La locura de Julieta

By Lisa-Polanco

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"-No te preocupes Julieta, todo después de un tiempo deja de doler o simplemente deja de importar. -O termin... More

Sinopsis
Prólogo
Nota de la tía Lisa
Un corazón roto
1. Sálvame
2. Muriendo.
3. Rencor
4. Trato hecho
5. Jugando con fuego
6. Visitas inesperadas
7. El león y la oveja
8. Mente atormentada
9. Pequeña esperanza
10. Uniendo el rompecabezas
11. El héroe de Lucy
12. Sueña, Julieta
13. Devuelta a su amor
15. Reuniones y amenazas
16. Del odio al amor, hay una botella de ron
17. Vuelve a ser mía Julieta
18. El Duque
19. Demasiados secretos
20. ¿Dónde está Alex?
21. Desgracia en la casa Henderson
22. Pedazos de un Corazón
23. Quien traiciona a quien.
24. Verdades sabor a vino
25. La verdad sale a la luz
26. La trampa de Julieta
27. Dulce Refugio
28. Cuenta regresiva
29. Declaración de guerra
30. Fotografía
31. Olas, vino, besos
32. Cayendo por Ryan
33. El próximo
34. Perla Negra

14. Fiel al corazón

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By Lisa-Polanco

Sam

No nos tomó mucho tiempo recoger mis cosas, porque no había desecho todo el equipaje. Me cuidé de no ser visto por Valentina, no tenía deseos de dar explicaciones y con lo insistente que era no iba a darse por vencida. Cuando Arthur viera la habitación vacía, iba a estar feliz, al fin Valentina tendría su atención.

Mi padre se había encargado de que me suspendieran el semestre, podría regresar cuando quisiera. Lo que me dejó con dudas fue que el papeleo de suspensión ya estaba listo antes de mi padre haber hablado conmigo.

Sentados en el avión, él se arreglaba la chaqueta con normalidad, su cabello oscuro está bien peinado hacia atrás, no llevaba puesto sus lentes así que lucía más joven. Era un hombre apuesto, y de gran inteligencia. Yo no heredé su físico, eso lo hizo mi hermano.

Papá reposaba con tranquilidad en su asiento, solo a mí me estaban carcomiendo los nervios. Las ansias de ver a Braden y el temor de ya haberla perdido se mezclaban para así atormentar mi cabeza.

―Papá... ¿Cómo supiste que mamá era la indicada?

Él tomó un café que le brindaba la azafata, mientras yo lo rechazaba con amabilidad. Tomó su tiempo para mirarme, y luego de darle dos sorbos a su café, me contestó.

―El amor no lo es todo en la vida, a veces se busca la mejor opción, no la que mejor ame.

Frío y calculador, pero mamá y él siempre se habían amado.

―¿Cómo supiste que aceptaría regresar?

Papá miró por la ventana, y tomó de su café.

―Eres mi hijo, te he criado para que tomes decisiones inteligentes―mi miró―, aunque me has fallado dos veces, Samuel.

Sequé el sudor de mis manos en el pantalón, era incapaz de mirarlo a los ojos y chocar con la culpa. Amaba saber que mi padre no me odiaba por lo que pasó con Chris, pero la culpa me invadía y sentía que en cualquier momento él iba a despreciarme.

―Quiero que la busques de inmediato―siguió hablando―, y gánate su confianza, aunque eso no será difícil ella es muy sentimental.

―Braden es muy orgullosa papá, no la conoces...

―Pero ella fue quien te dejó a ti, hazla sentir culpable por eso y la tendrás en bandeja de oro―no me gustaba el tono autoritario que utilizaba―, y te sorprendería lo que la conozco.

Me removí incómodo en el asiento. ―Eso suena a que voy a fingir que la quiero devuelta, y no es así, en verdad la quiero.

―El amor te hace débil, te provoca miedos y no te deja ver lo que en verdad te conviene. El amor es una trampa.

Quería no pensar en sus palabras, no llegar a la conclusión de que él no amó a mamá. Él podría aparentar ser frío e insensible, pero por dentro era un buen hombre que cuidaba de su familia. Giré la cabeza para ver por la ventana, aun nos quedaban cinco horas de vuelo, cinco horas para mis pensamientos torturarme.

