Un Juego de amigos.

Autorstwa Kamtwz

1.4M 18.1K 664

Deseando nunca haber permitido su separación, Vanesa estaba arrepentida por haber dejado que Tom se marchase... Więcej

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23

Capítulo 8

19.5K 789 22
Autorstwa Kamtwz

8.

La cena de noche buena había sido más acogedora de lo que hubiese imaginado. Mis padres y tíos se habían llevado de maravilla con los padres de Tom, y aunque los míos ya conocían bien a Simone y Gordon nunca habían compartido como esa noche lo hicieron. Bill también estuvo extrañamente integrado en todo, y sentí que sin dudas había sido una de las mejores cenas que había tenido en la vida.

Como más tarde todos debían volver a sus casas, nos reunimos alrededor del árbol de navidad apenas habían dado las doce. Repartieron regalos que parecían no acabar nunca. Bill incluso se había emocionado al ver la polera que yo le había comprado,y me había abrazado hasta que Tom se había interpuesto entre nosotros para poder agradecerme él por la gorra.

Mis padres me habían comprado como siempre unas cuantas prendas de ropa nueva y Gisela un enorme set de maquillaje que sabía nunca podría terminar. Bill, sin conocer demasiado sobre mis gustos había acertado con unos aros de plata pequeños que estrené enseguida. Tom, extrañamente había movido hasta el final el regalo que me había hecho. Yo no le pregunté nada hasta que todos se hubieron levantado. Mi prima había congeniado con Bill y desaparecido con él un rato después de salir a la calle.

—¿Por qué me lo entregas así? —Tom se encogió de hombros y esperó pacientemente a que yo desenvolviera el paquete.

Era un pequeño cofre de madera oscura con la primera letra de nuestros nombres talladas en la parte delantera. Era precioso. Yo lo miré en silencio mientras sentía una pequeña molestia en mi estómago.

—Ábrelo—. Miré a Tom de reojo e hice lo que él me dijo. En el interior había un pequeño llavero plateado con únicamente la inicial de él. Antes de tomarlo el sonido de unas llaves sacudiéndose me hicieron levantar la vista. Él tenía ahí el llavero que yo le había regalado una vez, solo que esta vez solo tenía ahí la inicial de mi nombre y me estaba dando a mí la suya.

—Tom... —Una ola de culpabilidad y remordimiento me ahogó. Me odié a mi misma por cuán egoísta pude haber llegado a ser cuando Tom solo había hecho lo que debía.

Él no parecía molesto, no sentía rencor, no me odiaba, no le desagradaba mi presencia cuando yo lo había dejado irse haciéndole pensar que lo despreciaba.

—Feliz navidad—. La sonrisa de él se borró cuando mis ojos no pudieron contener más las lágrimas—. Oye.

—Estoy bien —murmuré en tono bajo, y me sequé la cara con la manga después de dejar el cofre con mucha calma a un lado de mi cuerpo.

Tom se arrodilló frente a mí y con sus manos en mis mejillas me obligó a mirarlo. Temblé levemente, carraspeando para poder eliminar el molesto nudo que estaba formado en mi garganta.

—No te sientas mal, no quería que te pusieras así —me consoló.

Agradecí que todos estuviesen en la cocina o afuera para no ver mi espectáculo, pero el silencio que había en el entorno era desagradable.

—Estoy bien, Tom—. Pero él pudo darse cuenta que estaba mintiendo, y que cada vez me sentía más culpable por lo que había sucedido entre nosotros.

Estaba tan confundida. Después de haberle echado toda la culpa a él era yo quien quería pedirle perdón.

—No siento rencor, ¿por qué crees que estoy aquí? —Me encogí de hombros y alcé la mirada para verlo. Sentí mis labios temblar y él suspiró sin saber cómo tranquilizarme—. Regresé por ti, Vanesa, no para hacer que te sientas mal.

—No lo puedo evitar —murmuré con apenas fuerzas para hablar. Mi voz sonó débil y lastimosa—. Lo siento.

—¿Qué puedo hacer ahora para que te sientas mejor? ¿Quieres que me vaya? ¿Quieres regresarme el regalo? —Sacudí mi cabeza de un lado a otro y lo jalé un poco más cerca de mí. Tom pareció confundido.

—No, nada de eso.

—¿Entonces?

—Solo quédate conmigo, nada más.

Cuando Simone salió de la cocina pareció no notarnos y fue directamente hacia la parte del comedor en dónde papá y Gordon estaban. Yo intenté contener mis sollozos para no llamar la atención, pero solo conseguí hacer que se hicieran más intensos. Tom no supo qué hacer aparte de tomar mi mano y jalarme para hacer que me levantara. Tomé el cofre antes de seguirlo con la cabeza baja hasta las escaleras.

