La locura de Julieta

By Lisa-Polanco

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"-No te preocupes Julieta, todo después de un tiempo deja de doler o simplemente deja de importar. -O termin... More

Sinopsis
Prólogo
Nota de la tía Lisa
Un corazón roto
1. Sálvame
2. Muriendo.
3. Rencor
4. Trato hecho
5. Jugando con fuego
6. Visitas inesperadas
7. El león y la oveja
8. Mente atormentada
9. Pequeña esperanza
10. Uniendo el rompecabezas
11. El héroe de Lucy
12. Sueña, Julieta
13. Devuelta a su amor
14. Fiel al corazón
16. Del odio al amor, hay una botella de ron
17. Vuelve a ser mía Julieta
18. El Duque
19. Demasiados secretos
20. ¿Dónde está Alex?
21. Desgracia en la casa Henderson
22. Pedazos de un Corazón
23. Quien traiciona a quien.
24. Verdades sabor a vino
25. La verdad sale a la luz
26. La trampa de Julieta
27. Dulce Refugio
28. Cuenta regresiva
29. Declaración de guerra
30. Fotografía
31. Olas, vino, besos
32. Cayendo por Ryan
33. El próximo
34. Perla Negra

15. Reuniones y amenazas

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By Lisa-Polanco

Julieta

Después de recibir el mensaje de Henderson, Ryan y yo estábamos con la cabeza en las nubes tratando de ver más allá de la "piedad" del gran juez. Mientras él conducía, yo le contaba con detalles cada uno de los encuentros que había tenido con el juez en el pasado, todos parecían inofensivos y con el único objetivo de proteger a su hijo de mí. Pero cuando le conté a Ryan que Lucy le informó sobre mi familia, las cosas empezaron a cambiar.

Ambos estábamos de acuerdo que esto era algo más allá de proteger a su hijo. Sus amenazas hacia mí, y su intento de encerrarme para luego liberarme, era un juego que no entendía.

Ryan aferraba sus manos con fuerza al volante, se mantenía serio, sin decir una palabra, con la mandíbula apretada y en sus ojos se mantenía la sospecha, como un felino planeando capturar a su presa. Su cabeza rapada lo hacía lucir más intimidante de lo que ya se veía antes.

―¿A dónde vamos? ―pregunté.

Después de un silencio sepulcral, contestó. ―Tenemos muchas cosas por hacer.

Parecía estar conteniendo su ira, su voz me produjo escalofríos, este era el Ryan que una vez me puso a temblar de miedo.

―¿Me tenías miedo?―preguntó sin mirarme, aunque estábamos parados en un semáforo.

Suspiré. Ya empezaba a acostumbrarme a abrir la boca sin poderla controlar.

―Era lo que querías ¿No? ―giré la cabeza hacia mi ventana―Pasé mucho tiempo pensando que eras tú el que me quería matar.

―Ya te lo expliqué, solo te estaba utilizando.

Sus últimas palabras me produjeron un picor en el pecho, utilizarme era lo que mejor sabían hacer la mayoría. Me crucé de brazos, dispuesta a no hablar más del asunto.

―No tenía opción―siguió―, pasé meses rompiéndome la cabeza para saber qué le pasó a Helena en realidad, cuando descubrí todo no podía detenerme hasta encontrar a sus asesinos.

―Claro, seduciendo a la idiota hasta que cayó en tu trampa para luego lastimarla física y emocionalmente. Eres una bestia.

Ryan permaneció en silencio y siguió conduciendo, ni siquiera me importaba donde me llevara, su presencia tarde o temprano terminaba haciéndome sentir agotada. Estar a su lado era una constante guerra de emociones, sabía cómo componerme, pero también como destruirme en segundos.

Aparcó frente a una casa que nunca había visto antes, que yo recordara, bajó del auto sin decirme una palabra. Cuando vi que se aproximaba a la entrada de la casa y no tenía planes de decirme si salir o no, tomé una profunda respiración y maldije en silencio. Tocó el timbre y de inmediato salió una chica morena, parecía de unos veinte y tantos de años.

¿Qué demonios hace Ryan ahora?

