Durante Un "Captura La Bander...

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«Will Solace tendrá diez días para hacer florecer lo que ha cultivado por tantos meses entre el antisocial, a... More

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Día 1

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By lovingmalec

Antes de salir de mi cabaña, revisé  por milésima vez que todo lo que tenía planeado estuviera en orden.

-Dejar la nota en su cabaña.
Listo ✔️
-Asegurarse de que la haya leído.                                              
Listo ✔️
-Canasta con todas las cosas necesarias para hoy                  
Listo ✔️

Dejé de prestarle atención a mi lista mental por un segundo y volví a revisar que todo estuviera en la pequeña canasta. Unos segundos después, reanudé con la lista.

-Baño, desodorante, loción
  y refrescante de aliento...

Disimuladamente, me olí a mi mismo y mi aliento contra mi mano al exhalar sobre ella.

Listo. ✔️
-Ropa limpia y presentable, pero casual al mismo tiempo; no queremos que piense que somos raros, William. 

Miré mi reflejo en el espejo al lado de la puerta, exasperado por la voz, llamada conciencia, y a la que le debía mucho, a decir verdad, en mi cabeza que me estaba haciendo demorar.

Listo ✔️

Ok, a lo mejor estaba exagerando al tener tanto cuidado en los detalles pero, cuando eres un hijo de Apolo, hasta el detalle y el paso más pequeño importa. Imagínate que estés realizando una cirugía y te olvides de esterilizar un solo instrumento. Eso sería catastrófico, y no queremos que nada catastrófico pase este día tampoco.

Me dirigí a la puerta pero antes de girar la manilla para abrirla, mi hermana Kayla salió de la nada y se interpuso entre el material de madera y yo, portando una sonrisa que anunciaba problemas. Problemas para mí.

—Así queee, ¿ya vas a tu cita?

—No es una cita, hermana —aclaré poniendo los ojos en blanco—. Te lo he dicho mil veces; sólo voy a ver a Nico como cualquier otro día normal.

—Claro —replicó ella, alzando una ceja—. Y como cualquier otro día, hoy te has vestido con otra cosa que no sea tu camisa naranja del campamento, tus bermudas y tus sandalias —señaló mis pantalones de mezclilla oscuros, un suéter de color amarillo con bordeado naranja en el pecho y unas botas afelpadas.

—¿Qué puedo decir? Hace frío. Los hijos de Apolo como nosotros no podemos aguantar unos buenos 40 grados F, y lo sabes. No importa que la protección del campamento haga que el frío no sea tan fuerte.

—Y traes una canasta —volvió a señalar su hermana—. Tú nunca usas canastas ni para ir de picnic ni para nada.

Will se encogió de hombros, tratando de esconder su nerviosismo. Kayla era muy buena adivinando los sentimientos de las personas.

—Y le escribiste una carta a Nico.

Bueno, ya valí.

¡Vamos, rápido! Sal de esta, Will.

—Número uno, no fue una carta —Kayla levantó ambas cejas como diciendo "Aja, y yo haré como que te creo". Le pegué suavemente en el hombro y ambos reimos—. Número dos, sólo era para avisarle en donde nos veríamos. No sabía si ya estaba durmiendo y no quería despertarlo, así que una nota me pareció lo más conveniente. Y número tres, NO es una cita.

Kayla levantó ambas manos en señal de derrota mientras se hacía a un lado y me dejaba el camino libre.

—Esta bien, me calmo. Pero antes de que te vayas, hay algo que quiero darte.

Dándome un guiño, se acercó a su litera y sacó un objeto de la pequeña cómoda que estaba al lado. Lo escondió detrás de su espalda junto con una sonrisa cómplice mientras se acercaba a mi de regreso.

—¿Qué tienes allí atrás, Kayla? —pregunté tratando de espiar sobre el hombro de mi hermana.

—Algo para que Nico vea que no eres un completo dork, hermanito.