No supe explicarme ni a mí misma cómo estaba sintiéndome. No estaba triste, estaba contenta porque él estuviese conmigo después de todo, pero la culpa me comía, me hacía pensar en que tal vez yo no merecía a alguien como Tom porque sabía que ante cualquier otro inconveniente yo podría quizás volver a actuar como ya lo había hecho una vez. Siguiendo los impulsos que me provocaba la rabia y la desesperación.

Él no podría volver a perdonarme y eso me mataba, eso me hacía querer atarlo a mi lado egoístamente para prevenir cualquier cosa. Lo malo era que yo sabía que Tom me lo permitiría y eso me hacía cada vez menos digna de él.

—Pequeña—. Bajé la mirada cuando me obligó a sentarme sobre mi cama. No supe qué decirle, y me reí sin ganas mientras volvía a pasar mis manos por mi cara para eliminar lágrimas secas.

—Ya, no es necesario que te quedes conmigo.

—Sabes que no voy a dejarte sola aquí.

—Tom.

—Quiero estar contigo, ¿entiendes? —Lo miré hacia arriba y dejé a un lado de mi cuerpo el regalo que me había dado. Intenté sonreírle, pero supuse que él no iba a creerme de todas maneras. Tom parecía no sentir gracia y miré atenta y asustada a la vez como él se daba la vuelta y avanzaba hasta la puerta.

Imaginé que iba a marcharse para abandonarme ahí, hasta que cerró con seguro y luego regresó a mi lado.

—¿Por qué? —Pregunté sintiendo como mi pecho se oprimía, y lo dejé moverse sobre mí mientras me empujaba hacia atrás sobre la cama.

—Si te lo digo, ¿volverás a sentirte culpable? —Me mordí los labios y esquivé su mirada muy cerca de la mía. Quise ignorar el calor de su cuerpo sobre el mío pero no pude. Era todo lo que siempre quería, todo lo que necesitaba para volver a perderme, y me gustaba hacerlo cuando era por él. Tom era el único que conseguía encontrarme—. Vanesa.

—Dímelo, Tom, por favor—. Él se inclinó un poco más y su aliento rozó mis labios antes de tocarme con los suyos.

—Prométeme que no volverás a ponerte así, nunca más—. Me reí de su insistencia y dejé que me diera un corto y pequeño beso. Después de mucho rato volvió a sonreír.

—Lo prometo, nunca más, por la garrita. —Tom frunció el ceño y yo moví mi mano por entre nuestros cuerpos para enseñarle el meñique de mi mano derecha. Él se rió.

—Por la garrita entonces—. Enredó su dedo con el mío e hizo a un lado nuestras manos para besarme bien. Yo cerré los ojos y relajé mi cuerpo, dejando que el suyo terminase por caer completamente sobre mí.

Se oyeron unas fuertes risas desde el primer piso que ambos ignoramos, y luego las voces alegres de Bill y Gisela demasiado cerca de la habitación.

—Tom... —susurré contra sus labios entreabiertos y rodeé su espalda con mis brazos.

—Te quiero, Vanesa, te quiero tanto.

Todo dentro de mi cuerpo se removió con fuerzas, e hice nuestro abrazo más apretado intentando sentirlo más cerca.

Quise volver a llorar, pero me contuve de hacerlo y en mi lengua se atoró el te amo que llevaba conteniendo desde hacía más de dos años.

—Yo también te quiero, más que a nada

Su rostro se escondió en el espacio que había entre mi hombro y mi cabeza, se quedó quieto y dejó caer sobre mi piel su respiración pesada.

No me atreví a moverlo, tampoco a hablarle, y permití que me hiciese compañía durante varios minutos, la única compañía que siempre necesitaba.

Mi mano se movió de arriba abajo sobre su espalda tensa, y no quise prestarle atención a los repentinos movimientos de sus hombros. Simplemente cerré los ojos y esperé a que él quisiese dejarme para volver a bajar, porque aunque deseara mantenerme así a su lado, había personas abajo que estarían esperándonos.

***

—Gisela hará una fiesta en su casa este fin de semana —murmuré bajando la mirada.

Tom estaba tendido a mi lado, vestido simplemente con unos bóxers negros y cubriéndose las piernas con las sábanas desordenadas.

—¿Y? —Me preguntó entonces, fingiendo indiferencia.