Entonces vi a Margaret salir junto a ella, saludó a Ryan con un abrazo y su sonrisa enigmática de siempre. Dirigió la vista hacia el auto y me vio, me llamó con su mano, Ryan seguía mirando a la morena.

Me quité el cinturón de seguridad y salí, miré mis pantalones de chándal, tenía una muy mala pinta pero caminé como si eso me importara en lo más mínimo.

―Que bueno verte muñeca―saludó Margaret.

―¡Oh Dios! ―exclamó la morena con asombro, su acento decía que no era de este país―Todas las chicas Detroit se parecen, mucho.

Miré a Margaret confundida, queriendo saber quién era y ella, y por qué sabía del clan. La morena se me acercó y de inmediato di un paso hacia atrás, ella solo sonrió.

―Soy Mercedes, gusto en conocerte al fin...

―Sigamos con las presentaciones dentro de la casa―Margaret miró a su alrededor con sospecha y luego nos hizo entrar. En la sala no había ninguna foto que me dijera que era la casa de Margaret, pero los cuadros raros colgados, al igual que en su oficina, me decían que sí le pertenecía.

Trataba de mantenerme callada hasta que me explicaran qué buscaba aquí, con todos los comentarios despectivos que me pasaban por la cabeza, se me estaba haciendo difícil no decir nada. Margaret nos mandó a sentar mientras ella preparaba algo de comer.

―Conocí a tus padres una vez―dijo la morena, sus ojos brillaban―, eran una pareja increíble.

―¿Y tú eres...? ―enarqué una ceja.

Ella recogió su cabello hasta dejar su cuello descubierto, se sentó a mi lado y apuntó con su dedo la parte detrás de su oreja. Un tatuaje, con una luna y el número veintidós dentro de ella. Una Detroit.

Miré a Ryan, que estaba distraído con el pequeño librero que Margaret tenía en la sala.

―¿Me dirás ahora que somos parientes lejanas o algo así?

Ella se rió. ―No, en lo absoluto. Si la luna tiene número significa que somos reclutados al clan, la luna en blanco le pertenece a los Detroit de sangre.

―Mercedes se emociona demasiado―Margaret depositó una bandeja en la mesita de la sala y miró a la morena―, llévala con calma, recuerda lo que hablamos―Margaret miró a Ryan―No te enamores de mis libros, porque no los vendo, ni los presto y mucho menos los doy.

Ryan hizo una mueca parecida a una sonrisa y se sentó en el sofá frente a mí con su teléfono en las manos.

―Empiezo a desesperarme―dije.

―Solo queremos compartir cierta informaciones sobre en lo que estás metida, cariño―Margaret me hizo señas para que empezara a comer.

―Mientras llegan los demás, mira que ella esté bien―dijo Ryan y se puso de pie para salir de la casa.

Mercedes se puso de pie y le siguió. Margaret se sentó a mi lado y tomó una de mis manos.

―¿Has sentido tu cabeza rara últimamente?

―Antes de ayer me drogaron y me encerraron porque me declararon loca―me encogí de hombros―Todo normal, ¿Y tú?

―Ya te extrañaba―sonrió―, lamento no haberte acompañado en el juicio, pero no me mezclo mucho con el sistema de justicia―tomó uno de los sándwiches de la bandeja y empezó a comer―. ¿Sigues olvidando cosas?

―No, ya recuerdo todo con claridad, el puto problema es que sigo hablando en voz alta sin darme cuenta.

―Es un trauma que irá desapareciendo con el tiempo, nada de qué preocuparse―tomó un mechón de mi cabello―, ya está más largo.

―¿Sabes sobre la condición psicológica de mi hermano?

―William está de maravillas, es un chico muy fuerte. Ese espíritu estoico viene de familia.

Margaret siguió con sus preguntas analíticas, estaba agotada como para evadirlas, así que solo le contesté, me rendía con ella por el momento. Ryan y la morena entraron a la casa, ella se sentó junto a nosotras pero él permaneció cerca de la puerta.

―¿Esta casa es nueva? ―le pregunté a Margaret. Ella negó mientras le daba el último bocado a su sándwich―¿Y por qué no tienes nada... personal?

