La locura de Julieta

By Lisa-Polanco

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"-No te preocupes Julieta, todo después de un tiempo deja de doler o simplemente deja de importar. -O termin... More

Sinopsis
Prólogo
Nota de la tía Lisa
Un corazón roto
1. Sálvame
2. Muriendo.
3. Rencor
4. Trato hecho
5. Jugando con fuego
6. Visitas inesperadas
7. El león y la oveja
8. Mente atormentada
9. Pequeña esperanza
10. Uniendo el rompecabezas
11. El héroe de Lucy
13. Devuelta a su amor
14. Fiel al corazón
15. Reuniones y amenazas
16. Del odio al amor, hay una botella de ron
17. Vuelve a ser mía Julieta
18. El Duque
19. Demasiados secretos
20. ¿Dónde está Alex?
21. Desgracia en la casa Henderson
22. Pedazos de un Corazón
23. Quien traiciona a quien.
24. Verdades sabor a vino
25. La verdad sale a la luz
26. La trampa de Julieta
27. Dulce Refugio
28. Cuenta regresiva
29. Declaración de guerra
30. Fotografía
31. Olas, vino, besos
32. Cayendo por Ryan
33. El próximo
34. Perla Negra

12. Sueña, Julieta

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By Lisa-Polanco

Me miré al espejo por tercera vez y aun seguía sin gustarme lo que se reflejaba en él. Esa no parecía ser yo. Llevaba puesto un conjunto de falda azul oscuro que Dolly me había enviado, también me obligó a llevar el cabello lacio y bien peinado hacia atrás. Nada de maquillaje llamativo, de todas maneras parecía un siglo desde la última vez que me maquillé. Mis pies iban calzados con unos zapatos cerrados blancos, me daban la impresión de ser una secretaria.

Ryan entró a mi habitación. El llevaba puesta una camisa blanca y un pantalón negro, su cabello bien peinado, él parecía un empresario y yo su secretaria. Me extendió una corbata.

―Hace tiempo que no lo hago―me dijo.

Tomé la corbata y la llevé a su cuello. Mientras trataba de recordar como hacer un nudo, no pude evitar llenar mis pulmones con el olor de su colonia, era fuerte al igual que su personalidad. Miré por unos segundos su rostro, él miraba hacia el techo, vi una pequeña cicatriz ya blanca en su mentón.

―No está perfecto, pero algo es algo―dije cuando terminé.

Él se miró en el espejo. ―Está bien.

Me giré hacia el espejo y volví a mirarme, no me sentía cómoda. Detrás de mi estaba Ryan, con la mirada en la parte baja de mi espalda.

―¿Me estás mirando el trasero? ―levanté las cejas.

Él levantó la vista y nuestros ojos se encontraron en el espejo.

―Sí―dijo de inmediato―, me gusta como te ves en falda.

Mi estómago me dio un tirón, obviamente resultado de los nervios por el juicio. Escuchamos toques en la puerta y aproveché para salir de la habitación. Abrí la puerta sin preguntar y me encontré con una Milady que no se veía muy contenta.

―Buenos días―me dijo. Me quité de en medio para que pasara. ―¿Alex aún duerme?

―Sí―contesté.

Ryan me había comentado que su suegra no estaba muy agusto con la decisión de traerme a vivir con él. Ryan salió de la habitación y en su rostro apareció una enorme sonrisa.

―¡Pero qué guapo estás! ―exclamo Milady.

―Ya lo sé―Ryan le guiñó―, nosotros ya nos vamos.

Milady suspiró, él se acercó a ella y le dio un beso en la frente. Ryan tomó mi bolso del sofá y lo puso en mi mano.

―Que Dios te bendiga niña, y que todo salga bien―dijo Milady.

―Gracias―le contesté antes de salir.

El auto de Bennett, que ya conocía bien, estaba estacionado frente a la casa. Agarré el brazo de Ryan y miré su reloj, eran las ocho en punto, justo la hora acordada. Su chofer nos abrió la puerta, entré al auto y Ryan después de mí.

