Suspiré y toqué la puerta de casa ya que no tenía mis llaves. En dos segundos tenía a Jordan abrazándome con fuerza, le devolví el abrazo enseguida.
—Dios, me tenías tan preocupado, Olivia —se alejó un poco y me inspeccionó de arriba-abajo—. ¿Qué mierda te pasó? ¿Dónde estabas? Mejor pasa, hay alguien esperándote.
Ingresé a la casa y un rostro familiar se iluminó en mi vista.
—Logan —susurré mientras mis ojos ardían amenazando que las lágrimas estaban a punto de salir, corrí hacia él y lo abracé.
— ¿Cómo estás, Ollie? —Murmuró en mi oído mientras me tomaba con fuerza.
—Te extrañé mucho —dije separándome de él y mirándolo a los ojos. Él tenía los ojos vidriosos.
—Y yo a ti, Ollie —suspiró e hizo una mueca—. Tenemos muchas cosas de la que hablar.
—Dime.
—En privado —observó indirectamente a Jordan quien seguía de pie detrás de nosotros con los brazos cruzados.
—Claro, lo siento, iré arriba —señaló y caminó hacia las escaleras.
Logan lo siguió con la mirada hasta que la puerta de la habitación.
— ¿Quién es él? —Preguntó con los brazos cruzados, como si estuviera molesto—. Cuando vine aquí me hizo millones de preguntas.
—Es Jordan. Es policía y mi tutor legal —me crucé de brazos—. Ya que mi padre no pudo hacerse cargo de mí, ni mi madre y hermano, por cuestiones que desconozco, Jordan se ofreció a cuidarme hasta que alguien de mi familia se dignara a aparecer y llevarme.
Ahora estaba molesta. Necesitaba explicaciones ahora o explotaría. Logan quitaba su mirada de mí y la llevaba a distintos puntos del suelo, avergonzado.
—Te lo explicaré todo, ¿sí? —Él suspiró y me miró de arriba hacia abajo—. ¿Por qué estás mojada y sucia?
Me puse nerviosa en ese instante, ¿qué le iba a decir? ¿Qué me secuestraron y me tiraron a un pozo? Se volvería loco.
—Caí al río y... —dije rápidamente—. Llamé a unos amigos para que me vinieran a buscar.
—Eres tan mala mintiendo —niega con la cabeza—. Junta tus cosas, nos iremos de aquí, luego me explicas que te pasó.
Instantáneamente negué frunciendo el ceño.
—¿Qué? —Respondí—. No quiero irme, ya hice amigos y no dejaré la escuela. No volveré a Canadá —manifesté cruzándome de brazos.
—Conozco este pueblo mucho más que tú, no es seguro.
—Si supieras... —murmuro.
—Exacto, se todo lo necesario sobre Beacon Hills y lo suficiente como para irnos en este preciso instante —habló firme.
—No me iré —dije convencida. ¿Qué se creía? ¿Qué vendría y me llevaría de nuevo?
—Necesitamos vovler, Ollie, no podemos quedarnos aquí —fue hasta la cocina y tomó el último trago de jugo que me quedaba—. Por favor, no me la hagas difícil y junta tus cosas.
—La respuesta es y seguirá siendo no —vociferé mirándolo seriamente, él suspiró—. Ni siquiera me estás dando explicaciones. Las cuales merezco.
—Es muy complicado, Ollie —se sienta en la isla de la cocina frente a mí, junta sus manos sobre la mesada y me mira negando—. Jamás lo entenderías, ni siquiera lo creerías. Me dirás que estoy demente.
—Pruébame —no quería hablar de más, pero pensé que él quizás sabía sobre lo sobrenatural, lo cual sería raro, porque toda la vida me ha dicho que eran estupideces—. Soy tu hermana, puedes confiar en mí.
Él suspiró pesadamente.
—No me vas a creer —entrecerré los ojos. ¿Será?
Estaba conteniendo las ganas de largarle todo de una vez pero me abstuve.
—Ya dime, no tenemos todo el día —trato de convencerlo.
—Bien, bien —volvió a suspirar, mientras frotaba la cara con sus manos—. Verás, hace mucho tiempo, en la antigua Grecia...
—Ve al grano.
—¿Alguna vez te has preguntado si los lobos se pueden convertir en....? —rápidamente lo callé y lo miré un poco sorprendida.
Él lo sabe todo.
—¿Qué? ¿Qué te pasó? —dice preocupado y nervioso a la vez.
—No me digas que tú también... —el miedo se apoderó de mí y empecé a sentir frío. ¿Por qué tenía miedo? Se supone que no debería sentirme así.
—Yo también... ¿Qué? —empecé a oler, tratando de descifrar algún olor de lobo, olor canino, algo, pero nada.
—¿Crees en los hombres lobo? —él tomó por sorpresa mi pregunta. Ahora empecé escuchar sus latidos palpitando aún más rápido.
—¿Cómo lo sabes? ¿Has visto a uno? —me preguntó Logan. Yo tenía la mirada perdida, tratando de asimilar todo el asunto.