―No soy aficionada a apegarme a los recuerdos―sonrió. Margaret siempre sonreía―, esa era la especialidad de tu madre.

Un golpe seco en la puerta nos interrumpió. Ryan abrió. Levanté la vista para encontrarme con un hombre tan alto como Ryan, con un aspecto desaliñado, un brazo escayolado y unas cuántas cicatrices de heridas no muy antiguas. Sonrió un poco cuando su mirada se cruzó con la mía, yo aún estaba atónita. Rosset, el chofer de papá, estaba vivo.

―Señorita Julieta―su voz sonaba rasposa―, es bueno verle.

Mi mente fue al día del enfrentamiento, recordaba perfectamente haber visto su cuerpo inerte en el suelo. Sacudí mi cabeza conmocionada.

―Hierba mala nunca muere―dijo Margaret con alegría.

Una idea muy loca cruzó por mi cabeza, por unos segundos respiré hondo y miré hacia la puerta. Tuve la sensación que papá, o quizás Mónica entrara también.

―Es una sorpresa―carraspeé―agradable.

Ryan empezó a hablar por teléfono, Margaret le pidió a la morena que acomodara al hombre del traje. La puerta se abrió nuevamente.

―¿Qué demonios pasa aquí?―pregunté cuando Zack y Lucy entraron.

―¿Crees que pueden hacer una fiesta sin invitarme? ―preguntó Zack con su sonrisa radiante.

Mi mirada fue de inmediato a Lucy. Estaba aferrada al brazo de Zack, con un vestido holgado de rosas y su cabello claro cayendo por sus hombros, parecía un angelito inofensivo. Su mirada se alejó de la mía.

Zack le dio un beso en la cabeza y se soltó de su agarre para acercarse a mí. De un tirón hizo que me levantara para envolverme en sus brazos y dejar un reguero de besos en mi cara.

―Sé que me extrañabas―dijo.

―Nos vimos esta mañana―refunfuñé.

―Y sé que ya contabas los minutos para ver mi hermoso rostro otra vez.

―¿De qué trata todo esto?

Mi pregunta otra vez quedó ignorada, esta vez, porque la morena preguntó a los recién llegados si querían comer algo. Zack la observó sin disimulo alguno, dio un silbido provocando que Lucy soltara una risita. Eran extraños.

Lucy se sentó lo más lejos posible de mí, Zack nos miró a ambas como si su vida dependiera de al lado de quien se sentara.

―¿Puedo preguntarle cómo se siente señorita? ―preguntó Rosset con su tono formal.

―No quiero sonar grosera, pero no creo que sea momento para contestarle.

Rosset clavó la mirada en el suelo, apenado, como si estuviera apunto de llorar.

―Lamento no haber hecho más, se que mis palabras no la sanaran, ni traerán a los jefes de vuelta, pero quiero que sepa que estos dos meses han sido una tortura, no solo para usted―hizo una pausa―Siento no haberla protegido lo suficiente, ni a usted ni a su familia...

―No, no diga...―tartamudeé.

―Pero que sobreviviera fue una oportunidad de Dios para que haga las cosas bien―levantó la vista hacia mí―Enmendaré mis fracasos, el amor y la lealtad que sentía por sus padres, ahora son suyos. Señorita Julieta, usted cuenta con mi corazón, mi alma y mi cuerpo.

―Tú también cuentas con mi cuerpo―Zack me hizo un guiño.

Otro toque, este ya empezaba a ponerme nerviosa. Me puse de pie incapaz de estar tranquila, me coloqué al lado de Ryan antes de que abriera la puerta.

Reconocí al invitado mucho antes de ver su rostro, su olor fuerte a perfume exótico llenó el ambiente. Cuando vi un destello de un traje estrambótico de colores llamativo, mis sospechas se confirmaron.

―Las sorpresas no se acaban nunca―dije tratando de no lucir tan asombrada.

―Braden, querida―me saludó Dolly.

Me acerqué a ella sin decir palabras, puse mis manos en su cuello y miré detrás de su oreja. Como temía, justo ahí, estaba la luna pero con un signo que no conocía. Me retiré mirándola con odio.

