Hay una sola vida, un sólo instante para vivir. El reloj avanza, los días se vuelven un recuerdo, el presente es el amigo hostil que camina dándote la espalda.
Los paisajes son conciencia y mi cuerpo una máquina que se oxida. He malgastado el tiempo en el empleo, en la ida en el tren con desconocidos; viajando entre rieles y vagones que asemejan el destino de la vida. He malgastado el tiempo buscando y caminando en la fortuna mundana, en el deseo material que hace de mi vida un paseo corto entre el despertar y el pronto anochecer.
Veo cómo amanece, y sin darme cuenta poco después como un chasquido, me encuentro en la noche mirando la Luna de mi trabajo reflexionando sobre el tiempo.
La vida me promete una sola cosa... y es la muerte. La desaparición de mi ser en este plano que es demasiado bueno para un simple mortal. Tan insignificante soy para la vida que jamás lograré ver más allá de lo que mi mundo tiene... tan insignificante soy que no lograré conocer todo lo que existe, todo lo que fue creado. He malgastado el tiempo siendo esclavo del porcentaje, de la gran lucha constante de sobrevivir en un mundo que fue creado para vivir.
He malgastado el tiempo encerrado ocho horas diarias en el empleo en lugar de haberme tirado al suelo para mirar el cielo hasta quedarme dormido. He malgastado el tiempo corriendo para llegar a tiempo en lugar de sentarme a orillas de algún manantial para ver la vida de los peces. Se ha malgastado el tiempo creando armas y no maneras para vivir como en la infancia.
Una vida, una vida que sólo me promete la muerte y un pensamiento humano que se olvida que la vida fue para vivir.