Heridas de Amor

By Natamarsol

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Se habían amado desde niños, se habían separado una y otra vez hasta que sus vidas finalmente tomaron distint... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo

Capítulo 9

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By Natamarsol


Durante los tres días siguientes, Cristhian Kensington no regresó a la casa.

Los empleados lo mantenían informado sobre el estado de Liz y él se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo, los trabajadores de su empresa volvieron a estar en alerta por el ritmo endemoniado de su jefe. Comentaban entre ellos que los días de descanso que habían tenido habían sido solo un preludio de aquella etapa, y se esforzaban en complacerlo porque su mirada indicaba que no estaba de humor para gente que cometiera errores.

Cristhian estaba enfadado y confundido, durante años había controlado sus emociones pero desde el día que le habían informado del accidente vivía en un torbellino emocional constante.

Esa pelirroja lo estaba volviendo loco, completamente loco.

Así que agotaba su mente en largas jornadas laborales y dormía pocas horas en su departamento.

Por otro lado Elizabeth deambulaba por la casa añorando la compañía de Cristhian, sabía que era ella la causante de su alejamiento, el primer día se había sentido bastante satisfecha, pero ahora se sentía bastante mal.

Su relación con Robert había terminado, con el beso lo había sabido totalmente, y lo peor era que sentía que en aquella condición no tendría la posibilidad de una nueva relación, no era la mujer de antes, ni siquiera se sentía capaz de atraer a alguien.

Y el hombre de sus sueños, el hombre de sus pesadillas era el recordatorio constante de lo que había perdido. Incluso ahora que llevaba tres días sin verlo y que ni siquiera podía descargarse peleando con él.

Cristhian se vio forzado a regresar a la casa, Margueritte había tenido que irse por una emergencia familiar y también la enfermera había tenido un inconveniente, podía contratar más gente, pero no quería dejar sola a Liz con gente extraña.

Aún así postergó s regreso hasta las primeras horas de la noche.

-Volviste...- comentó ella al verlo entrar. Había estado mirando películas en el living.

-Sí, me cansé de hacer dinero a costa de pobres inocentes.

-¿No podemos tener una tregua? – preguntó ella al darse cuenta de la ironía de él.

-Tú empezaste la guerra, pelirroja. No yo. ¿Y tu novio? – peguntó e inmediatamente quiso morderse la lengua, no quería saber sobre aquel hombre pero su inconsciente lo había traicionado.

-Robert no es más mi novio.

-¿Te diste cuenta que era un imbécil?

-Ya basta, Cristhian, No podía cargarlo con alguien como yo...

-¿Alguien como tú, a que te refieres? – dijo acercándose hasta ponerse delante de ella, Liz levantó la mirada avergonzada, avergonzada de sí misma.

-¿Qué hombre podría cargar con esto que soy ahora?

-¡Rayos pelirroja,! ¿Hablas en serio?

-Soy una lisiada...

-Si hay algún problema contigo es ese carácter que estás desarrollando, solías ser más encantadora antes.

-Solía caminar antes...

-Y podrías volver a hacerlo si haces la rehabilitación. No eres una carga...eres una mujer hermosa.

-Sí claro, dudo que pueda resultar atractiva para alguien – dijo ella y Cristhian notó sorprendido que lo decía en serio. Maldito accidente, maldita depresión y maldito él por no poder hacer nada.

-Elizabeth...

-Déjame, voy a dormir, no necesito tu consuelo.

-No es consuelo. Pero de acuerdo, si estás cansada, ve a la cama. Te ayudaré- dijo recordando que no había nadie más que ellos dos.

-¿Ves? Soy alguien que tienen que ayudar hasta para acostarse a dormir. Sólo puedo dar lastima.

-¡Diablos! – exclamó él y se paró frente a ella, puso sus brazos sobre los apoyabrazos de la silla deteniéndola y obligándola a mirarlo- Deja de hablar así de ti misma – ordenó. Luego, se inclinó y la besó, poco a poco el beso fue cobrando intensidad, hasta que finalmente se apartó.

-¿Qué haces? –preguntó ella con el aliento entrecortado. No había esperado aquella reacción de él.

-¿Qué crees...? – preguntó y volvió a besarla, al tiempo que con la mano recorría el cuello y empezaba a desabrocharle la blusa.

-¡Para Cristhian! – dijo ella apartándolo con las manos.

- Tarde. No voy a detenerme Liz – le dijo él con la mirada oscura llena de intensas promesas.

-Claro que sí, esto...-dijo haciendo un gesto que abarcaba su cuerpo .

-No es "Esto", eres tú, la de siempre, sólo que malditamente terca.

-No sé qué te propones pero deja de jugar ya.- Le dijo molesta mientras el beso aún le quemaba en los labios. Había esperado que se apartara pero él tomó la mano de ella y la posó sobre su entrepierna donde el deseo masculino era evidente.

-¿Lo ves? No puedo detenerme – le contestó sonriendo mientras ella apartaba la mano avergonzada.

Luego la levantó en brazos de la silla de ruedas.

-¡Déjame!..no puedes hacer esto – protestó mientras le golpeaba los hombros con fuerza. Se sentía totalmente indefensa, incapaz de protegerse, pero cuando él bajó la cabeza y la besó seductoramente, dejó de golpearlo y casi se relajó en sus brazos.