―Todo este maldito tiempo conociéndote... ―los miré a todos en la sala. Mi mirada se posó en Zack y mis ojos se ampliaron. Caminé hacia él, antes de que le pusiera las manos encima, él me mostró la parte de atrás de su oreja. Suspiré. No había nada. ―Me siento tan...

―¿Frustrada? ―preguntó Margaret.

―¿Fea ante mi presencia? ―preguntó Zack.

―¿Conmocionada señorita? ―Preguntó Rosset.

―Déjenla en paz y acabemos con esto―ordenó Ryan―. Esta gente son las más cercanas a tus padres dentro del clan.

Reparé en dos personas que estaban en la puerta, habían llegado con Dolly pero eran desconocidos para mí. Los miré con curiosidad, eran gemelos, y lucían del porte de mi hermano.

―¿Pretenden que yo dirija a un grupo de mafiosos? ―solté una risa casi histérica.

―Estamos mostrándote que no estás sola―dijo Margaret―. Todos nosotros somos tu familia. Y la familia se cuida.

Me estrujé los ojos, sentía mi mente agitada, saturada de información.

―Solo diga una palabra, y nosotros estaremos listos para sus órdenes―indicó Rosset―, mientras investigamos quién quiere seguir haciéndole daño.

―Esto lo hacemos por amor a tus padres―en la voz de Dolly no había rastro de la mujer que solía ser mi jefa―. Ellos nos dieron techo, y una nueva oportunidad para levantarnos. Ahora devolveremos un poco de lo que ellos nos dieron.

―¿Por eso obtuve el trabajo? ―le pregunté.

Ella asintió.

―Era más fácil para mantener a tu hermano y a ti vigilados.

―Ellos son Cam y Set―Margaret apuntó a los gemelos―, nunca dicen muchas cosas.

―¿Qué tienen que ver Zack y Lucy aquí? ―pregunté.

―Lucy ha tratado de cerca al juez, tiene información que nos sería útil―los ojos de Lucy estaban encendidos mientras miraba a Ryan hablar. Parecía un niño emocionado con un juguete nuevo―vamos a acabar con todo esto de una vez.

Un suave golpeteo en la puerta detuvo a Ryan, Margaret lo miró confundida, al parecer no esperaban a más nadie. Ryan abrió la puerta para dejarnos ver al elegante Bennett. Él se quitó su sombrero al entrar y se lo extendió a Ryan como si el fuera el mayordomo.

―Buenas tardes, lamento mi demora―habló con su cortesía habitual.

―Gracias por venir―le dijo Ryan―. Él es Bennett Muller, abogado, nos brindará accesoría con los asuntos legales.

―Este equipo está de maravillas―dijo Margaret entusiasmada, como si estuviéramos preparando un equipo de futbol.

―Nadie puede saber de las identidades de estas personas―Ryan me miró con seriedad.

Asentí, tragando el nudo que se formaba en mi garganta. Los siguientes diez minutos hablaban sobre lo que haría cada uno, estrategias y vigilancia. Yo estaba aún disolviendo ciertas informaciones que no encajaban; como Dolly siendo del clan, Rosset vivo, y toda estas personas dispuestos a sacrificarse por mi familia.

Miré a Bennett sentado con elegancia, me aclararon que él no era un Detroit, su único interés era conocer por experiencia propia como funcionaban los clanes. Él tampoco confiaba en Henderson.

Dolly se retiró porque debía estar con los demonios que ella llamaba hijos, junto a ellos se fueron los gemelos silenciosos. Después de jurarme lealtad otra vez, Rosset se fue también.

Por el momento no íbamos a mover ninguna ficha, estos días solo iban a vigilar y recopilar información. Cada uno tenía una función, al parecer Margaret era la que estaba al mando. Rosset se encargaría de ser mi guardaespaldas; Lucy intentaría mantener la comunicación con el juez, y como el padre de Zack era el gobernador, él iba a buscar toda la información posible sobre los movimientos de Henderson en el sistema judicial; los gemelos con su silencio eran útiles espías, mantendrían a Margaret alertada sobre los movimientos de los Romanov. Margaret por el momento, no le designó trabajo a Dolly. Ryan y la morena eran las piezas claves del juego, según Margaret, ellos asintieron y yo quedé sin entender. La morena no era de mi agrado.

