Mass Effect: The old ark

By JonReyes

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Al Coronel de la Alianza de Sistemas le requieren para una importante misión de rescate. Pronto averiguara qu... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo

Capítulo 10

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By JonReyes

La SSV Laos estaba destrozada. Los pasillos centrales se doblaban. Según se acercaban a la zona de impacto más patas arriba estaba la nave. En algunas estancias lo único que les separaba del frio espacio era una viga doblada hacía el exterior o una tubería vertiendo gases por doquier. El fuego era inexistente. Señal de que el oxigeno hacía tiempo que se había vertido.

Vieron pocos cadáveres, la mayoría de la tripulación yacía flotando en el espacio como témpanos de hielo. Algunos afortunados se encontraban dentro de sus armaduras empalados contra la pared. Estos no tuvieron que sufrir las consecuencias del vacío.

La esperanza de encontrar un superviviente se iba deshaciendo con cada pasó que daban. Y cuando llegaron a la zona de impacto el grotesco escenario les hundió por completo.

Cadáveres aplastados contra la pared. Donde debería de estar la zona de mando solo quedaban escombros flotando, seguramente el capitán de la nave se encontraba en ese escenario durante el choque. Prácticamente la nave estaba perdida.

El coronel se dispuso a montar la bomba en el suelo de lo que antes era el centro de control. Un potente imán la sujeto a la superficie metálica y evitó que flotara y se perdiera por el espacio, como el resto de las cosas.

Vista la situación decidieron separarse. El teniente intentaría llegar al almacén de carga y la quariana a la cabina de pilotaje.

Mientras, el coronel montaría la bomba y vigilaría la nave hostil, que parecía totalmente destrozada. Con fugas de extraños líquidos.

El teniente avanzó cuidadosamente con su rifle en la mano, apuntando a todos los recovecos y esquinas que se encontraba. No sabía exactamente que esperaba encontrar, pero no quería llevarse una sorpresa. Bajó las escaleras verticales de emergencia por el agujero en el que antes hubo un ascensor. El proceso era lento, debido a la gravedad cero, los imanes de sus botas impedían que saliera volando, pero no ayudaban demasiado a bajar los ramales.

El almacén de carga era dramático. No podía imaginarse lo que suponía que una nave te envistiera a velocidad MRL, pero se hacía una idea. El brutal impacto bien podría haber matado en el acto a la tripulación. Sólo la solvente coraza del acorazado había impedido que lo atravesara como si fuera un trozo de cartón. Allí no encontraría supervivientes. Echó un ligero vistazo y dio media vuelta.

Leesa avanzaba desconfiadamente por los malogrados pasillos. Algunas luces parpadeaban como en un holo de terror Turiano. Avanzaba pasito a pasito, y con cada cortocircuito y chirrío de metales brincaba con miedo.

Poco más adelante podía ver ya la cabina. Nada se movía allí. Si se volvía podía ver al Coronel arrodillado delante de la bomba. Eso la tranquilizó, en caso de tener problemas el coronel acudiría enseguida. Tras cuatro pasos ya se encontraba en la sala.

El piloto estaba allí, desparramado por todo el compartimiento. Leesa cerró los ojos fuertemente. Y de pronto una tristeza le oprimió todo el cuerpo.

No quería estar allí.

Todos esos humanos muertos, todo por su culpa. Si no hubiera descubierto la mina. Si no hubiera llevado a los quarianos allí. Nada de esto hubiera sucedido.

Se sentía tan culpable.

Un estruendoso ruido procedente de su espalda la hizo girar de pánico. Las lágrimas se secaron rápidamente y el cuerpo se le tensó en claro síntoma de alerta.

Al fondo del pasillo, donde minutos antes había dejado al coronel, estaba desierto.

Avanzó hasta el centro de control, todo lo rápido que le dejaban las botas y una vez allí pudo corroborar que el coronel no estaba.

Había desaparecido.

El teniente llegó en ese mismo instante. No había oído nada, ni gritos ni pasos. El coronel no había ido al almacén de donde él venía. Después de comprobar que tampoco había ido a la Nilo, vio que la bomba que minutos antes había estado plantada, tampoco estaba.

Solo quedaba una opción.

El teniente y Leesa miraron a la nave hostil. No parecía haber ninguna compuerta abierta. La examinaron durante unos segundos. El metal que revestía esa nave era extraño, ni Leesa ni Jin Cooper lo habían visto antes.

Estuvieron unos minutos tocando y rastreando la nave cuando de pronto una lamina de metal se desplazó.

Parecía una de las láminas que ocultaban los cañones. Aunque en esa en concreto el arma había salido por los aires y no quedaba rastró de él.

En su lugar pudieron ver con perfecta claridad el interior acristalado de la nave.

Jin y Leesa se miraron y seguidamente miraron en el interior. Con un simple vistazo no se veía movimiento. Parecía que el interior de la nave estaba intacto.

