Hippie in troubles. [Harry St...

Galing kay niamania

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Sus padres querían que ella estudiara Diplomacia; ella quería estudiar Artes. Sus padres estaban hartos de su... Higit pa

Hippie in troubles.
Buenos días, Harry.
A través del cristal
Continuación.
"¿Eres nueva por aquí?"
continuación.
"Por favor"
Liam.
"No hablaré contigo... Así"
"Literalmente caliente"
"Aún tenemos una cena pendiente"
AVISO.
"Dime un secreto"
"¿Qué rayos somos?"
"Los extrañé tanto"
Mentiras, mentiras.
Continuación.
Rosado y no tan azul.
"Ni rubia, ni perfecta"
"Barbie abandonada"
"Un día viajaremos"
Contrato número 12.
Juegos sucios.
"Ya terminó"
"Yo soy tuyo y tu eres mía"
"Te amo, hippie."
Ojos fríos.
continuación.
Un alma pisoteada.
Miradas.
Nada más que decir.
Compórtate.
Libertad.
"Nuevo tipo de vida"
Open house.
No pienses en él.
Continuación.
Incertidumbre.
Disculpas.
Bloqueo.
"Una buena foto"
Al otro lado del atlántico.
Epilogo.

Cristales rotos.

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Galing kay niamania

Capitulo uno.

- Señorita, cierre la ventana, por favor.

Bonnie tomó una última foto del paisaje Londinese que se veía desde el auto y subió la ventanilla de mala gana. Tuvo que aguantar ocho horas de vuelo sentada en un asiento, sin poder levantarse o siquiera sentarse en forma hindú, y aunque tuvo la pasiencia para aguantar el estirado viaje ya no podía contenerse más. Solamente había aceptado aquel viaje por la experiencia cultural; no por la tonta idea que tenían sus padres de hacerla estudiar en una de las Universidades más prestigiosas de Londres; no, ella ya sabía que quería ser, de que quería vivir, y era ser fotografa.
Toda su vida le había interesado el arte en todo tipo de sus expreciones. Música, pintura, baile, escultura, tatuajes, lo que fuese, a ella le encantaba. Su alma era libre, y nada lo expresaba mejor que todo eso. Se acomodó nuevamente en el asiento, sentándose de forma hindú antes de tomarle una foto a la calva prominente del chofer y reir por la ironía de la vida.
Sus padres, burócratas Estado Unidenses, siempre habían soñado que su hija se convertiría en algún tipo de Senadora o algo por el estilo, siempre soñaron en que su pequeña dulzura de cuatro años que solía bailar balet fuera una mujer con un cargo político digno, y ese viaje formaba parte de los grandes sueños de sus papás. Sí; sueños de sus padres, no de ella.
La imágen de una joven de 19 años con traje ejecutivo, cabello virgen y piél inmáculada que sus padres se habían hecho de ella se había ido al caño el día en que ella llegó con con el cabello teñido de un bonito rosa pálido. Sus padres estuvieron a punto de matarla, pero poco a poco simplemente se acostumbraron a verla teñida de un color diferente todos los meses. No era rebeldía; era libertad.

- Gordon -Murmuró con un exagerado tono británico al tiempo que se reclinaba sobre el asiento- ¿Cuanto falta para llegar? Me muero del hambre, Gordon... -Bonnie sonrió y le desordenado el poco cabello que le quedaba- ¡A ver, dime algo!
- Llegaremos en pocos minutos, señorita. Haga el favor de sentarse -Dijo con tono cálmado, sin inmutarse ante su desordenado cabello.

Bonnie soltó un suspiro y le sacó la lengua antes de dejarse caer boca arriba en el asiento nuevamente. Sabía a la perfección que a Gordon no le gustaba su aspecto, ¿Y como culparlo? El pobre hombre tenía instrucciones de recoger en el aeropuerto a una linda chica de 19, ojos café y cabello oscuro azabache, y se encontró con ella. Una chica de 19, antes cabello oscuro de nacimiento y gracias al más reciente quimico colocado en su cabeza lucía en ese preciso instante una cabellera azúl eléctrica que hacía contraste con su blanca piel. Su pircing en el ombligo, una linda piedra verde sobresalia gracias a la camisa holgada y remangada sobre el abdomen que llevaba, por no mencionar unos jeans demásiado ajustados. Sí; el pobre hombre debió de llevarse un buen susto cuando la recivió; pero estaba acostumbrada a eso. Se mordió el labio inferior, iba a ser inmesamente divertido ver el rostro contraido de la mejor amiga de su madre cuando viese a la que sería su huesped por los próximos tres meses.

