Es tan tierna.

—Oye, no juegues con los sentimientos de mi amiga. —Dice Elliot, sosteniendo a su amiga.

—Lo decía en serio. —¿Por qué nadie se fía de mi palabra?

—Sí, claro. Vámonos. —Se despide de la rubia y se sube al auto sin esperar a que lo invite.

Descarado. Me gusta.

Me subo y en seguida dejamos atrás el colegio.

El viaje está siendo de lo más incómodo que me ha pasado en la vida. Elliot está concentrado en algún punto de la ventana y, desde que subió, no me habló ni miró.

Cuando estamos a mitad del trayecto, rumbo al estudio, el peliazul habla.

—¿Me explicarás qué es lo que tengo que hacer?

—Bueno, ¿tienes alguna experiencia como representante?

Me dedica una mirada con diciendo: "¿Realmente estás preguntando eso?"

—Sólo sé pelear. —Se queda unos minutos pensativo—. Puedo romperle la nariz a alguna competencia tuya, que queden tan feos que no puedan volver a modelar en su vida.

Lo dice como si realmente fuera a hacerlo si se lo pido.

—Eh... no. No golpearas a nadie. Aunque agradezco el... gesto. —No sabía bien cómo hablar con él. Como si tuviera que medir todas mis palabras para caerle bien. ¿Por qué me interesa siquiera caerle bien a este chico? Es un salvaje.

—Lo que harás —Digo— será acompañarme a todos lados. A cada reunión o sesión fotográfica que tenga. Serás mi sombra.

—¿Que no para eso son los guardaespaldas?

—Si te gusta más decirlo de ese modo...

Por unos minutos no dice nada. El silencio se me hace eternamente incómodo.

—Bueno no tengo mucho tiempo libre, sabes. Tengo el colegio y tengo que entrenar. —Por primera vez, me mira. Sus ojos verdes me atraen tanto que por un momento olvido lo que me acaba de decir.

—Eh... sí —Sacudo la cabeza para intentar olvidar sus ojos, pero fallo—, bueno. ¿De verdad entrenas?

Sus ojos parecen iluminarse cuando por fin le pregunto acerca de algo que le interesa. Empieza a hablar de cosas que realmente no entiendo del todo, pero no lo interrumpo porque me gusta el sonido de su voz, como habla con tanta ilusión y la forma en la que le brillan los ojos.

Está varios minutos hablando de los días que entrena, todas las técnicas y ese tipo de cosas.

—¿Estás siquiera escuchando? —Dice de repente y yo intento recordar lo último que dijo.

—Eh, sí claro. —Miento. Sólo estaba escuchando su voz, no sus palabras.

—Mentiroso. —Pero no lo dice enojado. Lo veo por un segundo y tiene una sonrisa en su rostro.

Tendría que sonreír más a menudo.

Vuelvo a notar los cortes en su labio y su ceja.

—¿Con quién te has peleado hoy? —Le pregunto.

—¿Qué eres, mi papá? —Se cruza de brazos. Luego una mirada orgullosa se dibuja en su cara—. Me he peleado con el imbécil de Kyle. Tu hermanito.

Suspiro. El idiota de mi hermano peleando. Qué novedad.

—¿La causa ha sido...?

—Ninguna. Él vino a buscarme para terminar lo que habíamos empezado el día en el que te pegué. —Sorpresivamente tiene una mirada de arrepentimiento—. Por cierto, ya no se ve tan mal tu ojo.

Mentira. Mi ojo se veía horrorosamente mal. Estaba medio morado y verde, aunque menos hinchado. Mis maquilladoras tendrían que hacer magia para la sesión de fotos de hoy. Estoy seguro de que van a odiar a Elliot.

Llegamos al estudio. Estaciono y bajo del auto, sin preocuparme por si me Elliot me está siguiendo.

Escucho unos apresurados pasos detrás mío y sonrío.

—¿Qué haré exactamente hoy?

Me quedo pensando qué es lo que hacía Carol, mi anterior representante.

—Nada.

Él se ríe, le gusta la idea de no hacer nada.

—Pero —Digo y él gira su cabeza de golpe—, no podrás irte hasta que terminen con las fotos.

Elliot.

Debo decir que no me disgusta del todo el trabajo. A pesar de que Nathan podía llegar a ser bastante histérico, tenía su lado agradable. El equipo con el que trabaja es bastante simpático también.