Aún con esa sonrisa que no me gustaba del todo dada la situación, Kayla me enseñó el objeto que escondía.

—Por supuesto que no.

—¡Vamos, Will! Le va a gustar.

—¡Que no!

—¡Llevasela!

—¡No! ¡Creerá que soy raro o algo así!

—Oh, créeme, eso es obvio. Pero puede que se sienta halagado —contraatacó Kayla con una sonrisa ladina y otro guiño.

Puse mis ojos en blanco y sin una palabra más, salí de la cabaña. Mientras abría la puerta, sentí cómo la rosa que me había querido dar mi hermana me golpeaba suavemente en la espalda, junto con un grito de "¡Deberías de agradecer la molestia que me tome eligiendo la rosa más linda!"

—¡Nadie te pidió que te tomaras esa molestia! —respondí exasperado, aunque trate de no sonar grosero. Al fin y al cabo, sus intenciones eran buenas.

Me dirigí al Puño de Zeus y comencé a preparar todo. Extendí una manta de cuadros sobre la superficie rocosa, serví unos sándwiches de mermelada y crema de maní (los favoritos de Nico), y saqué un par de botellas llenas de naranjada mineral al tiempo. Un recuerdo me vino a la mente.

La primera vez que había obligado a Nico a probar el agua mineral, casi me la avienta por la cabeza. Le dije que tenía propiedades más saludables que el agua normal y ayudaba a la digestión. Claro que al hijo de Hades no le importó nada de eso. Comenzó a decir cosas no muy bonitas, supuse yo, acerca del agua mineral y trató de no escupirla. Pero después de unos meses, y de muchos intentos de que le agarrara el gusto, un día él fue voluntario a tomarla, y desde entonces la naranjada mineral es su bebida favorita.

Aunque hacía un frío horrible.

Pero Nico aún así la tomaba.

En lugar de un chocolate caliente o un café, pensé sacudiendo mi cabeza y soltando un pequeña carcajada.

—¿De qué te ríes, Solace? —preguntó una voz conocida detrás de mí.

—De tu perfecta temperatura interna, por supuesto —respondí con una sonrisa dándome media vuelta para encontrarme con Nico vistiendo su camisa negra con estampado de calavera blanca de siempre, sus pantalones negros con cadenas a los lados y su espada de hierro estigio colgando de su cinturón.

Oh, eso es nuevo. Este día, Nico portaba un par de guantes negros que se abrían en los nudillos. Se le veían muy bien, a decir verdad. Sólo le faltaba una chamarra de cuero negro y una motocicleta.

—No hace tanto frío —replicó Nico encogiéndose de hombros y subiéndose al Puño de Zeus—. ¿Son esos sándwiches de mermelada y mantequilla de maní? —preguntó con una pequeña sonrisa mientras se sentaba rápidamente y agarraba un triángulo de pan.

—No, son de nutella —mentí.

El moreno hizo una mueca y regresó el sándwich que había agarrado al plato.

—No es cierto, si son de mermelada y mantequilla de maní.

Nico volvió a agarrar el sándwich y le dio una gran mordida, al mismo tiempo que me golpeaba en el hombro y gruñía un "idiota" apenas entendible.

—No hables con la boca llena —lo regañe tan sólo para que Nico rodará los ojos, lo cual hizo y siguió comiendo.

Agarré un sándwich y le di un mordisco. Comimos en silencio por unos minutos hasta que Nico empezó una conversación.

—¿Y por qué decidiste cenar aquí en lugar del pabellón comedor?

Tomé un sorbo de mi naranjada y me limpie las comisuras de mis labios con una servilleta.

—No sé, me pareció interesante hacer algo diferente de lo cotidiano. 

Nico asintió con la cabeza.

—¿Y cómo te fue hoy?

—Bien. Normal, supongo —contesté encogiéndome de hombros—. Cumplí con mi turno en la enfermería y después ayude a Kayla con unas lecciones de todas las partes y funciones que el cerebro tiene. La pobre todavía tiene problemas aprendiéndose todo eso. Entiendo cómo se siente.