―Hola Bennett―el hombre ni siquiera me miró―, tu puntualidad me da escalofríos. Me da la impresión que no tienes nada interesante por hacer en tu casa.

―Aunque la mona se vista de seda, mona se queda―dijo ajustando su corbata, que ya estaba perfecta.

―¿Me estás llamado mona?

―Señor Wesley, me alegraría escuchar que repasó la declaración de la señorita que no mantiene la boca cerrada.

―No fue necesario―le contestó Ryan―, ella sabe lo que debe hacer.

―Es usted muy confiado―dijo con su voz fría y aburrida―, es una lástima, usted me daba la impresión de ser un hombre que no se dejaba llevar por el afecto de las mujeres.

Ryan carraspeó incómodo.

―¿Eres casado Bennett? ―pregunté.

―¿Tiene algo que ver con el juicio? ―preguntó con fingida curiosidad.

Ryan tomó mi mano y la apretó con suavidad, no era una caricia, era una señal para que me callara.

Al auto detenerse mis nervios empezaban a hacer de las suyas. Me bajé con impaciencia y mis ojos empiezan a divagar por todo el lugar. El palacio de justicia era uno de los lugares más aterradores que existían. Las personas con trajes oscuros entraban y salían deprisa, algunas caras enfurecidas, otras aterrorizadas, lo que me hacía preguntarme cómo saldría yo de esto.

―Avancemos―dijo Bennett.

Caminamos al palacio detrás de Bennett, algunas personas lo llamaban o saludaban, a lo que él solo contestaba con un pequeño asentimiento de cabeza. Entramos a la sala del tribunal que nos correspondía pero en vez de ir a la mesa donde se sentaban los acusados, según la serie Bones, nos sentamos en los asientos de la primera fila del público.

En la sala solo nos encontrábamos nosotros, y dos personas más que parecían guardias de seguridad. Ryan se sentó a mi derecha y Bennett a mi izquierda, ambos con el rostro como si estuviéramos en un funeral. La mía no era la excepción.

―Jenkins, recuerde que usted no está en juicio aquí, solo es una testigo―desvié la mirada de los ojos severos de Bennett mientras él hablaba―. Su declaración es la más importante aquí, así que no lo arruine.

―Gracias, eso no me presiona para nada―dije con sarcasmo―, de todas formas, si no soy acusada no necesito defensa, ¿Por qué Ryan lo contactó?

―Necesitabas organizar los sucesos, o tu declaración sería nula―contestó Ryan.

―Ya verás si no me necesitas más cuando pase la primera sesión―Bennett se enderezó en su asiento.

Escuchaba el reloj haciendo tic tac mientras las palabras y reproches de Bennett se desvanecían en el aire. La sala empezaba a llenarse, más guardias, el jurado ocupaba su asiento, y personas conocidas también nos acompañaban. Dolly, Lola, y Thomas se sentaron en la fila detrás de nosotros, me quedé mirando hacia la puerta con la esperanza de ver a Zack entrar.

Entonces me congelé.

Un guardia traía a Perro esposado. No podía dejar de mirarlo, sus ojos se encontraron con los míos y él sonrió. Algo subía de mi estómago y sentí deseos de vomitar. Mis manos empezaron a temblar mientras todos los recuerdos pasaban como un video en mi cabeza. Todo mi cuerpo temblaba.

―Respira, cálmate―susurró Ryan―, tú estarás bien.

Quería contestarle, pero uno de los guardias nos ordenó ponernos en pie. Mi cuerpo trabajaba de forma mecánica, se movía pero yo no estaba totalmente conciente de lo que hacía. Mis ojos lagrimosos iban a Perro, solo podía cruzar por mi mente muchas maneras de cómo matarlo. Podía enterrarle mi tacón en la cara, pero aún así no se compararía con todo lo que nos hizo pasar.

Al estrado pasó Henderson, con su inmaculada vestidura de juez, él no ayudaba a mejorar mi situación.

