Un Juego de amigos.

Oleh Kamtwz

1.4M 18.1K 664

Deseando nunca haber permitido su separación, Vanesa estaba arrepentida por haber dejado que Tom se marchase... Lebih Banyak

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23

Capítulo 6

19.6K 754 14
Oleh Kamtwz

6.

—No tiene nada de malo. Ya era hora que comenzaras a tener algo con alguien—. Natalie se miró al espejo y movió extrañamente sus caderas. Llevaba encima una falda negra que acaba de robarle a Gisela—. Aunque debo decir que estoy sorprendida que Tom haya regresado. Lo poco que hablé con él fue suficiente para que me dejase enmudecida.

—No es mi culpa que nadie me haya gustado durante este año. 

—Tom ha cambiado —Natalie volvió a dar la cara, y mientras se quitaba la falda buscaba qué otra cosa probarse—. No parece ser el de antes. 

Todas guardamos silencio, y yo me sonrojé cuando no pude evitar empezar a imaginarlo y a fantasear. Cerré los ojos unos segundos.

Una camiseta calló sobre mi cabeza. Cuando me la quité de encima, Michelle me señaló divertida.

—¡Pervertida, depravada, inmoral, degenerada, sucia!

—¿Qué? ¿Por qué? —Pregunté inocentemente.

Gisela suspiró.

—Fue claro que estabas pensando cochinadas con Tom.

—¿Qué? —Intenté disimularlo—. ¡Claro que no!

Ninguna me corrigió, y yo no hice el intento tampoco de seguir insistiendo.

—Lo quiero mucho —murmuré.

—Lo sabemos. —Me reí cuando oí a las tres hablarme juntas.

—Me gusta mucho.

—¿Esa es tú manera sutil de decir que quieres dormir con él? 

Miré a Gisela.

—¡Claro que no!

—¿Acaso no quieres? —Michelle se arrodilló a mi lado y me miró fijamente. Yo cerré los ojos y lo medité un par de segundos.

No había nada qué pensar realmente. Supuse que era normal sentirme atraída sexualmente por alguien que me gustaba de esa manera. Eso no significaba que no me aterrara el hecho de saber hasta qué punto yo sería capaz de llegar con Tom.

—¿Qué creen que piense él sobre mí?

—A Tom le gustas y también quiere estar contigo. —Miré a Natalie.

—No puedes leer su mente —me quejé.

—¿Y qué si realmente piensa así? —Michelle se mordió los labios.

Intenté meterme en la cabeza de Tom, pero realmente no pude hacerlo. 

—¿Cuando fue la última vez que estuviste con alguien? —le pregunté a mi prima.

—Hace unos días, pero no lo conozco bien, la verdad —todas nos encogimos de hombros—. Su nombre es Gustav.

—¿¡Gustav!? ¿El italiano? —Natalie parecía realmente sorprendida. Gisela asintió orgullosa.

—Ese mismo.

—Él está buenísimo

—Sí—. Michelle estuvo de acuerdo con ellas, y yo no pude opinar porque no tenía idea de quién hablaban.

Mugí como una vaca y di media vuelta, quedando recostada boca abajo sobre la cama.

—Mi vida apesta.

—Claro que no. Cuando tengas sexo por primera vez te darás cuenta que no es tan increíble como crees y no tendrás por qué complicarte tanto por tu abstinencia.

Yo las miré a las tres con las cejas alzadas. Todas se echaron a reír, menos yo.


Cuando comenzó a oscurecer, las cuatro tomamos nuestras cosas porque pretendíamos salir por la noche. Hacía ya mucho tiempo no lo hacíamos, así que íbamos a aprovechar la oportunidad ya que en casa de Georg harían una pequeña junta entre amigos más cercanos para celebrar el extraño e inesperado regreso de Tom.

Avanzamos abrigadas hasta el auto de Gisela y entramos en la parte trasera Natalie y yo. Michelle se sentó en el asiento copiloto junto a mi prima y enseguida partimos.

Nos mantuvimos en silencio durante todo el camino, y cuando llegamos la rubia fue claramente la más contenta de estar ahí. Se bajó corriendo, y aunque yo también hubiese deseado hacerlo para ver pronto a Tom, no pude permitírmelo. 

Las luces de la casa de Georg estaban en su mayoría apagadas y una música suave sonaba en el interior.

Avanzamos y vimos a Natalie golpear la puerta con desesperación. Cuando Georg abrió, ella se echó a sus brazos y él la recibió como si ambos no se hubiesen visto en mucho tiempo.