Julieta

―Julieta―Igor me llamaba desde la puerta del comedor―, tienes visitas.

Me pusde de pie de inmediato. Naya miraba mi desayuno con ansias, lo empujé hacia ella y salí de prisa.

Llevaba puesto unos pantalones de chándal color gris, una camiseta negra y unas zapatillas deportivas. Mi cabello cada vez estaba un poquito más largo, eso, o mis esperanzas me hacían alucinar. En los pasillos nadie me sonreía, a poco me miraban, cada quién estaba envuelto en su propio mundo. Igor me señaló la sala donde se hacía el círculo de la confesión, o la confianza.

Ryan estaba ahí de pie, con su cara de enfado, sus ojos se clavaron en mí e hizo una mueca en un intento de sonrisa. No pude asar por alto que su cabeza casi se veía rapada, su cabello castaño claro no se veía. No lo pensé, caminé hacia él y envolví mis brazos en su cintura.

―Vas a estrujar mi ropa―refunfuñó.

―¿Qué pasó con tu cabello?―no contestó―Dime que vienes a sacarme de aquí―casi rogué.

Él hizo silencio, lo solté para mirar su rostro.

―Solo vine a ver que estés bien―dijo como si ya que me había visto, iba a marcharse de inmediato.

―Bueno ya me viste―puse las manos en mi cintura―, estoy bien, esto está de lujo y estoy feliz sin saber qué pasó después que perdí el conocimiento en el maldito juicio.

―No hay nada que pueda hacer―movió su mano con resignación.

―¿Voy a podrirme en este lugar?

―Depende de cómo te comportes.

Dejé escapar todo el aire de mis pulmones.

―Al menos dime qué sucedió.

―Después que saliste gritando que el juez te tendió una trampa, te desmayaste. Obviamente fuiste descartada como testigo.

―¿Qué pasó con Perro? ―lo interrumpí.

―Fue extradictado, cumplirá condena en su país. Prohibieron que vuelvas a usar tu identidad como Braden Collins, y estarás en este lugar hasta que superes tus adicciones y controles tus acciones perjudiciales.

Pasé mis manos con desesperación por mi cabello, nada me salí bien, nada de lo que planeaba resultaba bien. Sentí angustia, pero no lloré, me prometí no hacerlo. Pero me faltaba algo más.

―Ryan, ¿Crees que mentí? ―lo miré a los ojos―¿Crees que utilicé narcóticos?

―Las pruebas hablan solas.

Fue como una daga incrustada en mi pecho.

―¿Y mi hermano? ―logré controlar mi voz, para que saliera firme.

―Está mejorando.

Asentí.

―Gracias―dije. Ryan entró sus manos a los bolsillos de su pantalón―, por todo.

Di media vuelta pero Ryan me sujetó del antebrazo y me haló hacia su pecho. Me quedé helada cuando bajó sus labios posandolo en mi oído.

―En dos minutos. Parte trasera.

Me soltó dejando mi cuerpo traidor con estraño frío. Ryan sale e Igor entra casi de inmediato.

―Debo ir al baño―le informé.

No le di tiempo a responder y tomé otro pasillo que conducía a las habitaciones, me detuve unos segundos y miré que no me seguía. Retrocedí y corrí hacia el jardín, los demás desayunaban así que no era difícil pasar desapercibida.

Bordeé el jardín frontal hasta llegar a la parte de atrás, había un pequeño estacionamiento medio abandonado. Miré alrededor, no había posibilidades de que tuvieran cámaras instaladas, ellos se concentraban en la parte frontal. A travesé el estacionamiento, vi a Ryan del otro lado, solo nos separaban las rejas del portón.

Ryan tenía un metal en su mano, lo introdujo en la cerradura y después de forcejaer un poco, logró abrirlo. Miré hacia atrás y no dudé en poner mis pies fuera. Caminamos hacia su auto.

―Date prisa.

Entrámos y Ryan se puso en marcha much antes de que cerrara la puerta, conducía como un demente.