―El honorable juez Gerald Henderson preside el caso Detroit-Romanov, hoy en fecha del 22 de Julio del año 2015―anunciaba el guardia―. El Sr. Ethan Graham actuará en defensa del acusado Anton Björn, la Sra. Lena Jenssen actuará en representación de la fiscalía.

El guardia asiente, y se va a otro lugar. Henderson mandó a sentar a la sala, lucía más terrorífico en el estrado.

―Este juicio entra en función por las acusaciones al Sr. Anton Björn, como cómplice de las torturas infringidas a la Srta. Julieta y el Sr. William Jenkins, y el asesinato de George y Mónica Jenkins. Pedimos a la fiscalía que proceda con la declaración de apertura.

Lena Jenssen, una señora de no más de cuarenta años, se puso de pie y se colocó en centro donde inició su discurso sobre la vida de los Jenkins. Por supuesto, nadie conocía ni la mitad de lo que fue nuestra vida realmente.

Cuando llegó a la parte de ese día, mis pelos se crisparon. Ryan buscaba mi mano con la suya, y me dio un suave apretón, Bennett por otro lado estaba calmado como si estuviera viendo un simple juego de ajedrez.

A la declaración de la fiscalía, le siguió el abogado de perro. Afirmaba que Perro solo fue chantajeado por los Romanov para llevar a cabo la tortura, que solo fue un extranjero extorsionado por unos mafiosos. El abogado, hizo un drama donde suplicó clemencia por ese "pobre" hombre. Su dijo cómo Perro fue un gran soldado en su país, el maltrato que recibió al llegar a América y cómo el clan Romanov le ofreció bienestar cuando no tenía nada.

Me agarraba de la silla para calmar el impulso de ponerme de pie y gritarle la verdad. De repente, la defensa pidió que Ryan subiera a declarar. Miré a Bennett con curiosidad.

―Solo dirá lo que vio―me contestó.

Hicieron el juramento con Biblia y todas esas cosas. Ryan estaba sentado sin ningún tipo de expresión, su rostro era una piedra, pero era en sus ojos donde se veía lo que él sentía en realidad. Preocupación.

―¿Cómo conoció a la familia Jenkins? ―preguntó la defensa.

―¡Objeción!―gritó la fiscal―. Se está saliendo del contexto.

―A lugar―dijo el juez―Graham, vaya al punto.

―¿Usted fue un testigo ocular?

―Sí―contestó Ryan.

―¿Vio a mi cliente en el escenario aquel día?―la defensa señalaba hacia Perro.

―¿En cuál escenario? ―preguntó Ryan mirando fijamente a la defensa―¿En el que torturó a Julieta o en el que mató a su padre?

― Absténgase a contestar lo que se pregunta―interrumpió el juez.

―¿Qué buscaba en medio de esa situación?

―Rescatar a Julieta de la tortura a la que su cliente la estaba sometiendo.

Un murmullo se levantó en la sala, el juez golpeó su martillo haciendo que todos guardaran silencio otra vez.

―El chico es un genio―dijo Bennett. No sonreía pero se veía menos distante.

―¿En qué posición se encontraba mi cliente la primera vez que lo vio?

―Golpeaba a William hasta provocar que cayera del edificio.

―¿Lo atacó William con anterioridad?

―Sí, en defensa propia.

―¿Tenía usted deseos vengativos contra mi cliente? ¿Pensó usted que mi cliente también participó de la muerte de su esposa dos años atrás? ―la defensa sonrió―Debo recordar que Helena murió a mano de los Romanov ¿Cierto?

Entonces Ryan dejó caer su máscara, su rostro ahora estaba pálido y asustadizo. Sus ojos se cristalizaron y parecía a apunto de romperse.

―¡Objeción!―dijo la fiscal―Otra vez, el colega sale de contexto.

―A lugar―contestó el juez.

Miré a Bennett―¿Por qué el abogado hace esas preguntas si sabe que está mal?

―Su intención no es que Ryan responda―señaló con la cabeza al jurado―, es sembrar la duda en ellos, así el testimonio de Ryan pierde valor.