Yo lo miré con el ceño levemente fruncido, pero él tenía los ojos fuertemente cerrados y por como alzaba el pecho, supuse que estaba conteniendo la respiración.

—¿Oye, Tom? —Insistí.

—¿Qué?

—¿No es un poco obvio que intento pedirte que vayas conmigo? —Entonces soltó un largo suspiro liberando todo el aire contenido dentro y dándose media vuelta sobre la cama, enseñándome el redondo y firme trasero que tanto me gustaba, pero que siempre me acobardaba de tocar.

Él parecía hacerlo a propósito, como si supiera cuánto me gustaba, como si supiera cuánto amaba todo su cuerpo suave y atractivo.

Estaba burlándose de mí, tentándome con su cuerpo sabiendo bien que yo no me atrevería a ir por él y tocarlo. Era demasiado vergonzosa para eso, o quizás tonta, ya no lo sabía.

—Uh, bueno... puedo ir, sí.

—Es el sábado, la idea es que nos quedemos allá. Yo sé que no eres mucho de salir a fiestas y esas cosas.

—Como siempre —murmuró abriendo los ojos unos segundos para mirarme, pero luego los volvió a cerrar y se removió.

Estaba más que claro que lo hacía con malas intenciones, y tuve ganas de palmearlo en las nalgas como a un niño pequeño. Era la única forma de que pudiese entender.

—¿Quieres moverte un poco más allá? —Le pedí aun sabiendo que si me hacía caso caería de cara al suelo.

—¿Qué?

—Hugh, no sé. Simplemente quita tu culo de mi vista, por favor —le solté intentando mostrarme lo más tranquila y relajada posible. Entonces lo oí reír bajito, y sin decirme nada se volteó enseñándome esa otra parte que también quería tocar, aunque fuese tan solo durante un segundo para saber cómo se sentía.

Sacudí mi cabeza y preferí simplemente limitarme a no mirarlo más.

—Anticuada —bufó sentándose de golpe y abrazándome a la fuerza, apretujándome entre sus brazos mientras yo intentaba soltarme.

—¿Anticuada por qué? 

Intenté ocultar mi rostro dejando caer mi cabello como una cortina, pero Tom sin haberme soltado aún lo apartó obligándome a mirarlo. Yo no quería, yo sentía vergüenza y no comprendía cómo él podía esta así, tan tranquilo, tan sereno y desvergonzado.

—Oye...

—Déjame, Tom —reclamé comenzando a empujarlo.

Estábamos sudando un poco.

—¿Por qué? 

Me escabullí de entre sus brazos y corrí hasta la ventana abriéndola de golpe y dejando entrar el frío viento que bajó un par de grados la temperatura de mi habitación. Tom se encogió de inmediato metiéndose bajo las sábanas de mi cama. Cerré enseguida mientras me aguantaba la risa. A él pareció no causarle mucha gracia y me miró en forma de reproche mientras acomodaba bien las mantas sobre su cuerpo.

—Cobarde —lo oí murmurar.

Lo fulminé con la mirada y Tom se rió fuertemente en mi cara, moviéndose hacia atrás para prepararse por si yo me atrevía a lanzarle algo que estuviera a mi alcance. 

—No soy cobarde.

—Compruébalo. —Me desafió, y yo tenía todas las de perder pero tenía que intentarlo.

Por más que me costase, debía intentarlo y callarle esa boca que lo único que sabía hacer era burlarse de mí todo el tiempo.

—Eso es exactamente lo que voy a hacer. 

Cerré un poco las cortinas para oscurecer mi habitación y luego fui hasta el interruptor para apagar la luz. Oí a Tom reír.

—¿Va en serio? 

—Por su puesto.

Caminé hasta él y aparté las sábanas de su cuerpo acalorado. Lo empujé hacia atrás para que quedase recostado sobre su espalda y me senté en sus muslos un poco temblorosa.  Yo no iba a dejar que él se diera cuenta de ello, y mientras intentábamos encontrar nuestras miradas en la oscuridad, me quité la polera y la lancé a un lado para después dejarme caer sobre él en busca de su boca, que al parecer estaba esperándome ansiosa.

Esta vez, que Tom me apretara a su cuerpo era exactamente lo que yo deseaba.

Paseé mis manos por el largo de su torso endurecido, arañando su piel y sintiéndome de pronto con ganas de hacerle todo lo humanamente posible.