—¿Quién te enseñó a ti las partes y funciones del cerebro? —me preguntó Nico mirándome a los ojos. Sus ojos oscuros se veían de color miel con la luz del Sol lanzando rayos al lado de su rostro.

—Nadie —negué con mi cabeza—. Cuando era más pequeño, mi hermana Lucy y yo solíamos ir a la biblioteca casi todos los días después de salir de la escuela. Ella leía los libros infantiles y los cuentos mientras que yo leía libros de medicina y ciencia. Digamos que he sido un nerd total desde la edad de doce años —sonreí a Nico, quien me devolvió el gesto.

Por un momento, cuando el moreno sonrió, sus ojos se iluminaron con un brillo tan... hermoso, que me dejó sin aliento. La luz del Sol, y la luz que Nico emitía por sí solo habrían sido demasiado para la vista de cualquier mortal. En esos preciosos segundos, una idea surgió en mi mente. Nuestros cuerpos no estaban tan separados. Si tan sólo me acercara unos centímetros más... tal vez yo podría... besarl–

—¿Will?

La voz de Nico me regresó a la realidad. A la cruda realidad en donde lo que yo pensé por un par de segundos nunca sucedería.

Me aclaré la garganta y sólo entonces me di cuenta de que me había acercado inconscientemente hacía el hijo de Hades, y que éste me miraba extrañado.

—Lo siento, es que tienes una pequeña basura en tu cabello, eso es todo.

—Oh —Nico se sacudió su cabello, de por sí ya despeinado, con las manos y luego me preguntó si la basurita ya no estaba.

—No, ya no tienes nada.

Seguimos comiendo y hablando por unas horas más, hasta que las estrellas brillaban y la Luna estaba en su punto más alto.

—Creo que ya casi es hora del toque de queda —susurró Nico, acostado a mi lado sobre la manta, mirando la belleza del cielo nocturno.

—Tal vez —respondí simplemente. De seguro ya iban a dar las once, pero no tenía ganas de levantarme. No tenía ganas de separarme de Nico.

El hijo de Hades se recargó sobre el lado izquierdo de su cuerpo, dándome la cara.

—¿Te estás quedando dormido, Solace?

—¿Hmm? No —me di cuenta de que tenía los ojos cerrados y los abrí al escuchar la pregunta. Dirigí mi mirada a Nico y la enfoque en él, tratando de despejar mi mente del ligero ensueño.

—Sí te estás quedando dormido —insistió.

—Lo siento, es que mi turno en la enfermería estuvo atareado hoy —me rendí y sonreí cansado—. Connor Stoll volvió a hacer estallar parte del taller de los hijos de Hefesto y no se dio cuenta de que algunos seguían allí adentro, así que nos llegaron un montón de chicos y chicas con quemaduras de primer grado, cortaduras y amenazas de muerte para Connor.

—Creo que se volvió peor ahora que Travis se fue a empezar la universidad —comentó Nico con una sonrisa burlona.

—Ni me lo digas —asentí con un gemido de cansancio—. ¿Y cómo estuvo tu día? Espero que mejor que el mío.

Nico se recostó sobre su espalda de nuevo, soltando un suspiro.

—Sigo sin poder dominar la ballesta. Realmente estoy pensando en pedirle ayuda a alguien de la cabaña de Ares.

—¿Tal vez podrías preguntarle a Clarisse?

—No quiero molestarla. Esta de vacaciones pero eso no significa que no quiera estudiar todos los días —soltó un gruñido malhumorado—. Tiene ojeras bajo los ojos y apenas sale de la cabaña de Ares sólo para desayunar y cenar. Dice que el primer año de universidad es muy difícil y que no se quiere arriesgar.

—Bueno, ya sabes cómo es Clarisse. Se está tomando muy en serio su educación, sorprendentemente. Deberías de estar orgullosa por ella.