—Soy uno —digo apenas audible un poco avergonzada—. Yo... soy uno de ellos —susurré.
—¿Cómo...? —él se quedó pensativo unos segundos—. No me digas que...
—¡Deja de cortar las oraciones! —Recalqué molesta.
—¿Eres...? ¿Eso? Necesito que me lo digas, Liv —me mira a los ojos.
—Sí, me mordieron en el bosque, el mismo día que tú saliste del hotel en México. Creo que lo que me mordió me trajo hasta aquí, no estoy muy segura, no tengo manera de saberlo —le digo mientras trato de recordar aquel día—. Y ¿Tú? ¿Qué eres?
—Mira, es una muy larga historia. No soy un hombre lobo, en realidad sí, pero de otra especie rara.
—Paráxeni. ¿Eres un paráxeni? —le pregunto.
—Sí, pero... ¡Diablos, mi cabeza va a estallar! —dice. Lo miro confundida—. Liv, yo también soy un Paráxeni. Pero los únicos de esta especie soy yo. Lo era papá también, pero murió. Somos los únicos en América de esta especie.
—Papá... ¿qué? —Puntualicé al escuchar las palabras de mi hermano. ¿Pero murió? ¿Papá murió?
Logan me miró arrepentido de lo dicho y se golpeó el mismo por haberlo dicho.
—Se suponía que lo tenía que decir más suave —murmuró acercándose a mí—. Lo siento, Ollie, papá falleció hace unas semanas, luego de que desapareciste.
Quería detener las lágrimas, pero no pude, el dolor me podía más. Traté de respirar continuas veces, pero no pude, un sollozo salió de mí inesperadamente y comencé a llorar. Logan me envolvió en un abrazo rápidamente.
Estuvimos un largo rato así, de a poco mis lágrimas se iban deteniendo y mi respiración se hizo más pausadas y tranquilas.
—¿Mejor?
—Por ahora —sorbí mi nariz y limpié el agua debajo de mis ojos con mis manos. Suspiré y lo miré—. ¿Cómo pasó?
—Fue en la mañana, él no había bajado como lo hacía siempre a la misma hora —explicó—. Me preocupé un poco y subí a verlo, estaba recostado en su cama, normal, pero no me contestaba. Fue entonces cuando me di cuenta que su corazón se había detenido —él se tomó del puente de su nariz para aguantar las lágrimas. Sé que aunque papá haya sido un imbécil conmigo, siempre hubo una conexión entre él y Logan.
—Lo siento —fue lo primero que se me ocurrió decir en estos momentos—. Debió ser horrible encontrarlo así.
—Lo fue —susurró y negó.
—¿Papá era un lobo? —Me atreví a preguntar segundos después, él asintió.
—Nací siendo un Paráxeni. Papá lo era, el abuelo, y así por generaciones.
—¿Y por qué yo no lo era?
—El primer hijo varón siempre nacerá paráxeni, pero al tener más, nace siendo humano, como tú. En el caso que el paráxeni se junte con una humana, claro.
—¿Eso quiere decir que papá me mordió antes de morir? Quiero decir, si ustedes eran los únicos de América, ¿Quién más lo haría? ¿Tú sabías que él me haría esto? ¿Por eso dijiste que no debería estar viva? —ahora entiendo un poco más y a la vez menos.
—Es mejor que vayas a dormir, es mucha información por hoy —él me dice mientras se toca sus sienes.
—Pero... —él me lanzó una mirada cansada, suspiré y asentí.
—¿Dónde dormirás? —le pregunto camino a las escaleras.
—En el sillón. Mañana hablamos sobre el tema de quedarnos o no, y sobre el policía —suspiró y se acostó en el sillón boca arriba.
—¿Entonces lo pensarás? —dije y él me volvió a lanzar la misma mirada. Rodé los ojos y subí las escaleras. Crucé por el pasillo y vi la puerta de Jordan entre abierta, toqué ligeramente esperando que estuviera despierto.
—¿Sí? —Escuché del otro lado, pasé lentamente y le mostré una sonrisa sin mostrar los dientes—. ¿Qué pasó?
—Nada —suspiré y me senté en la silla del escritorio que estaba frente a la cama donde él yacía sentado aún con su uniforme policial—. Aclaramos un poco las cosas, pero seguiremos mañana.
—¿Se quedará? —Murmuró, asentí.
—Sí, no sé hasta cuándo, pero es mi hermano y...
—Sí, lo sé —suspiró un poco triste.
—Oye, no te pongas así, no te irás a ningún lado —dije—. Al menos que no quieras.
—No quiero, pero ahora que él está aquí, no me necesitarás.
—Claro que sí, no seas idiota —reí y a él se le escapó una sonrisa—. Eres como mi familia ahora, Jordan.
Él me sonrió con ternura y me hace señas para que me acerque. ME senté junto a él y lo abracé.
—Cualquier cosa que necesites, siempre voy a estar para ti —ella asintió y sonrió.
(...)
Desperté por el contante ruido en mi celular, había olvidado quitar la alarma para hoy, sábado. Suspiré y lo apagué. Solté un gruñido, ahoya ya no me podría dormir.