No temía un ataque físico, Cristhian no era capaz de eso, temía mucho más lo que le hacía sentir. Temía al deseo crudo que le provocaba y temía no ser suficiente mujer para afrontarlo.

-Liz, no lo compliques tanto...-dijo él con suavidad mientras la besaba tiernamente y entraba cargándola a su habitación.

-¡No puedo caminar!¡Mis piernas...!- protestó ella.

-Aún tienes sensibilidad en tu cuerpo y en cuanto a tus piernas cariño, no tienen mucha importancia en esto – le dijo y ella le golpeó con toda fuerza en un brazo.

-¡Maldito!- protestó y en ese momento la depositó cuidadosamente en la amplia cama, al mismo tiempo que se cernía sobre ella. Elizabeth iba a seguir insultándolo pero sus palabras fueron silenciadas por la oscura mirada masculina. Aquella mirada lo borró todo. Inmediatamente Cristhian bajó la cabeza y la besó, lenta, suavemente, con ternura, aumentando la intensidad poco a poco...hasta que ella se olvidó cualquier objeción.

La desvistió con delicadeza mientras sus manos dejaban rastros de fuego en cada rincón del cuerpo femenino, después se apartó para quitarse la ropa y con presteza volvió junto a ella.

Volvió a besarla mientras se acomodaba entre sus piernas moviéndola con muchísimo cuidado.

Se apoyó en sus brazos para no molestarla con su peso , suspendido sobre ella, la miró con una intensidad arrolladora, aunque Elizabeth percibió que también pedía su consentimiento para lo que iba a suceder. Temía ser rechazado y su bravuconería era sólo una máscara, ella podía leerlo en su mirada, sin embargo necesitaba que aquello tuviera un significado, necesitaba saber qué era lo que lo movía a aquel acto apasionado.

-¿Por qué?-preguntó mientras miraba su hermoso rostro elevarse sobre ella.

-Porque te deseo- contestó llanamente sin dejar de mirarla.

-¿Por qué?- susurró ella una vez más queriendo saber que había tras el deseo.

-No lo sé- contestó él titubeando y algo indescifrable brilló en sus ojos oscuros, casi como si fuera algo que le causaba dolor.

Liz no iba a obtener una respuesta, pero tal vez el hecho de estar allí juntos era suficiente.

Tendría que bastar.

Ella no podía elevar su cuerpo hacia él para invitarlo, no podía entrecruzar sus piernas en su cintura para atraerlo como hubiera deseado hacerlo, pero enredó sus manos en su cuello y lo acercó a sí para besarlo y darle la aceptación que él pedía. Esa fue toda la señal que Cristhian necesitó para entrar en ella con lentitud.

Los dos gimieron de placer por aquella unión y a ella le pareció oírlo musitar "tanto tiempo..." pero las intensas sensaciones lo volvían todo tan irreal que no estuvo segura.

Luego empezaron un baile en el que ella no necesitaba su movilidad, una danza que estaba grabada en su sangre y en la que podía deslizarse sin inconvenientes al compás de los movimientos de él.

Había habido otros hombres en su vida, incluso alguno le había jurado amarla mientras la tomaba, sin embargo nunca había sentido con nadie lo que sentía con él.

Era como si su cuerpo pudiera engañar al tiempo y borrar trozos de su vida, sólo él era su amante, como la primera vez, como ahora. Y aunque nunca pronunciara palabras de amor, había una intensidad en él que nunca había sentido en ningún otro, y ella lo anhelaba de la misma manera.Sólo con Cristhian era más que sexo, sólo con él existía aquella entrega total.

En sus brazos estaban la pasión, la necesidad y el placer, aunque también había una delicadeza que rozaba la devoción en su forma de hacerle el amor. La brusquedad con la que había actuado para seducirla se había desvanecido totalmente.

No quedaba rastro de frialdad o autoritarismo en el hombre que se preocupaba más por el disfrute de ella que por el de él, era el mismo de antaño y a la vez era un hombre distinto, parecía completo, feliz consigo mismo y ese fue el último pensamiento de Liz antes de perderse en el remolino del placer supremo y entregarse al olvido.

Luego , sin fuerzas para analizar lo sucedido , se durmió abrazada a él.

La contemplaba dormir desde el sillón junto a la cama, le había costado desprenderse de su abrazo , pero no era buena idea permanecer a su lado. Observó atentamente la línea de su esbelto cuerpo apenas cubierto a medias por la sábana, la deseaba, la seguía deseando con locura y tenerla pegada a él no era buena idea. Ya haberle hecho el amor una vez había sido forzar demasiado su frágil cuerpo, ella aún necesitaba recuperarse del todo. Y teniéndola a su lado, él sólo podía pensar en volver a amarla, quería tomarla apasionadamente, hundirse en ella sin contenerse, sin temer hacerle daño.

Pero por ahora se mantendría alejado.

Tenía muchas razones para mantener la distancia con Elizabeth, pero con el aroma y el calor de ella aún marcando su cuerpo ,le costaba recordarlas.

Todo lo atraía hacia ella, parecía haber viajado años y años, atravesado tormenta tras tormenta sólo para volver a ella, una vez más.

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