—No puedo creer lo enamorados que están —Gisela bufó y avanzó por delante de Michelle y yo.

Cuando entramos, nos encontramos con unos cuantos rostros desconocidos. Chris estaba sentado entre Tom y un rubio que jamás había visto en mi vida. Sobre otro sillón había una chica castaña y junto a ella había un pelinegro que no dejaba de sonreír, aun cuando no decían ni hacían algo que pudiese causar gracia.

Sentado en el suelo y con sus piernas cruzadas, su cabello negro más largo que nunca y con un porte que no hubiese imaginado tendría alguna vez, Bill me miraba atento. Me asusté sin poderlo evitar. No sabía si aquella mirada era de odio, rabia o rencor. Pero cuando sonrió pude respirar tranquila y le devolví un animado saludo, hasta que él se levantó y avanzó rápidamente hasta mi lado para apretujarme entre sus brazos.

No lo había visto desde hacía más de cuatro meses, cuando me había encontrado con él saliendo de casa de Tom con un bolso en el hombro. Esa semana que se quedó en Hamburgo estuvimos viéndonos casi diariamente, cuando se fue intercambiamos números, pero no hablamos más de dos veces.

—¿Cómo estás? —Sonreí débilmente, y miré impresionada cuánto Bill había crecido en tan poco tiempo.

—Supongo que bien, gracias. ¿Cómo has estado tú?

—Voy a quedarme acá por lo menos un mes. Hacía mucho tiempo Tom y yo no nos veíamos, así que aquí me tienes—. Miré de reojo a Tom y él tenía la mirada clavada en nosotros. Me sonrió un poco nervioso, y luego volvió a dirigir su atención hacia Chris que hablaba animadamente y permitía que Michelle se sentara sobre sus piernas.

—¿Cuándo regresaste?

—Hace tres días. Tom me hizo una llamada diciéndome que había regresado, y yo no dudé en empacar para venir una temporada.

—Me alegro de verte.

—También yo.

En ese momento, de la cocina salieron dos chicos que tampoco conocía. Uno era castaño y muy moreno, sus dientes parecían brillar cada vez que sonreía. Era atractivo, al igual que el de su lado, que muy por el contrario era pálido y su cabello excesivamente rubio.

Cuando estuvieron más cerca, pude reconocerlos como ex compañeros de Tom y Georg. Los había visto en la escuela un par de veces.

Detrás apareció ella, más alta y perfecta que nunca, con el cabello hasta la cintura y completamente liso. Me sacaba por lo menos una cabeza y llevaba una perforación en la nariz. Elisa no me vio de inmediato, incluso cuando cruzó miradas conmigo sonrió sin reconocerme. Georg se dio cuenta de mis miradas hacia ella y puso su mano en mi hombro cuando esta caminó hacia nosotros para saludar.

—Simplemente ignórala —me susurró el castaño. Yo no hice nada.

Cuando ella llegó a nuestro lado, saludó tranquilamente a Natalie con la mano y luego me miró. Estuvo a punto de repetir el gesto cuando supo quién era.

—Tú.


Subieron un poco el volumen de la música, y Georg bajó un poco la potencia de la luz dejando todo levemente oscurecido. Tobías, uno de los chicos que no conocía desde antes se paseó por mi lado un par de veces entre tambaleos. En sus manos llevaba firmemente tomado un vaso y cada diez segundos le daba un nuevo sorbo. Los otros amigos de Georg que yo no conocía ya estaban en su mayoría borrachos.

Tom y yo compartíamos la cuarta lata de cerveza.

—Ella está mirándote —murmuró Tom en mi oído. Yo miré hacia los lados y me encontré efectivamente con los ojos de Elisa clavados encima.

—¿Crees que aún le gustes? —Pregunté curiosa mientras me acomodaba sobre el sillón para acercarme más a él. Nadie estaba mirándonos, con excepción de Elisa, quien no me importaba. Tom y yo nos habíamos acomodado juntos con toda libertad sobre uno de los sillones, mientras algunos bebían y otros bailaban—. O quizás solo es rencor.

—¿Rencor?

—Sí bueno, debería sentirlo hacia ti realmente, por que fuiste tú quien la rechazó y no yo.

—No, Elisa y yo todavía nos llevamos bien. —La volví a mirar, y esta vez ella bajó la mirada al trago entre sus manos. Ella estaba siendo abrazada por uno de los dos chicos rubios que ahí había. 

—¿Entonces por qué me mira así?

