Pattie coloca su cartera y las llaves sobre la mesa de la sala, mientras observa a su hijo, que sonríe, como si en aquella casa no hubiese estallado una bomba tremenda. En lugar de verse angustiado, quizá preocupado, él se veía muy sereno y feliz.
—Justin.
Él voltea hacia ella.
—¿Sí, mamá?
—No sé si has comprendido lo que sucedió.
Justin frunce el ceño.
—No estoy entendiendo.
—Cariño, todos en la familia saben que ustedes... Bueno, a todas estas, ¿en qué estabas pensando?
Él se encoge de hombros.
—Justin, esa niña es menor de edad. Tú no. Eres un adulto legal. Ese hombre, el francés, es abogado. ¿Te imaginas si se le llega a ocurrir demandarte?
—Eso no va a pasar.
—¿Pero y si pasa?
—Mamá, eso no va a pasar. Ya he hablado con él. Habrá nuevas normas, pero podré estar con ella. Lo que significa «adiós sexo, hola abstinencia».
Pattie le da un golpe en el brazo.
—Creí que estabas tomando a esa chica en serio.
—Oye, sí lo hago.
—¿Y tenías que mantener relaciones sexuales con ella?
—Fue de mutuo acuerdo. Además, siempre nos hemos cuidado.
—¿Eso es todo lo que se te ocurre decir?
—Es que no sé qué es lo que deseas escuchar, mamá. ¿No te basta con saber que la quiero? No estoy con ella por sexo.
Ella chasquea la lengua.
—El sexo con ella es bueno —admite—, pero su alma es mejor.
Pattie agita la cabeza mientras sonríe.
—Hablar contigo es inútil, niño.
Justin le sonríe.
—Tengo que avisarle que ya llegué. Sino no va a tardarse nada en llamarme —le da un beso en el pelo—. Buenas noches, mamá.
—Buenas noches, Justin.
Justin corre escaleras arriba, lanzándose sobre su cama a la primera oportunidad. Agarra el móvil y marca el contando "Demonio D ♥".
—Hola.
Justin sonríe.
—Mm. Creo que estabas dormida.
—Un poquito —suelta una carcajada—. ¿Ya estás en casa?
—Sano y salvo.
—Bien, bien.
—Te vi hace menos de una hora y ya te echo de menos ¿Es normal?
—Yo creo que sí, porque a mí también me pasa.
—Entonces te invito a soñar conmigo.
—Me parece genial. Ahí te veo. Seré la de los ojos verdes.
—¿Cómo de gato?
—Mis ojos no son tan grandes.
—Lo son, y me encantan.
Ella suelta una carcajada.
—A mí me gustan los tuyos —suelta un bostezo—. Son lindos.
—Estás cansada. Es mejor que te deje dormir o tu padre me pateará el culo.
—Oye, eso no es cierto.
—¿Después de saber que abusé a su pequeña? No, no lo creo.
—No es abusar si yo doy mi consentimiento.
—Oh, y vaya que lo diste. Tú sí que sabes darlo.
—¡Justin!
—Te quiero, desvirgada.
La chica suelta una ronca carcajada.
—Eres terrible.
—Sí. Terriblemente tuyo, preciosa. Ahora, a dormir. Te llamaré mañana.
Silencio.
—___________.
—¿Sí?
—¿Tienes presente todos los días cuando te levantas lo mucho que te amo? Porque estoy loco por ti, preciosa. Me encanta el cómo me completas.
—Oh, Justin. Yo también. Te amo muchísimo.
—Eso, muy bien. Ve a dormir. Te amo.
—Dulces sueños, cariño.
Justin sonríe enternecido.
—Dulces sueños, mi demonio favorito.
Cuelga, con una enorme sonrisa de crío enamorado surcándole el rostro.
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