―Te creo―dijo―, te creo.

Le pegué en el brazo con rabia.

―Me heriste.

―Habían cámaras, y ese grandulón te seguía muy de cerca―Ryan sonrió―, tengo una sorpresa para ti.

Odiaba las sorpresas y la incertidumbre pero no dije nada, por alguna razón el se veía demasiado feliz y no iba a rruinar su humor, tan pesado como era prefería sus risitas. El trayecto del camino tomaba unos veinte minutos para llegar a la ciudad, minutos que cubrimos con la música de One Reublic. Ryan tomó la calle del hospital y fue reduciendo la velocidad hasta aparcarse. Me alegraba que supiera que mi prioridad era mi hermano antes que cualquier otra cosa. Aún miraba lo diferente que se veía sin su cabello, lucía más intimidante y mayor.

―Deja de mirarme.

―En serio, pareces un matón a sueldo, ¿Por qué te rapaste?

―Recuerda que eres una fugitiva―me dijo ignorando mi comentario―, trata de no llamar la atención.

En vez de atravesar la entrada principal, nos dirigimos por detrás, la misma puerta que utilizamos cuando escapé para llevar a Sam al aeropuerto. Ryan subía casi corriendo y yo intentaba seguirle los pasos. Entramos al ascensor, pero no fuimos a la planta de cuidados intensivos, imaginé que era al consultorio de Margaret, y cuando fui a protestar las puertas se abrieron.

―No me digas que me sacaste para ver a Margaret.

―Rayos mujer, calla un segundo.

―Déjame en paz―refunfuñé.

Nos detuvimos en la quinta puerta que estaba en ese pasillo descoocido para mí. Ryan la abrió y me miró, luego apartó su cuerpo para que yo mirara hacia adentro.

―¡Dios mío! ―pegué un grito de sorpresa y fascinación.

Ryan se rió a carcajadas y me sujetó del brazo para cerrar la puerta. Las lágrimas caían solas por mis mejillas y yo no tenía intención de detenerlas. Mi hermano estaba recostado en la cama con los ojos abiertos.

―¿Te quedarás ahí de pie? ―Ryan me dio un pequeño empujón.

Camine con vacilación hacia él, aún sorprendida y maravillada. Mi hermano vivía y eso me bastaba para volver a sentir la alegría que creía perdida. Su rostro tenía algunas pequeñas cicatrices, pero era el mismo de siempre. Llevaba un brazo entablillado, una parte de la cabeza estaba vendada, pero la otra se veía rapada y e resto del cuerpo no podía verlo porque las sábanas lo cubrían.

Levanté mi mano queriendo tocarlo pero me daba miedo de hacerle daño, se veía tan frágil y pálido que dolía.

―Hola―dije sintiéndome estúpida por los nervios que sentía―, es bueno que estés de vuelta.

Me arrodillé frente a su cama y lloré con más fuerzas, mi corazón saltaba en mi pecho con alegría. Poco me importaba lo que sucediera con el juicio, mi hermano estaba de vuelta y era lo único que me importaba.

Dios había escuchado mis ruegos, quizás se cansó de ser molestado tantas veces. Fuera lo que fuera estaba agradecida.

―Ho...―humedeció sus labios―, hola.

Sonreí como tonta y miré a Ryan que miraba la escena con una sonrisa. Luego miré a mi hermano otra vez, no sabía qué decir, ni siquiera donde poner mis manos. Había esperado tanto ese momento que no quería arruinarlo.

JJ intentaba levantar el brazo que estaba bueno, acerqué más mi rostro y él me tocó la mejilla con sus dedos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas y palabras no expresadas.

―No―su voz era rasposa―llores.

―Es de felicidad―tomé su mano y la besé―. Te amo hermano, te amo con todo mi corazón. No vuelvas a dejarme, quédate conmigo.

―Siempre.

Puse su mano en mi mejilla y cerré los ojos, perdiéndome en su calor, en su cariño. Mi hermano estaba bien, ya yo volvía a respirar sin que me doliera tanto el pecho.

―¿Me perdí la fiesta?