Después que Lucy y Zack se despidieron, los demás centraron su atención en mí.

―Julieta, debes mantener una vida normal―Margaret estaba de pie, con la seriedad que utilizaba para las consultas―. Estudia, trabaja, haz lo que sea. Pero debes hacer que te conozca media ciudad.

―Sería más difícil para ellos hacerme daño...―Margaret asintió.

―Debemos limpiarte, volverte una ciudadana sin historial, así impedimos que el juez use la fuerza judicial a su favor.

―Aquí es mi turno―dijo Bennett―, puedo darte mi cobertura e impulsarte en la sociedad. Convertir a la inculta Jenkins en la señorita Jenkins. Pero cumplirás a cabalidad todo lo que te ordene.

Lo miré casi con odio, el hombre no hacía otra cosa de insultarme, tirarme por el suelo. Con lo poco que lo conocía, sabía que si aceptaba me lo restregaría todo en la cara. Miré a Ryan, parecía una estatua mirándome.

―¿Qué haremos con mi hermano? ―pregunté ignorando a Bennett. Él pareció ofendido, yo sonreí.

―Mercedes se ocupará de él―miré a Margaret con las cejas enarcadas―, es fisioterapeuta y muy buena con las armas.

―Yo tengo que estar cerca de mi hermano―protesté.

―Ahora no eres útil para JJ―dijo Ryan―, es arriesgado que estén juntos, tu seguirás conmigo.

Ryan me hizo un guiño, yo lo fulminé con la mirada, la morena se rió con picardía.

―Mercedes, cariño, tráeme una bolsa que está en mi escritorio―pidió Margaret.

―¿De donde es ella? ―pregunté.

―Es dominicana―contestó Ryan, que al parecer estaba ya muy informado.

―¿Y ella es confiable?

―Tú no eres confiable―Ryan se encogió de hombros.

―Detecto cierta tensión aquí―dijo Margaret con burla.

Mercedes llegó con una bolsa de tela satinada y se la entregó a Margaret.

―Estas son algunas cartas y recuerdos de tus padres. Mónica los guardaba y antes de ella ir a rescatarte, me las entregué.

―¿Por qué tu no estabas ese día? ―le dejé la mano extendida con la bolsa―, ¿Por qué el resto del maldito clan no apareció? ¿Por qué dejaron morir a sus jefes?

―Todo fue improvisto, tus padres actuaron por impulso, solo avisaron a poco de nosotros―la mirada de Margaret se volvió triste―, el código no me permitía ir con ellos, yo soy la sucesora. Todos los líderes no podíamos arriesgarnos a morir.

―Qué estúpido, él único código que sigo es proteger a los que amo―le dije con enojo―, yo no dejaría morir a mi hermano porque un maldito código lo dice.

Margaret bajó la cabeza.

―Lee las cartas y entenderás a tu madre. Tal vez la perdones por lo que te hizo pasar.

Tomé la bolsa de su mano y salí de la casa, después de unos segundos, Ryan salió y abrió la puerta del auto. Me desplomé en el asiento y abrí la bolsa. Estaba llena de papeles, fotos y un collar con un dije extraño.

Cuando mi papá murió ante mis ojos lloré, lo seguía haciendo cuando lo recordaba, pero nunca lloré por Mónica, nunca me atreví a llamarla mamá otra vez. La odié tanto tiempo que no me detuve a pensar en lo bueno que ella había hecho. Antes de que nuestra familia se desmoronara, éramos felices, ella era buena madre, JJ y yo la amábamos.

Recordar cómo ella murió por evitarle dolor a papá, recordar como mi papá lloró por su muerte y cómo él quería morir junto a ella... me rompía el corazón. Yo también tenía la sangre de Mónica en mis venas.

Miré a Ryan que estaba sentado detrás del volante sin decir o hacer nada.

―¿Dónde están enterrados? ―la pregunta era agria en mi boca. Había evitado preguntarlo, por miedo, porque en esta ocasión mis padres no iban a sorprenderme con su aparición. Ya estaban muertos.