—Hum... —Tom, de un empujón me lanzó a un lado de la cama y cambiamos de papeles de inmediato. Sus labios besaron mi cuello, sabiendo él cuánto me encantaba que hiciera eso, y con manos sudorosas y torpes rebusqué por su cuerpo hasta dar con su trasero. Cerré los ojos muerta de vergüenza y le apreté las nalgas como si quisiera arrancarle un pedazo de piel... o un pedazo de ropa. Entonces lo oí reír, y sin esperarlo se movió contra mí de manera tan sexual que me quedé sin aire y le apreté un poco más fuerte, atrayéndolo más hacia mi cuerpo.

—Too... m. 

Acababa de restregarse entremedio de mis piernas como si nada y yo no podía respirar.

Cerré los ojos cuando sus dedos acariciaron mis costados con suma calma ascendiendo en forma de provocación. En esos momentos lamenté el haber apagado la luz porque deseaba verlo. Dejé caer mis manos a los lados, completamente rendida a sus suaves y un poco nerviosas caricias.

—Dime.

—No... nada —susurré intentando encontrar sus labios para poder besarlo, pero me percaté que estaba muy lejos de poder tomarlos. Su cuerpo se arrastró hacia abajo con calma, y la boca que había estado buscando se cerró sobre mi abdomen, un poco más arriba de mi ombligo.

Yo me deshice en temblores y mi cuerpo completo sufrió un fuerte estremecimiento.

—Hum... —Me mordí la lengua y luego los labios, intentando no abrir la boca, tratando de contener algún sonidito demasiado extraño que quisiera salir desde lo más profundo de mi pecho. Tom se rió, pero no me molestó en lo absoluto y su boca descendió un poco solo para provocarme.

Regañé cuando volvió a arrastrarse hacia arriba.

Me puse a temblar, esta vez de forma tan notoria que ya no me preocupé por disimularlo.

—¿Todo bien?

—Sí... sí —contesté asintiendo rápidamente.

Siempre conseguía hacer que me entregara completamente a lo que deseara hacerme. De todas formas no iba a quejarme, no tenía motivos para hacerlo. Me encantaba absolutamente todo lo que se tratara de él.

Reí disimuladamente, sintiendo leves cosquillas en mi estómago. Sus labios gruesos rozándome me ponían un poco nerviosa.

No le pedí que se detuviera y cerré mis ojos con fuerzas cuando sus manos rebuscaron debajo de mí, con tanta calma que parecía estar pidiéndome permiso. Pero yo no reaccioné de ninguna manera y oí como mi corazón empezaba a latir con más desesperación, retumbando dentro de mi pecho agitado, cuando con mucha calma desabrochó mi sostén y luego lo jaló para quitármelo.

Mi voz sonó temblorosa e intenté ver su rostro en medio de la oscuridad. Podía notar el brillo que emanaba de sus ojos. Estaba intentando mirarme también, y alcé mi mano para acariciar su mejilla, viendo como enseguida sus ojos se cerraban y suspiraba profundamente.

Quería besarlo pero Tom no me lo permitió, su rostro seguía estando alejado del mío, incluso cuando volvió a inclinarse y cerró sus labios sobre mi piel recién descubierta.

Pestañeé un par de veces, y abrí la boca intentando capturar el aire que comenzaba a escasearme. Iba a hacer que me volviera loca, y luego si yo no podía controlar mis actos que no se lamentara por ello. Lo quería para mí, solo para mí.

Mis manos se sacudieron de un lado a otro buscando a qué sostenerse, y di con su cabello desatado, apretando las rastas sueltas que caían a su espalda y su pecho, y que rozaban mi piel como si me estuviesen acariciando también.

—Tom.

—Pequeña —lo oí murmurar cuando su cabeza se alzó un poco.

—Umm...

—¿Quieres ser mi novia? —Preguntó con un cierto tono nervioso que me hizo reír.

Realmente yo daba por hecho que él y yo éramos novios, aunque ninguno lo hubiese preguntando antes. Supuse que el hecho de que estuviese pidiéndomelo lo hacía oficial, y realmente no supe comprender por qué me pareció que ahora sí lo tenía más cerca que nunca.

Yo le respondí con un rápido y torpe asentimiento de cabeza, pero Tom no me vio.

—Vanesa —su cuerpo se arrastró hasta que volvió a encontrarse a mi altura y chocó la punta de su fina nariz con la mía.

—Sí, claro que sí —respondí sin poderle ocultar la enorme sonrisa que se formó en mis labios, y le rodeé el cuello con mis brazos, aplastándolo contra mi cuerpo para tenerlo cerca. Tom suspiró, y me pareció que acababa de sacarse un gran peso de encima cuando sus hombros se relajaron, cuando todo su delgado cuerpo pareció salir de una gran tensión y me aplastó sin cargarse demasiado.