—Porque te odia a ti y no a mí... porque te preferí por sobre ella—. Cuando su aliento golpeó mi oreja me estremecí.

—Entonces, ¿todavía le gustas?

—¿Cómo voy a saberlo? Ella dejó de hablarme después de que me fui. Hoy solo hemos intercambiado un par de palabras amistosas y nada más.

—Le gustas, Tom.

—Tiene novio—. Me señaló al chico a su lado. Era apuesto, pero no se comparaba con Tom.

—¿Y? —Encogí mis hombros y lo miré directamente a la cara. Vi sus cejas alzarse divertidamente y un pequeño rubor en sus mejillas debido al alcohol que habíamos estado bebiendo—. Eso no cambia las cosas, Tom. Cuando a alguien le gusta una persona, le gusta. Ella quizás se dio por vencida y continuó con su vida, pero quizás todavía te quiere, aunque no se hayan visto en mucho tiempo. Creo que la entiendo.

El brazo de Tom rodeó mi cintura y yo cerré los ojos dejando caer mi cabeza sobre su hombro.

Nunca me había sentido así, y era extraño porque era la primera vez que estaba en situación similar delante de más personas. Siempre había pensado que ninguna persona podría ser capaz de reclamarme en público como él lo hacía ahora. Miré a Michelle, que se besaba con Chris mientras bailaban, a Natalie que abrazaba a Georg y le decía algo en el oído y le hacía reír. Incluso Gisela, que había encontrado compañía con el moreno atractivo que había estado caminando solo de un lado a otro. Por otro lado, a pesar de que Elisa no dejaba de mirar de reojo hacia nosotros, se dejaba besar y abrazar por su novio.

Con Tom no nos habíamos besado en frente de alguien, pero para mí era suficiente con tenerlo bien apegado y abrazado a mi cuerpo. Eso ya era algo. Tampoco quería que todos empezaran a bombardearnos con preguntas sobre qué teníamos ahora que él había vuelto y nosotros habíamos decido continuar con nuestra amistad.

—¿Lo conoces a él? —preguntó Tom, señalando disimuladamente a un chico que estaba de pie afirmado en el marco de la puerta de salida y con un cigarro en su mano.

—No, ¿por qué?

—¿Segura?

—Claro, ¿por qué lo dices?

—Porque tampoco ha dejado de mirarte en toda la noche. Ahora que está ahí no lo ha hecho, pero pude notarlo hace un rato. —Me encogí de hombros divertida.

—Tal vez solo quería apreciar mi belleza. —Tom me miró serio y creí que le había molestado mi comentario. Claramente no lo había dicho de verdad, porque no me creía una reina de belleza ni nada por el estilo. Tom siguió mirándome con expresión seca—. ¿Qué? Era broma, ya sé que no tengo mucha gracia, pero quería subirme un poco la autoestima ahora que decías eso.

No pude ver si ahora alguien nos estaba prestando atención. De todas formas, Tom no me dejó hacerlo por que enterró su mano en mi cabello y de improviso me besó.

Yo abrí mis ojos desmesuradamente y posé mis manos sobre su pecho para afirmarme. Mi corazón empezó a latir enloquecido y grité internamente, sintiendo la sangre recorrer mis venas a toda velocidad. Lo abracé rodeando su cuello con mis brazos y separé nuestros labios para poder hablar.

—¿Qué se supone haces?

—Te beso.

—Pero estamos frente a todos, tendremos suerte si no nos han visto aún.

—¿Cuál es el problema con que nos vean? —Sentí sus hombros encogerse—. Como si ya no se hubiesen dado cuenta de esto—. No me atreví a preguntarle que era eso de lo que él estaba hablando, simplemente me reí y miré tímidamente hacia los lados.

Elisa nos miraba, Chris también lo hacía y tenía una leve sonrisa formada en sus labios mientras mantenía a Michelle bien apegada. No supe si alguien más estaba observándonos, porque Tom volvió a jalarme y dejó juntas las puntas de nuestras narices.

—Es extraño... —murmuré.

—¿Qué cosa?

—No sé, todo esto me parece extraño. Es tan distinto a cualquier cosa que hubiésemos hecho antes.

—Ambos somos demasiado distintos. —Yo asentí y permití que acariciase mis mejillas con sus labios.

—¿Por qué?

—¿Qué cosa?