Las lágrimas salieron a raudales, esta vez por Mónica. Me permití llorar su pérdida, sus sacrificios, su memoria. Lloré a mi mamá.

Ryan envolvió sus brazos en mi cintura y me atrajo hacia su pecho. Apreté la bolsa contra mí, enterré mi cara en el pecho de Ryan hasta que mi llanto cesó y él puso el auto en marcha.

Sam

Mi madre dijo que estaba loco. La alegría de Amy no cabía en su cuerpo.

Ambas creían que había dejado mi beca por Braden, aunque era así, papá y yo acordamos no mencionarles nuestros planes. Delante de ellas, papá actuaba como si estuviera molesto porque regresé.

Mi corazón quería salir de mi pecho con la simple idea de volver a ver a Braden, de abrazarla, de besarla... si era el camino a mi perdición, yo estaba dispuesto a cruzarlo.

Después de tomar una ducha y buscar una vestimenta más americana, agarré las llaves del auto de mi madre y salí a buscar a Zoe. Desde que me fui no sabía de ella, y me sentía mal por descuidarla tanto tiempo.

Aparqué frente a su casa, dudé un momento antes de salir y enfrentarme a ella. La casa nunca cambiaba, permanecía con los colores preferidos de Zoe. Su madre me recibió con cariño, ella nunca supo la verdadera historia de Chris, Zoe y yo, por eso no me odiaba.

Caminé hasta la habitación de Zoe, escuché la tele encendida en un programa de talento, pero Zoe se encontraba dormida en la cama. Parecía tan pacífica. Me acerqué a la cama y me tumbé junto a ella. Su respiración era armoniosa, el lado de su cicatriz quedaba oculto, dejándome ver su perfil limpio. Era hermosa. Pero ya mi corazón no se aceleraba al tenerla cerca.

Toqué su mejilla con suavidad, y luego coloqué un mechón de su cabello negro detrás de su oreja. Sus ojos lentamente se abrían, poco a poco reconociendo al que estaba junto a ella.

―Hasta en mis sueños hueles a vainilla―murmuró. Sonreí.

―No estás soñando, estoy aquí.

―Pensé que no te volvería a ver.

Suspiré―Serías feliz si desapareciera de tu vida.

―Yo nunca seré feliz, así que quédate todo lo que quieras.

Zoe se sentó en la cama y alisó su cabello. Me miraba con cierta sospecha.

―¿Qué te trae por aquí?

―Solo quería ver...

―¿Si no me he suicidado? ―preguntó con sorna.

―Deja de ser tan pesada.

―Tú deja de ser ridículo y llévame a cenar algo. Tengo hambre.

―No lo sé...―pasé una mano por mi cabello.

―No te estoy pidiendo matrimonio, es una simple cena.

Bajó de la cama y caminó hasta su armario, empezó a buscar ropa dando por hecho que iba a sacarla a cenar. Tarareaba una canción, parecía genuinamente feliz, y no me atrevía a quitarle ese pequeño momento de buen humor.

Salí de la habitación a esperar que se vistiera, su madre me atrapó en la sala, lo que era una tortura porque todo lo que sabía hablar era sobre mi hermano y lo mucho que lo extrañaba. Zoe se unió a nosotros.

―Lamento la tardanza, pero las feas necesitamos más tiempo al vestirnos.

―No eres fea―dijo su madre con reproche―, dile Sam.

―Ella sabe que es hermosa―contesté.

―Sí―Zoe me sonrió con malicia―Por eso aceptaste besarme, aunque tenías novia. Me pregunto si le habrás contado ese detalle.

Mis manos temblaron, mi corazón se hundió, por un momento quise irme y alejarme lo más posible de ella. Zoe hacía cualquier cosa para hacerme sentir miserable, pero lo merecía, era parte de mi castigo.

Me despedí de su madre, y ambos nos dirigimos al auto. Abrí su puerta y ella entró sin pensarlo dos veces. Sentado detrás del volante, pensaba en la manera correcta de ir a buscar a Braden. Aunque quería verla, no podía ser tan iluso y pensar que ella me recibiría con los brazos abiertos.