—Entonces, ¿vas a ir conmigo a casa de Gisela?

—Claro que sí.

—Ya sabes, si te aburres podemos regresar—. Tom se rió, pero luego vi como asentía con calma y cerraba los ojos para inclinarse y besarme como yo lo había estado deseando desde hacía un buen rato.

Abrí la boca para corresponderle, y ambas bocas se encajaron como si hubiesen estado hechas a medida para hacerlo. Su lengua se encontró con la mía en medio del camino y se juntaron ansiosas, casi desesperadas por tocarse.

Lo oí jadear y abracé su cuerpo con calma, bajando mis brazos desde su cuello a su espalda, y ahí los mantuve, quietos y firmes.

Mi estómago rugió de pronto, interrumpiendo el sucio beso que nos estábamos dando. Tom alzó la mirada y frunció el ceño con diversión.

—¿Y eso?

—Creo que no eres suficiente para calmar mi hambre —bromeé, y él se apartó tranquilamente, sentándose a mi lado y buscando entre las sábanas algo.

—¿Quieres bajar entonces? 

Yo asentí, y del suelo tomé la polera que me había quitado para poder abrigarme. Tom me imitó y luego nos decidimos a bajar hasta el primer piso para comer algo. 


Cuando llegó la noche y partimos a casa de mi prima, ambos cruzamos la puerta con los dedos de nuestras manos entrelazados. Había estado muy nerviosa al imaginar a quienes nos podríamos encontrar, pero no iba a acobardarme esa noche. Tom me había contagiado su nerviosismo. 

Comprendí que le aterrara tener que enfrentar a todos aquellos que lo conocían desde antes. 

Michelle, que nos había abierto la puerta, la cerró con fuerzas y volvió a perderse entre la multitud dejándonos a Tom y a mí solos. Varias miradas se posaron en nosotros dos y el agarre de la mano de Tom se hizo más fuerte.

Ahora ya no teníamos que ocultar nada de lo que pasaba entre nosotros delante de la multitud, y no iba a negar que eso me hiciera sentir extraña. 

—Recuérdame por qué acepté venir —murmuró cerca de mi oído.

Yo no le respondí porque sabía que él lo tenía muy claro, pero como consuelo le había dicho que no todo el mundo lo reconocería.

Había mucha gente rodeándonos y olía fuertemente a alcohol y a cigarro. Era como una fiesta de película. Algunos se besaban y la música fuerte retumbaba en nuestros oídos. Tuvimos que pasar por entre los cuerpos pegados en la improvisada pista de baile para llegar a la parte trasera de la casa, en donde Gisela intentaba impedir que los borrachos y cualquier otro ingresara a la piscina. 

Vi a Gisela rendirse cuando el mismo Georg se lanzó bajo el agua, seguido por Chris, ambos en ropa interior.

—¡Si un borracho se ahoga no me hago responsable! —Gritó Gisela, y cuando se marchó por lo menos diez cuerpos más entraron en el agua.

—No sabía que tuviese piscina —dijo Tom sorprendido.

 —Míos tíos por poco cagan dinero.

Lo miré, él parecía estar pensando seriamente algo. Al final, cuando se rió quise preguntarle qué estaba pensando, pero Georg corriendo completamente empapado llegó a nuestro lado. Estaba temblando.

—¿Vas a entrar a la piscina, Tom?

—No, no tengo nada con qué, y ni pienses que otra vez vez vas a dejarme en bolas delante de tanta gente.

Yo me reí disimuladamente, pero ambos me miraron de inmediato.

—¿Qué? —Pregunté.

—¿Entrarás tú? —Yo observé el agua y a todos quienes estaban bañándose. Lo pensé unos segundos.

Hacía muchísimo frío, pero el agua estaba caliente.

—No lo sé—. Georg se encogió de hombros y se alejó de nosotros inmediatamente.

Tom y yo nos sentamos en unos enormes sillones que estaban bajo techo. Entonces me di cuenta que Tom estaba siendo más observado de lo que yo había imaginado.

Claramente había muchos hombres de afuera que era muy atractivos, pero supuse que Tom sería completamente nuevo para todos, y con el estilo que tenía no pasaba desapercibido por nadie.

—Creo que esto me gusta —se burló simplemente para molestarme. Yo conocí de inmediato que tenía un lado celoso y posesivo, porque quería ir con algunas para dejarles claro que Tom era solo mío.

—Cállate —murmuré y le obligué a acomodarse sobre el sillón para ponerme a su lado. Michelle apareció de inmediato con dos vasos en sus manos.