Abrí los ojos para ver a Zack atravesar la puerta, llevaba un gorro rojo que cubría toda su cabeza. En sus manos llevaba una caja de regalo, pero su sonrisa desapareció cuando me vio.

―Braden...―su mirada se veía angustiada―, yo...

―No tienes que decir nada―lo tranquilicé―, entiendo.

Para mi desconcierto, el asintió y no mencionó nada sobre el asunto, ni siquiera preguntó sobre cómo me encontraba, pero entendía que yo no era lo importante en ese momento.

―Ryan...―dijo JJ―tiene cabeza de... huevo.

―Igual que la tuya―contestó Ryan riendo.

Entonces entendí, él se había rapado igual que mi hermano. En verdad lo quería.

―¿Por qué me miras así? ―me preguntó con el ceño fruncido―¿Ya se te ha freído el cerebro?

―Eres un sol―bajé la mirada un poco avergonzada por el sentimiento que contenían mis palabras. Ryan miró en otra dirección y no dijo nada.

―Esto es un regalo para JJ―Zack rasgó la caja y sacó una cerveza.

―No puede tomar―dije.

Zack se acercó al suero de JJ y lo analizaba con atención.

―¿Creen que podremos conectar la botella a su suero?

―Aléjate de JJ―le gruñó Ryan. Caminó hacia Zack y le arrancó el gorro―¡Lo sabía, no lo hiciste!

Zack se encogió de hombros y puso ojos de cachorrito.

―Lo intenté―Zack suspiró con pesar―, pero mi cabello es muy sexy para ser cortado. Es parte de mi encanto y sensualidad, las chicas aman tocar mi cabello.

Ryan sacudió la cabeza y dijo algo en otro idioma.

Miré a JJ morderse los labios, tratando de contener la risa.

―Me duele... hasta respirar fuerte―jadeó―, estoy descompuesto.

―Y nada sexy―agregó Zack. Lo miré con impaciencia―, aunque pensándolo bien, a las mujeres les parece caliente los hombres con alguna cicatriz.

―¿Puedes pensar en otra cosa que no sean las mujeres o tu sensualidad? ―pregunté.

―Lo siento―levantó sus manos como rindiéndose―, quéjate con mis padres por hacerme tan hermoso.

Ryan y yo suspiramos al unísono. Zack me tocó en el hombro y señaló la puerta, miré a mi hermano, no me quería separar de él ni un solo segundo, no ahora que estaba conmigo. Pero Zack seguía insistiendo. Besé la mano de mi hermano y salí detrás de él.

―Soy un idiota―dijo de inmediato.

―Nada que no sepa―sonreí.

―Hablo en serio, no debí dejarte, ni siquiera estuve contigo en el juicio. Eso me hace un terrible amigo, si quieres dejarme entenderé.

―No vas a librarte tan fácil de mí, Zackary. Me hirió tu actitud, pero yo no soy tu dueña, tú puedes amar y cuidar de quien quieras.

―Estás siendo comprensiva―puso su mano en mi frente―, ha de ser por el calentamiento global.

―Estúpido, solo soy conciente que he sido una mierda de amiga.

Zack me abrazó, enterré mi rostro en la base de su cuello y permanecimos así unos segundos mientras él susurraba que este era el momento marica de la semana.

―Lamento arruinar su momento―Ryan metió sus manos en medio de nosotros para separarnos―, pero debemos irnos.

Miré la puerta de mi hermano, aún no estaba lista. Bueno, nunca estaría lista para dejarlo.

―Solo un rato más.

―Ya notaron que no estás y vienen por ti.

―¿Cómo sabes? ―pregunté con curiosidad.

Se encogió de hombros―Contactos.

Entré a la habitación antes de que Ryan me detuviera y me despedí de mi hermano que se había quedado dormido, salí justo a tiempo que una enfermera llegaba. Ryan amenazó a Zack para que no inventara nada raro con JJ, pero ninguno confiábamos en el sentido de responsabilidad de él. Subimos al auto y dejamos detrás el hospital en unos segundos.