Llevé a Zoe a un lugar no muy conocido, por nada en el mundo podía darme el lujo de que un conocido de Braden me viera con ella y arruinara todo. El pequeño restaurante, tenía un menú limitado, poco personal, era perfecto para cenar e irnos sin ser visto.

―Esto es muy apropiado para esconderte conmigo―dijo Zoe mientras tomábamos una mesa―. Quiero pizza.

―Esa actitud hosca no te ayuda en nada―tomé el menú.

―No sabía que eras mi psicólogo, continúa, así tomo nota de tus consejos que tanto me importan―dijo y al final sonrió, con esa sonrisa suya tan socarrona.

Pedimos la pizza, luego platicamos sobre mis padres y Amy, contamos anécdotas de nuestra infancia sin tocar el tema de Chris. Por un momento Zoe bajó su armadura y me dejó ver la chica que me robó el corazón una vez.

―Vas a comerte...―mis palabras quedaron suspendidas cuando vi a quien menos me apetecía ver.

Ryan caminaba hacia nuestra mesa con pasos decididos, su mirada estaba clavada en mí, llena de odio. Por un momento pensé que iba a abalanzarse sobre mí y romperme la cara, pero se detuvo a cierta distancia. Con su mano derecha sujetaba la manita de un niño de pelo oscuro que parecía asustado.

―¿Se te perdió algo grandulón? ―le preguntó Zoe mientras le daba un mordisco a su pizza.

―Pero mira quién ha regresado―las palabras de Ryan fueron directas para mí―¿Cuando pensabas dar la noticia?

―No pensé que te interesaba―lo miré por encima de mis lentes.

―Me interesaba que te quedaras al otro lado del mundo.

Respiré hondo, la última vez que lo había visto, Ryan nos había ayudado para que Julieta se fuera conmigo. Ahora actuaba de una manera tan iracunda como la noche que nos conocimos.

―¿Cuál es tu problema? ―lo miré a los ojos, inyectados en ira.

―Mi problema es que estés aquí muy feliz con esta chica, mientras mí Braden te es fiel hasta con la mirada―resopló―. Mocoso infeliz.

Miré a Zoe que parecía muy entretenida, no le había sido infiel a Braden de ninguna manera. La amaba con mi corazón, con mi alma, con mi mente. Ella estaba presente donde quiera que fuera, era la dueña de mis pensamientos.

―De todas formas―carraspeé―, nosotros no somos nada.

Ryan se rió a carcajadas despertando el interés de los que estaban a nuestro alrededor.

―Podrás ser una brillante estrella académica, pero eres más idiota que cualquiera―soltó al niño y puso sus manos sobre la mesa. Me miraba con ferocidad, amenazante―. Te recomiendo, por tu bien, que no intentes acercarte a Braden.

―¿Es una amenaza? ―pregunté sin dejarme intimidar.

―Por supuesto que sí. Soy capaz de bajar el cielo si ella lo quiere, y también puedo hacer el camino al infierno para quien la haga llorar.

Volvió a tomar la mano del niño, y me fulminó con la mirada antes de salir del lugar. Mis manos se volvieron puños sobre la mesa por la ira contenida.

―¿Cómo hace esa chica tan fea para conseguirse a los hombres guapos? ―se burló Zoe―Tu nunca peleaste por mí...

―Cállate―solté con frialdad. Zoe me miró a los ojos y cerró la boca, centrando su atención a otro lugar lejos de mí.

Ahora necesitaba más que nunca encontrar a mi Braden, a mi vida.



***

Aquí estoy mis amores, después de haber desaparecido de aquí *o*

¿Qué les pareció? e.e

PD: Sé que a pocos (a nadie), le gusta el reparto, por eso les haré caso y lo cambiaré pero solo si es con su ayuda. Porque yo la verdad no imagino rostros cuando escribo. En el grupo en Facebook haré un post para que me ayuden a elegir, o pueden dejar sugerencias en los comentarios. Esta semana buscaremos a nuestra Julieta y a Sam ¿Cómo los imaginan?:3

Próximo capítulo: "Del odio al amor, solo hay una botella de ron" 



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