—¿Por qué cambiaste así? —No cedí ante su intento de apartarse. Con mis brazos firmes alrededor de su cuello lo mantuve firme—. No digo que me moleste, Tom... pero me gustaba mucho como eras. Simplemente no puedo acostumbrarme fácilmente a dejar que ahora seas tú el más fuerte.

—Por eso —musitó quedándose quieto. Dejó que lo abrasase con fuerzas y me quedé en silencio para oírlo entre todo el ruido—. Porque estaba cansado de ser débil. Yo no quería que me vieras así, como un niño indefenso. No lo soy.

—Lo sé, de verdad que lo sé—. Lo escuché suspirar pesadamente y su cuerpo se relajó después de haber estado muy tenso. Mis brazos lo soltaron y él afirmó nuevamente su espalda en el sillón. Me acurruqué contra él, y sintiendo su malestar permanecí quieta, disfrutando del contacto de su mano acariciando mi cabello—. Tom.

—Qué.

—Discúlpame.

—No digas tonteras —se quejó.

—Es en serio, si tú no lo sientes así me alegro, pero yo no—. El volumen de la música fue disminuyendo poco a poco, y empecé a oír un par de voces—. Tom.

—Está bien—. No volví a insistirle, y me molestó el hecho de que no quisiese ponerse en mi lugar aun cuando estuviese yo echándome toda la culpa.

—Oye—. Lo miré por sobre mi hombro e intenté sonreírle para que cambiase esa expresión de aburrimiento que había adoptado de pronto—. Te extrañé mucho.

Su mirada oscura se encontró con la mía y no la aparté en ningún momento. Me di cuenta que estaba intentando mantener aquella seriedad, pero no lo consiguió por mucho tiempo. Se había dado cuenta que yo no iba a dejar de molestarlo hasta que por lo menos sonriera.

—También yo.


Al día siguiente, sucedió lo que tanto había temido.

—Todo el mundo sabe que se besaron ahí, ¿creías que se iban a quedar callados?

—Me da igual—. Encogí mis hombros y continué viendo la tele en silencio. Natalie insistía una y otra vez, y yo no entendía por qué ella estaba tan sorprendida.

Tom lo había dicho y yo le daba la razón. No había por qué ocultar algo que de todas formas ya medio mundo sabía.

—¿Entonces?

—¿Qué, de qué hablas?

—¿Tienen algo o no? 

Suspiré y miré a mi amiga con los labios fruncidos.

No iba a poder responderle esa pregunta cuando ni siquiera yo misma sabía qué era lo que había entre Tom y yo. Simplemente éramos amigos y nos gustábamos, siempre había sido así y en eso en nada había cambiado. Todavía era muy pronto para pensar en otras cosas. Y no me quejaba en lo absoluto por que continuásemos siendo solo amigos durante un tiempo más, mientras las cosas mantuvieran su curso hacia adelante.

—No hay nada aún —dije tratando de despejar mi mente—. No hay nada con nombre, ¿entiendes?

—¿Crees que te lo pida?

—No lo sé, y la verdad es que por ahora no me importa. Ya sabes, luego de como llevamos esto el año pasado no quiero insistir ni presionar a Tom de alguna manera. No sé aún nada sobre él, nada sobre su vida, no he tenido tiempo para preguntarle mucho sobre su tiempo en Francia. La verdad es que me asusta lo que pueda decirme, y a la vez me aterra que no quiera contarme nada. Hay algo, ¿entiendes? Algo allá le hizo cambiar así y no entiendo qué fue. Supongo que fueron sus nuevos amigos, no lo sé.

—Piensas que puede querer marcharse otra vez, ¿es eso?—. Apagué el televisor y miré a Natalie a los ojos. Supuse que con mi expresión lo dije todo, porque ella bajó la mirada y negó.

Era cierto lo que decía, yo estaba comenzando a temer que Tom pudiese arrepentirse de haber regresado por una tonta como yo y decidiese que lo mejor sería regresar nuevamente a París para terminar de una vez allá sus estudios sin interrupciones.

Por lo que él me había explicado, el hecho de haber aceptado la beca y haber cumplido un año el Francia estudiando le aseguraba que si decidía volver a su país y ciudad natal, aquel beneficio seguiría intacto. Tom no debía tocar ni un peso de sus ahorros o los de sus padres para pagar sus estudios, todo aquello estaba siendo financiado gracias a los buenos resultados que había tenido en la escuela y no habría manera de que pudiesen quitárselos.

Tom podía volver a salir del país, así mismo como también podría terminar sus estudios en Berlín si se le daba la gana. Me había dicho que se mantendría en Hamburgo, pero yo no estaba todavía muy segura de ello.