El silencio se acentuaba aún más en ese rincón.

El teniente dudó un instante. No sabía qué clase de horrores les esperaban dentro de aquella nave. Si los mortíferos tripulantes que vislumbraron en los videos de la base batariana, seguían allí. Si la propia nave tenia defensas tan poderosas como las que había visto minutos antes.

No podía dejar de pensar que aquella nave había sobrevivido al impacto de un misil termonuclear.

Miró a Leesa, y comprendió que se tenía que llenar de valor. Si el coronel necesitaba su ayuda, era el momento de dársela.

Primero entró Jin y alzó su arma, vigiló ambos lados del pasillo y no vio ningún movimiento hostil. Leesa entró seguidamente.

—Leesa—dijo Jin Cooper mientras avanzaba pasito a pasito. — ¿Habías visto algo semejante?

La quariana negó con la cabeza, sin duda ella estaba aún más impresionada que el teniente.

La nave era pureza. Las paredes estaban revestidas de energía, energía que parecía cristal. Jin tocó las paredes con el arma y estas fluctuaban al tacto. Los pasos de las pesadas botas se quedaban marcados unos segundos y después desaparecían. Jin pensó que si tuvieran detectores de movimiento, hacía tiempo que los habrían detectado.

Llegaron a la primera bifurcación, el pasillo en el que se encontraban seguía hacia delante y la luz no dejaba ver cuando terminaba, pero el teniente supuso que era el pasillo de servicio, por el cual deberían de ir las armas. Sin embargo, la bifurcación que tenían delante parecía llegar hasta el centro mismo de la nave.

Si el coronel había llegado a la misma conclusión, habría ido en esa dirección.

La bomba que supuestamente llevaba consigo el coronel era muy pesada. Jin comprendió enseguida que el plan del Coronel sería implantar la bomba dentro de la nave hostil para hacerla estallar desde dentro. Ese plan tenía sentido, habían visto como la coraza había resistido lo imposible. Un ataque desde dentro podría ser mortal.

Leesa y Jin avanzaban juntos por el amplio pasillo. Estaban rodeados de las paredes luminiscentes de energía. Leesa pensó que de haber una puerta podría ser que ni la vieran debido al daño que les provocaba mirar directamente la pared. Tenía mucho miedo, pero no dejaba que le enturbiara el ánimo, estaba decidida a ayudar al coronel, que tan desinteresadamente se había metido en esta campaña que ella había provocado.

—Jin, ¿te das cuenta de que posiblemente seamos las primeras personas que hayan pisado esta nave?

—Espero que también seamos las últimas—. Contestó preocupado el teniente, mirando a cada lado, con el mismo panorama, paredes y paredes de energía, ni una sola puerta.

—Imagina cuanta información científica hay encerrada en cada una de estas paredes. Podría ser el avance del siglo, tan importante como cuando vuestra especie encontró las ruinas de Marte.

—Con la diferencia de que las ruinas no nos dispararon torpedos, ni se estrellaban contra nuestras naves.

—Imagina todo lo que podríamos conseguir Jin. Si mi padre tenía razón, esta nave es el arca de la vida. Esta nave dotó de inteligencia a los quarianos, esta nave puede tener la solución de mi especie.

—Debemos destruirla Leesa—. Dijo el teniente visiblemente irritado.

—Tú también vistes al quariano. Sin traje ambiental, y estaba bien. Si la nave ya no supone una amenaza deberíamos estudiarla. ¡La humanidad no puede obviar este descubrimiento!

—Primero encontraremos al Coronel, y después el decidirá qué hacer —. Comentaba Cooper mientras avanzaba—. Pero en mi opinión esta monstruosidad debería de desaparecer en mil cachitos.

Leesa asintió tristemente y avanzó hasta ponerse a la altura del teniente.

—¿Notas esas vibraciones?

Un zumbido se abría paso sobre sus oídos, según se adentraban en el centro de la nave. Al principió había sido un leve ronroneo. Pero empezaba a volverse insoportable. A Jin cada paso que daba, le costaba más y más concentrarse. Mantener el arma erguida. Y más tarde mantenerse el mismo en pie.

El dolor que le provocaban los zumbidos era insoportable. El arma se le cayó de las manos y quedó colgando de la correa. Jin perdió el equilibrio y dio con las rodillas en el suelo al tiempo que Leesa intentaba sujetarle.

Intentó arrastrar al teniente de vuelta, pero era terriblemente pesado. La armadura y el cuerpo del hombre eran demasiado para ella.

Buscó el aparato que emitía los sonidos pero en el pasillo solo encontró más luz y paredes de energía.

El teniente empezaba a perder la consciencia. Y se retorcía desagradablemente.

Desesperada, ya que a ella no le hacía daño el zumbido, empezó a golpear las paredes con las manos, haciendo que estas centellearan.

De repente hubo una perturbación en todo el campo de fuerza de las paredes y la oscuridad la consumió.

Una puerta apareció de la nada.

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