—¿Beben? —Nos preguntó y yo no supe si aceptar o no. Yo bebía, y un par de veces se me habían pasado las copas, pero Tom todavía no conocía aquel lado mío.

No alcancé a responder cuando él aceptó los dos vasos y Michelle se fue.

—También bebo, no te preocupes —Tom me tendió el vaso y yo asentí.

—Están mirándote.

—¿Crees que me hayan reconocido? He visto muchísimos rostros conocidos—. Me encogí de hombros y continué mirando hacia los lados.

A lo lejos divisé a Frank, un antiguo compañero con el que había hablado muchas veces. Estaba solo y avanzaba pareciendo ir en busca de alguien. Yo lo saludé con la mano cuando pasó muy cerca, y al verme pareció hasta emocionarse. Se acercó para saludar, Tom enseguida se puso tenso.

—¿Quién es ese? —Murmuró en mi oído—. Me parece haberlo visto.

—Era un amigo, nada cercano.

—¡Vanesa! No pensé que vendrías, hay un par rumores sobre ti—. Aquello me tomó por sorpresa, y miré mientras pensaba sobre qué podrían tratarse a Frank saludando a Tom con un fuerte apretón de mano. No lo había reconocido.

—¿Qué clase de rumores? —Habló Tom por mí.

—Oh, desde la despedida se comenta que te vieron con Kaulitz, pero yo no lo vi por ninguna parte. Yo tenía entendido que él ya no vivía aquí.

—¿En serio? —Se rió Tom, parecía que le hacía gracia todo lo que el moreno decía. Yo intenté no mostrarme nerviosa, lo cierto era que me sentía extraña con ellos hablándose.

—Sí, pero a ti sí te vi, estuviste un rato. ¿Son novios? Jamás te había visto por aquí.

—Sí —Tom asintió de inmediato—. Somos novios—. Frank alzó las cejas un tanto sorprendido y luego se rió.

—Un gusto entonces, soy Frank, era compañero de Vanesa.

—Un gusto también volver a verte. Soy Tom Kaulitz.

La expresión del moreno fue para enmarcar. Su boca se abrió de golpe y sus ojos parecieron querer salirse de sus órbitas. No dijo nada durante el primer minuto, en el cual miró a Tom de pies a cabeza un par de veces sin cansarse. Yo no supe qué decir, y Tom parecía verdaderamente divertido por haber sorprendido así a Frank.

—No... eres... No.

—Sí, soy Tom—. Frank sacudió su cabeza, luego me miró un rato.

—Es él —confirmé sus dudas. 

—Mierda, Tom, disculpa, estás irreconocible—. Empecé a reírme internamente, igual que como supuse lo estaba haciendo el rastas. Frank todavía no podía creérselo—. Yo... genial que estés de vuelta, hacía tiempo no se te veía. ¿Realmente estuviste en Francia?

—Sí.

—Oh, bien —tragó saliva—. ¿Vas a regresar o te quedas?

Yo me tensé de inmediato, y no pude evitar que Tom a mi lado lo notara. Su mano volvió a tomar la mía con fuerzas.

—Me quedo, ya no voy a Francia.

—Genial, y que bueno que estén juntos ambos —nos señaló—. Se notó siempre que se gustaban.

—¿En serio? —Tom sonó divertido, pero yo ya no estaba cómoda. Había pasado a quedar en segundo plano, era como si incluso Frank se hubiese enamorado de Tom. Yo bufé.

—Sí, mucho. —Yo le di otro sorbo a mi vaso—. Bueno, los dejo ahora, un gusto chicos.

—Sí, igual.

Cuando Frank se fue yo lo miré alejarse casi corriendo. Lo odié en ese momento por todo lo que había dicho. Todos al final habían sido unos hijos de puta con Tom y ahora que volvían a verlo se convertían en unos hipócritas. Nunca se habían dado cuenta que él siempre había sido atractivo, simplemente se habían burlado de él y le habían hecho la vida imposible durante años. 

—Los odio —murmuré y acurruqué un poco más contra su cuerpo. Tom cambió de mano su vaso para poder corresponderme y de reojo lo miré beber en silencio.

—Da igual.

—No da igual, nunca me dio igual y a ti tampoco. Son todos unos hipócritas, Tom... Unos cínicos.

—Lo sé, pero fue gracioso ver la cara de ese compañero tuyo, ni siquiera lo conocía y me habló como si lo hiciera. Estaba muy nervioso.

—Estaba muy avergonzado —dije luego de alzar un poco la mirada. Tom ladeó su cabeza y se rió.