—No soportaría que él se fuera.

—No lo hará. —Natalie me habló segura, pero lo cierto era que nadie sabía la verdad, ni siquiera Tom.

—¿Y si quisiera marcharse?

—No pienses en eso.

—Es difícil dejar de hacerlo. Pero nadie sabe realmente lo que podría suceder en un uno o dos años más.

Ambas mantuvimos nuestras bocas cerradas un rato y escuchamos cómo de pronto empezaba a llover torrencialmente. El viento comenzó a sacudir con más potencia todo a su paso y me dio la impresión de que estaba completamente sola y no con Natalie a mi lado.

Diana había salido hacía bastantes horas con papá y no sabía a qué hora regresarían. Tom se había marchado durante la tarde porque había ido con Georg a hacer algo de lo que no me había dado muchos detalles. De todas formas no se los había pedido.

—Él quiere marcharse —la oí murmurar, y volví a mirarla sin entender.

—¿Qué?

—Él quiere irse también, Vanesa, ayer me lo dijo —abrí la boca con sorpresa—. Y no sé qué debo hacer.

—Georg...

—Sí, Georg quiere ir a Leipzig por sus padres y quedarse allá. Me dijo que no podía seguir estando aquí luego de tanto tiempo separado de ellos y el resto de su familia. Lo comprendo, pero no voy a dejar que se aparte de mí, ¿entiendes? Nunca.

Imaginé qué haría yo en un caso así. Si Tom volviese a querer marcharse yo no era nadie para detenerlo, y aunque estuviese dispuesta a ir con él, tampoco me sentía en el derecho de obligarlo a llevarme cuando recién estábamos volviendo a entrar en contacto después de tanto tiempo. Tal vez para Tom yo aún no significaba lo mismo que él para mí, y no estaría dispuesto a tener una carga sobre sus hombros por el simple hecho de que yo no estaba dispuesta a aceptar que volviese a irse.

Ni siquiera era capaz de valerme por mí misma.

—¿Qué piensas hacer?

—Él todavía está pensándolo, no lo sabe bien, sabe que es muy complicado trasladarse, especialmente porque dejará a muchas personas acá, incluyéndome. Pero si por alguna razón en un futuro no muy lejano él decide irse, yo me voy con él.

Estuve a punto de decirle a Natalie cuan egoísta de su parte sería marcharse sin pensar en que me dejaría a mí atrás, cuando supe que yo también sería capaz de eso y de mucho más.

No podría resistir que se fuera sin mí, menos cuando era consciente de cuán enamorada estaba de él. Sería como un fuerte golpe en el pecho que pudiese romper mi corazón. Y todo se acabaría ahí para mí.

—Creo que lo único que puedo decirte es que hagas el intento de retenerlo aquí el mayor tiempo posible. Si te vas, voy a necesitarte mucho—. Natalie se rió y cruzó ambas piernas sobre el sillón. En ese momento la puerta de entrada se abrió y entró Diana, seguido papá, ambos empapados completamente.

—Yo también, y te extrañaría mucho. —Asentí mientras me levantaba para ir en auxilio de mi padre que llevaba encima un par de bolsas.

—Tenemos más visita —murmuró Diana quitándose los zapatos. Saludó a Natalie y me volteé para ver como Georg y Tom entraban por la puerta mucho más mojados que mis padres.

—¿Qué hacen aquí? —pregunté viéndolos lanzarse al suelo exageradamente. Georg sacudió su ropa y tomó fuertes respiros. Tom se quedó quieto intentando recobrar la respiración.

—Corrimos... —murmuró el castaño—. Intentamos no mojarnos...

—No funcionó —terminó Tom por su amigo y ambos exhalaron un fuerte aliento de cansancio.

—Puedo ver que no funcionó—. Natalie se puso de pie y avanzó con mamá hasta la mesa para ayudarla a desempacar un par de cosas que traía en ellas. Yo esperé a que ambos pudiesen tranquilizarse para que se levantasen del suelo y dejasen de mojar la alfombra más de lo que papá ya lo había hecho.

Me pareció gracioso ver el cabello mojado de Georg, porque cada vez iba tomando más volumen. Su planchado se había ido a la mierda, y ya tendría que soportar sus quejas un buen rato hasta que le prestase la plancha para alisarlo nuevamente. El cabello de Tom no tenía caso, su gorra estaba completamente empapada y sus rastas eran solo nudos que no se podían ni siquiera peinar, él solo debía secar su cabello y estaría listo nuevamente.