Cada uno en sus pensamientos, perdidos en diferentes mundos. Me sentía diferente, una carga se había quitado de mis hombros, la felicidad salía por mis poros y el hombre a mi lado no era la diferencia. Por momentos lo miraba, él sonreía y sacudía su cabeza como si estuviese recordando algo gracioso, tarareaba o daba pequeños golpecitos.

Ryan llegó a las afueras de la ciudad, pero no fue el camino al Centro que él tomó, se desvió por un camino que me parecía familiar.

―¿A dónde vamos? ―pregunté. No me contestó, le piqué en el hombro con mi dedo―¿Me estás secuestrando?

―Algo así.

Cuando los árboles empiezan a aparecer en mi vista, y el pequeño camino aparece, reconozco el lugar. Era la casa de Myladi, donde me había ocultado con Ryan hacía tiempo. Salté del auto en cuanto se paró, la brisa fresca golpeaba con suavidad mi rostro, poniendo a volar mi cabello. Seguí a Ryan a la casa, todo estaba impecable, un estante captó mi atención y enseguida empecé a ver las fotos que había en él. El pequeño Alex, Ryan, y Helena, mi hermana, siendo felices. Verlos a ellos inspiraba a soñar con tener esa clase de felicidad.

―Lindo, ¿No? ―dijo Ryan detrás de mí―Alex es idéntico a mí, y ella tuvo suerte de tenerme. Fue una esposa feliz.

Tomé una foto de Helena en mis manos, era muy linda, su perfil era más refinado que él mío, ella era elegante y sonreía con dulzura.

―Estar bueno no te hace buen esposo.

Al escuchar su risita malévola, me di cuenta de mi error, había aumentado un poco más su ego.

―Para su suerte yo tenía el combo completo―me dio un toque juguetón en el hombro―, vamos al río.

Caminamos juntos, hablando sobre JJ y lo que haríamos con él. Ryan sugirió que se quedara en mi casa, pero no había espacio para un miembro más, yo debía encontrar la forma de encontrar un lugar para ambos, sin tener que seguir molestando a Ryan.

―Cuando dijiste que era... un sol―Ryan carraspeó―¿Lo dijiste en serio o solo fue la emoción del momento?

―Claro que no, fui muy seria, eres mi sol―di un pequeño salto para evitar un charco de lodo―, me das quemazón, me irritas la piel...

―Y te caliento―Ryan se rió―, lo sé, eso ni lo digas.

Rodé los ojos. Era increíble su habilidad para sacar siempre el lado pervertido de las cosas. Lo imaginé tratando de conquistar a una chica sin sus trilladas frases pervertidas, pero no lo hacía, un Ryan romántico no se podía formar en mi cabeza.

―¿Siempre tratas de ligar con esas estupideces? ―me burlé―Es increíble que las chicas caigan ante ti.

Ryan frunce el ceño, parecía algo ofendido.

―No ligo con chicas, te pagaría si me dices cuándo me has visto con una.

Hice cálculos en mi mente, busqué imágenes comprometedoras, pero las únicas que llegaban eran de JJ o Zack, dos verdaderos cazadores.

―¿Ves? ―dijo, serio―No soy un mujeriego, no desde antes de Helena.

―Un mujeriego reformado―intenté silbar pero no se me dio, en su lugar terminé haciendo un ruido junto a una mueca muy extraña―No lo creo, no de ti.

―Demonios, sí―pateó una roca―Desde que murió mi esposa, solo he intentado ligar a una chica.

―¿Intentado?

―Sí―Ryan se detuvo, yo hice lo mismo, él me estaba mirando fijamente con sus ojos de felino―. Le robé un beso, después de eso nada, ella me rechaza y me niego a besar a una mujer que no ame. Soy un hombre fiel a mi corazón.

Me tomó solo dos segundos para conocer a la chica. Por alguna razón extraña, su confesión me hizo sentir ¿Felicidad?

Cuando llegamos al río, Ryan no dudó en empezar a quitarse la ropa. Me invitó a nadar, pero le dije que solo si él conservaba su ropa interior. No quería ser testigo de sus miserias. Aunque realmente, era contrario a la miseria. Me saqué el pantalón de chandal, las zapatillas y la camiseta, mi ropa interior era muy puritana esa vez.