―Malditos.

―La defensa ha culminado, su señoría.

Ryan bajó del estrado, se sentó a mi lado con las manos vueltas puños.

―¿Estás bien? ―pregunté. Él solo asintió.

―En este momento haremos un receso―anunció el juez―. Se levanta la sesión.

Al toque del artillo, todos en la sala se pusieron de pie y empezaron a dispersarse. El murmullo era ensordecedor, a tiempo me di cuenta que la mitad de los que estaban dentro iban detrás de mí con preguntas y preguntas.

Ryan puso sus manos en mis hombros y me dirigió fuera de la sala junto a Bennett. Un hombre de apariencia formal, igual a Bennett, nos indicó que le siguieran. Nos llevó a una oficina en el segundo nivel.

―Aquí podrán estar tranquilos―dijo―. Es bueno verle Muller.

Bennett asintió hacia el hombre, y este salió de la oficina. Las palabras del juicio estaban grabadas en mi cabeza, Perro merecía mínimo cadena perpetua y si había vida después de la muerte iba a podrirse en el infierno.

―Hijo de puta―apreté los dientes―, mal nacido, cobarde, infeliz, asesino de mierda...

Bennett ni siquiera se inmutó por mis palabras, me miró por unos segundos como si entendiera mi necesidad de desahogarme.

―¿Cree que él saldrá libre? ―pregunté.

Bennett negó con la cabeza. ―Hasta un ignorante se daría cuenta que la libertad de ese hombre llegó a su fin, con la declaración que darás le van a poner punto final. Tú eres la pieza más importante aquí.

Ryan estaba de pie sin hablar, sin moverse, su respiración era pesada. Me acerqué a él y puse mis manos en su rostro.

―Mírame. Eres quien dice siempre que lo peor ya pasó, tienes que creértelo. Ya ella se fue y nada de lo que hagas la traerá de vuelta, no dejes que eso te siga controlando.

Ryan llevó sus manos a la mía y las retiró. Me miró con indiferencia, como si le hubiera dicho que debía lanzarse de un puente. Dio un paso hacia atrás, alejándose de mí.

―Ambos tienen un problema―Bennett nos miró―. Son valientes para enfrentar lo que venga en el futuro, pero muy cobardes para enterrar el pasado.

―El que olvida su pasado, comete los mismos errores―contesté desafiante.

―No hay peor ciego que el que no quiere ver―me contestó.

―Necesito ir al baño.

Abrí la puerta y antes de salir miré a Ryan, por el momento lo había perdido. En el pasillo había un seguridad, cuando crucé por su lado él me siguió.

―¿Qué mierda quiere? ―lo miré por encima de mi hombro.

―Me designó la fiscalía para protegerla como testigo.

―¿Dónde está el baño?

Señaló el final del pasillo, caminé con el seguridad pisándome los talones. Para mi fortuna, estaba vacío. Sólo quería un momento a solas, respirar con calma aunque solo fueran varios segundos. Abrí el grifo y lavé mi cara, cerré los ojos pero eso no impidió que las lágrimas se mezclaran con el agua que goteaba por mi rostro.

Al parecer, lo único que me salía a la perfección era llorar.

Sentí un movimiento detrás de mí y abrí los ojos. No me dio tiempo a gritar, ni hacer otra cosa, me cubrieron la cara con una bolsa de tela negra. Intenté gritar, pero taparon mi boca con una mano grande, era un hombre.

Pensé que querían matarme, pero no me estaban cortando la respiración. Cuando mis pulmones reclamaron aire, inhalé contra mi voluntad, entonces mi nariz picaba por el olor extraño que tenía la bolsa. Mis ojos lagrimeaban por el ardor y poco a poco sentía que tenía menos fuerzas. Se sentía como si dos martillos estuvieran golpeándome en la cabeza, las náuseas invadieron mi estómago y ya empezaba a perderme a mí misma.

―Niña estúpida, por qué te interpusiste en mi camino.

Reconocía esa voz, pero mi cerebro no identificaba a su dueño.