—Vanesa, busca algo que puedas prestarles—. Papá salió de la cocina llevando entre sus manos una bolsa de papel que seguro contendría en el interior pan caliente. Enseguida sentí un fuerte retorcijón en mi estómago. Estaba hambrienta.

—Compramos pizza, así que vayan a cambiarse y comeremos—. Tom y Georg se levantaron del suelo de inmediato y sacudieron sus ropas divertidamente. Rodé mis ojos cuando ellos comenzaron a tironearme para que los llevase arriba.

—De prisa, de prisa —murmuró el castaño, y me guiaron como si yo estuviese ciega hasta las escaleras. Esperaron pacientemente que yo subiera para ellos seguirme desde atrás.

En el interior de mi habitación, ambos empezaron a quitarse la ropa antes de que yo pudiese si quiera cerrar la puerta.

—Vaya, no pensé que fuesen tan pudorosos —ironicé.

Los pies descalzos de ambos habían quedado marcados en la alfombra de mi habitación, y mientras yo empezaba a rebuscar en mi armario algo grande para darles un par de prendas húmedas chocaron contra mí.

Por suerte había lavado dos tardes anteriores la mayoría de mi ropa,y tenía polerones que facilitarle a ambos. Eran grandes, pero no tanto como los que acostumbraba a usar Tom.

—Nuestros pies están empapados—. Tom se sentó sobre mi cama luego de haber lanzado sus pantalones a una esquina.

—Da igual, yo necesito un secador de cabello de inmediato.

—En el baño, Georg, y la plancha está en el segundo cajón del mueble junto al lavamanos—. Él puso sobre su cuerpo húmedo el polerón y, sin pantalones, corrió al baño. Yo empecé a recoger las prendas esparcidas del suelo para dejarlas sobre una silla y terminar de buscar ropa para ellos.

—Si tuvieras por ahí calzones extra grandes para mí, lo agradecería. —Miré a Tom de reojo, y aunque intenté parecer molesta no conseguí hacerlo cuando su cuerpo semidesnudo y húmedo se cruzó en mi camino.

Tosí.

—Realmente no, así que lamento informarte que tendrás que quedarte así—. Él realmente pareció espantarse por ello. Me reí de su cara y le lancé un par de toallas para que pudiese secarse. El sonido del secador inundó el lugar a los segundos.

—¡No tienes remedio, Georg! ¡Acéptalo!

—Será mejor que guardes silencio, cabeza de espantapájaros.

Tom se quitó la gorra y la dejó sobre mi cama con cuidado, luego soltó sus rastas un poco húmedas y las desordenó para que pudiesen secarse.

Mi boca se secó, y mientras observaba de reojo cómo pasaba la toalla por sus hombros, rebuscaba, sin buscar realmente, algo para que ellos pudiesen abrigarse.

—Buscaré unos pantalones de buzo para que se abriguen.

Salí de mi habitación rápidamente y bajé las escaleras casi corriendo. Natalie ayudaba a ordenar las cosas sobre la mesa con papá mientras que Diana estaba en la cocina preparando la pizza.

Me acerqué a ella con calma.

—Mamá, ¿en dónde tienes la ropa? Tom y Georg necesitan pantalones.

—En mi habitación. Busca arriba del armario—. Asentí y volví a subir de inmediato.

Dentro de la habitación de mis padres tomé una silla ubicada en una esquina y la moví hasta el armario para poder subirme en ella y buscar arriba.

Habían dos enormes bolsas llenas de ropa nueva. Rebusqué entre todas las cosas hasta que hallé dos pantalones grises idénticos y volví a dejar todo ordenado.

Cuando entré a mi habitación, no vi ni a Tom ni a Georg, pero el secador aún estaba encendido.

Entrando al baño, vi al castaño detrás de Tom, quien estaba sentado sobre el inodoro y dejaba que su amigo secara un poco su enredado cabello.

No pude evitar mirarlos con ternura cuando me parecieron como dos niños pequeños ayudándose entre ellos.

Tom alzó la vista cuando me vio y enseguida se puso de pie.

—Aquí tengo pantalones, y dejé sobre mi cama unas calcetas de polar. Si quieren usarlas, ahí están. Vístanse y bajen a comer—. Ambos asintieron, y Georg con el cabello ya seco y ondulado, tomó mi plancha de alisar y la conectó al enchufe.

—Necesito verme hermoso siempre —murmuró.