- Oh, Gordon... Tú alma debe ser increiblemente vieja -Le dedicó una sonrisa burlona, sacó el Ipod de su bolso y colocó Lemon Tree de Fool's Garden a todo volúmen- ¡Vamos, hay que darle sabor al viaje!

Meneó su cabellera de un lado a otro al ritmo de la canción y al ver que el chofer nisiquiera se molestaba en dar señales de enojo dejó de hacerlo. Se recostó sobre el asiento y dejó que el Ipod descanzara sobre su descubierto abdomen mientras se imaginaba el estrago que causaría en su próxima casa temporal.
Sería divertido, sin dudas.
Su Ipod se había quedado sin baterías, su celular estaba completamente sin señal y el silencio sepulcral de Gordon la estaba asfixciando. Necesitaba hacer algo, no podía quedarse quieta y encerrada en un lugar por mucho tiempo; la consumía.
Soltó un grito de desespero, que al parecer, llamó la atención del calvo chofer que con una sonrisa la miró por el retrovisor para encontrarse con la figura de Bonnie hecha un ovillo en el asiento.

- ¿De que te ries, Gordon? -Bonnie rodó por el asiento y calló al suelo, soltando otro grito- No aguanto más. No aguanto más. No aguanto más.

El chofer rió, esta vez sin disimular. Ella entreabrió los ojos, captando la sonrisa tranquila de Gordon. Hasta el calvo se veía más decente sonriendo.

- Señorita, si yo le parezco aburrido la gente de esa casa le parecerán estatuas -Dijo con total calma.

Bonnie se levantó de un salto y se apeó, rodeando el asiento del copiloto con los brazos. Se colocó lo más cerca que pudo de Gordon sin invadir su espacio personal. Le había desperado la curiosidad con respecto a esas personas. En realidad solo se había molestado en aprender sus nombres y la dirección de la casa; de resto no sabía mucho más. 

- ¿Por qué lo dices? Oh Gordon... ¿Me contarás? -Le despeinó el poco cabello que le quedaba y sonrió como niña pequeña- Vamos, no me dejes así. ¿Cómo son? ¿Son como vampiros aburridos? ¿Peor que mis padres? 

El auto frenó de golpe. Pero Bonnie no se había percatado; sus pensamientos iban de un lado a otro, imaginando como sería esa familia. Recordaba muy poco de ellos; la última vez que los vió ella tenía diez años, era navidad, y lo único que le había importado era el regalo que le dieron. Por su mente pasaron imagenes de una vieja y antigua familia, como la de los cuadros, donde todos se visten elegantes y nunca, jamás, sonríen. Se le erizó el vello de los brazos ante esa idea y meneó la cabeza, regresando lentamente a la realidad.

- Señorita...
- ¿Qué? - Movió su cabellera color azul y volteó, mirando a Gordon- ¡Oh, lo siento! Estaba pensando en... ¿Por que me miras así?
- Ya llegamos. Si gusta bajar, yo le llevaré su equipaje adentro en unos minutos...

Bonnie agarró la cabeza del hombre y le depositó un rápido beso en la coronilla de la cabeza, justo en la parte sin cabello. Sonrió rápidamente y salió como un rayo del auto. El frío aire de Londres le golpeó de lleno en la cara, haciendola sonreir. ¡Aire fresco, por fin! Estiró la mano para coger su bolso de cuero marrón repleto de chapas de diferentes grupos que amaba, se lo guindó al hombro y salió disparada hacia la entrada de la casa. Queria ver a más personas, conocerlas, sonreirles, disfrutar de sus rostros cuando la vieran. La casa era demasiado grande por fuera, era una típica casa victoriana, de color blanco por fuera, inmesas puertas principales y lo demás se perdía por el jardín. Estaba a punto de doblar a la izquiera y entrar por la parte trazera, pero se dió cuenta de que la puerta principal estaba abierta y siguió de largo por ahí; De seguro Gordon había avisado sobre su llegada, de otro modo, ¿Por qué dejarian la puerta abierta de par en par?
El interior de la casa era aún más impresionante que el exterior. En la entrada una inmesa escalera daba hacia el segundo piso, y a los lados daban hacia lo que suponía era la cocina y una bonita sala de estar. Dió un par de vueltas sin alejarse mucho, observando todo y capturandolo con su cámara. Necesitaba guardar todos esos recuerdos, pues la casa simplemente era hermosa.

- ¡Oh, lo lamento, lo lamento! 

Gritó al tiempo en que el flash de su cámara cegaba por completo alguien. Había apuntado a un lindo cuadro colgante, pero aquella persona apareció de la nada, siendo cegada por el flash.

- No te vi, le estaba apuntando al cuadro. ¿Estás bien? -Bonnie estiró la mano libre, intentando tocar al chico que había cegado.