—Eso creo.

Durante los siguientes cinco minutos mucha gente empezó a salir. Unos fueron directamente la piscina y pude darme cuenta que otros salían para ver si era cierto o no que Tom estaba aquí. Frank obviamente había abierto la boca, pero a él pareció no molestarle. Lo vi relajado terminando de beber el contenido de su vaso y luego, poniéndose extrañamente meloso (seguro por el alcohol), apegarme mucho a su cuerpo, casi con posesión, para besarme.

Yo salté de felicidad, no pude evitarlo al darme cuenta que había muchas que querían estar en mi lugar y no podían porque él me quería a mí y a nadie más. Lo abracé también, y sin prestar demasiada atención escuché a Georg y a Chris molestarnos. Eso llamó la atención de más presentes, pero no me importó, muy por el contrario, le dejé a Tom besarme como se le diera la gana, de la forma más sucia que podía. Yo lo estaba disfrutando.

Cuando se apartó riendo, sus cejas se alzaron y señaló hacia la piscina.

—¿Y si vamos? Nos quedamos en la orilla.

—Vamos

Ambos nos levantamos sin despegarnos el uno del otro.

Al llegar al borde pude ver que había mucha ropa amontonada en varios sectores distintos.

—No tengo con qué... —Tom se encogió de hombros y quitó la gorra de su cabeza—. ¿Vas a entrar en ropa interior?

—Da igual, un traje de baño no va a cubrirme más.

—Mi ropa interior se translucirá mojada —dije y miré atenta como se quitaba la camiseta. Georg empezó a gritar cosas sin sentido mientras corría para lanzarse a la piscina. Tom me miró y no se esforzó por disimular su risa. Luego se inclinó y susurró en mi oreja.

—Mejor...



—¡Frío! —Grité mientras me cubría lo que podía con mi ropa luego de de haberla tomado del suelo. Tom no se quejó y menos se esforzó por taparse de las miradas de un par de chicas. Su ropa interior por suerte era negra.

—Veo tu trasero—. Chris salió de la piscina y me señaló. No había manera de yo poder cubrirme atrás, y prefería que me vieran el culo antes que otra cosa.

Tom gruñó y Chris se echó a reír.

—Tom, vamos arriba, ahí tengo toallas—. Él asintió, y detrás de mí, no supe si para cubrirme o mirarme, me siguió.

Entramos corriendo con miradas atentas en nuestros cuerpos demasiado expuestos y subimos al segundo piso directo a mi habitación. Ya dentro pude respirar un poco más tranquila, aún sentía la penetrante mirada de Tom encima, y aunque entre nosotros había más confianza todavía no llegaba a ese punto. Yo me envolví de inmediato en una toalla y le lancé otra a Tom.

—¿Tienes frío aún?

—Un poco —respondí buscando entre mis cosas ropa interior para cambiarme. Sentí la fuerte presencia de él atrás de mí. Contuve el aliento y no me atreví a mirarlo—. Tom.

Él no me respondió, y su toalla prácticamente seca la pasó por mi cuello y mis hombros luego de hacer mi cabello a un lado. Yo cerré los ojos y empecé a imaginar y fantasear otra vez. Eso no me ayudó en nada, y aunque estaba todavía empapada sentí calor y bajé un poco la toalla en mi parte trasera para darle más acceso. La ropa de las manos se me cayó. Su risa ronca sonó muy cerca, y luego sus labios se cerraron en mi hombro derecho. Yo empecé a temblar.

—Tom.

—¿Sí?

—¿Qué haces? —Nuevamente no me contestó, simplemente lo oí reír y soplar mi nuca para enviar escalofríos por todo mi cuerpo. Tirité y sus manos se posaron en mis hombros para bajar con calma hasta el broche de mi ropa interior.

No me quejé, aunque me aterró porque todo era demasiado extraño y nuevo, pero me gustaba demasiado, así que lo dejé desnudarme. Con la toalla aún envuelta en mi cintura me sentí más expuesta que nunca. Ni siquiera sabía si podía verme desde atrás.

—Oye... —me moví hacia atrás y mi espalda chocó contra su pecho frío. Sus manos se metieron por debajo de mis brazos y se posaron sobre mis costillas. Su palma abierta contra mi piel.

Yo quería que me tocara otra vez, así que impaciente por saber cuál sería su reacción le tomé sus manos entre las mías y las guié hacia arriba para que pudiese acariciarme.

Sus manos heladas apresaron mis pechos y temblé de pies a cabeza. Casi me deshice a penas sentí su calor y Tom jadeó con la cara media enterrada en mi cabello. Me apegó más a él.