—No tienes remedio, acéptalo —repetí las palabras de Tom y salí del baño para dejarlos solos.

Cuando llegué abajo la mesa ya estaba completamente ordenada y tan solo faltaba que mamá terminase de preparar las pizzas. Natalie estaba sobre el sillón mirando nuevamente la tele.

Me acerqué a ella y senté a su lado.

—¿Te quedarás hoy?

—¿Quieres que me quedé? —Asentí y Natalie se encogió de hombros.

—Me quedaré, de todas formas mañana no tendremos nada que hacer.

—Me gustaría salir —bufé—. El problema es que no dejará de llover y no estoy dispuesta a arriesgarme. Me resfrío muy fácilmente.

—Nos quedaremos aquí, comeremos y veremos películas. ¿Georg y Tom van a quedarse también? —Me rasqué la mejilla y encogí mis hombros.

—No sé. Dudo que se quieran ir con las prendas que les dejé—. Natalie se rió y dejó caer de espaldas pesadamente sobre el sillón.

Tres minutos después, Tom y Georg bajaron usando ambos la misma ropa. Papá se rió de ellos.

—¿Nos vemos demasiado ridículos? —Diana los miró de pies a cabeza. Finalmente asintió.

* * *

—¿Querrían hacernos un espacio ahí?—. Afirmándome sobre mis codos me alcé y miré hacia abajo a Tom y Georg recostados sobre la cama improvisada que habían armado en el suelo con un viejo colchón que no se usaba.

—No se quejen —Natalie se burló y volvió a cerrar sus ojos para intentar dormir.

Los cuatro nos quedamos en silencio nuevamente con las luces ya apagadas, y yo pude escuchar sus respiraciones pausadas y tranquilas.

Me sentí extraña de estar ahí con ellos cuando no habíamos estado así de unidos desde hacía mucho tiempo. Ahora, a pesar de que las cosas fuesen muy distintas, era agradable saber que aún manteníamos la amistad que habíamos formado dos años atrás.

Me sentía nuevamente con quince años y recordé las veces en que todos nos reuníamos por las noches y nos quedábamos juntos hasta la tarde siguiente. Ahora que ya no éramos más unos niños, seguíamos manteniendo nuestras costumbres intactas.

Luego de comer, Diana y papá nos habían dejado viendo la televisión y dos horas después, cuando ya eran casi las doce, habíamos subido y arreglado mi habitación para que pudiésemos quedarnos todos a dormir.

—¿Por qué no hacemos un intercambio? Tom está pegándome patadas y no es agradable tener que abrazar su cuerpo. Natalie podría venir conmigo

—Georg, cállate —murmuré acomodando mi almohada.

—Es en serio.

—Georg —esta vez Tom se quejó.—. Intento dormir.

—¡Es temprano aún!

—¡Georg! —Gritó Natalie sentándose de golpe para mirarlo en la oscuridad—. Estamos cansados, tienes la culpa por levantarte a las tres de la tarde. Ahora cállate.

—Perdón—. Me reí internamente del castaño. Siempre hacía caso a Natalie en todo y él ni siquiera se quejaba de ella un poco.

Su silencio duró más de veinte minutos, en los cuales yo no fui capaz de conciliar el sueño.

Nat se dio un par de vueltas a mi lado hasta que la sentí caer dormida. Su respiración se hizo profunda y fuerte, igual que la del resto.

Bajé un brazo y lo dejé colgando unos minutos. Luego sentí la mano de Tom tomar la mía entre la oscuridad.

—¿Estás despierta?

—Sí —intenté mirarlo, pero solo pude ver el leve brillo de sus ojos—. ¿No puedes dormir o no tienes sueño?

—No me puedo dormir, ahora es Georg quien me patea.

—¿Necesitas algo? —Lo escuché hacer un sonido en forma de negación, luego el agarre de su mano se hizo más seguro y fuerte.

—Esto es tan extraño.

—¿Qué cosa?

—Todo. No puedo recordar cuándo fue la última vez que hicimos esto de quedarnos todos juntos en una casa. Es como si yo nunca hubiese ido a Francia, como si nunca nos hubiésemos dejado de ver.

—¿Y eso te molesta? —Pregunté un poco asustada por saber su respuesta.

Yo lo último que quería era que Tom se sintiese incómodo. Debía buscar todas las maneras posibles de convencerlo para que él decidiese quedarse definitivamente en Hamburgo.

—Claro que no, es mejor de lo que esperaba—. Sse rió silenciosamente y yo pude por fin sentirme un poco más tranquila.