—¡Por supuesto que lo estoy! Es sólo que... No me gusta verla así, ¿sabes? —sus ojos oscuros voltearon a verme y conecté mi mirada con la suya—. Debería de descansar aunque sea por dos semanas. Además, ¡entrará hasta febrero! No tiene por qué estudiar desde ahorita.

—Sólo quieres a alguien que te ayude con tus ganas, de origen desconocido, de saber usar todas y cada una de las armas que existen —dije con una sonrisa.

—No estoy estudiando en este momento en ningún lugar más que aquí —replicó encogiéndose de hombros—.  Y tampoco estoy trabajando, obviamente. Así que lo que me queda hacer es aprender lo más que pueda sobre cómo ser un buen semidiós.

—¿Un buen semidiós? —repetí extrañado, tratando de no reír. ¿Acaso había una forma de ser un buen o un mal semidiós?

—No te burles —gruñó Nico en respuesta, pateándome suavemente con su pie izquierdo. Volteé mi rostro y noté que sus mejillas tenían un suave tono carmesí—. Sólo quiero saber manejar la mayoría de las armas para que, si nos quedamos sin alguna durante una misión o una batalla, no me quede sin hacer nada y muera. No quiero que un monstruo me maté sólo porque no sabía usar una ballesta en lugar de una espada, William.

—No vas a morir por no saber usar una ballesta, Nico di Angelo —rodé mis ojos—. Y no me digas William, por favor.

—Lo que digas, William, pero prefiero estar preparado.

—Nico... —le advertí volviendo a encararlo.

—¿Si, William? 

No sé que fue más retador, si su sonrisa burlona al decir mi nombre completo, o el mero hecho de que lo haya dicho, pero lo que pasó a continuación lo tenía merecido.

Nico era muy sensible a las cosquillas. Muy sensible. Esa era su debilidad más vergonzosa, según él.

—¡Está bien, está bien, dejaré de decirte William! —gritó entre risa y risa, revolcándose debajo de mis manos—. *Fermare, Solace, fermare, per favore!

Okay, ya deténte, Will. Está hablando en italiano, creo que a lo mejor ya hasta reseteamos al pobre.

Las risas de Nico se fueron desvaneciendo gradualmente cuando acabe con mi sesión de tortura de cosquillas. Su caja torácica dejó de elevarse abruptamente hasta que sentí su respiración calmada debajo de mi.

Mis piernas estaban a cada lado de su cuerpo y mis manos alrededor de sus muñecas, manteniendo sus brazos quietos sobre su pecho. Su cara, que a lo largo de los meses había perdido su tono pálido y ahora estaba un poquito más bronceado (me enorgullece decir que en parte gracias a mi), brillaba con una ligera capa de sudor a pesar del frío que hacía. Volutas de humo salían de nuestras bocas mientras recuperábamos la respiración.

—Pesas, Solace. Quítate de encima de mi —sus mejillas, su nariz y sus labios estaban rosados, y me atacaron unas ganas de besar cada parte de su rostro.

Pero no podía.

Todavía no, Will. Ten paciencia.

—Disculpa —me bajé de encima de él justo cuando el cuerno que anunciaba el toque de queda sonaba.

Juntos empezamos a empacar las cosas que había traído en la canasta y unos minutos después, nos dirigimos a nuestras cabañas. Como la de Nico estaba en mi camino a la de Apolo, lo acompañé a su puerta.

—Um, gracias por invitarme a cenar contigo hoy —dijo recargado sobre el material de madera que había pintado de negro.

—No hay nada que agradecer —negué con mi cabeza, recargándome de lado en la barandilla al lado de la puerta—. De todas formas, es lo que hacemos todos los días, ¿no?

—Lo sé, pero esto fue... diferente a lo usual. Es divertido salirse de la rutina de vez en cuando. Así que, si, gracias.