Finalmente fui liberada de la bolsa. Con pasos torpes, logré sujetarme del lavamanos para no caer, mis piernas temblaban. Trataba de abrir los ojos pero me ardían mucho.

El hombre se acercó a mí, vi sus manos pero llevaba guantes negros. Introdujo algo pequeño en el bolsillo de mi chaqueta.

―Por cierto, Samuel te envía saludos―dijo antes de salir.

Tosí para aclarar mi garganta y a tientas me guié de la pared hasta llegar a la puerta. No veía con claridad, todo era borroso y las cosas se movían demasiado rápido.

―Señorita, ¿Qué le pasó? ―sentí que me sujetaron.

―Suélteme―empujé mi brazo para liberarme de su agarre―¡Ryan! ¡Bennett!

Mí alrededor seguía dando vueltas. Entre la confusión y la desesperación, había una sola cosa que tenía clara. Gerald Henderson tenía que estar detrás de esto. Era su voz. Él mencionó a Sam.

Logré caminar a mediado de pasillo, mientras susurraba cosas incoherentes. En mi vista nublada reconocí a Ryan.

―Te estamos esperando, ya continuará el juicio―dijo.

―No... estoy... ―hice una pausa―bien.

―¿Julieta? ―preguntó algo asustado―¿Qué rayos te pasa?

―El juez―traté de sostener mi cabeza con las manos―, me hizo algo.

―¿Qué dice?―ese era Bennett―Está pálida. Wesley sostenla.

Entonces lo que sucedió después fue todo confuso.

--*--

Abrí los ojos lentamente, tratando de acostumbrarlo a la luz. Estaba acostada sobre una superficie no muy cómoda, traté de levantar la cabeza pero se sentía pesada, como si estuviera pegada con concreto. Estaba aturdida.

―No podrás levantarte, aún tu sangre no está limpia―dijo una voz femenina que me resultaba desconocida.

Sentía frío y el miedo poco a poco se iba infiltrando en mí. Dónde se suponía que estabas y qué había pasado con el juicio.

―¿Dónde estoy? ―observé mí alrededor. Parecía una habitación pero había instrumentos como en un hospital. Miré mi brazo izquierdo conectado a un suero, y luego, a la otra persona que estaba conmigo en la habitación.

―Estás en un lugar donde vas a recibir la ayuda que necesitas Julieta―dijo ella. Era una mujer de baja estatura y piel morena, su voz era muy grave. ―Tranquila.

―¿Qué ayuda? ―Pregunté aturdida―. Tengo que ir al juicio, tengo que decir todo lo que Perro hizo.

―El juicio acabó―dijo. Ella parecía amable―. Por el veredicto que emitieron, estás aquí.

―¿Qué pasó? ―pregunté sintiendo miedo de la respuesta.

―Después de estar bajo efectos de los narcóticos, acusabas al juez de haberte agredido.

―No consumí nada...

―Los encontraron en tu bolsillo―miró al suero―. Fue la mejor decisión que tomaron. El juez te quiso ayudar, no tomó en cuenta las acusaciones. Te quedarás con nosotros hasta que tu salud mental esté estable.

―No―protesté―, estoy bien. Él miente.

Llevé mi mano a mi muñeca para despegar e suero, necesitaba irme de ese lugar. Nadie iba a hacer que estuviera lejos de JJ.

―Cálmate.

―¡Demonios, no!

La escuché gritar un nombre mientras se abalanzaba sobre mí y me presionaba con sus brazos regordetes. Un hombre alto entró a la habitación y antes de que pudiera hacer cualquier otro movimiento sentí un leve pinchón en mi brazo.

―Despertarás pronto―dijo ella―, necesitas dormir.

Fui cerrando los ojos, mientras caía en un profundo y aterrador sueño.





Hola mis amores! *o*

Perdonen la tardanza, pero ya al fin salgo de la uni y el trabajo. Por ahí les tengo dos sorpresa para recompensar el tiempo que duré sin actualizar. Los ama tía Lisa, besos.


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