Me lancé al agua antes de darle la oportunidad de mirarme, me quedé sumergida en el agua fría todo el tiempo que pude. Nadando contra la corriente, mis brazos se ejercitaban un poco y me quitaban la tensión.

Emergí y tomé aire para llenar mis pulmones, no veía a Ryan por ningún lado hasta que emergió detrás de mí.

―Nadas muy bien, bruja, ¿Cómo aprendiste?

―Mi papá me tiró a una piscina, o aprendía a nadar o moriría―limpié el agua de mis ojos―JJ me salvó. ¿Cómo lo hiciste tú?

―Mi papá pagó a un instructor―dijo como si eso fuera lo más común.

Ryan pasó un dedo por mi frente tratando de quitar las arrugas de mi ceño fruncido.

―¿En serio no te has... ? ―intentaba buscar las palabras para preguntarlo―Tú ya sabes.

―No sé.

―Sí que sabes―estreché los ojos.

―Sí, pero quiero que lo preguntes―sonrió con malicia.

Mi orgullo decía que me callara, pero mi curiosidad era muy fuerte.

―¿No has tenido sexo desde Helena?

―Y yo soy el pervertido, quién sabrá todas las ideas que se están cruzando por tu mentecita sobre mi vida sexual―se burló.―No todo en la vida es sexo, los hombres buscamos comprensión y cariño.

―Que te parta un rayo―refunfuñé.

―Serio, el gran Ryan aún está de luto―bajó un poco para quedar a mi nivel―, ya que estamos en ese terreno, ¿Tú desde cuándo?

Tragué saliva, eligiendo cuidadosamente mis palabras. Si me negaba a contestar, él pensaría que era una vergonzosa e iba a molestarme con eso siempre.

―Algunos, cinco meses.

Se quedó callado y sabía que estaba calculando, o quizás no le interesaba realmente. No hubo comentario de burlas y me sentí aliviada cuando decidió sumergirse en el agua. Nos quedamos ahí, sin hablar de nada, sin molestarnos, simplemente disfrutando de un pequeño momento de paz.

Una hora después, él decide que es hora de irse y llevarme al Centro. Se me pone la piel de gallina y me entró la tristeza, como me había escapado no sabía si me dejarían ver a mi hermano otra vez. Pero no me importaba, fue uno de los mejores días que había tenido en mucho tiempo y no lo cambiaría.

―Tengo un mal presentimiento―dijo Ryan, se aproximaba al Centro―algo viene, y no me gusta nada.

―No me arruines el día perfecto, con tus malas vibras.

Ryan se detuvo en el Centro, había un auto de la policía, miré a Ryan con nerviosismo. Él salió de primero, yo le seguí con pasos vacilantes. El policía, la mujer de la confianza e Igor nos estaban esperando en la entrada.

―Ryan Wesley―dijo el policía―, desobedeció la orden del juez.

―Que se pudra―solté, Ryan me miró de reojo.

―Julieta Jenkins también. Espero que no haya próxima vez, de lo contrario pagarán sanciones.

Abracé a Ryan y le susurré un gracias, antes de dirigirme al Centro. El policía me detuvo.

―Usted puede ir a su casa―Ryan y yo lo miramos sin entender―, el juez Henderson ha revocado su decisión de mantenerla aquí. Es usted libre.

Yo sonreí más, si es que era posible. Pero Ryan a mi lado fruncía el ceño. Nos miramos y nuestros ojos dijeron todo. Gerald Henderson tramaba algo.


---*---

Adivinen quién estará libre de la universidad y el trabajo, y quién actualizará muy seguido...

Sí, la tía Lisa *o*

Mis personitas adoradas, amo sus comentarios y correcciones, gracias por ayudarme a crecer en esto. Gracias a los que cada día se van sumando a mis redes sociales, los que aún faltan, ¿Qué esperan? Búsquenme en instagram y Facebook como Lisa Polanco, para que se mantengan informados de las actualizaciones. 

Un beso enorme, los ama tía Lisa. 

PD: La segunda sorpresa viene pronto. 



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