Repentinamente mis ojos empezaron a cerrarse, pesados. Su voz conseguía tranquilizarme y el fuerte agarre de su mano provocaba extrañas sensaciones en la parte baja de mi estómago.

Esas famosas maripositas estaban dándome sueño.

Lo escuché decir un par de cosas más, pero la verdad es que no presté demasiada atención y empecé a caer dormida. Cuando él guardó silencio, de a poco el agarre de su mano también se fue haciendo más débil, pero yo no lo quise soltar. Supe que también se había rendido y cerrado los ojos, y aunque yo estuviese a punto de hacerlo, era consciente de su presencia y compañía a mi lado. Quise mantenerme así el mayor tiempo posible, pero el cansancio acabó golpeándome con fuerzas y no me di cuenta de en qué momento dejé su mano caer sobre el colchón.


Cuando desperté eran las nueve de la mañana. Sentí pasos en el primer piso que supuse eran de papá, y me di cuenta de que ya no podría seguir durmiendo más.

Natalie estaba acurrucada abrazando sus propias piernas a mi lado. A penas ocupaba espacio en mi cama y tenía la mitad de su cuerpo descubierto.

Sospeché que podría sentir frío así que levanté las mantas dobladas detrás de mi cama y luego de cubrirla bien, puse esas sobre su cuerpo.

Al poner un pie bajo mi cama recordé que no solo ella estaba conmigo. Mi pie hundió un colchón y al mirar hacia abajo suspiré aliviada de no haberle pisado la cara a Tom, que dormía de costado hacia mi cama.

Me quedé quieta mirándolo, y vi que apenas ocupaba espacio porque Georg era siempre quien terminaba por botarlo de la cama.

Preocupándome exageradamente por él, corrí de puntitas hasta el armario y ahí busqué una nueva frazada.

Georg estaba cómodamente envuelto mientras que su amigo tenía un costado de su cuerpo completamente al descubierto. Yo me arrodillé a su lado y estiré la manta encima de él. Lo vi soltar un fuerte suspiro y reacomodarse. No pude evitar quedarme quieta mirándolo, y antes de arrepentirme metí mi cuerpo en el pequeño espacio que quedaba entre él y el borde del colchón. Inconscientemente pasó uno de sus brazos por encima de mí y aproveché para abrazarlo.

No podía pedir nada más, y aunque traté de no relajarme demasiado ni dormirme nuevamente, no pude evitarlo y volví a despertar cuando sentí una extraña picazón en mi mejilla.

—No creo que te hayas caído de la cama —lo escuché murmurar y al oír las respiraciones de los demás supe que todavía dormían.

—Hola —me reí media adormecida y poco me importó que Tom me hubiese descubierto. Yo estaba extrañamente cómoda en ese pequeño espacio y no pretendía moverme mientras él se quedase ahí.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Desperté y vi que estabas destapado. Traje la manta pero no me resistí y me acosté aquí también—. Oí su suave risa y se removió un poco sin apartarme ni quitar su brazo que me rodeaba por sobre la cintura.

—¿Por qué?

—¿Te molesta? —Pregunté abriendo un poco más mis ojos para mirarlo. Él negó y se acomodó para seguir durmiendo. No le dije nada ni tampoco me preguntó más, pero cuando lo volví a sentir caer y su cuerpo se relajó, yo me levanté de inmediato y me vestí para bajar.

Diana ya se había levantado. A mí me había dado un poco hambre y Tom, por muy comestible que me pareciera, lamentablemente no iba a satisfacerme de la manera en la cual lo necesitaba en esos momentos. 

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

91.3K 3.9K 18
Aquí encontrarás varios one shots de tus personajes favoritos de Gravity falls y tu. Como: ♥️Dipper Pines x tu 🖤Dipper Gleeful x tu 💛Bill x tu 💙...
4K 379 9
[SAGAU] •Creador!AU/UA. -Una nueva sensación llegó a todo ser en Teyvat, especialmente a ciertas personas, un sentimiento de co...
9.6K 542 39
Eres una simple chica que conoce a Max desde hace 2 meses y ya eres una maxista, pero por una simple story de Instagram, hizo que comenzara una hist...
35.6K 2.8K 28
**QUE HARIAS TU SI UN DIA TE DESPIERTAS SIENDO UNA HADA ...PERO ALTO NO CUALQUIER HADA UNA AUTENTICA HADA MARIGUANA HUMM SUENA ESPECTACULAR NO? CLARO...