Las maquilladoras me observan con mala cara la mayor parte del tiempo. Saben que yo soy el causante de el ojo morado del modelo. Estuve hablando un largo rato con el fotógrafo, Jeremy, que resultó que no le caía del todo bien Nathan, pero se quedaba por la paga. Es un buen sujeto.

La sesión de fotos era para una marca de relojes ridícula y excesivamente caros. No entendía porqué las fotos tenías que ser de cuerpo completo si lo que realmente importaba era el reloj. Pero tampoco entendía nada de moda por lo que no dije nada.

Me limito a observar todas y cada una de las poses que le indica Jeremy a Nathan. A la luz de los reflectores, debo admitir, que el modelo es bastante guapo. Bueno, ya lo pensaba, pero ahora que lo veía sin que él me note viéndolo, ahora que podía observarlo detalladamente, su belleza resaltaba, se hacía ver aun más.

En un momento sus ojos se posan en mí. Desvío la mirada rápidamente, fingiendo que no llevo mirándolo toda la sesión. En seguida siento como la sangre se me acumula en las mejillas. ¿Por qué me avergüenzo? Es sólo un hombre guapo que ha cruzado miradas conmigo.

No. Soy. Gay.

Golpeo mis mejillas, intentando que el rubor se vaya. Una de las maquilladoras que está al lado mío me mira como si estuviese desquiciado. Y quizás lo estaba. Sonrojándome por la mirada de un hombre. ¡Ja!

Empiezo a reír histéricamente. La maquilladora termina por sentarse en un asiento alejado de mí.

Finalmente, después de dos largas horas, las fotografías terminan.

Espero afuera del edificio a que Nathan salga.

Mis pensamientos son todo un desorden. ¿En qué momento mi vida cambió tan drásticamente? Tenía pensado no desviarme de la idea de ser un boxeador profesional, y ahora estoy trabajando con un engreído modelo que hace que me sonroje hasta las orejas. ¿Lo peor? Es que no entiendo qué me pasa.

Decido que voy a ignorarlo en todo el camino a casa. Ni siquiera intentaré ser amigable con él. Siento que este tipo es peligroso. No en el sentido de ser un villano de películas, sino peligroso para mis sentimientos. Peligroso para mantenerme heterosexual. Lo reconozco.

—¿Vamos?

Pego un salto cuando escucho su voz tan cerca. Lo miro. Está enfrente mío agitando su mano en mi cara intentando sacarme de mi distracción.

—Eh, sí, sí.

Cuando me doy cuenta ya está en su auto. Corro para que no me deje aquí.

Una vez dentro, él arranca.

—¿Dónde vives? —Noto que, por alguna razón, no está de humor. Me pregunto si siempre será así después de una sesión de fotos.

Le digo mi dirección y salimos a toda velocidad.

Siento que si hablo, me contestara cortante o directamente no lo hará. Por lo que decido quedarme en silencio.

—Te llamaré cuando vuelva a tener una sesión. —Dice de repente.

Lo miro pero no respondo, me limito a asentir.

El auto frena. ¿Tan rápido hemos llegado? Por algún motivo no quiero bajarme.

—Eh, bueno —Aún sigo en mi asiento, sin intenciones de abrir la puerta. ¿Qué estoy esperando? ¿Un beso de despedida? Ni que haya sido una cita. Soy patético. No veo la hora de que este absurdo día, en el que tuve absurdos pensamientos, termine—. Adiós, supongo.

Mentalmente ya me he golpeado múltiples veces, un golpe por cada tontería que dije.

Estoy por abrir la puerta cuando su mano me sujeta. Volteo y veo que está con una mirada nerviosa en su rostro. Espero a que diga algo.

—Eh... —Se aclara la garganta—, ¿quieres ir a tomar algo?

Alzo una ceja. Mi corazón está latiendo tan rápido que temo por mi salud.

—¿Que, ahora? —De pronto la idea de entrar a casa no me aparecía tanto—. Tengo clases mañana y ya es tarde.

Parece desilusionado, pero voy a pensar que solo me lo he imaginado.

—No, claro. —Ríe nervioso—. ¿Qué tal mañana?

Sus ojos color miel están fijos en los míos. Esperando ansiosamente una respuesta.

Cómo negarme.

—Claro, mañana. —Bajo del auto, prácticamente corriendo.

¿Qué había sido todo eso?

Más importante.

¿Lo de mañana era una cita? No, no. No seas idiota Elliot. Es sólo una salida de amigos. No, ni siquiera amigos. Colegas.

Sí, era eso. Entonces, ¿por qué el corazón me late tan rápido?

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