- ¡No me toques! -Apartó su mano de un tirón mientras con la otra se frotaba los ojos- Mierda. -Exclamó antes de girarse y enfrentar a Bonnie

Era un chico, al menos de unos veinte años, cabello castaño, ojos verde intenso y cuerpo digno de envidiar. Su ceño estaba fruncido a más no poder, y la vena de su cuello palpitaba desenfrenadamente, sin duda aquella imagen inspiraba terror.

- ¿Qué demonios crees que haces en mi casa? - Rugió, señalandola con el dedo indice.

Bonnie retrocedió un paso, intentando buscar alguna salida, pero el miedo la paralizó. Sin embargo se las arregló para controlarse y poderle responder.

- Yo, estaba tomando fotos y tú apareciste de la nada -Explicó, aferrandose a su pequeño bolso.
- ¿Quién te dio permiso, pequeña Hippie? -Él le arrebató la cámara de las manos de un jalón- Olvidate de tomar fotos en esta casa.

Bonnie observó como su cámara se estrelló contra el suelo, partiendo el delicado lente en pequeños pedacitos. Aquello fue demásiado, era como ver un pedazo de su propia alma destrozada. Sintió como los colores le regresaban a la cara, si se veía en un espejo en ese momento se percataría de lo roja que estaba. Eso había sido demasiado.
Se abalanzó contra él, dandole puñetazos en todo el torzo. ¡Maldita sea! Él era alto y no podia atinarle al rostro.

- ¿Qué te sucede? ¡Eres un idiota, un total idiota! -Bonnie aprovechó los segundos de confusión del chico, que no se esperaba aquello y le pegó con toda su fuerza en el brazo- ¡ESA ERA MI CÁMARA, IDIOTA! -Rugió, agitando sus puños al mismo tiempo que su cabellera azul- Eres un tonto, un imbécil.

Sintió como el chico la levantaba como si fuera una muñeca de trapo que no pesaba absolutamente nada y la colgaba sobre su hombro. Se retorció, intentando liberarse, pero era inútil, aquel tipo no la soltaba.

- Nadie me pega ¿Lo entendiste? Hippie -En su voz no había nada más que odio. Frío y cortante. Avanzó unos pasos hacia la salida, ignorando los chillidos de ella- Te largarás de aquí, no te quiero ver nunca más.

- ¡Harry! ¿Qué haces, hijo? ¡Bajala, ya!

Los músculos del castaño se tensarón, y después de unos segundos que parecieron infinitos bajó sin cuiado a Bonnie, La peliazúl se acómo rápidamente el cabello y la camisa antes de recoger su pequeño y preciado bolso que por culpa del gran idiota se había caido al suelo. Se lo acomodó al hombro y se aguantó las ganas de darle un pizotón.
Una mujer de unos cuarenta y tantos años se acercó lentamente. Vestía de gala, como si estar en su propia casa vestida de aquella manera fuera algo común. Miró a Harry de la misma manera que él había visto a Bonnie y luego volvió su mirada a ella. En sus ojos se notaba la lucha interna de la mujer; ¿Cómo ella podía ser la niña de cabello oscuro que ella conoció una vez? Sin embargo se las arregló para disimular su sorpresa.

- Harry, hijo, ella es Bonnie, la... La chica de la que te hablé. ¿Recuerdas? La que se quedará tres meses aquí. -Dijo Catherine, con un tono bastante notorio de molestia.

Él se giró y observó a Bonnie con total calma, examinandola de arriba hacia abajo. Jeans ajustados y rotos, un pircing, camiseta enrrollada hacia arriba, cabello azúl. Negó con la cabeza y dio un paso desinteresado hacia atrás.

- Qué no toque mis cosas. -Se limitó a decir antes de dar media vuelta, dispuesto a largarse de allí.
- Me debes una cámara. -Bonnie alzó la voz, cosa que lo hizo denerse- Catherine, su hijo rompió mi cámara. Era un regalo de mis padres. -Dijo con el tono más sincero que pudo.

La señora Catherine, quien claramente no estaba acostumbrada al hecho de que aceptar que su hijo no era ningún angelito hizo una mueca pero de inmediato rodeó por los hombros a su nueva huésped.

- Harry, mañana mismo le comprarás una nueva. ¿Entendido? -Se giró hacia Bonnie y la apretó suavemente- Vamos... Linda -Tuvo dificultad de decirlo sin quedarse mirando su cabello azul, sin embargo se las arregló- Vamos a decirle a una de las mucamas que te ayude a instalarte, debes estar exhausta.

Bonnie asintió y se giró para encontrarse con la mirada del ojiverde clavada en la suya. Le sacó la lengua de mala gana y volvió la mirada al frente.
Menos de quince minutos en esa casa y ya estaba causando estragos.

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