—Yo también me divertí —confesé con una sonrisa, recibiendo una a cambio del moreno.

Pasaron unos segundos silenciosos y sentí cómo el ambiente se volvía un poco incómodo.

¡Oh, cierto, casi se te olvida!

Saqué un papelito doblado de mi bolsillo del pantalón y se lo di a Nico.

—¿Qué es esto? —preguntó frunciendo el ceño, comenzando a desenvolverlo.

—¡No! No lo leas aún —se detuvo y levantó su mirada hacia mí, acentuando su ceño más—. Espera a que me vaya.

—Okaaaaay. Entonces ya vete, Solace. Quiero leerlo. Sabes que no me gusta que me tengan esperando.

—Wow, diva, ya cálmate. ¿Así me tratas después de invitarte a cenar? —fingí indignación, sólo para ganarme una mirada sombría de parte de Nico—. Está bien, está bien. ¡Ya me voy!

Salí del porche de la cabaña trece y me encaminé a mi propia cabaña.

—¡Buenas noches, Calaverita! —grité mi despedida habitual sin voltear a ver a Nico.

—¡Qué no me digas así! —recibí la respuesta habitual, seguida por el golpe de una puerta cerrándose.

Cuando llegue a la cabaña de Apolo, la mayoría de mis hermanos y hermanas ya estaban durmiendo, algunos seguían despiertos leyendo un libro de medicina o estudiando para las clases del día siguiente, pero igual traté de no hacer ruido al entrar.

Agarre mi pijama que me esperaba doblada al borde de mi litera y la campista que ocupaba la parte de arriba asomó su cabeza, expectante.

—¿Y? —preguntó Kayla—. ¿Cómo te fue?

—Cómo siempre —respondí dirigiéndome al baño para cambiarme de ropa.

—¡Mentiroso! —me gritó mi hermana—. ¡Esa sonrisa embobada no me engaña!

Cuando salí del baño, mi hermana estaba ahora sentada al borde mi cama.

—Quiero que me des todos los detalles.

—Kayla...

—Y no me quitaré de aquí hasta que hables.

—¿Ah, sí?

No lo creo. Me acerqué a la litera y, con un movimiento de brazo tomé a mi hermana y me la eché al hombro. Sin hacer caso de sus pataletas y gritos de protesta, subí por la escalera y la aventé a su cama con cuidado.

—A dormir. Son más de las once de la noche y mañana tienes clases de arquería a las siete en punto.

Kayla hizo un puchero y se sentó con sus brazos cruzados. Abrió la boca, dispuesta a argumentar.

—¡Sin peros! —la señalé con mi dedo y entrecerré los ojos—. Te pondré doble turno en la enfermería si no me haces caso.

Kayla bufó enojada y masculló un "Qué malhumorado eres. Todavía que me preocupo por tu vida amorosa". Pero se acostó a dormir, y me bajé de la parte superior. Me metí a mi cama y, poco a poco, las luces sobrantes se fueron apagando, hasta que todos se quedaron dormidos.

Antes de caer dormido como mis hermanos y hermanas, reviví todo lo que había pasado ese día. Bueno, sólo lo que pasó a partir del atardecer.

Con una sonrisa plasmada en mi rostro, cerré mis ojos y conté las horas que faltaban para volver a mi italiano.

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

¿Qué dices si hacemos algo mañana, di Angelo? :) ¿Te apetece un concurso para ver quién sube la pared de roca más rápido? Después de tu clase de armería y antes de mi turno en la enfermería, ¿okay?

Me dices tu respuesta en el desayuno.

Dulces sueños, Calaverita.

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

*¡Detente, Solace, detente, por favor!

7u7 Bueeeeeno. ¿Qué les pareció?
Espero que les haya gustado porque a mí me gustó mucho escribirlo, la verdad. ❤️

¡Hasta el próximo capítulo (que no será en mucho tiempo, no se preocupen), manguitos azules!

All the love,
Y.

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