Mi boca se secó cuando tuve la impresión de que había algo más que estaba sucediendo, pero no quise hablar ni preguntarle a Tom qué le pasaba. Era obvio, demasiado claro, por eso me puse tan nerviosa.

Cuando sus manos me apretaron, mordí mi propia lengua y dejé caer hacia atrás mi cabeza contra su hombro.

Sus labios besaron mi sien y cerré los ojos intentando dejarme llevar, intentando no mostrarme demasiado desesperada por sentirlo también.

Pero quería, quería con todas mis ganas cerrar bien la puerta para pedirle a Tom que me tomara ahí mismo. Daba igual que estuviese repleto de personas en el primer piso conscientes de que yo estaba arriba con él.

Gimió cuando no lo pude contener y apegué mi trasero contra su pelvis.

Nunca antes lo había sentido así contra mí, y me desesperé un poco, quise salir huyendo pero no encontré la forma, no había escapatoria. Aunque deseara hacerlo ahí con él sabía que no iba a atreverme.

Quise restregarme contra él, quise pedirle que se quitara la ropa. Pero no lo hice, me dio vergüenza y no supe qué más hacer a parte de mirarlo hacia atrás para dejar que me besara en la boca.

Una de sus manos subió por el camino entre mis pechos hacia mi cuello. Yo me di la vuelta rápido y rodeé su cuello con mis brazos. Tom me abrazó y deseé quedarme así simplemente, aunque aquello que estaba más abajo contra mi abdomen estuviese poniéndome loca.

No se podía, quería ponerme a llorar al saber que simplemente no debíamos.

—Deberíamos bajar —murmuré en voz baja.

—No quiero—. Yo enmudecí, pero debía intentar mostrarme más segura. 

—Tom, es lo mejor.

Él se apartó un poco para mirarme a los ojos. Estaba completamente sonrojado y sus labios entreabiertos brillaban.

Sabía que yo quería también.

—¿Por qué? —Me preguntó casi con inocencia.

No tenía que caer, tenía que ser fuerte. Tom no podía tener tanta influencia sobre mí, eso no estaba bien.

—Porque a eso hemos venido, no a encerrarnos aquí.

—Pero yo te quiero —susurró y sus ojos se cerraron lentamente, insinuándose. Su abrazo se volvió más apretado—. Ahora.

—Tom —jadeé con el corazón acelerado. Luego me reí de su desesperación—. Vamos.

—Continúo insistiendo—. Sus labios se acercaron a mi oreja—. Yo quiero.

—Por favor —murmuré—. Dejémoslo.

—No quiero—. Estuve a punto de decirle que yo tampoco quería bajar, pero era lo mejor—. Te deseo.

Sus palabras eran como caricias en todo mi cuerpo, como cuchillas enterrándose en mi abdomen. Qué doloso.

Contuve la respiración y cerré unos segundos los ojos, luego lo aparté un poco para darle un rápido beso y me di la vuelta. Tom me soltó y lo escuché quejarse un poco antes de ir a la cama para tomar su ropa e ir al baño.

Salió cuando yo estuve ya seca y vestida. No me dijo nada, solo tomó otra vez mi mano y me guió abajo después de haber apagado la luz.

Todos bailaban y otros estaban cómodamente sentados, y aunque a mí no me gustase mucho moverme jalé a Tom del brazo para que también nos uniésemos. No se quejó y solo se dejó guiar. Aproveché la música lenta para atraerlo a mi cuerpo, él dejó que rodease otra vez sus hombros y así nos quedamos. Tom no se movió demasiado, pero no reclamé. A él parecía realmente molestarle que yo le hubiese cortado así.

Era lo mejor, él iba a entenderlo cuando se le bajase la calentura o cuando se diese cuenta que teníamos mucho tiempo por delante. Estábamos recién comenzando.

Czytaj Dalej

To Też Polubisz

455K 54.7K 71
Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A...
27.8K 1.7K 57
¿Que tal si tu prima es una loca maniatica obsecionada con Tom Holland? ¿Que tal si ese, ¡Justamente ese!, es el actor que odias? ¿Que tal si la espi...
4.1K 275 7
Akaza encuentra a un niño pequeño que le recordó a el cuando era humano así que deside adoptarlo. por casualidades de la vida ese niño no era ni más...
733K 51.4K 65
Emilia Matthews es una amante jugadora del fútbol, no piensa en otras cosas más que en entrenar y ganar sus partidos, en su vida no importa otra cosa...