Eran las siete de la mañana un sábado, decidí bañarme ya que anoche estaba muy cansada y no quise. Me tomé un largo y caliente baño para despejarme. Durante esos casi cuarenta minutos, lloré, pensé y me confundí.
Intenté procesar toda la información de anoche pero algunas cosas no coincidían.
Ya me encontraba muy frustrada así que decidí salir del baño y bajar a desayunar.
Al entrar a la cocina me topé con una escena muy incómoda, al menos para mí. Jordan y Logan fulminándose con la mirada mientras tomaban café y comían tostadas.
—Caballeros —hablé ya que no habían notado mi presencia.
—Bien día, Ollie.
—Buen día, Liv —dijeron Logan y Jordan a la misma vez.
Dios, aquí hay más tensión que un cable de luz.
—Ya tengo que irme —informa Jordan mirando su reloj—. Se me hace tarde —juntó su chaqueta y cinturón con su arma y wolkie talkie del perchero y salió casi corriendo hacia la salida.
Logan había recorrido con su mirada cada paso que hizo. Rodé los ojos.
—¿Qué te pasa?
—Así que deja su arma a la vista cuanto tú vives con él —negó con la cabeza—. Que irresponsable.
—Que bueno que no soy una niña y no ando con esas pendejadas —le respondí molesta—. ¿O te olvidas que él fue quien me cuidó por más de un mes cuando nadie de mi familia se molestó en venir o al menos llamarme? —Protesté mirándolo con enojo, Logan salió de su trance de imbécil y me miró arrepentido. Quizás fui muy... dura pero era la verdad.
—Olivia... hay una explicación para eso —respondió él dejando su taza de lado mirándome.
—Bueno, quiero oírla —me crucé de brazos. Él suspiró.
—Papá fue quien te mordió ese día, nosotros te dejamos en casa para ir a cazar algunos conejos y ciervos al bosque, en nuestra forma sobrenatural, ya sabes —explicó—. Recuerdo haberlo perdido de vista y no lo encontré hasta el otro día. Cuando llegué a casa no te encontré, pero no le di mucha importancia porque siempre estás distante cuando íbamos con papá, así que seguí con mi vida —respiró hondo—. Hasta que llegó la noche, tú no aparecías y papá tampoco, estaba muy preocupado, por ambos.
«Estuve tratando de comunicarme contigo y él, pero tú habías dejado tu celular ahí y el de él estaba apagado. En cuanto estuve por llamar a mamá, papá apareció muy tenso e inexpresivo. Intenté preguntarle qué pasó contigo, pero lo único que salió de su boca fue: 'ya no está con nosotros', no entendí al principio, pero luego volvió a decirme que habías fallecido por un accidente automovilístico.
No tienes idea de cómo me sentí, días después volví a Canadá y todo estaba como siempre, mamá actuaba como siempre, nunca te mencionó y aunque traté, no quería hablar sobre ti.
Cuando me llamaste, no creí que eras tú o quizás sí, no lo sé, estaba tan sumido en la cabeza de mi padre que ya no me importaba nada. Él me tenía como un sumiso, era frío, más de lo que usualmente era, parecía sin sentimientos y ya no me trataba como un hijo, tanto que cada vez me parecía a él. Hasta que él falleció y todo se alivió, no me mires así, vivir con él era una tortura, me decía que hacer y qué no hacer, era horrible.»
Mis ojos no paraban de derramar lágrimas, todo lo que dijo Logan podía ser cierto, y la verdad, conociendo a mi familia, los creía muy capaces de ser tan insensibles. Nunca se preocuparon por mí lo suficiente. Sin embargo, todo parecía aclararse, siempre pensé que mi padre quería más a Logan que a mí, pero los unía el hecho de ser lobos o paráxenis.
—Sé que es difícil, pero ahora estoy aquí y no te dejaré sola nunca más, ¿me entendiste? —Él se acercó y me abrazó fuertemente. Derramé aún más lagrimas sobre el hombro de mi hermano. Estaba tan agradecida de tenerlo.
—Los odio —me separé mientras sorbía mi nariz, sentía a mi cara hinchada y roja.
—Entiendo por qué lo haces —suspiró y me regaló una sonrisa pequeña—. Pero ya no llores, ¿sí? Papá ya no está con nosotros y no hay que preocuparse por mamá.
—¿Qué pasa con ella?
—Créeme, no tienes que preocuparte —asintió Logan y volvió a abrazarme. Esta vez ya estaba más calmada así que cerré los ojos y opté por disfrutar la situación.
Estuvimos un largo rato sentados hablando de mi estadía aquí en Beacon Hills. Le conté sobre Jordan, lo protector y amable que ha sido conmigo, los Stilinski, mis nuevos amigos y la escuela.
Logré cambiar la opinión de Logan sobre Jordan, tenía que conocerlo y lo amaría, quizás no amarlo, pero le iba a caer bien. Logan era dos años más chico que él así que podían tener algunas cosas el común, o al menos eso esperaba.